El Tiempo Recobrado
Marcel Proust
Novela
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435 págs. / 12 horas, 42 minutos / 310 visitas.
Publicado el 6 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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435 págs. / 12 horas, 42 minutos / 310 visitas.
Publicado el 6 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
Aunque hubiera podido incluir en mis Memorias las aventuras del caballero Des Grieux, me pareció que, no estando estrictamente relacionadas, el lector estaría más satisfecho de verlas aparte. Un relato de esta longitud habría interrumpido demasiado el hilo de mi propia historia. Aunque estoy muy lejos de atribuirme la cualidad de escritor preciso, no ignoro que una narración debe estar exenta de las circunstancias que la hagan pesada y embarazosa; éste era el precepto de Horacio:
Ut jam nunc dicat jam nunc debentia dici,
Pleraque differat, ac præsens in tempus omittat.
Pero no es necesario acudir a tan gran autoridad para probar una verdad tan sencilla, pues el buen sentido es la primera fuente de esta regla.
Información texto 'Historia del Caballero Des Grieux y de Manon Lescaut'
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173 págs. / 5 horas, 3 minutos / 875 visitas.
Publicado el 9 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
Un extranjero llegado a la ciudad más importante de Illinois en la mañana del día 3 de abril de 1897 hubiera podido, con perfecta razón, considerarse como un favorito del dios de los viajeros. Su agenda se hubiera enriquecido dicho día con notas curiosas, propias para hilvanar artículos sensacionales. Y, de haber prolongado su estancia en Chicago durante algunos meses, hubiera tomado parte en las emociones, la agitación, las alternativas de esperanza y desfallecimiento, la fiebre, en suma, de aquella gran ciudad, que parecía haber perdido el juicio.
Desde las ocho de la mañana, una enorme multitud, siempre en aumento, se dirigía hacia el Barrio Veintidós. Es éste uno de los más ricos, y está situado entre la Avenida Norte y la División Street, siguiendo la dirección de los paralelos, y, siguiendo la dirección de los meridianos, entre North Halstedt y Lake Shore Drive, que bañan las aguas del Michigan. Es sabido que las ciudades modernas de los Estados Unidos orientan sus calles en relación con las longitudes y latitudes, dándoles la regularidad de líneas de un tablero de damas.
Un agente de la policía municipal, que se hallaba de guardia en la esquina de Beethoven Street y North Wells Street, murmuraba:
—¿Es que toda la ciudad va a invadir este barrio? Era este agente un individuo de alta estatura, de origen irlandés, como la mayor parte de sus compañeros, valerosos guardias que gastan la casi totalidad de un sueldo de mil dólares en combatir la inextinguible sed, tan natural a los nacidos en la verde Erín.
—¡Hoy será día de provecho para los rateros! —respondió uno de sus compañeros, no menos robusto que el primero, ni menos sediento e irlandés.
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380 págs. / 11 horas, 5 minutos / 195 visitas.
Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
El 26 de julio de 1864, un hermoso yate, el Duncan, avanzaba a todo vapor por el canal del norte; un fresco viento del noroeste favorecía su marcha. En el tope del trinquete flameaba la bandera de Inglaterra y un poco más atrás, sobre el palo mayor, se agitaba un gallardete azul que mostraba una dorada corona ducal y las iniciales E.G.
Lord Glenarvan, uno de los dieciséis pares escoceses de la cámara alta y el socio más distinguido del Royal Thames Yacht Club, propietario del Duncan, se hallaba a bordo junto a su joven esposa, lady Elena, y su primo, el mayor Mac Nabbs.
El Duncan realizaba su primer viaje de prueba por las aguas próximas al golfo de Clyde, cuando ya maniobraba para regresar a Glasgow el vigía señaló un enorme pez que seguía el curso del buque. Esta novedad fue comunicada por el capitán, John Mangles, a lord Edward, quien subió a cubierta en compañía de su primo para enterarse mejor de lo que ocurría.
El capitán opinó, ante la sorpresa del lord, que podía tratarse de un tiburón, posiblemente de la variedad martillo, que suele aparecer por todos los mares.
Inmediatamente le propuso una original pesca para confirmar su opinión y disminuir, si lo lograba, el número de estos terribles animales.
Lord Glenarvan aceptó la propuesta y mandó avisar a lady Elena que también subió a cubierta ansiosa de ser testigo de aquella extraña pesca.
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545 págs. / 15 horas, 54 minutos / 1.162 visitas.
Publicado el 15 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
¡Bet!
—¡Beth!
—¡Bess!
—¡Betsey!
—¡Betty!
