Textos más vistos publicados por Edu Robsy no disponibles publicados el 20 de septiembre de 2016 | pág. 2

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editor: Edu Robsy textos no disponibles fecha: 20-09-2016


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Los Dos Amantes

María de Francia


Cuento


Sucedió antaño en Normandía una aventura muy famosa de dos jóvenes que se amaron y murieron víctimas de su amor. Los bretones los recordaron en un lai que tuvo por título Los dos amantes.

Fuera de toda duda está que en Neustria, que nosotros llamamos Normandía, hay una montaña maravillosamente alta. En su cumbre yacen los dos jóvenes. En un lugar al pie de esta montaña, un rey, señor de los pitrenses, tras haber reflexionado y con muy buen acuerdo, hizo construir una ciudad. Tomó ésta el nombre de Pitres, en recuerdo de sus pobladores, y ese nombre se ha conservado hasta hoy; aún existen la ciudad y las casas. Bien conocemos la comarca que se llama Valle de Pitres.

El rey tenía una bella hija, doncella muy cortés. No tenía más hijo ni hija. Fue pretendida por nobles caballeros, que mucho hubieran dado por conseguirla. Pero el rey no quería entregarla, pues no podía vivir sin ella ni prescindir de su compañía: día y noche estaba a su lado. La pequeña le consolaba de la pérdida de la reina. Muchos le criticaban por ello; hasta los suyos se lo censuraban.

Cuando el rumor adverso se generalizó, al rey le pesó mucho, y sintió gran tristeza. Comenzó entonces a pensar en cómo podría salir airoso del trance sin entregar a su hija. Para ello, hizo público en todas partes que quien pretendiese desposarla habría de cumplir un requisito: era decisión inquebrantable del monarca que debería llevarla en brazos hasta la cumbre del monte cercano a la ciudad, sin pararse a tomar aliento.

Cuando la nueva fue conocida y difundida por la comarca, muchísimos lo intentaron y no obtuvieron nada a cambio. Alguno hubo que, en su esfuerzo, alcanzó a subirla hasta la mitad del monte, pero no podían llegar más lejos; les era imposible continuar con su preciosa carga entre los brazos. Largo tiempo permaneció así la doncella, sin que nadie intentase solicitarla.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Ogresa de Silver Land

Francis Bret Harte


Cuento


Hace muchos años, en el segundo del reinado del célebre Calip Lo, vivía en Silver Land, localidad contigua a su territorio, cierta terrible ogresa. Habitaba ésta en las entrañas de una montaña lúgubre, donde tenía la costumbre de encerrar a todos los desgraciados viajeros que se aventuraban dentro de su dominio. La comarca, en varias millas alrededor, era estéril y árida. En algunos sitios hallábase cubierta de un polvo blanco, que en el lenguaje de la localidad se llamaba Al Ka Li, y que se suponía constituido por los huesos pulverizados de los que habían perecido miserablemente en su servicio.

A pesar de eso, todos los años se ponían a las órdenes de la ogresa gran número de hombres jóvenes, con la esperanza de llegar a ser sus ahijados y gozar de la buena fortuna de aquella clase privilegiada. Tales ahijados no tenían que cumplir tarea alguna, ni en la montaña ni en ninguna parte, y no hacían sino vagar por el mundo, llevando en el bolsillo credenciales acreditativas de su parentesco, que ellos llamaban stokh; hallábanse señaladas con la marca de la ogresa y selladas con su sello, y les habilitaban al fin de cada luna para extraer grandes cantidades de oro y plata de su tesorería. Los más sabios y más favorecidos de aquellos ahijados eran los príncipes Badfellah y Bulleboye. Ellos conocían todos los secretos de la ogresa y sabían como ninguno acariciarla y halagarla. Eran también los favoritos de Soopah Inteneent, el gran chambelán y primer ministro de la ogresa, y que vivía en Silver Land.

Un día, Soopah Intendent dijo a sus servidores:

—¿Qué es lo que viaja con más seguridad, con más secreto y con más rapidez?

Todos contestaron como un solo hombre:

—El Relámpago, señor, viaja con la mayor seguridad, con la mayor rapidez y con el mayor secreto.

