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La Estepa

Antón Chéjov


Novela corta


I

Una mañana de julio, a primera hora, una calesa destartalada sin resortes dejó la ciudad de N., cabeza de distrito de la provincia de Z., y avanzó con gran ruido por la carretera de postas. Era una de esas calesas antediluvianas que sólo utilizan en Rusia los viajantes de comercio, los tratantes de ganado y los curas pobres. Traqueteaba y crujía al menor movimiento, y un cubo suspendido de la parte posterior le hacía tristemente eco. Bastaban esos ruidos, unidos a los lamentables jirones de cuero que pendían de su desgastada caja, para apreciar su vejez y juzgar cuán próximo estaba el momento de su desguace.

En la calesa viajaban dos vecinos de la ciudad de N.: el comerciante Iván Ivánich Kuzmichov, afeitado, con gafas y un sombrero de paja, más parecido a un funcionario que a un comerciante, y el padre Jristofor Siriski, párroco de la iglesia de San Nicolás, un viejo pequeño y con cabellos largos, vestido con un caftán de lona de color gris, un sombrero de copa de ala ancha y un cinturón bordado y pintado. El primero parecía concentrado en algún asunto y sacudía la cabeza para ahuyentar el sueño; en su rostro la sequedad habitual del hombre de negocios se entreveraba con la bondad de la persona que acaba de despedirse de su familia y de tomar un trago; el segundo contemplaba con asombro y ojos húmedos este mundo de Dios y esbozaba una sonrisa tan amplia que parecía extenderse hasta el ala de su sombrero de copa; tenía la cara roja, como aterida de frío. Tanto Kuzmichov como el padre Jristofor iban a vender lana. Al despedirse de sus allegados habían comido una buena cantidad de panecillos con nata agria y, a pesar de lo temprano de la hora, habían tomado una copa… Ambos estaban de un excelente humor.


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Publicado el 9 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Cantar de los Nibelungos

Anónimo


Poema épico


Canto I. El sueño de Crimilda

Las tradiciones de los antiguos tiempos nos refieren maravillas, nos hablan de héroes dignos de alabanza, de audaces empresas, de fiestas alegres, de lágrimas y de gemidos. Ahora podréis escuchar de nuevo la maravillosa historia de aquellos guerreros valerosos.

Vivía en Borgoña una joven tan bella, que en ningún país podría encontrarse otra que la aventajara en hermosura. Se llamaba Crimilda y era una hermosa mujer: por su causa muchos héroes debían perder la vida.

Muchos valientes guerreros se atrevían a pretenderla en mente, como se debe hacer con una virgen digna de amor; nadie la odiaba. Su noble cuerpo era notablemente bello, y las cualidades de aquella joven hubieran sido ornamento de cualquier mujer

La guardaban tres poderosos reyes, nobles y ricos; Gunter y Gernot, guerreros ilustres, y él joven Geiselher, un guerrero distinguido. La joven era hermana de ellos y sus mayores tenían que cuidarla.

Estos príncipes eran buenos y descendían de muy ilustre linaje: héroes probados, eran sumamente fuertes y de una audacia extraordinaria. El país a que pertenecían se llamaba Borgoña y habían realizado prodigios de valor en el reino de Etzel.

En el tiempo de su poder, habitaban en Worms, sobre el Rhin: muchos nobles y valientes caballeros les sirvieron con honor hasta su muerte, mas perecieron tristemente a causa de los celos de dos notables mujeres.

Uta, se llamaba su madre, reina poderosa; y el padre Dankrat, que al morir les dejara una cuantiosa herencia, estaba dotado de grandísima fuerza; también en su juventud había conquistado inmarcesible gloria.

Como he dicho ya, los tres reyes eran valerosos, por lo que tenían a su servicio los mejores guerreros de que se había oído hablar, todos muy vigorosos y sumamente intrépidos en el combate.


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Publicado el 26 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Agamenón

Esquilo


Teatro, Tragedia, Tragedia griega


Personajes del drama

Vigía
Coro de ancianos argivos
Mensajero
Clitemnestra, esposa de Agamenón
Heraldo
Agamenón, rey de Micenas
Casandra, hija de Príamo y cautiva
Egisto, amante de Clitemnestra
 

Agamenón

(En la azotea del palacio de los Atridas en Micenas está apostado un VIGÍA. Es de noche y reina un profundo silencio).

