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Cuentos y Crónicas

Rubén Darío


Cuento, Crónica


EL CASO DE LA SEÑORITA AMELIA

(CUENTO DE «AÑO NUEVO»)

I

Que el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre La plástica de Ensueño, quizás podríais negármelo o aceptármelo con restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se veían sobre el cristal de un espejo las llamas de dos bujías que formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a cualquiera.


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70 págs. / 2 horas, 3 minutos / 364 visitas.

Publicado el 28 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Cabaña de Landor

Edgar Allan Poe


Crónica


Durante una excursión a pie, que realicé el pasado verano a través de uno o dos de los condados ribereños de Nueva York, me encontré, al caer el día, un tanto desorientado acerca del camino que debía seguir. La tierra se ondulaba de un modo considerable y durante la última hora mi senda había dado vueltas y más vueltas de aquí para allá, tan confusamente en su esfuerzo por mantenerse dentro de los valles, que no tardé mucho en ignorar en qué dirección quedaba la bonita aldea de B..., donde había decidido pernoctar. El sol casi no había brillado durante el día — en el más estricto sentido de la palabra —, a pesar de lo cual había estado desagradablemente caluroso. Una niebla humeante, parecida a la del verano indio, envolvía todas las cosas y, desde luego, contribuía a mi incertidumbre. No es que me preocupara mucho por eso. Si. no llegaba a la aldea antes de la puesta del sol o aun antes de que oscureciese, sería más que posible que surgiera por allí una pequeña granja holandesa o algo por el estilo, aunque, de hecho, los alrededores estaban escasamente habitados, debido, quizá, a ser estos parajes más pintorescos que fértiles. De todos modos, con mi mochila por almohada y mi perro de centinela, vivaquear al aire libre era en realidad algo que debería divertirme. Seguí, por tanto, caminando a mis anchas, haciéndose Ponto cargo de mi escopeta, hasta que, finalmente, en el momento que yo había empezado a considerar si los pequeños senderos que se abrían aquí y allí eran auténticos senderos, uno de ellos, que parecía el más prometedor, me condujo a un verdadero camino de carros. No podía haber equivocación.


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 545 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Las Guerras de los Judíos

Flavio Josefo


Crónica, Historia


Prólogo de Flavio Josefo a los Siete Libros de las Guerras de los Judíos

Porque la guerra que los romanos hicieron con los judíos es la mayor de cuantas muestra edad y nuestros tiempos vieron, y mayor que cuantas hemos jamás oído de ciudades contra ciudades y de gentes contra gentes, hay algunos que la escri­ben, no por haberse en ella hallado, recogiendo y juntando cosas vanas e indecentes a las orejas de los que las oyen, a manera de oradores: y los que en ella se hallaron, cuentan cosas falsas, o por ser muy adictos a los romanos, o por abo­rrecer en gran manera a los judíos, atribuyéndoles a las veces en sus escritos vituperio, y otras loándolos y levantándolos; pero no se halla m ellos jamás la verdad que la historia re­quiere; por tanto, yo, Josefo, hijo de Matatías, hebreo, de linaje sacerdote de Jerusalén, pues al principio peleé con los romanos, y después, siendo a ello por necesidad forzado, ‑me hallé en todo cuanto pasó, he determinado ahora de hacer saber en lengua griega a todos cuantos reconocen el imperio romano, lo mismo que antes había escrito a los bárbaros en lengua de mi patria: Porque cuando, como dije, se movió esta gravísima guerra, estaba con guerras civiles y domésticas muy revuelta la república romana.


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Dominio público
560 págs. / 16 horas, 21 minutos / 1.480 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España

Francisco Javier Alegre


Historia, Crónica


Prólogo del autor

La historia de la Compañía de Jesús en Nueva-España, que en fuerza de orden superior emprendemos escribir, comprende [… ] el espacio de doscientos años desde la venida de los primeros padres a la Florida, hasta el día de hoy, en que con tanta gloria trabaja en toda la extensión de la América Septentrional. No ignoramos que entre los muchos que han emprendido esta historia, y de cuyas plumas se conservan no pequeños retazos en los archivos de la provincia, pocos son los que han seguido esta cronología, partiendo los más como de primera época de la venida del padre Pedro Sánchez, año de 1572. Es preciso confesar que este cómputo, aunque defrauda a nuestra provincia de no pocas coronas, parece sin embargo más incontestable, y más sencillo. Ni los primeros, ni los segundos misioneros de la Florida, fueron enviados en cualidad de fundadores de Nueva-España, ni este fue por entonces el designio de Pablo II ni el de don Pedro Meléndez, a cuyas instancias pasaron a esta parte de la América los primeros jesuitas. Y aun en la segunda es constante que San Francisco de Borja intentó fundar en la Florida, viceprovincia sujeta a la provincia del Perú, cuyo provincial, padre Gerónimo Portillo, fue el que desde Sevilla envió a los padres Juan Bautista de Segura, y sus felices compañeros.