Todos estos nombres resonaron sucesivamente en el magnífico hall de Helensburgh con arreglo a la costumbre del hermano Sam y del hermano Sib, para llamar así al ama de llaves de la mansión.
Pero en aquel momento los diminutivos familiares del nombre de Elisabeth no lograron que apareciera la buena mujer, tanto como si la hubieran llamado con su nombre entero.
En cambio, el que apareció en la puerta del hall con la gorra en la mano fue el mayordomo Partridge en persona.
Partridge, dirigiéndose a los dos personajes de alegre semblante, sentados en el alféizar de una ventana que hacía tribuna en la fachada de la casa:
—Los señores han llamado a la señora Bess —dijo—, pero la señora Bess no está en casa.
—¿Dónde está, pues, Partridge?
—Ha salido acompañando a la señorita Campbell, que se pasea por el jardín.
Y Partridge se retiró ceremoniosamente, obedeciendo una señal que le hicieron los dos hermanos.
Estos dos hermanos, Sam y Sib —cuyo verdadero nombre de bautismo era Samuel y Sebastián—, tíos de la señorita Campbell, escoceses de pura cepa, escoceses de un antiguo clan de las Tierras Altas, contaban entre los dos la bonita edad de ciento doce años, con una diferencia solo en quince meses entre el mayor Sam y el menor Sib.
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151 págs. / 4 horas, 25 minutos / 179 visitas.
Publicado el 16 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
Señor Ernest Feydeau
Le dedico este libro, que por derecho le pertenece; al permitirme acceder a su erudición y a su biblioteca, me ha hecho creer usted que yo era sabio y que conocía el antiguo Egipto lo bastante para poder describirlo; siguiendo sus pasos, me he paseado por los templos, los palacios, los hipogeos, por la ciudad de los vivos y la ciudad de los muertos; usted levantó ante mí el velo de la misteriosa Isis y resucitó una gigantesca civilización desaparecida. La historia es suya, la novela mía; sólo he tenido que engastar con mi estilo, como con el cemento de un mosaico, las piedras preciosas que usted me proporcionó.
Th. G
—Tengo el presentimiento de que encontraremos en el valle de Biban al-Moluk una tumba inviolada —decía a un joven inglés de porte aristocrático un personaje mucho más humilde, mientras secaba con un gran pañuelo a cuadros azules su frente calva perlada de gotas de sudor, lo que hacía que pareciese una vasija de arcilla de Tebas a la que hubiesen llenado de agua.
—Que Osiris le oiga —respondió al doctor alemán el joven lord—. Es una invocación que podemos permitirnos delante de la antigua Diospolis Magna; pero son ya muchas las veces en que acabamos frustrados; los ladrones de tumbas siempre se nos han adelantado.
—Una tumba que no haya sido excavada ni por los reyes pastores, ni por los medos de Cambises, ni por los griegos, ni por los romanos, ni por los árabes, y que reserve para nosotros sus riquezas intactas y su misterio —continuó el sabio con un entusiasmo que hacía relucir sus pupilas detrás de los cristales azules de sus gafas.
—Y sobre la que usted publicará un artículo erudito que le situará en la ciencia de la arqueología a la altura de Champollion, de Rosellini, de Wilkinson, de Lepsius y de Belzoni —dijo el joven lord.
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182 págs. / 5 horas, 19 minutos / 299 visitas.
Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
Una de las cosas más burlescas de la gloriosa época en que tenemos la suerte de vivir es, sin lugar a dudas, la incontestable rehabilitación de la virtud emprendida por todos los periódicos, sean del color que fueren: rojo, verde o tricolor.
La virtud es, con certeza, algo muy respetable, y no es nuestra intención faltarle. ¡Dios nos libre! ¡La buena y digna señora! Encontramos cierto brillo en sus ojos a través de los impertinentes, que lleva las medias bien puestas, que toma el tabaco de su cajita de oro con toda la gracia imaginable y que su caniche hace las reverencias como un maestro de baile. Así la vemos. Hasta estamos de acuerdo en que no está tan mal para su edad y lleva sus años de un modo inmejorable. Es una abuela muy agradable, pero una abuela. Me parece natural que se prefiera, sobre todo si se tienen veinte años, alguna pequeña inmoralidad ligera, pimpante, coqueta, buena chica, con cabello mal rizado, la falda más corta que larga, el pie y el ojo impacientes, la mejilla ligeramente encendida, la risa en la boca y el corazón en la mano. Los periodistas más monstruosamente virtuosos no sabrían pronunciarse de manera diferente, y si dicen lo contrario es muy probable que no lo piensen. Pensar una cosa y escribir otra es algo que sucede todos los días, sobre todo entre gente virtuosa.