Entonces dijo Soopah Intendent:


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Perspectiva Nevski

Nikolái Gógol


Cuento


No hay nada mejor, por lo menos para Petersburgo, que la perspectiva Nevski. Ella allí lo significa todo. ¡Con qué esplendor refulge esta calle, ornato de nuestra capital!… Yo sé que ni el más mísero de sus habitantes cambiaría por todos los bienes del mundo la perspectiva Nevski… No sólo el hombre de veinticinco años, de magníficos bigotes y levita maravillosamente confeccionada, sino también aquel de cuya barbilla surgen pelos blancos y cuya cabeza está tan pulida como una fuente de plata, se siente entusiasmado de la perspectiva Nevski. ¡En cuanto a las damas!… ¡Oh!… Para las damas, la perspectiva Nevski es todavía más agradable. ¿Y para quién no es ésta agradable?… Apenas entra uno en ella percibe olor a paseo. Aunque vaya uno preocupado por algún asunto importante e indispensable, es seguro que al llegar a ella se olvidan todos los asuntos.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Terrible Venganza

Nikolái Gógol


Cuento


En el oscuro sótano de la casa del amo Danilo, y bajo tres candados, yace el brujo, preso entre cadenas de hierro; más allá, a orillas del Dnieper, arde su diabólico castillo, y olas rojas como la sangre baten, lamiéndolas, sus viejas murallas. El brujo está encerrado en el profundo sótano no por delito de hechicería, ni por sus actos sacrílegos: todo ello que lo juzgue Dios. Él está preso por traición secreta, por ciertos convenios realizados con los enemigos de la tierra rusa y por vender el pueblo ucranio a los polacos y quemar iglesias ortodoxas.

El brujo tiene aspecto sombrío. Sus pensamientos, negros como la noche, se amontonan en su cabeza. Un solo día le queda de vida. Al día siguiente tendrá que despedirse del mundo. Al siguiente lo espera el cadalso. Y no sería una ejecución piadosa: sería un acto de gracia si lo hirvieran vivo en una olla o le arrancaran su pecaminosa piel.

Estaba huraño y cabizbajo el brujo. Tal vez se arrepienta antes del momento de su muerte, ¡pero sus pecados son demasiado graves como para merecer el perdón de Dios!

En lo alto del muro hay una angosta ventana enrejada. Haciendo resonar sus cadenas se acerca para ver si pasaba su hija. Ella no es rencorosa, es dulce como una paloma, tal vez se apiade de su padre… Pero no se ve a nadie. Allí abajo se extiende el camino; nadie pasa por él. Más abajo aún se regocija el Dnieper, pero ¡qué puede importarle al Dnieper! Se ve un bote… Pero ¿quién se mece? Y el encadenado escucha con angustia su monótono retumbar.

De pronto alguien aparece en el camino: ¡Es un cosaco! Y el preso suspira dolorosamente. De nuevo todo está desierto… Al rato ve que alguien baja a lo lejos… El viento agita su manto verde, una cofia dorada arde en su cabeza… ¡Es ella!

Él se aprieta aún más contra los barrotes de la ventana. Ella, entretanto, ya se acerca…

—Katerina, hija mía, ¡ten piedad! ¡Dame una limosna!


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Madreselva

María de Francia


Cuento


Me agrada mucho, y bien lo quiero, contarles la verdadera historia del lai que llaman Madreselva, por qué fue hecho, cómo y dónde. Muchos me lo han contado y yo lo encontré escrito en un libro sobre Tristán y la reina, sobre su amor que fue tan perfecto, por el que sufrieron tanto dolor y murieron luego en un mismo día.

El rey Marc estaba encolerizado, enfurecido con su sobrino Tristán. Lo echó de su tierra a causa del amor que sentía por la reina. Tristán regresó a su país, el sur de Gales, donde había nacido. Un año entero permaneció allí sin poder volver. Se abandonó a los peores peligros y a la muerte. No se asombren, pues aquel que ama lealmente se entrega a la tristeza y al dolor cuando no puede obtener lo que desea.

