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El Diablo y el Relojero

Daniel Defoe


Cuento


Viva en la parroquia de San Bennet Funk, cerca del Mercado Real, una honesta y pobre viuda quien, después de morir su marido, tomó huéspedes en su casa. Es decir, dejó libres algunas de sus habitaciones para aliviar su renta. Entre otros, cedió su buhardilla a un artesano que hacía engranajes para relojes y que trabajaba para aquellos comerciantes que vendían dichos instrumentos, según es costumbre en esta actividad.

Sucedió que un hombre y una mujer fueron a hablar con este fabricante de engranajes por algún asunto relacionado con su trabajo. Y cuando estaban cerca de los últimos escalones, por la puerta completamente abierta del altillo donde trabajaba, vieron que el hombre (relojero o artesano de engranajes) se había colgado de una viga que sobresalía más baja que el techo o cielorraso. Atónita por lo que veía, la mujer se detuvo y gritó al hombre, que estaba detrás de ella en la escalera, que corriera arriba y bajara al pobre desdichado.

En ese mismo momento, desde otra parte de la habitación, que no podía verse desde las escaleras, corrió velozmente otro hombre que llevaba un escabel en sus manos. Éste, con cara de estar en un grandísimo apuro, lo colocó debajo del desventurado que estaba colgado y, subiéndose rápidamente, sacó un cuchillo del bolsillo y sosteniendo el cuerpo del ahorcado con una mano, hizo señas con la cabeza a la mujer y al hombre que venía detrás, como queriendo detenerlos para que no entraran; al mismo tiempo mostraba el cuchillo en la otra, como si estuviera por cortar la soga para soltarlo.

Ante esto la mujer se detuvo un momento, pero el hombre que estaba parado en el banquillo continuaba con la mano y el cuchillo tocando el nudo, pero no lo cortaba. Por esta razón la mujer gritó de nuevo a su acompañante y le dijo:

—¡Sube y ayuda al hombre!

Suponía que algo impedía su acción.


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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Casa B... en Camden Hill

Catherine Crowe


Cuento


La casa que habitaba el matrimonio B… en Camden—Hill no tenía nada de particular, salvo su gran número de habitaciones, todas ellas igualmente confortables.

El señor y la señora B… la habían alquilado por un precio razonable a un hombre de negocios de Temple, con la intención de convertirla en una pensión, donde pudieran alojarse modestos funcionarios o empleados de la vecindad.

Al principio, gracias a sus económicas tarifas, el negocio prosperó, pero un buen día un joven empleado llamado Rose se marchó bruscamente alegando que su habitación estaba embrujada.

Los esposos B… jamás habían ocupado aquella habitación, una sala espaciosa que daba al jardín. De este modo, antes de volverla a alquilar, decidieron comprobar por sí mismos lo que ocurría en ella.

Desde la primera noche debieron reconocer que Rose no había mentido.

Entre la una y las dos de la madrugada, la señora B… fue despertada por un extraño ruido, “como el de un enorme gato haciéndose la manicura sobre el parquet”.

Casi al mismo tiempo, su marido también se despertó y los dos escucharon en silencio cómo el extraño ruido aumentaba, y luego disminuía en intensidad, como si su misterioso autor se acercara y alejara alternativamente de la cama.

Al fin, el señor B… no pudo más y gritó:

—¿Quién eres y qué haces aquí?

El ruido cesó, pero un segundo después fueron arrastrados violentamente los cubrecamas y las sábanas.

La señora B… encendió el mechero y alumbró una vela que guardaba cerca de sí. En la habitación no había nada insólito, sin embargo no hubo manera de encontrar las sábanas y los cubrecamas.

Se levantaron, cerraron la habitación con llave y se fueron a pasar el resto de la noche en su dormitorio.