Me acuerdo de las pullas lanzadas antes de la revolución (me refiero a la de julio) contra aquel desdichado y virginal vizconde Sosthène de La Rochefoucauld, que tuvo la ocurrencia de alargar los vestidos de las bailarinas de la Ópera y aplicó con sus manos patricias un púdico emplasto en el centro de todas las estatuas. El señor vizconde Sosthène de La Rochefoucauld ha quedado superado. El pudor se ha perfeccionado mucho desde aquel entonces, y ahora alcanza refinamientos que ni siquiera él hubiese imaginado.
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376 págs. / 10 horas, 59 minutos / 263 visitas.
Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
El Leopoldo, magnífico barco de vapor toscano que hace el trayecto de Marsella a Nápoles, acababa de doblar la punta de Procida. Todos los pasajeros estaban en el puente, curados del mal de mar ante la vista de la tierra, remedio más eficaz que los dulces de Malta y otras recetas utilizadas en tales casos.
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99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 138 visitas.
Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
«¡La máquina de asesinar!»… ¿Qué es este nuevo invento? Realmente, ¿se hacía sentir su necesidad?
Quizá, en fin de cuentas, no se trata nada más que del viejo invento salido de las manos de Dios en los más bellos días del Edén y que había de llamarse el Hombre.
En verdad, la Historia, desde los primeros dibujos en las paredes de tus cavernas hasta los más recientes estantes de nuestras bibliotecas, demuestra que aún no se ha encontrado mejor mecanismo para derramar la sangre.
Querer enmendar la plana al Creador es propio de un genio diabólico, es una nueva forma de la eterna lucha entre el Príncipe de las Luces y el Príncipe de las Tinieblas.
El Mal se desliza por donde quiere. Para quienes hayan leído «La muñeca sangrienta», que constituye el origen de este relato, no puede haber duda alguna de que se domicilió en la tienda del viejo relojero de la Île-Saint-Louis, ni de que era él quien animaba con sus maleficios el triple misterio que en aquel barrio antiguo, aún grisáceo por el polvo de los siglos, hacía intervenir, por una parte, a la inquietante familia del viejo Norbert, el cual pasaba por buscar el movimiento continuo, ayudado de su hija, la bella Cristina, y de su sobrino, el disector Jaime Cotentin; por otra parte, al marqués de Coulteray, aquel ser eternamente joven, que no se sabía exactamente si tenía cuarenta o doscientos años y que al lado de la marquesa, su mujer, siempre pálida y agonizante, formaba un extraño tipo de vampiro; y, por otra parte, al terrible Benito Masson, el encuadernador artístico de la calle del Santísimo Sacramento, que acababa de ser condenado a muerte y ejecutado por haber quemado en su hornillo a media docena, cuando menos, de mujeres jóvenes y bonitas.
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190 págs. / 5 horas, 34 minutos / 269 visitas.
Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
Raoul de Limézy se paseaba por los bulevares alegremente como un hombre feliz que sólo tiene que mirar para disfrutar de la vida, de sus espectáculos encantadores y de la alegría ligera que ofrece París en ciertos días luminosos del mes de abril. De estatura media, tenía una silueta a la vez delgada y poderosa. Las mangas de su chaqueta se hinchaban en el lugar de los bíceps, y su torso se arqueaba por encima de una cintura fina y ágil. El corte y el tejido de sus vestidos denotaban un hombre que da importancia a la elección de la ropa.
Cuando pasaba frente al Gimnasio tuvo la impresión de que un caballero, que caminaba junto a él, seguía a una dama, impresión cuya exactitud pudo comprobar acto seguido.
Nada parecía a Raoul más cómico ni más divertido que un caballero que sigue a una dama. Siguió pues, al caballero que seguía a la dama, y los tres, uno tras otro, a distancias convenientes, deambularon a lo largo de los tumultuosos bulevares. Era necesaria toda la experiencia del barón de Limézy para adivinar que aquel caballero seguía a aquella dama, ya que dicho señor ponía una discreción de gentleman para que la dama no sospechara nada. Raoul de Limézy fue tan discreto como él y, mezclándose con los paseantes apresuró el paso para no perder de vista a los personajes.
Visto por detrás, el caballero se distinguía por una raya impecable que dividía sus negros y engomados cabellos, y por un terno, igualmente impecable, que ponía de relieve sus anchos hombros y su alta estatura. Visto por delante, exhibía un rostro correcto, provisto de una cuidada barba y de tez fresca y rosada. Tal vez treinta años. Certidumbre en su paso. Importancia en su gesto. Vulgaridad en el aspecto. Anillos en los dedos. Boquilla de oro para el cigarrillo que fumaba.
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202 págs. / 5 horas, 54 minutos / 195 visitas.
Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.