Textos más cortos publicados por Edu Robsy publicados el 29 de abril de 2017

Mostrando 1 a 10 de 16 textos encontrados.


Buscador de títulos

editor: Edu Robsy fecha: 29-04-2017


12

Los Sueños de Diez Noches

Natsume Sōseki


Cuento


Primera noche

Soñé este sueño.

Me encuentro sentado en la cabecera de la cama con los brazos cruzados. La mujer que está acostada de espaldas dice:

—Pronto moriré.

La mujer tiene los largos cabellos esparcidos por la almohada. Sobre el cabello descansa un rostro ovalado de suaves líneas. Sus labios son, naturalmente, rojos. No parece que vaya a morirse. Sin embargo, la mujer ha dicho claramente con una voz tranquila que se va a morir. Yo la miro y también me da la impresión de que, efectivamente, se va a morir. Entonces, como observándola desde arriba, le pregunto:

—¿De verdad? ¿Te estás muriendo?

Ella responde que se muere y abre los ojos de par en par. Son ojos húmedos, bordeados de pestañas largas. Ambos ojos brillan totalmente negros, y en cada pupila me veo reflejado con nitidez.

Me quedo observando el resplandor tan transparente y profundo de sus ojos, y pienso que realmente se va a morir. Así que me acerco más a su almohada y le susurro:

—No te vayas a morir, ¿eh? ¿A que no te morirás?

La mujer con los ojos abiertos pero soñolientos me responde, esta vez también con una voz tranquila:

—Me voy a morir. No hay remedio.

—¿Me estás viendo? ¿Puedes ver mi cara?

—Pero si tú mismo te estás viendo —me dice, y sonríe. Yo levanto la cabeza de la almohada y, cruzando los brazos, me pregunto si verdaderamente se va a morir.

Al cabo de un rato la mujer me pide:

—Cuando muera, entiérrame tú. Con una concha de madreperla cava una fosa, y con un trozo de alguna estrella que caiga del cielo haz mi lápida. Y luego espérame al lado de mi tumba. Vendré a verte.

—¿Cuándo vendrás a verme? —le pregunté.

—Sale el sol, y luego se pone. Nuevamente sale, y nuevamente se oculta. Un sol rojo sale del este y se desplaza al oeste, nuevamente sale del oriente y cae al poniente. ¿Podrás esperarme?


Información texto

Protegido por copyright
26 págs. / 46 minutos / 809 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Sonata de Otoño

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Mi amor dorado, estoy muriéndome y sólo deseo verte!" ¡Ay! Aquella carta de la pobre Concha se me extravió hace mucho tiempo. Era llena de afán y de tristeza, perfumada de violetas y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé. Hacía cerca de dos años que no me escribía, y ahora me llamaba a su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos blasonados traían la huella de sus lágrimas, y la conservaron largo tiempo. La pobre Concha se moría retirada en el viejo Palacio de Brandeso, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, las manos que yo había amado tanto, volvían a escribirme como otras veces. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Yo siempre había esperado en la resurrección de nuestros amores. Era una esperanza indecisa y nostálgica que llenaba mi vida con un aroma de fe: Era la quimera del porvenir, la dulce quimera dormida en el fondo de los lagos azules, donde se reflejan las estrellas del destino. ¡Triste destino el de los dos! El viejo rosal de nuestros amores volvía a florecer para deshojarse piadoso sobre una sepultura.

¡La pobre Concha se moría!

Yo recibí su carta en Viana del Prior, donde cazaba todos los otoños. El Palacio de Brandeso está a pocas leguas de jornada. Antes de ponerme en camino, quise oir a María Isabel y a María Fernanda, las hermanas de Concha, y fuí a verlas. Las dos son monjas en las Comendadoras. Salieron al locutorio, y a través de las rejas me alargaron sus manos nobles y abaciales, de esposas vírgenes. Las dos me dijeron, suspirando, que la pobre Concha se moría, y las dos como en otro tiempo, me tutearon. ¡Habíamos jugado tantas veces en las grandes salas del viejo Palacio señorial!