VIGÍA. Pido a los dioses que mis penas cesen, esta guardia, que dura ya hace un año, durante el cual, echado como un perro, en la azotea del palacio Atrida, aprendí a conocer la multivaria multitud de los astros que en el cielo, príncipes luminosos, resplandecen, y las estrellas, que a los hombres traen inviernos y veranos, ortos y ocasos.

(Breve pausa).

Y ahora aguardo el signo de la antorcha, la llama esplendorosa que de Troya ha de traernos nuevas y el anuncio de que al final ha sido conquistada, pues así lo ha mandado de una esposa el varonil e impaciente pecho. Cada vez que me tumbo en mi camastro perdido en la tiniebla y empapado, y nunca visitado por los sueños —que en vez del sueño, el terror se me acerca y el párpado cerrar no me permite en tranquilo reposo—, cuando quiero cantar o bien silbar una tonada buscando contra el sueño algún antídoto, echo a llorar, lamento el infortunio de una casa ya no tan bien llevada como antaño. Mas ¡ojalá que ahora, a través de la noche, apareciera la llama que traerá buenas noticias, y llegara el final de mis desdichas!

(Breve pausa. A lo lejos, de pronto, brilla una luz).


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 949 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

La Fierecilla Domada

William Shakespeare


Teatro, comedia


Dramatis personae

Christopher SLY, calderero
Un SEÑOR
Una POSADERA
Un PAJE, llamado Bartolomé
COMEDIANTES
CAZADORES
CRIADOS
BATTISTA MINOLA, un caballero de Padua
CATALINA, su hija mayor, la fierecilla
BIANCA, su hija menor
PETRUCCIO, caballero de Verona, pretendiente de Catalina
LUCENZIO, enamorado de Bianca
VINCENZO, padre de Lucenzio, caballero de Pisa
GREMIO, un viejo pretendiente de Bianca
HORTENSIO, amigo de Petruccio y pretendiente de Bianca
TRANIO, criado de Lucenzio
BIONDELLO, muchacho al servicio de Lucenzio
GRUMIO, criado de Petruccio
CURZIO, criado de Petruccio
UN PROFESOR
UNA VIUDA
UN MERCERO
CRIADOS de Petruccio y Battista

Prólogo

Escena i

Entran Christopher SLY y la POSADERA.

SLY. ¡Ya te ajustaré las cuentas!

POSADERA. ¡Un par de cepos, desgraciado!

SLY. Eres una cualquiera. Los Sly no somos gentecilla. Consulta las crónicas. Llegamos aquí con Ricardo el Conquistador, así que, paucas palabris, deja que ruede el mundo y cállate.

POSADERA. ¿No vas a pagar los vasos que rompiste?

SLY. No, ni un centavo. Vete, por San Jerónimo; vete a tu fría cama y caliéntate

POSADERA. Ya conozco el remedio: iré a buscar al guardia.

[Sale.]

SLY. El guardia más vale que se guarde. Le responderé con la ley en la mano. No voy a ceder ni una pulgada, muchacho. Que venga, por todos los santos.

Se duerme. Cuernos de caza. Entra un SEÑOR que viene de cazar, con su séquito.


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65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 1.359 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Pseudolus

Plauto


Teatro, comedia


Personajes

PSÉUDOLO, esclavo de Simón.
CALIDORO, joven, hijo de Simón.
BALIÓN, rufián.
SIMÓN, viejo.
CALIFÓN, viejo, amigo de Simón.
HARPAX, criado de un militar.
CARINO, joven, amigo de Calidoro.
ESCLAVOS.
CORTESANAS.
UN JOVEN ESCLAVO DE BALIÓN. UN COCINERO.
SIMIA, sicofanta.

La acción transcurre en Atenas.

Argumento

Argumento I

Un militar le da a un rufián quince minas en mano y le deja una copia de su sello para que haga entrega de la joven Fenicio al que le traiga el resto del precio convenido. Al llegar un criado suyo le birla Pséudolo el sello, diciéndole que es Siro, un esclavo del rufián, prestando así un servicio a su joven amo, porque el rufián le entrega la joven a Simia, a quien había hecho pasar por Hárpax, criado del militar. Más tarde se presenta el verdadero Hárpax, y el viejo paga la suma que se había apostado con Pséudolo.

