Textos más populares este mes publicados por Edu Robsy publicados el 23 de agosto de 2016 | pág. 5

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editor: Edu Robsy fecha: 23-08-2016


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La Ondina del Estanque

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había en cierto tiempo un molinero que vivía feliz con su mujer: tenían dinero y bienes y su propiedad aumentaba de año en año, pero la desgracia, dice el proverbio, viene durante la noche; su fortuna disminuyó de año en año, lo mismo que se había aumentado, y por último el molinero apenas podía llamar suyo el molino en que habitaba. Hallábase muy afligido, y cuando se acostaba por la noche terminado su trabajo, apenas podía descansar, pues sus penas le hacían dar vueltas en la cama. Una mañana se levantó antes de la aurora y salió para tomar el aire, imaginando que sentía algún alivio en su pesar. Cuando pasaba cerca de la escalera del molino, comenzaba a apuntar el primer rayo del sol y oyó un ligero ruido en el estanque. Se volvió y distinguió a una mujer muy hermosa, que se elevaba lentamente en medio del agua; sus largos cabellos, que había echado con sus delicadas manos sobre sus espaldas, descendían por ambos lados y cubrían su cuerpo blanco y brillante como la nieve. No tardó en conocer que era la ondina del estanque, e ignoraba en su terror si debía quedarse o huir de allí, pero la ondina dejó oír su dulce voz, le llamó por su nombre y le preguntó por qué estaba tan triste. El molinero permaneció como mudo en un principio, pero oyéndola hablar con tanta gracia, se animó y le refirió que anteriormente había vivido feliz y rico, y que ahora se había quedado tan pobre que ignoraba qué hacerse.

—No tengas cuidado, contestó la ondina; yo te haré más feliz y dichoso de lo que nunca has sido; mas es preciso que me prometas darme lo que acaba de nacer en tu casa.

—Sin duda será algún perro o algún gato, pensó para sí el molinero y la prometió lo que la pedía.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Enanos Mágicos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


I

Había un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, llegó a ser tan pobre que no le quedaba material más que para un solo par de zapatos. Le cortó por la noche para hacerle a la mañana siguiente: después, como era hombre de buena conciencia, se acostó tranquilamente, rezó y se durmió. Al levantarse al otro día fue a ponerse a trabajar, pero encontró encima de la mesa el par de zapatos hecho. Grande fue su sorpresa, pues ignoraba cómo había podido verificarse esto. Tomó los zapatos, los miró por todas partes y estaban tan bien hechos, que no tenían falta ninguna: eran una verdadera obra maestra.

Entró en la tienda un comprador, al que agradaron tanto aquellos zapatos, que los pagó en doble de su precio y el zapatero pudo procurarse con este dinero cuero para dos pares más. Los cortó también por la noche y los dejó preparados para hacerlos al día siguiente, pero al despertar los halló también concluidos; tampoco le faltaron compradores entonces, y con el dinero que sacó de ellos pudo comprar cuero para otros cuatro pares. A la mañana siguiente, los cuatro pares estaban también hechos, y por último, toda la obra que cortaba por la noche la hallaba concluida a la mañana siguiente, de manera que mejoró de fortuna y casi llegó a hacerse rico:

Una noche cerca de Navidad, cuando acababa de cortar el cuero e iba a acostarse, le dijo su mujer:

—Vamos a quedarnos esta noche en vela para ver quiénes son los que nos ayudan de esta manera.


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3 págs. / 5 minutos / 189 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Pelos de Oro del Diablo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una mujer que dio a luz un hijo, el cual nació de pie, por lo que la predijeron que a los catorce años se casaría con la hija del rey.

Por los mismos días pasó el rey por aquella aldea sin que nadie le conociese, y preguntando lo que había de nuevo, le respondieron que acababa de nacer un niño de pie, y que todo lo que emprendiese le saldría bien, y que le habían vaticinado que cuando tuviera catorce años se casaría con la hija del rey.

El rey tenía muy mal corazón, y esta predicción le incomodó. Fue a buscar a los padres del recién nacido, y les dijo en tono amistoso:

—Vosotros sois unos pobres; dadme a vuestro hijo, y yo cuidaré de él.

Negáronse desde luego, mas el forastero les ofreció mucho oro, y se dijeron a sí mismos: «Puesto que el niño ha nacido de pie, todo lo que le suceda será por su bien». Y acabaron por ceder y entregar a su hijo.

El rey le puso en una caja y le llevó a orillas de un río, donde le arrojó pensando que libraba a su hija de un amante con el que no contaba. Pero la caja en vez de irse a fondo, comenzó a flotar como un barquichuelo sin que entrase en ella ni una sola gota de agua; la corriente la arrastró hasta dos leguas mas allá de la capital, donde se detuvo junto a la esclusa de un molino. Un criado del molinero, que se hallaba allí por casualidad, la vio y la sacó con un garfio, esperando encontrar al abrirla grandes tesoros, pero se halló con un niño muy bonito, despierto y alegre. Le llevó al molino, y el molinero y su mujer, que no tenían hijos, le recibieron como si se le hubiera enviado Dios. Trataron muy bien al huerfanito, que creció en su casa en fuerzas y en buenas cualidades.