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242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 128 visitas.

Publicado el 28 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Conquista del Perú

Pablo Alonso de Avecilla


Crónica, Historia


Introducción

Al tender en el siglo XVI una mirada filosófico por todos los continentes europeos, por todo el antiguo mundo, el alma del hombre sensible se reconcentra melancólicamente, y su corazón late agitado. No era sólo en España donde se sintiera con horror, entre el crujido de las armas sarracenas, el duro yugo del feudalismo, y después la tiranía de los reyes; no sólo las comarcas españolas se estremecieran al contemplar las espantosas escenas con que el negro fanatismo ensangrentara la pura y dulce religión de Jesús; el antiguo mundo envuelto en densas tinieblas de ignorancia, presentaba por do quiera el más desconsolador espectáculo; y graduar la conducta de los hombres públicos de aquella triste época, por la moralidad y filosofía de nuestro siglo, sería incurrir en gravísimos errores. El héroe más eminente del siglo XVI, sería el que más en heroico grado poseyera el fanatismo religioso de su época, junto con el feroz arrojo personal en los combates.

En tan negros momentos fue cuando la audacia de los europeos los condujo hasta los continentes del Nuevo Mundo. Aquellas remotas playas, llenas de candidez y de inocencia, formaban la antítesis más espantosa con el ennegrecido corazón de sus descubridores. Pero no; lejos de nosotros la idea de copiar las nefandas escenas que el sensible filósofo Raynal ha descrito en su historia, de los establecimientos europeos en las dos Indias; lejos de nosotros seguir las huellas de Robertson en su historia de América, lejos de querer al fin, con fantasía ardiente, recargar el horror de lamentables épocas. Si el deber, empero, de historiadores novelistas nos hiciese tocar los hechos, será con la ligereza posible, y sin recargar sus negras tintas.


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185 págs. / 5 horas, 24 minutos / 207 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Florida del Inca

Inca Garcilaso de la Vega


Historia, Crónica


HISTORIA DEL ADELANTADO HERNANDO DE SOTO, GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DEL REINO DE LA FLORIDA, Y DE OTROS HEROICOS CABALLEROS ESPAÑOLES E INDIOS, ESCRITA POR EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, CAPITÁN DE SU MAJESTAD, NATURAL DE LA GRAN CIUDAD DEL COZCO, CABEZA DE LOS REINOS Y PROVINCIAS DEL PERÚ

AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON TEODOSIO DE PORTUGAL, DUQUE DE BRAGANZA Y DE BARCELOS, ETC.


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632 págs. / 18 horas, 26 minutos / 1.625 visitas.

Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Crónicas

Amado Nervo


Crónica, Artículo


Los sabios y el misterio de la vida

El año de 1913 ha sido fértil para la ciencia.

Infinitos inventos e infinitas derivaciones prácticas de descubrimientos anteriores, han venido a aumentar enormemente el acervo mental humano. Empero, el problema por excelencia en que los hombres de laboratorio han trabajado quizá con más encarnizamiento, es el de la conquista de la energía intra-atómica, «de esa energía inmensa, capaz de dislocar y de romper el equilibrio indestructible que existe en los electrones constitutivos del átomo» y merced a la cual se redimiría al mundo, desapareciendo las desigualdades de la suerte que obligan a las cinco sextas partes de la humanidad a trabajar sin descanso para producir lo necesario a una sexta parte privilegiada. La energía intra-atómica, la utilización de las mareas y el aprovechamiento del calor solar, podrían por sí solos realizar con exceso toda la suma de trabajo que el mundo necesita para vivir.

Llegada la actividad científica al punto en que se halla, todo hace presumir que va a desbordarse en incontables aplicaciones. Los descubrimientos se seguirán vertiginosamente. Lo que soñábamos como lejano se volverá habitual, sin causarnos sorpresa ninguna, gracias a esa maravillosa facultad que poseemos de adaptarnos a todo.


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Dominio público
119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 514 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La tumba de monseñor Romero

Manuel Cerón Mejía


Crónica, Viajes


En vísperas de Semana Santa volví al centro histórico de San Salvador, y tras ojear el Palacio Nacional y la Plaza Gerardo Barrios (cubierta de láminas por obras en marcha de la comuna), me introduje, a través del costado oriental, hacia el estómago de la Catedral Metropolitana.

      En la antecámara, entretanto me desembarazaba del polvo y sudor, eché un vistazo a un cartel que exigía andar a hurtadillas allá abajo. Descendí, veintidós escalones cuando menos, y gané el gran salón donde yacía, en penumbras, la cripta de Monseñor. Llámelo sólo Monseñor, me había dicho el taxista hacía minutos, cuando no…, Romero.


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Dominio público
1 pág. / 3 minutos / 105 visitas.

Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Manuel Cerón.

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