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2 págs. / 4 minutos / 383 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Ourika

Claire de Duras


Cuento


Hacía tan sólo unos meses que había llegado de Montpellier, y ejercía en París la profesión de médico cuando, una mañana, fui llamado al barrio de Saint—Jacques para visitar a una joven religiosa enferma, en un colegio. Desde hacía poco tiempo, el emperador Napoleón había permitido la reapertura de algunos de esos establecimientos; aquél al que me dirigía se dedicaba a la educación de jóvenes, y pertenecía a la orden de las Ursulinas. La Revolución había destruido parte del edificio; el claustro se hallaba al descubierto por un lateral debido a la demolición de la antigua iglesia de la que sólo podían verse ya algunos arcos. Una religiosa me introdujo en aquel claustro, que atravesamos andando sobre largas losas que formaban la solería de aquellas galerías; me percaté de que eran tumbas porque todas tenían inscripciones, la mayoría ya borradas por el paso del tiempo. Algunas de aquellas losas habían sido partidas durante la Revolución, lo que la hermana me hizo observar, diciéndome que no habían tenido tiempo aún de repararlas.

Yo no había visto jamás el interior de un convento, y aquel espectáculo era completamente nuevo para mí. Desde el claustro pasamos al jardín, adonde la religiosa me dijo que habían llevado a la hermana enferma; efectivamente, la vi al final de un largo paseo de carpes; estaba sentada, y un gran velo negro la cubría casi por completo.

—Aquí está el médico —dijo la hermana, y se alejó al instante.


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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Catorce Pies

Aleksandr Grin


Cuento


I

—¿Así que ella les dio calabaza a los dos? —dijo el dueño de la posada a modo de despedida—. ¿Y ustedes qué dijeron?

Rod levantó el sombrero sin pronunciar una palabra y salió; lo mismo hizo Crist. Los dos mineros se sentían molestos por haber hablado demasiado la noche anterior bajo los efectos del alcohol. Ahora el posadero se estaba riendo de ellos; al menos esta última pregunta no ocultaba la intención de su burla.

Cuando la posada quedó detrás del recodo del camino, Rod dijo con una risita incómoda:

—Fue idea tuya lo de tomar vodka. Si no fuera por eso Kate no tendría que sonrojarse de pena por nuestra conversación, y eso que la muchacha está a dos mil millas de aquí. Qué le importa a este tiburón…

—Si no le dijimos nada importante —contestó Crist enfadado—. Bueno… tú te enamoraste… yo me enamoré… nos enamoramos de la misma. A ella le da lo mismo… Total, era una conversación sobre las mujeres.

—Es que tú no entiendes —dijo Rod—. No estuvo bien mencionar su nombre en este… en un mostrador. Bueno, que no se hable más de esto.

Aunque la muchacha estaba bien instalada en el corazón de cada uno de ellos, siguieron siendo amigos. Era difícil decir qué hubiera pasado de haber preferido a uno. El infortunio sentimental los acercó más todavía; en sus pensamientos estaban mirando a Kate por un telescopio, y no existen almas tan cercanas como las de los astrónomos. Por esta razón sus relaciones no se habían afectado. Como había dicho Crist: “a Kate le daba lo mismo”. Pero no del todo. Sin embargo ella callaba.


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4 págs. / 8 minutos / 114 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Un Cosmopolita en un Café

O. Henry


Cuento


A medianoche, el café estaba repleto de gente. Por alguna casualidad, la mesita a la cual estaba yo sentado había escapado a la mirada de los que llegaban, y dos sillas desocupadas, colocadas al lado de ella, extendían sus brazos con mercenaria hospitalidad al influjo de los parroquianos.

En ese momento, un cosmopolita se sentó en una de ellas. Me alegré, pues sostengo la teoría de que, desde Adán, no ha existido ningún auténtico ciudadano del mundo. Oímos hablar de ellos y vemos muchas etiquetas extranjeras pegadas en sus equipajes; pero, en lugar de cosmopolitas, hallamos simples viajeros.