Argumento II

El joven Calidoro está perdidamente enamorado de la cortesana Fenicio, pero no tiene dinero. Un militar, que había comprado a la misma joven por veinte minas, entrega quince y deja a su amiga en casa del rufián, y también una copia de su sello, para que el que trajera un sello igual que aquél y pagara el resto del precio convenido, se llevara consigo a la joven. Se presenta después un sirviente del militar, que había sido enviado por éste para recoger a su amiga. Pséudolo, el esclavo del joven enamorado, engaña a Hárpax, criado del militar, haciéndose pasar por el mayordomo del rufián. Le birla el sello, y a uno que hace pasar por Hárpax le entrega cinco minas que le habían prestado. El falso Hárpax engaña al rufián. La joven queda en poder de Calidoro, y Pséudolo recibe un jarro de vino.


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58 págs. / 1 hora, 43 minutos / 438 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Catilinarias

Marco Tulio Cicerón


Discurso


Primera catilinaria

Pronunciada el 8 de noviembre del año 63 ante el Senado.

Con abrupto e incisivo inicio, Cicerón pretende conmover y predisponer a su auditorio a acoger duramente las revelaciones que se propone hacer inmediatamente. La finalidad de esta primera Catilinaria no sólo consiste en la denuncia pública de la trama de la conspiración, sino también pretende poner de manifiesto que él, el cónsul Cicerón, dispone de medios no declarados que le permiten estar perfectamente enterado de las intrigas de los conjurados. Todo ello con el objetivo final de que Catilina, confundido e inseguro, abandonara Roma y se uniera al ejército de Manlio, ya alzado en armas, declarando abiertamente de esa forma sus intenciones. Este hecho serviría además como autoinculpación que supliría la escasez de pruebas; escasez que se colige de la pública presencia de Catilina en Roma y de su asistencia a las sesiones del Senado. El discurso incluye una etopeya de Catilina que insiste sobre el carácter licencioso de sus actividades y una caracterización social de sus partidarios.

Cicerón consiguió el objetivo que se había propuesto y Catilina abandonó Roma ese mismo día.
 


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Publicado el 19 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Adolescente

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


Novela


Primera parte

Capítulo primero

I

Sin resistir más, empiezo a escribir esta historia de mis primeros pasos en la carrera de la vida. Y sin embargo, muy bien podría pasarme sin esto. Una cosa es segura: que ya nunca más escribiré mi autobiografía, aunque tenga que vivir cien años. Hay que estar prendado muy bajamente de uno mismo para hablar así sin avergonzarse. La sola excusa que me doy, es que no escribo por el mismo motivo que todo el mundo, es decir, para obtener las alabanzas del lector. Si de repente se me ha ocurrido anotar palabra por palabra todo lo que me ha pasado desde el año anterior, es por una necesidad íntima: ¡tan impresionado me he quedado por los hechos acaecídos! Me limito a registrar los acontecimientos, evitando con todas mis fuerzas lo que les es ajeno, y sobre todo los artificios literarios; un literato se lleva escribiendo treinta años, y al final ignora por qué ha escrito tanto tiempo. No soy literato ni quiero serlo. Arrastrar la intimidad de mi alma y una bonita descripción de mis sentimientos por el mercado literario sería a mis ojos una inconveniencia y una bajeza. Preveo no obstante, no sin disgusto, que será probablemente imposible evitar del todo las descripciones de sentimientos y las reflexiones (quizás incluso vulgares): ¡tanto desmoraliza al hombre todo trabajo literario, hasta el emprendido únicamente para sí! Y estas reflexiones pueden aún ser muy vulgares, porque lo que uno estima puede muy bien no tener valor alguno para un extraño. Pero quede dicho todo esto entre paréntesis. He aquí hecho mi prefacio: no habrá nada más por el estilo. ¡Manos a la obra! Aunque no haya nada más embarazoso que emprender una obra, y quizás el poner manos a la obra en general.


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Publicado el 29 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Lamiel

Stendhal


Novela


Capítulo 1

Creo que somos injustos con los paisajes de esta bella Normandía a donde cualquiera de nosotros puede ir a dormir esta noche. Se cantan las alabanzas de Suiza; pero hay que pagar sus montañas con tres días de aburrimiento, las vejaciones de las aduanas y los pasaportes llenos de visados. Mientras que nada más llegar a Normandía, un océano de verdor se ofrece a los ojos cansados de las simetrías de París y de sus muros blancos.

