Textos más vistos etiquetados como Cuento infantil

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etiqueta: Cuento infantil


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Paco Yunque

César Vallejo


Cuento infantil


Cuando Paco Yunque y su madre llegaron a la puerta del colegio, los niños estaban jugando en el patio. La madre le dejó y se fue. Paco, paso a paso, fue adelantándose al centro del patio, con su libro primero, su cuaderno y su lápiz. Paco estaba con miedo, porque era la primera vez que veía a un colegio; nunca había visto a tantos niños juntos.

Varios alumnos, pequeños como él, se le acercaron y Paco, cada vez más tímido, se pegó a la pared, y se puso colorado. ¡Qué listos eran todos esos chicos! ¡Qué desenvueltos! Como si estuviesen en su casa. Gritaban. Corrían. Reían hasta reventar. Saltaban. Se daban de puñetazos. Eso era un enredo.

Paco estaba también atolondrado porque en el campo no oyó nunca sonar tantas voces de personas a la vez. En el campo hablaba primero uno, después otro, después otro y después otro. A veces, oyó hablar hasta cuatro o cinco personas juntas. Era su padre, su madre, don José, el cojo Anselmo y la Tomasa. Eso no era ya voz de personas sino otro ruido. Muy diferente. Y ahora sí que esto del colegio era una bulla fuerte, de muchos. Paco estaba asordado.

Un niño rubio y gordo, vestido de blanco, le estaba hablando. Otro niño más chico, medio ronco y con blusa azul, también le hablaba. De diversos grupos se separaban los alumnos y venían a ver a Paco, haciéndole muchas preguntas. Pero Paco no podía oír nada por la gritería de los demás. Un niño trigueño, cara redonda y con una chaqueta verde muy ceñida en la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso arrastrarlo. Pero Paco no se dejó. El trigueño volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló. Paco se pegó más a la pared y se puso más colorado.

En ese momento sonó la campana, y todos entraron a los salones de clase.


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Dominio público
18 págs. / 32 minutos / 11.271 visitas.

Publicado el 21 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Genoveva de Brabante

Christoph von Schmid


Cuento infantil


I. Genoveva se casa con el conde Sigifredo.

La aurora del Evangelio comenzaba a iluminar con su luz fraternizadora a Alemania, que entraba en un nuevo período de dicha y prosperidad, al dulcificarse las costumbres de sus naturales con el contacto de los primeros propagadores del cristianismo entre los germanos; el suelo, hasta entonces inculto y estéril, recibía también de mano de sus primeros cristianos una labor fecunda, que, insensiblemente, iba convirtiendo en ricos campos productivos y en jardines llenos de florea los extensos y sombríos bosques de la Germania.

Este notable progreso llenaba de satisfacción a la mayor parte de los señores alemanes, que eran los primeros en reconocer y acoger favorablemente la benéfica influencia de la nueva doctrina.

Por esta época, es decir, hace ya muchos siglos, vino al mundo Genoveva, hija del duque de Brabante, gran señor a quien todo el mundo admiraba, tanto por su intrepidez y arrojo en los combates, como por sus generosos sentimientos, su incorruptible justicia y su amor al prójimo, cualidades que adornaban igualmente a su esposa la duquesa, hasta el punto de que podía, decirse de ellos que eran dos cuerpos y un alma. Puede deducirse de aquí la educación que recibiría Genoveva, que era su hija única, y a la que Amaba con una ternura inefable. Mostró ésta, desde su más tierna infancia, una clara inteligencia, un corazón noble y sensible, y un carácter poco común, por la mansedumbre, modestia y amabilidad que la adornaban.


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Dominio público
120 págs. / 3 horas, 31 minutos / 1.496 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Alicia en el País de las Maravillas

Lewis Carroll


Cuento infantil, novela infantil


Prefacio

En el dorado anochecer
bogamos lentamente;
los brazos siéntense ceder
al remo débilmente.
¡Qué dichoso desfallecer
las manos sin oriente!

Y qué implacable triple voz
suena en el dulce olvido
pidiendo extrañas invenciones,
de quieto y lírico sentido.
¿Cómo callar indiferente
sintiendo su latido?

Dice apremiante la primera
voz que comience el cuento,
la segunda no nos reclama
lógica de argumento,
y nos acucia la tercera
con anheloso acento.

¡Oh, qué silencio más profundo
se impone a todo ruido!
Es la tierra un maravilloso
país desconocido,
lleno de seres que convierten
en real lo fingido.

Cuando la fuente imaginaria
se agota en la inventiva
y a los cristales del ensueño
la luz se les esquiva:
«¡Siga el cuento —claman los seres—
que tanto nos cautiva!»