Sorprendido un día el rey por una tempestad, entró en el molino, y preguntó al molinero si era hijo suyo aquel joven.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Bestia Peluda

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un rey que tenía una esposa cuyos cabellos parecían de oro, y tan hermosa que en toda la tierra no se habría encontrado otra igual. Cayó enferma y, presintiendo su fin, llamó a su marido y le dijo:

— Si cuando yo muera quieres casarte de nuevo, no escojas a ninguna mujer que sea menos hermosa que yo y que no tenga el cabello de oro. ¡Prométemelo!

El Rey se lo prometió, y ella, cerrando los ojos, murió.

Por largo tiempo al Rey estuvo inconsolable, sin pensar ni por un momento en volverse a casar, hasta que, al fin, dijeron sus consejeros:

— No hay más remedio sino que vuelva a casarse el Rey para que tengamos Reina.

Entonces fueron enviados mensajeros a todas las partes del país, en busca de una novia semejante en belleza a la reina fallecida. Pero en todo el mundo no había otra, y, aunque se hubieran encontrado una, no tendría los cabellos de oro. Por eso, los mensajeros tuvieron que regresar a la Corte con las manos vacías.

Pero he aquí que el Rey tenía una sobrina que era el vivo retrato de su esposa muerta, tan hermosa como ella y con la misma cabellera de oro. La contempló un día el Rey, y viéndola en todo igual a su difunta esposa, de repente se sintió enamorado de ella. Dijo pues a sus consejeros:

— Me casaré con mi sobrina, ya que es el retrato de mi esposa muerta; de otra manera, no encontraría una novia que se le pareciese.

La joven al conocer la intención de su tío se horrorizó, pues estaba totalmente enamorada de un noble joven. Así es que pensó en la manera de hacerlo desistir de su desatinada decisión y le dijo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Pescador y su Mujer

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin cesar.

Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: —Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.

—Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.

Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.

El pescador se fue a la choza con su mujer: —Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?

—No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.

—¿No le has pedido nada para ti? —replicó la mujer.

—No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?

—¡Ah! —respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.

—¡Ah! —dijo el marido, ¿y por qué he de volver?

—¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.

El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Madre Vieja

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Una pobre anciana estaba sentada una noche sola en su cuarto en una gran ciudad, pensando que había perdido primero a su marido, después sus dos hijos; luego todos sus parientes unos después de otros y por último que acababa de morir su postrer amigo y quedaba abandonada y sola en el mundo. Sentía en su corazón un disgusto tan profundo, sobre todo por la pérdida de sus dos hijos, que llegaba en su dolor hasta acusar a Dios.

Se hallaba así sumida en tristes pensamientos cuando la pareció oír tocar a misa. Admirada de que se hubiese pasado tan pronto la noche, encendió su luz y se dirigió hacia la iglesia. A su llegada halló la nave alumbrada no por velas como de costumbre, sino por una luz extraña y de un resplandor dudoso. La iglesia estaba llena de gente, todos los sitios estaban ocupados y cuando la anciana quiso sentarse en el banco en que lo hacía siempre, le encontró lleno de gente. Mirando a los que estaban sentados en él reconoció a sus parientes difuntos, con sus trajes de hechura antigua pero con el rostro pálido. No hablaban ni cantaban, sólo se oía un murmullo sordo y un ruido ligero en toda la iglesia.

Una de sus tías difuntas se acercó a ella y la dijo:

—Mira hacia el altar y verás a tus hijos.

La pobre madre vio en efecto a sus dos hijos, el uno estaba en la horca y el otro en la rueda. Entonces la dijo su tía:

—Mira lo que hubieran llegado a ser tus hijos, si Dios los hubiera dejado en el mundo y no los hubiera llamado a sí cuando estaban todavía en la edad de la inocencia.

La anciana entró en su casa temblando y dio gracias a Dios de rodillas porque había hecho por ella mucho más de lo que podía desear ni comprender. Se echó en la cama y murió a los tres días.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Manirrota

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez una joven que era muy bonita, pero muy descuidada y perezosa. Cuando la hacían hilar, lo ejecutaba con tanto disgusto, que en vez de desenredar los pequeños pelotones de hilacha que se encuentran en el lino, los arrancaba a puñados que echaba en el suelo a su lado. Su criada, que era una hilandera muy trabajadora, recogía todas estas pizcas de lana, las limpiaba y las hilaba muy finas, y se llegó a hacer con ellas un bonito vestido.

Un joven pidió por mujer a la manirrota e iba ya a verificarse la boda. El día antes la activa criada bailaba muy alegre con su vestido nuevo; la novia comenzó a cantar:

Con los restos de mi hilacha
se ha arreglado mi muchacha.