Leer / Descargar texto

Dominio público
67 págs. / 1 hora, 58 minutos / 3.535 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Sonata de Estío

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Quería olvidar unos amores desgraciados, y pensé recorrer el mundo en romántica peregrinacion. ¡Aún suspiro al recordarlo! Aquella mujer tiene en la historia de mi vida un recuerdo galante, cruel y glorioso, como lo tienen en la historia de los pueblos Thais la de Grecia, y Ninon la de Francia, esas dos cortesanas menos bellas que su destino. ¡Acaso el único destino que merece ser envidiado! Yo hubiérale tenido igual, y quizá más grande, de haber nacido mujer: Entonces lograría lo que jamás pude lograr. Á las mujeres para ser felices les basta con no tener escrúpulos, y probablemente, no los hubiera tenido esa quimérica Marquesa de Bradomín. Dios mediante, haría como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos los viernes, después de haber pecado todos los días. Por cierto que algunas se han arrepentido todavía bellas y tentadoras, olvidando que basta un punto de contrición al sentir cercana la vejez.

Por aquellos días de peregrinación sentimental era yo joven y algo poeta, con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza. Creía de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de escepticismos, dábame buena prisa á gozar de la existencia. Aunque no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz, con esa felicidad indefinible que da el poder amar á todas las mujeres. Sin ser un donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada, pero de amor juvenil y bullente, de pasión equilibrada y sanguínea. Los decadentismos de la generación nueva no los he sentido jamás, Todavía hoy, después de haber pecado tanto, tengo las mañanas triunfantes, y no puedo menos de sonreir recordando que hubo una época lejana donde lloré por muerto á mi corazón: Muerto de celos, de rabia y de amor.


Leer / Descargar texto

Dominio público
71 págs. / 2 horas, 4 minutos / 1.291 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Sonata de Invierno

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Como soy muy viejo, he visto morir a todas las mujeres por quienes en otro tiempo suspiré de amor: De una cerré los ojos, de otra tuve una triste carta de despedida, y las demás murieron siendo abuelas, cuando ya me tenían en olvido. Hoy, después de haber despertado amores muy grandes, vivo en la más triste y más adusta soledad del alma, y mis ojos se llenan de lágrimas cuando peino la nieve de mis cabellos. ¡Ay, suspiro recordando que otras veces los halagaron manos principescas! Fué mi paso por la vida como potente florecimiento de todas las pasiones: Uno a uno, mis días se caldeaban en la gran hoguera del amor: Las almas más blancas me dieron entonces su ternura y lloraron mis crueldades y mis desvíos, mientras los dedos pálidos y ardientes deshojaban las margaritas que guardan el secreto de los corazones. Por guardar eternamente un secreto, que yo temblaba de adivinar, buscó la muerte aquella niña a quien lloraré todos los días de mi vejez. ¡Ya habían blanqueado mis cabellos cuando inspiré amor tan funesto!


Leer / Descargar texto

Dominio público
77 págs. / 2 horas, 16 minutos / 910 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Misceláneas Primaverales

Natsume Sōseki


Cuento


1. El día de Año Nuevo

Después de tomar una taza de zoni me retiré a mi habitación. Al rato llegaron tres o cuatro personas de visita. Todos eran amigos jóvenes. Uno de ellos vestía una levita. Pero al parecer no estaba acostumbrado a esa prenda, y se sentía algo incómodo con la tela gruesa aunque suave de dicho atavío. Los otros llevaban el atuendo japonés de siempre, por lo que no daban la impresión de estar celebrando un día especial. Cada uno de ellos al ver al de la levita le decía: «¡Hola, qué bien!». Todos estábamos algo sorprendidos. Yo también terminé diciéndole: «¡Hola, qué bien!».

El de la levita sacó un pañuelo blanco y se limpió la cara con él. En realidad no necesitaba hacerlo. Tomaba una tras otra copitas de toso, bebida especial para el Año Nuevo. Los otros también, entusiasmados, se servían con palillos la comida colocada en una pequeña mesa individual dispuesta enfrente de cada uno. En esto Kyoshi llegó en coche. Llevaba el ropaje tradicional de las ceremonias: un quimono negro con el emblema de la familia y un haori también negro sobre el quimono.

