Así se extinguieron nuestros antepasados
Prólogo
¿Qué es de verdad un incordio? ¿Por qué las pesadillas se llaman así?
¿Quién nos enseñó a fumar y con qué fines? ¿Por qué hablamos de los
«duros de mollera»? ¿De dónde viene eso de tomar tapas? ¿Nos «opilamos»
todavía? ¿Sigue siendo el corazón una especie de infiernillo que
calentaba el estómago?
El hombre vive en un mundo de palabras. De aquí que hablar bien y de
modo comprensible, sea sinónimo de pensar bien. Y viceversa. Para eso,
para educar las mentes y no desperdiciar los hallazgos de otras
generaciones, nacieron los diccionarios.
El hombre actual carece de tiempo pero sigue sobrado de curiosidad:
necesita información breve compatible con el entretenimiento. Así es
como este «Diccionario de Medicina Letal» se ha escrito: con la
intención de llenar un vacío bibliográfico, cuyo contenido hasta ahora
había que entresacar de viejos diccionarios y proporcionar, a la vez, un
descanso. ¿Quién, leyendo a los clásicos, no se ha encontrado con
palabras médicas, anatómicas o de farmacopea que no ha logrado entender
en su contexto, es decir, en cómo concebían los cuerpos y las almas
aquellos hombres del Siglo de Oro y del Despotismo Ilustrado?
No se trata de un estudio sobre los orígenes de la lengua, sino de la
descripción, convenientemente pasada al español actual, de una medicina
peligrosa, mortífera, con la que sanaron no pocos antepasados. Y
también es el lugar de encontrar significados de palabras que hoy usamos
sin pensar: ¿Cómo se curaban la tiña, la manía, la alferecía, la
sordera o las hernias? ¿Qué era entonces tener potra? ¿Con qué se
limpiaban los dientes los españoles antiguos? ¿Se podía beber el alcohol
del siglo XVII? ¿Es cierto que existía un oro potable?
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