Invoco a la consideración de ustedes la escena: las mesas con tabla de mármol; la hilera de asientos en la pared, recubiertos de cuero; los alegres parroquianos; las damas vestidas de media etiqueta, hablando en coro, de exquisito acento, acerca del gusto, la economía, la opulencia o el arte; los garçons diligentes y amantes de las propinas; la música abasteciendo sabiamente a todos con sus incursiones sobre los compositores; la mélange de charlas y risas, y, si usted quiere, la Würzburger en los altos conos de vidrio, que se inclinan hacia sus labios como una cereza madura en su rama ante el pico de un grajo ladrón. Un escultor de Mauch Chunk me manifestó que la escena era auténticamente parisién.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Código de Hammurabi

Hammurabi


Legislación, Historia


Ley 1: Si uno ha acusado y ha embrujado a otro y no puede justificarse, es pasible de muerte.

Ley 2: Si uno embrujó a otro y no puede justificarse, el embrujado irá al río, se arrojará; si el río lo ahoga, el que lo ha embrujado heredará su casa; si el río lo absuelve y lo devuelve salvo, el brujo es pasible de muerte y el embrujado tomará su casa.

Ley 3: Si uno en un proceso ha dado testimonio de cargo y no ha probado la palabra que dijo, si este proceso es por un crimen que podría acarrear la muerte, este hombre es pasible de muerte.

Ley 4: Si se ha prestado un testimonio semejante en un proceso de trigo y plata, recibirá la pena de este proceso.

Ley 5: Si un juez ha sentenciado en un proceso y dado un documento sellado (una tablilla) con su sentencia, y luego cambió su decisión, este juez será convicto de haber cambiado la sentencia que había dictado y pagará hasta 12 veces el reclamo que motivó el proceso y públicamente se le expulsará de su lugar en el tribunal y no participará más con los jueces en un proceso.

Ley 6: Si uno robó el tesoro del dios o del palacio, recibirá la muerte y el que hubiere recibido de su mano el objeto robado, recibirá la muerte.

Ley 7: Si uno compró o recibió en depósito, sin testigos ni contrato, oro, plata, esclavo varón o hembra, buey o carnero, asno o cualquier otra cosa, de manos de un hijo de otro o de un esclavo de otro, es asimilado a un ladrón y pasible de muerte.

Ley 8: Si uno robó un buey, un carnero, un asno, un cerdo o una barca al dios o al palacio, si es la propiedad de un dios o de un palacio, devolverá hasta 30 veces, si es de un muskenun, devolverá hasta 10 veces. Si no puede cumplir, es pasible de muerte.


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Publicado el 27 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Popol Vuh

Anónimo


Leyenda, Religión


Aquí comenzaremos la antigua historia llamada Quiché. Aquí escribiremos, comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo lo que hicieron en la ciudad Quiché los hombres de las tribus Quiché. Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día (Gran Cerdo del Alba), Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase. Rogábase con ellos, invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Guarda Secreto, Ocultadora, Abuela que forma parte de la Pareja Mágica de Abuelos, Abuelo de la misma Pareja. Así está dicho en la historia Quiché todo lo que ellos dijeron, lo que ellos hicieron, en el alba de la vida, en el alba de la historia. Pintaremos lo que pasó antes de la Palabra de Dios, antes del Cristianismo: lo reproduciremos porque no se tiene ya más la visión del Libro del Consejo , la visión del alba de la llegada de ultramar, de nuestra vida en la sombra , la visión del alba de la vida, como se dice.


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Publicado el 28 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Chertogón

Nikolái Semënovic Leskov


Cuento


I

Se trata de algo que sólo puede presenciarse en Moscú, y eso, teniendo mucha suerte y buenas aldabas.

Yo presencié una vez esta especie de rito, desde el comienzo hasta el final, gracias a una feliz coincidencia, y quiero describirlo para los verdaderos entendidos y amantes de todo lo serio y grandioso que tiene sabor popular.