Así el país maravilloso
sobre el yunque del yo.
episodio tras episodio,
su leyenda forjó,
y al ocaso, un mundo de amigos
el alma nos pobló.

Recibe, Alicia, este pueril
libro con mano tierna
y ponlo allí donde la infancia
salva la vida interna,
como el ferviente peregrino
guarda una flor eterna.

1. En la madriguera

Alicia empezaba a sentirse cansadísima de estar sentada en un margen, al lado de su hermana, sin saber qué hacer: por dos veces había atisbado el libro que ella leía, pero era un libro sin grabados, sin diálogo, y «¿de qué sirve un libro —se dijo Alicia— si no tiene diálogo ni grabados?».

Y de la mejor manera que le permitían la somnolencia y el atontamiento en que la había sumido el calor de aquella jornada, consideraba en su fuero interno si valdría la pena entretenerse en arrancar margaritas por el gusto de hacer una cadena con ellas, cuando de pronto saltó a su lado un Conejo Blanco de ojuelos encarnados.


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Dominio público
89 págs. / 2 horas, 37 minutos / 3.276 visitas.

Publicado el 27 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Barba Azul

Charles Perrault


Cuento infantil


Érase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de oro y plata, muebles forrados en finísimo brocado y carrozas todas doradas. Pero desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul; esto le daba un aspecto tan feo y terrible que todas las mujeres y las jóvenes le arrancaban.

Una vecina suya, dama distinguida, tenía dos hijas hermosísimas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando a su elección cuál querría darle. Ninguna de las dos quería y se lo pasaban una a la otra, pues no podían resignarse a tener un marido con la barba azul. Pero lo que más les disgustaba era que ya se había casado varias veces y nadie sabia qué había pasado con esas mujeres.

Barba Azul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho días completos. El tiempo se les iba en paseos, cacerías, pesca, bailes, festines, meriendas y cenas; nadie dormía y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. En fin, todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a encontrar que el dueño de casa ya no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy correcto.

Tan pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. Al cabo de un mes, Barba Azul le dijo a su mujer que tenía que viajar a provincia por seis semanas a lo menos debido a un negocio importante; le pidió que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir a sus buenas amigas, que las llevara al campo si lo deseaban, que se diera gusto.


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5 págs. / 9 minutos / 1.669 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Fábulas

Esopo


Cuento infantil, Fábula


Afrodita y la gata

Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.

Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.

Androcles y el león

Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.

Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:

—Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.

Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.

Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.

Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.

Bóreas y el Sol

Bóreas y el Sol disputaban sobre sus poderes, y decidieron conceder la palma al que despojara a un viajero de sus vestidos.


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Dominio público
86 págs. / 2 horas, 31 minutos / 1.977 visitas.

Publicado el 24 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Caperucita Roja

Charles Perrault


Cuento infantil


Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.

Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.

—Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.

Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:

—Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

—¿Vive muy lejos?, le dijo el lobo.

—¡Oh, sí!, dijo Caperucita Roja, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.

—Pues bien, dijo el lobo, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.

El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.

—¿Quién es?

—Es su nieta, Caperucita Roja, dijo el lobo, disfrazando la voz, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.

La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:

—Tira la aldaba y el cerrojo caerá.


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2 págs. / 3 minutos / 3.482 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Caza del Tatú Carreta

Horacio Quiroga


Cuento infantil


Chiquitos míos:

En mi carta anterior les prometí un relato divertido. ¡Quién había de decirme que en plena selva, cazando un enorme animal salvaje, me iba a reír a carcajadas!

Así fue, sin embargo. Y los indios que cazaban conmigo, aunque son gente muy seria cuando cazan, bailaban de risa, golpeándose la barriga con las rodillas.

Pero antes debo decirles que esta fiesta de monte tuvo lugar un mes después de mi encuentro con el tigre cebado. Los cinco canales que me había abierto en carne viva con sus garras se echaron a perder, a pesar del gran cuidado que tuve.

(Las uñas de los animales, hijitos míos, están siempre muy sucias, y precisa lavar y desinfectar muy bien las heridas que producen. Yo lo hice así; y a pesar de todo estuve muy enfermo y envenenado por los microbios.)

Los cazadores de que les hablé en mi anterior carta me llevaron acostado sobre una mula hasta la costa del Paraná y cuando pasó un vapor que volvía del Iguazú, lo detuvieron descargando al aire sus escopetas. Fui embarcado desmayado, y hasta tres días después no recobré el conocimiento.

Hoy, un mes más tarde, como les dije, me encuentro sano del todo, en los esteros de la gobernación de Formosa, escribiéndoles sobre una cáscara de tatú que me sirve de mesa.