—Usted tiene un buen quimono para las ceremonias —le dije—. Se debe a que practica el teatro noh, ¿verdad?

—Así es —me contestó. Y me invitó a recitar un canto del teatro noh. Yo le dije que lo intentaría.


Información texto

Protegido por copyright
86 págs. / 2 horas, 31 minutos / 138 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Rudin

Iván Turguéniev


Novela


Lista de personajes

RUDIN, DMITRI NIKOLAICH (Nikolaíevich), nombre familiar: Mitia

LASUNSKAYA, NATALIA ALEXEEVNA (hija de Daria Lasunskaya), nombre familiar: Natasha

LASUNSKAYA, DARIA MIJAILOVNA (madre de Natalia)

LIPINA, ALEXANDRA PÁVLOVNA (hermana de Volíntsev), nombre familiar: Sasha

LEZHNEV, MIJAILO MIJAÍLICH, nombre familiar: Misha

PANDALEVSKI, CONSTANTÍN DIOMÍDICH, en francés, Constantin

PIGASOV, AFRICÁN SEMIÓNICH

VOLÍNTSEV, SERGUÉI PÁVLICH (hermano de Alexandra Lípina), nombre familiar: Seriozha

Capítulo I

Era una tranquila mañana de verano. El sol ya se había elevado bastante en el limpio cielo, pero en los campos todavía brillaba el rocío. Del valle, hasta hace poco dormido, soplaba una olorosa frescura, y en el bosque, todavía húmedo y silencioso, trinaban alegremente los pájaros madrugadores. En la cima de una ladera, cubierta de arriba abajo por el centeno en flor, se vislumbraba un pueblo pequeño. Hacia ese pueblo, por un estrecho camino vecinal, se encaminaba una mujer joven, con un vestido blanco de organdí, un sombrero de paja redondo y una sombrilla en la mano. Un pequeño criado cosaco la seguía de lejos.

La joven andaba sin prisa, como si se deleitara con el paseo. A su alrededor, por el alto y cambiante centeno difuminándose en un rizo, ora verde plateado, ora rojizo, con suave rumor, volaban largas olas. En lo alto, resonaban las alondras. La mujer venía de su hacienda, que quedaba a poco más de una versta del pueblo adonde se dirigía. Se llamaba Alexandra Pávlovna Lípina. Era viuda, sin hijos y bastante rica; vivía con su hermano, el capitán de Caballería, retirado, Serguei Pávlich Volíntsev. Este no estaba casado y administraba los bienes de su hermana.


Información texto

Protegido por copyright
141 págs. / 4 horas, 8 minutos / 90 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Almohada de Hierba

Natsume Sōseki


Novela


I

Mientras subo por la montaña, pienso lo siguiente:

Si te guías por la razón, toparás con esquinas; si te dejas llevar por un mar de sentimientos, te arrastrará la marea; y actuar a voluntad, a la larga, es oprimirse a uno mismo. En todo caso, vivir en este mundo no es tarea fácil.

A medida que esta sensación se acrecienta, te acucia la necesidad de trasladarte a un lugar más tranquilo. Pero no importa dónde vayas, pues cualquier lugar te parecerá inhabitable. Y es entonces cuando nacen la poesía y la pintura, en el instante en que comprendes que no hay ningún lugar al que huir.

Este mundo no lo han creado ni los dioses ni los demonios. Lo han creado personas corrientes, vecinos que viven a la vuelta de la esquina. No hay más mundo que el que ellos han construido y, si lo hubiera, se trataría de un lugar inhóspito, completamente despoblado en el que sería muy difícil vivir.

Así las cosas, y visto que no hay escapatoria posible, solo queda sobrellevar la brevedad de la vida en este mundo inhabitable y tratar de hacer de él un lugar más cómodo. Es aquí donde los poetas desempeñan su labor sagrada; aquí, donde los pintores hallan la inspiración. Y el arte de estos guerreros pacifica el corazón de sus habitantes, lo colma y lo ennoblece.