El novio la preguntó lo que quería decir, y le contó que con el lino que había tirado se había hecho un vestido su criada. El joven, al saber esto, y al ver el descuido de la una y la actividad de la otra; dejó a su novia y se casó con la criada.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Doce Hermanos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey y una reina que vivían en buena paz y contentamiento con sus doce hijos, todos varones. Un día, el Rey dijo a su esposa:

— Si el hijo que has de tener ahora es una niña, deberán morir los doce mayores, para que la herencia sea mayor y quede el reino entero para ella.

Y, así, hizo construir doce ataúdes y llenarlos de virutas de madera, colocando además, en cada uno, una almohadilla. Luego dispuso que se guardasen en una habitación cerrada, y dio la llave a la Reina, con orden de no decir a nadie una palabra de todo ello.

Pero la madre se pasaba los días triste y llorosa, hasta que su hijo menor, que nunca se separaba de su lado y al que había puesto el nombre de Benjamín, como en la Biblia, le dijo, al fin:

— Madrecita, ¿por qué estás tan triste?

— ¡Ay, hijito mío! —respondióle ella—, no puedo decírtelo.

Pero el pequeño no la dejó ya en reposo, y, así, un día ella le abrió la puerta del aposento y le mostró los doce féretros llenos de virutas, diciéndole:

— Mi precioso Benjamín, tu padre mandó hacer estos ataúdes para ti y tus once hermanos; pues si traigo al mundo una niña, todos vosotros habréis de morir y seréis enterrados en ellos.

Y como le hiciera aquella revelación entre amargas lágrimas, quiso el hijo consolarla y le dijo:

— No llores, querida madre; ya encontraremos el medio de salir del apuro. Mira, nos marcharemos.

Respondió ella entonces:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Dos Compañeros de Viaje

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Las montañas no se encuentran nunca, pero los hombres se encuentran, y con mucha frecuencia los buenos con los malos. Un zapatero y un sastre se encontraron frente a frente en sus viajes o correrías por su país. El sastre era un hombre bajito, muy alegre y de muy buen humor. Vio venir hacia él al zapatero, y conociendo su oficio por el paquete que llevaba debajo del brazo, se puso a cantar una canción burlesca:

Procura que tus puntadas
queden bien aseguradas;
poco a poco estira el hilo
porque no queden en vilo.

Pero el zapatero, que no entendía de chanzas, puso una cara como si hubiera bebido vinagre: parecía que iba a saltar encima del sastre. Por fortuna, nuestro hombre le dijo, riendo y presentándole su calabaza:

—Vamos, eso era una broma; echa un trago para apagar la bilis.

El zapatero bebió un trago, y el aire de su rostro cambió un poco en la apariencia. Devolvió la calabaza al sastre, diciéndole:

—No me he querido negar a vuestra invitación: he bebido por la sed presente y por la sed futura. ¿Queréis que viajemos juntos?

—Con mucho gusto, dijo el sastre, siempre que vayamos a alguna gran ciudad, donde no falte trabajo.

—Esa es mi intención, dijo el zapatero; en los lugares pequeños no hay nada que hacer: las gentes van con los pies descalzos.

Y comenzaron a caminar juntos a pie, como los perros del rey.

Ambos tenían más tiempo que perder que dinero que gastar. En todas las ciudades donde entraban, visitaban a los maestros de sus oficios, y, como el sastrecillo era un muchacho muy guapo y de muy buen humor, le daban trabajo con mucho gusto, y aún a veces la hija del maestro le daba además algún que otro apretón de manos por detrás de la puerta. Cuando volvía a reunirse con su compañero, su bolsa era siempre la más repleta. Entonces el zapatero, gruñendo siempre, se ponía aún más feo, refunfuñando por lo bajo:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Por Faltar un Clavo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Después de haber hecho muy buenos negocios en la feria, vender todas sus mercancías y llenar su bolsa de oro y de plata, quería un comerciante ponerse en camino para llegar a su casa antes de la noche. Metió su dinero en la maleta, la ató a la silla y montó a caballo.

Detúvose al medio día en una ciudad, y cuando iba a partir le dijo el mozo de la cuadra al darle su caballo:

—Caballero, falta a vuestro caballo un clavo en la herradura del pie izquierdo trasero.

—Está bien, contestó el comerciante; la herradura resistirá todavía seis leguas que me restan que andar. Tengo prisa.

Por la tarde, bajó otra vez para dar de comer un poco de pan a su caballo. El mozo salió a su encuentro y le dijo:

—Caballero, vuestro caballo está destrozado del pie izquierdo; llevadle a casa del herrador.

—No, no hace falta, contestó; para dos leguas que me quedan que andar aún puede andarlas mi caballo así como está. Tengo prisa.

Montó y partió. Pero poco después comenzó a cojear el caballo, algo más allá empezó a tropezar, y luego no tropezaba ya sino que cayó con una pierna rota. El comerciante se vio obligado a dejar allí al animal, a desatar su maleta, echársela a las espaldas y volver a pie a su casa, donde no llegó hasta muy entrada la noche.

—Aquel maldito clavo de que no quise hacer caso, murmuraba para sí, ha sido la causa de todas mis desgracias.

Lectores, corred despacio.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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