Aunque por una rama pertenezco a la nobleza, por la otra estoy cerca del «pueblo»: mi madre desciende de una familia de comerciantes. Al casarse abandonaba una casa muy rica, pero no hacía una boda de conveniencias, sino que se marchaba por amor a mi padre. Mi difunto padre era famoso por sus galanteos y siempre lograba lo que se proponía. Lo mismo le sucedió con mi madre. Sólo que, debido a esta habilidad, mis abuelos no dotaron a mi madre y sólo le dieron, como es natural, sus vestidos, la ropa de cama y las arras, que recibió a la vez que su perdón y su bendición eterna. Mis padres vivían en Oriol, con estrechez, pero también con dignidad, sin pedirles nada a los acaudalados familiares de mi madre ni mantener tampoco trato con ellos. Sin embargo, cuando llegó para mí el momento de marcharme a estudiar a la Universidad, me dijo mi madre:

—Haz el favor de visitar a tu tío Ilyá Fedoséievich y saludarlo de mi parte. No es una humillación, pues se debe respetar a los parientes de más edad. Ilyá es hermano mío, y un hombre muy piadoso, además, que goza de gran consideración en Moscú. Él presenta el pan y la sal siempre que se recibe a algún personaje… siempre está delante de todos con la bandeja o con una imagen… Frecuenta la casa del gobernador general y del metropolita… Puede aconsejarte bien.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Cuento de los Tres Deseos

Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont


Cuento infantil


Había una vez un hombre, que no era muy rico, que se casó con una bella mujer. Una noche de invierno, sentados junto al fuego, comentaban la felicidad de sus vecinos que eran más ricos que ellos.

—¡Oh! —decía la mujer— si pudiera disponer de todo lo que yo quisiera, sería muy pronto mucho más feliz que todas estas personas.

—Y yo —dijo el marido—. Me gustaría vivir en el tiempo de las hadas y que hubiera una lo suficientemente buena como para concederme todo lo que yo quisiera.

En ese preciso instante, vieron en su cocina a una dama muy hermosa, que les dijo:

—Soy un hada; prometo concederles las tres primeras cosas que deseen; pero tengan cuidado: después de haber deseado tres cosas, no les concederé nada más.

Cuando el hada desapareció, aquel hombre y aquella mujer se hallaron muy confusos:

—Para mí, que soy el ama de casa —dijo la mujer— sé muy bien cuál sería mi deseo: no lo deseo aún formalmente, pero creo que no hay nada mejor que ser bella, rica y fina.

—Pero, —contestó el marido— aún teniendo todas esas cosas, uno puede estar enfermo, triste o incluso puede morir joven: sería más prudente desear salud, alegría y una larga vida.

—¿De qué serviría una larga vida, si se es pobre? —dijo la mujer—. Eso sólo serviría para ser desgraciado durante más tiempo. En realidad, el hada habría debido prometer concedernos una docena de deseos, pues hay por lo menos una docena de cosas que yo necesitaría.

—Eso es cierto —dijo el marido— pero démonos tiempo, pensemos de aquí a mañana por la mañana, las tres cosas que nos son más necesarias, y luego las pediremos.

—Puedo pensar en ello toda la noche —dijo la mujer— mientras tanto, calentémonos pues hace frío.

Mientras hablaba, la mujer cogió unas tenazas y atizó el fuego; y cuando vio que había bastantes carbones encendidos, dijo sin reflexionar:


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Llamada de Cthulhu

H.P. Lovecraft


Cuento


Es imposible que tales potencias o seres hayan sobrevivido... hayan sobrevivido a una época infinitamente remota donde... la conciencia se manifestaba, quizá, bajo cuerpos y formas que ya hace tiempo se retiraron ante la marea de la ascendiente humanidad... formas de las que sólo la poesía y la leyenda han conservado un fugaz recuerdo con el nombre de dioses, monstruos, seres míticos de toda clase y especie...

Algernon Blackwood


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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