Tristán estaba abatido y pensativo; por esto salió de su tierra y se fue derecho a Cornualles donde permanecía la reina. Se escondió solo en el bosque, no deseaba ser visto. De allí salía al final de la tarde, al momento de buscar un resguardo, y pasaba la noche con los campesinos, con la gente pobre, preguntándoles sobre el rey, lo que sucedía con él; éstos le contaron que, según lo que escucharon, los barones fueron convocados por un bando real para que se dirigieran a Tintagel, donde el rey quería tener sus cortes. Todos estarán allí para Pentecostés, habrá mucha alegría y regocijo, la reina acompañará al rey.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Pasajeros en Arcadia

O. Henry


Cuento


En Broadway hay un hotel que todavía los organizadores de temporadas veraniegas no han descubierto. Tiene un fondo grande, ancho y fresco. Sus cuartos están terminados en roble oscuro. Las brisas hogareñas y el verdor intenso de los árboles brindan un grato panorama, sin las dificultades de los Adirondacks. Se puede ascender por sus anchas escaleras o subir soñadoramente en sus ascensores, guiados por empleados con botones de latón, con una apacible alegría nunca alcanzada por los alpinistas. En la cocina hay un chef que adereza la trucha de arroyo mejor que en White Mountains, unos mariscos que enloquecerían de envidia a Old Point Confort, y una carne de venado del Maine que ablandaría el corazón burocrático del guardacaza.

Poca gente ha descubierto este oasis en el desierto de julio de Manhattan. Puede verse, en ese mes, al escaso grupo de huéspedes del hotel disperso indolentemente en la fresca oscuridad de un lujoso comedor, observándose por entre la nevada extensión de las mesas desocupadas, felicitándose en silencio.

Unos camareros superfluos, a la expectativa, con movimientos etéreos, revolotean cerca, brindando cuanto se pueda precisar aun antes de que se pida. El tiempo es un abril eterno. El cielorraso, pintado a la acuarela, imita un cielo estival, recorrido por sutiles nubes que van y vienen sin desaparecer, tal como, mal que nos pese, lo hacen las verdaderas.

En la fantasía de los huéspedes dichosos, el grato y distante ruido de Broadway se convierte en una cascada que inunda los bosques con su tranquilo rumor. Cada vez que se percibe un paso extraño los huéspedes vuelven los oídos con ansiedad, por temor de que su refugio haya sido descubierto e invadido por los incansables buscadores de placeres que siempre asedian a la naturaleza aun en sus rincones más remotos.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Catorce Pies

Aleksandr Grin


Cuento


I

—¿Así que ella les dio calabaza a los dos? —dijo el dueño de la posada a modo de despedida—. ¿Y ustedes qué dijeron?

Rod levantó el sombrero sin pronunciar una palabra y salió; lo mismo hizo Crist. Los dos mineros se sentían molestos por haber hablado demasiado la noche anterior bajo los efectos del alcohol. Ahora el posadero se estaba riendo de ellos; al menos esta última pregunta no ocultaba la intención de su burla.

Cuando la posada quedó detrás del recodo del camino, Rod dijo con una risita incómoda:

—Fue idea tuya lo de tomar vodka. Si no fuera por eso Kate no tendría que sonrojarse de pena por nuestra conversación, y eso que la muchacha está a dos mil millas de aquí. Qué le importa a este tiburón…

—Si no le dijimos nada importante —contestó Crist enfadado—. Bueno… tú te enamoraste… yo me enamoré… nos enamoramos de la misma. A ella le da lo mismo… Total, era una conversación sobre las mujeres.

—Es que tú no entiendes —dijo Rod—. No estuvo bien mencionar su nombre en este… en un mostrador. Bueno, que no se hable más de esto.

Aunque la muchacha estaba bien instalada en el corazón de cada uno de ellos, siguieron siendo amigos. Era difícil decir qué hubiera pasado de haber preferido a uno. El infortunio sentimental los acercó más todavía; en sus pensamientos estaban mirando a Kate por un telescopio, y no existen almas tan cercanas como las de los astrónomos. Por esta razón sus relaciones no se habían afectado. Como había dicho Crist: “a Kate le daba lo mismo”. Pero no del todo. Sin embargo ella callaba.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Diario de un Loco

Nikolái Gógol


Cuento


3 de octubre

Hoy ha tenido lugar un acontecimiento extraordinario. Me levanté bastante tarde, y cuando Marva me trajo las botas relucientes, le pregunté la hora. Al enterarme de que eran las diez pasadas, me apresuré a vestirme. Reconozco que de buena gana no hubiera ido a la oficina, al pensar en la cara tan larga que me iba a poner el jefe de la sección. Ya desde hace tiempo me viene diciendo: “Pero, amigo, ¿qué barullo tienes en la cabeza? Ya no es la primera vez que te precipitas como un loco y enredas el asunto de tal forma que ni el mismo demonio sería capaz de ponerlo en orden. Ni siquiera pones mayúsculas al encabezar los documentos, te olvidas de la fecha y del número. ¡Habrase visto!…”