Quedan atrás, hacia París, las tristes llanuras grises, la carretera avanza por una serie de hermosos valles y de altas colinas cuyas cumbres, cubiertas de árboles, se dibujan en el cielo y limitan, audaces, el horizonte, ofreciendo algún punto de partida a la imaginación, placer muy nuevo para el habitante de París.

Si seguimos adelante vislumbramos a la derecha, entre los árboles que cubren los campos, el mar, sin el cual no puede haber paisajes verdaderamente bellos.

Si los ojos, despiertos a las bellezas de los paisajes por el encanto de las lejanías, buscan los detalles, verán que cada prado forma como un recinto rodeado de muros de tierra, y estos muros regularmente dispuestos al borde de todos los prados están coronados de innumerables olmos jóvenes. Aunque estos árboles jóvenes no tengan más de treinta pies y los predios estén plantados sólo de modestos manzanos, el conjunto es verde y da la idea de un generoso fruto de la industria.

El panorama de que acabo de hablar es precisamente el que, al venir de París y acercarnos al mar, encontramos a dos leguas de Carville, un pueblo grande en el que, hace pocos años ocurrió la historia de la duquesa de Miossens y del doctor Sansfin.


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Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Al Otro Lado de la Barrera del Sueño

H. P. Lovecraft


Cuento


«Entonces, el sueño se desplegó ante mí.»

Shakespeare
 

Con frecuencia me he preguntado si el común de los mortales se habrá parado alguna vez a considerar la enorme importancia de ciertos sueños, así como a pensar acerca del oscuro mundo al que pertenecen. Aunque la mayoría de nuestras visiones nocturnas resultan quizás poco más que débiles y fantásticos reflejos de nuestras experiencias de vigilia —a pesar de Freud y su pueril simbolismo—, existen no obstante algunos sueños cuyo carácter etéreo y no mundano no permite una interpretación ordinaria, y cuyos efectos vagamente excitantes e inquietantes sugieren posibles ojeadas fugaces a una esfera de existencia mental no menos importante que la vida física, aunque separada de ésta por una barrera infranqueable. Mi experiencia no me permite dudar que el hombre, al perder su conciencia terrena, se ve de hecho albergado en otra vida incorpórea, de naturaleza distinta y alejada a la existencia que conocemos, y de la que sólo los recuerdos más leves y difusos se conservan tras el despertar. De estas memorias turbias y fragmentarias es mucho lo que podemos deducir, aun cuando probar bien poco. Podemos suponer que en la vida onírica, la materia y la vida, tal como se conocen tales cosas en la tierra, no resultan necesariamente constantes, y que el tiempo y el espacio no existen tal como lo entienden nuestros cuerpos de vigilia. A veces creo que esta vida menos material es nuestra existencia real, y que nuestra vana estancia sobre el globo terráqueo resulta en sí misma un fenómeno secundario o meramente virtual.


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14 págs. / 24 minutos / 4.262 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Comedia de los Enredos

William Shakespeare


Teatro, Comedia


Acto Dramatis personae

Solino, DUQUE de Éfeso
EGEÓN, mercader de Siracusa, padre de los Antífolos
ANTÍFOLO DE ÉFESO y
ANTÍFOLO DE SIRACUSA, gemelos, hijos de Egeón y Emilia
DROMIO DE ÉFESO y
DROMIO DE SIRACUSA, gemelos, criados respectivos de los Antífolos
ADRIANA, esposa de Antífolo de Éfeso
LUCIANA, su hermana
LUCÍA, su criada de cocina
CORTESANA
ÁNGELO, joyero
BALTASAR, mercader
MERCADER 1.º
MERCADER 2.º, acreedor de Ángelo
El Profesor PIZCO, maestro de escuela y exorcista
EMILIA, abadesa de Éfeso, esposa de Egeón
Carcelero, guardia, mensajero, sirvientes y acompañamiento.

Acto I

Escena I

Entra el DUQUE de Éfeso, con [EGEÓN,] mercader de Siracusa, un CARCELERO y acompañamiento.

EGEÓN
No dudes, Solino: dicta la sentencia
que al darme la muerte, apague mis penas.


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Publicado el 24 de abril de 2018 por Edu Robsy.

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