Bien, chiquitos. Por el título de esta carta ya han visto que se refiere a la cacería de un tatú. (Ante todo, es menester que sepan que el quirquincho, la mulita, el peludo y el tatú son más o menos un mismo y solo animal.) Oigan ahora lo que nos pasó.

Anteayer atravesábamos el bosque para alcanzar esa misma noche las orillas del río Bermejo, tres indios y yo. Caminábamos hambrientos como zorros, cuando...


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 613 visitas.

Publicado el 22 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Hansel y Gretel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimónio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa. El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: “Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”— Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres. "Gretel" dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”. A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dió un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caido y les dijeron "Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar".


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4 págs. / 7 minutos / 1.234 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Amigo Fiel

Oscar Wilde


Cuento infantil


Una mañana la vieja rata de agua asomó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojos redondos muy vivarachos y unos largos bigotes grises. Su cola parecía un elástico negro. Unos patitos nadaban en el estanque, parecidos a una bandada de canarios amarillos, y su madre, toda blanca con patas rojas, se esforzaba en enseñarles a hundir la cabeza en el agua.

—Nunca podrán estrenarse en sociedad si no aprenden a sumergir la cabeza —les decía.

Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna atención a sus lecciones. Eran tan jóvenes que no sabían las ventajas que reporta la vida de sociedad.

—¡Qué criaturas más desobedientes! —exclamó la rata de agua—. ¡Merecerían ahogarse!

—¡No lo quiera Dios! —replicó la pata—. Todo tiene sus comienzos y nunca es demasiada la paciencia de los padres.

—¡Ah! No tengo la menor idea de los sentimientos paternos —dijo la rata de agua—. No soy padre de familia. Jamás me he casado, ni he pensado en hacerlo. Indudablemente, el amor es una buena cosa a su manera; pero la amistad vale más. Le aseguro que no conozco en el mundo nada más noble o más raro que una fiel amistad.

—Y dígame, se lo ruego, ¿qué idea se forma usted de los deberes de un amigo fiel? —preguntó un pardillo verde que había escuchado la conversación, posado sobre un sauce retorcido.

—Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber —dijo la pata, y nadando hacia el extremo del estanque hundió la cabeza en el agua para dar ejemplo a sus hijos.

—¡Qué pregunta más tonta! —gritó la rata de agua—. ¡Como es natural, entiendo por amigo fiel al que me demuestra fidelidad!

—¿Y qué hará usted en cambio? —dijo el avecilla columpiándose sobre una ramita plateada y moviendo sus alitas.

—No le comprendo a usted —respondió la rata de agua.


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12 págs. / 22 minutos / 1.679 visitas.

Publicado el 18 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Cuentos para Niños

Luis Coloma


Cuento infantil


Historia de un cuento

A un crítico de diez años que encuentra mis cuentos «my vomitos»

I

Sembrad en los niños la idea, aunque no la entiendan: los años se encargarán de descifrarla en su entendimiento y hacerla florecer en su corazón.

Había en casa de mis padres un bonito jardín, que separaba la cuadra y cochera del resto del edificio. Levantábase en el centro una glorieta circular, y salían de ella varias callecitas sombreadas por parras y rosales, que iban a terminar en preciosos arriates, caprichosamente cerrados con verjas. En uno de éstos, en que no habían sembrado planta ninguna, guardaba yo dos cabritas, regalo de mi abuela, de quien siempre fui el nieto predilecto.

Estos inofensivos animalitos tenían un enemigo encarnizado en la persona de D.ª Mariquita, anciana ama de llaves, que desempeñaba este cargo en mi casa hacía veintidós años. Según ella, nada bueno podía esperarse de unos animalitos, que tenían con el diablo el peligroso punto de contacto de poseer como él cuernos y rabo.

Mis relaciones con D.ª Mariquita no eran muy cordiales: la disciplina doméstica, quebrantada a veces por mis cabras, y sobre todo, un individuo de la raza felina, un gato pardo, llamado Pilitón, en quien tenía ella puestos sus cinco sentidos, eran entre nosotros la manzana de la discordia. Solía yo cogerle por una pata sin el menor miramiento, y haciéndole sentar sobre sus cuartos traseros, le preguntaba muy serio:

—Pilitón... ¿quieres ir a la escuela?

Pisábale entonces el rabo con disimulo, y Pilitón mayaba furiosamente.

—¿Lo ves? —gritaba yo a D.ª Mariquita— ¿lo ves como Pilitón es un flojo que no quiere estudiar?...


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Dominio público
54 págs. / 1 hora, 34 minutos / 422 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2019 por Edu Robsy.

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