¡Ah! ¡Condenado jefe! Con toda seguridad que me tiene envidia por estar yo en el despacho del director, sacando punta a las plumas de su excelencia. En una palabra, no hubiera ido a la oficina a no ser porque esperaba sacarle a ese judío de cajero un anticipo sobre mi sueldo. ¡También ése es un caso! ¡Antes de adelantarme algún dinero sobrevendrá el Juicio Final! ¡Jesús, qué hombre! Ya puede uno asegurarle que se encuentra en la miseria y rogarle y amenazarle; es lo mismo: no dará ni un solo centavo. Y, sin embargo, en su casa, hasta la cocinera le da bofetadas. Eso todo el mundo lo sabe.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Diplomacia

Lafcadio Hearn


Cuento


Según las órdenes, la ejecución debía llevarse a cabo en el jardín del yashiki. De modo que condujeron al hombre al jardín y lo hicieron arrodillar en un amplio espacio de arena atravesado por una hilera de tobiishi, o pasaderas, como las que aún suelen verse en los jardines japoneses. Tenía los brazos sujetos a la espalda. La servidumbre trajo baldes con agua y sacos de arroz llenos de piedras; y se apilaron los sacos alrededor del hombre en cuclillas, de tal forma que éste no pudiera moverse. Vino el señor y observó los preparativos. Los halló satisfactorios y no hizo observaciones.

Súbitamente gritó el condenado:

—Honorable señor, la falta por la que me habéis sentenciado no fue cometida con malicia. Fue sólo causa de mi gran estupidez. Como nací estúpido, en razón de mi karma, no siempre pude evitar ciertos errores. Pero matar a un hombre por ser estúpido es una injusticia… y esa injusticia será enmendada. Tan segura como mi muerte ha de ser mi venganza, que surgirá del resentimiento que provocáis; y el mal con el mal será devuelto…

Si se mata a una persona cuando ésta padece un gran resentimiento, su fantasma podrá vengarse de quien causó esa muerte. El samurai no lo ignoraba. Replicó con suavidad, casi con dulzura:

—Te dejaremos asustarnos tanto como gustes… después de muerto. Pero es difícil creer que tus palabras sean sinceras. ¿Podrías ofrecernos alguna evidencia de tu gran resentimiento una vez que te haya decapitado?

—Por supuesto que sí —respondió el hombre.

—Muy bien —dijo el samurai, desnudando la espada—; ahora voy a cortarte la cabeza. Frente a ti hay una pasadera. Una vez que te haya decapitado, trata de morder la piedra. Si tu airado fantasma puede ayudarte a realizar ese acto, por cierto que nos asustaremos… ¿Tratarás de morder la piedra?


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Alegre Mes de Mayo

O. Henry


Cuento


Les ruego que le propinen un buen golpe al poeta cuando les cante las alabanzas del mes de mayo. Se trata de un mes que presiden los espíritus de la travesura y la demencia. En los bosques en flor rondan los duendes y los trasgos: Puck y su séquito de gnomos se dedican febrilmente a cometer desaguisados en la ciudad y en el campo.

En mayo, la naturaleza nos amonesta con un dedo admonitorio, recordándonos que no somos dioses, sino súper engreídos miembros de su gran familia. Nos recuerda que somos hermanos de la almeja y del asno, vástagos directos de la flor y del chimpancé, y primos de las tórtolas que se arrullan, de los patos que graznan, y de las criadas y los policías que están en los parques.

En mayo, Cupido hiere a ciegas: los millonarios se casan con las taquígrafas, los sabios profesores cortejan a masticadoras de chicle de blanco delantal que, detrás de los mostradores de los bares, sirven almuerzos; los jóvenes, provistos de escaleras, se deslizan rápidamente por los parques donde los espera Julieta en su enrejada ventana, con la maleta pronta; las parejas juveniles salen a pasear y vuelven casadas; los viejos se ponen polainas blancas y se pasean cerca de la Escuela Normal; hasta los hombres casados, sintiéndose insólitamente tiernos y sentimentales, les dan una palmada en la espalda a sus esposas y gruñen: “¿Cómo vamos, vieja?”

Este mes de mayo, que no es una diosa sino Circe, que se pone un traje de disfraz en el baile dado en honor de la bella Primavera que hace su presentación en sociedad, nos abruma a todos.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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