Información texto

Protegido por copyright
150 págs. / 4 horas, 23 minutos / 313 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Botchan

Natsume Sōseki


Novela


1

Desde niño, he tenido una impulsividad innata que me viene de familia y que no ha hecho más que crearme problemas. Una vez, en la escuela primaria, salté desde la ventana de un primer piso y no pude andar durante una semana. Alguien se preguntará por qué hice semejante tontería. Pero la verdad es que no hubo ninguna razón especial. Simplemente estaba un día asomado a una de las ventanas del nuevo edificio de la escuela, cuando uno de mis compañeros de clase comenzó a meterse conmigo diciéndome que, por mucho que me hiciera el gallito, en realidad no era más que un cobarde y que no sería capaz de saltar. El bedel tuvo que llevarme esa misma noche a cuestas a mi casa. Cuando mi padre me vio, se enfadó muchísimo y me dijo que no podía comprender cómo alguien se podía quedar sin caminar simplemente por haber saltado desde la ventana de un primer piso. Le respondí que la siguiente vez que saltara no me volvería a ocurrir.

Otro día estaba yo jugando con el reflejo que el sol producía en la hoja de una bonita navaja importada que uno de mis parientes me había regalado, cuando uno de mis amigos exclamó:

—Brillar, brillará mucho. Pero seguro que no corta nada.

—¿Que no? —le respondí yo—. Mi navaja puede cortar cualquier cosa.

—¿A que no puede cortar uno de tus dedos? —me desafió.

—¿Que no? —le repetí yo—. Mira. —Y entonces empujé la hoja en diagonal sobre mi pulgar derecho. Afortunadamente, la navaja era pequeña y mi hueso estaba sano y fuerte, por lo que todavía conservo el pulgar, aunque tendré una cicatriz mientras viva.


Información texto

Protegido por copyright
161 págs. / 4 horas, 43 minutos / 266 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

En Vísperas

Iván Turguéniev


Novela


I

En uno de los días más calurosos del verano de 1853, a la sombra de un alto tilo a orillas del río Moskvá, no lejos de Kúntsovo, dos jóvenes estaban tumbados sobre la hierba. El primero aparentaba unos veintitrés años; era alto, muy moreno, tenía la nariz afilada y un poco torcida, la frente alta y unos labios anchos en los que se dibujaba una sonrisa discreta. Tumbado boca arriba, miraba pensativamente a lo lejos, entornando ligeramente sus pequeños ojos grises; el segundo, boca abajo, con su cabeza de pelo rubio y rizado apoyada en ambas manos, miraba también a lo lejos. Era tres años mayor que su compañero, pero parecía mucho más joven; apenas le había salido el bigote y en la barbilla se le arremolinaba una suave pelusilla. Había cierta gracia infantil, cierta elegancia atractiva en los rasgos menudos de su rostro fresco y redondo, en sus ojos dulces y castaños, en sus labios bonitos y protuberantes, en sus manos blancas. Todo en él desprendía la feliz alegría de la salud y de la juventud: la despreocupación, confianza en uno mismo, el capricho y encanto propios de la juventud. Movía los ojos, sonreía y apoyaba la cabeza como los niños que saben que se les está mirando con embeleso. Llevaba un abrigo ancho y blanco parecido a una blusa; un pañuelo azul celeste envolvía su cuello fino y un sombrero arrugado de paja descansaba junto a él sobre la hierba.


Información texto

Protegido por copyright
182 págs. / 5 horas, 19 minutos / 185 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Nido de Robles

Iván Turguéniev


Novela


Capítulo I

El día radiante de primavera daba paso al atardecer; en lo alto del cielo luminoso pequeñas nubes rosadas, más que pasar flotando, parecían perderse en la profundidad azul.

Ante la ventana abierta de una bonita casa, en una calle periférica de la capital de la provincia de O. (la acción transcurre en 1842), había dos mujeres sentadas: una señora de unos cincuenta años y una vieja dama de unos setenta.


Información texto

Protegido por copyright
191 págs. / 5 horas, 35 minutos / 98 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

12