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Traición Se Paga con Muerte

Francisco A. Baldarena


cuento



El Científico 


Fue un grito descomunal. 

 —¡¡¡Eureka!!! —estalló el científico. 

 Al fin, después de largos años de investigación e innumerables experimentos, había conseguido crear una consciencia artificial. Ahora solo le faltaba encontrarle un cuerpo. 

 —Pero, ¿masculino o femenino? —se preguntó, y se quedó pensando en eso, con una mano en el mentón y otra en la cintura. 



Los Ayudantes del Científico


Los dos hombres se mantenían alertas, dentro del automóvil estacionado frente a la plaza, que bullía de gente joven, y a cada muchacha bonita que veían sentada en los bancos o pasando, como les recomendó el jefe, uno de ellos le sacaba una fotografía. 



Las Fotografías 


El científico examinó cada fotografía con detenimiento, separándolas en dos montones: uno con el descarte, correspondiente a las muchachas que no le habían gustado, y el otro para las que sí. Después volvió a hacer una nueva clasificación, y otra, y otra, hasta que quedó solo una fotografía. 

 —Tráiganme a esta —les ordenó a los ayudantes. 



La Escogida 


La muchacha estaba sola, sentada en el mismo banco de la misma plaza donde el día anterior había estado con el novio. En ese momento estaba esperándolo. 

 Los dos hombres que se sentaron junto a ella, uno a cada lado, la sacaron de los románticos pensamientos que la mantenían alejada del entorno. La sospecha y la intención de levantarse se dieron juntas, pero uno de ellos le impidió lo último agarrándola con fuerza, pero discretamente, por un brazo. Rápidamente, el otro le pasó unas fotografías. 

 —¿Conoces a esta gente? —le preguntó. 


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5 págs. / 9 minutos / 415 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2021 por Francisco A. Baldarena .

Delfín

Francisco A. Baldarena


cuento


“Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida.” 

Anatole France


Por fin, Sergio Agostini emprendía las tan postergadas vacaciones. 

   Hacía tres años que no sabía lo que era un descanso; entre la gerencia de la empresa y la ONG protectora de animales, de la cual era miembro activo, su vida era poco menos que vertiginosa. Pero desde un mes antes, había comenzado a sentir pequeñas punzadas en el pecho y a cansarse al menor esfuerzo. Por cuenta de eso fue a hacerse ver con un cardiólogo. 

   En la última consulta, el doctor le había dicho: “¡Pare con todo ya, o se muere!” Y eso significaba una sola cosa: olvidarse de la empresa y la ONG, por lo menos durante dos semanas, y pensar en su corazón. Después, bueno, delegar obligaciones y no tomarse tan a serio las acciones de la ONG. “Y nada de salvar pingüinos embadurnados de petróleo ni ballenas encalladas”, también eso le había advertido el doctor, antes de abandonar el consultorio. 

   El destino, elegido por Sergio, para el descanso fue Pinamar; lugar apacible en ese fin de temporada, y de acuerdo a lo que necesitaba. 

   Llegó temprano al hotel, antes de las seis de la mañana, y alrededor de las ocho ya estaba a camino de la playa, distante dos cuadras, cargado como un ekeko boliviano: silla plegable, sombrilla, botella de agua, libro, protector solar, toallón, hielera de telgopor, frutas, un yogurt light y los prismáticos. 


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3 págs. / 6 minutos / 310 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2021 por Francisco A. Baldarena .

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