Textos más vistos etiquetados como Cuento infantil | pág. 7

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El Hombre Bueno y el Hombre Malo

Aleksandr Afanásiev


Cuento infantil


Una vez hablaban entre sí dos campesinos pobres; uno de ellos vivía a fuerza de mentiras, y cuando se le presentaba la ocasión de robar algo no la desperdiciaba nunca; en cambio, el otro, temeroso de Dios y de estrecha conciencia, se esforzaba por vivir con el modesto fruto de su honrado trabajo. En su conversación, empezaron a discutir; el primero quería convencer al otro de que se vive mucho mejor atendiendo sólo a la propia conveniencia, sin pararse en delito más o menos; pero el otro le refutaba, diciendo:

—De ese modo no se puede vivir siempre; tarde o temprano llega el castigo. Es mejor vivir honradamente aunque se padezca miseria.

Discutieron mucho, pues ninguno de los dos quería ceder en su opinión, y al fin decidieron ir por el camino real y preguntar su parecer a los que pasasen.

Iban andando cuando encontraron a un labrador que estaba labrando el campo; se acercaron a él y le dijeron:

—Dios te ayude, amigo. Dinos tu opinión acerca de una discusión que tenemos. ¿Cómo crees que hay que vivir, honradamente o inicuamente?

—Es imposible vivir honradamente —les contestó el campesino—; es más fácil vivir inicuamente. El hombre honrado no tiene camisa que ponerse, mientras que la iniquidad lleva botas de montar. Ya ven: nosotros los campesinos tenemos que trabajar todos los días para nuestro señor, y en cambio no tenemos tiempo para trabajar para nosotros mismos. Algunas veces tenemos que fingirnos enfermos para poder ir al bosque a coger la leña que nos hace falta, y aun esto hay que hacerlo de noche porque es cosa prohibida.

—Ya ves —dijo el Hombre Malo al Bueno—: mi opinión es la verdadera.

Continuaron el camino, anduvieron un rato y encontraron a un comerciante que iba en su trineo.

—Párate un momento y permítenos una pregunta: ¿Cómo es mejor vivir, honradamente o inicuamente?


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5 págs. / 10 minutos / 687 visitas.

Publicado el 12 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Zorro y su Comadre

Hermanos Grimm


Cuento infantil


La loba dio a luz un lobezno e invitó al zorro a ser padrino.

— Es próximo pariente nuestro —dijo—, tiene buen entendimiento y habilidad, podrá enseñar muchas cosas a mi hijito y ayudarle a medrar en el mundo.

El zorro se estimó muy honrado y dijo a su vez:

— Mi respetable señora comadre, le doy las gracias por el honor que me hace. Procuraré corresponder de modo que esté siempre contenta de mí.

En la fiesta se dio un buen atracón, se puso alegre y, al terminar, habló de este modo:

— Estimada señora comadre: es deber nuestro cuidar del pequeño. Debe usted procurarse buena comida para que vaya adquiriendo muchas fuerzas. Sé de un corral de ovejas del que podríamos sacar un sabroso bocado.

Gustóle a la loba la canción y salió en compañía del zorro en dirección al cortijo. Al llegar cerca, el zorro le enseñó la casa, diciendo:

— Podrá entrar sin ser vista de nadie, mientras yo doy la vuelta por el otro lado; tal vez pueda hacerme con una gallinita.

Pero en lugar de ir a la granja, tumbóse en la entrada del bosque y, estirando las patas, se puso a dormir.

La loba entró en el corral con todo sigilo; pero en él había un perro, que se puso a ladrar; acudieron los campesinos y, sorprendiendo a la señora comadre con las manos en la masa, le dieron tal vapuleo que no le dejaron un hueso sano. Al fin logró escapar, y fue al encuentro del zorro, el cual, adoptando una actitud lastimera, exclamó:

— ¡Ay, mi estimada señora comadre! ¡Y qué mal lo he pasado! Los labriegos me pillaron, y me han zurrado de lo lindo. Si no quiere que estire la pata aquí, tendrá que llevarme a cuestas.

La loba apenas podía con su alma; pero el zorro le daba tanto cuidado, que lo cargó sobre su espalda y llevó hasta su casa a su compadre, que estaba sano y bueno. Al despedirse, díjole el zorro:


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1 pág. / 1 minuto / 144 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Doncella Sin Manos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:

— ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.

«¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?», pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:

— Dentro de tres años volveré a buscar lo que es mío —y se marchó.

Al llegar el molinero a su casa, salió a recibirlo su mujer.

— Dime, ¿cómo es que tan de pronto nos hemos vuelto ricos? En un abrir y cerrar de ojos se han llenado todas las arcas y cajones, no sé cómo y sin que haya entrado nadie.

Respondió el molinero:

— He encontrado a un desconocido en el bosque, y me ha prometido grandes tesoros. En cambio, yo le he prometido lo que hay detrás del molino. ¡El manzano bien vale todo eso!

— ¿Qué has hecho, marido? —exclamó la mujer horrorizada—. Era el diablo, y no se refería al manzano, sino a nuestra hija, que estaba detrás del molino barriendo la era.

La hija del molinero era una muchacha muy linda y piadosa; durante aquellos tres años siguió viviendo en el temor de Dios y libre de pecado. Transcurrido que hubo el plazo y llegado el día en que el maligno debía llevársela, lavóse con todo cuidado, y trazó con tiza un círculo a su alrededor. Presentóse el diablo de madrugada, pero no pudo acercársele y dijo muy colérico al molinero:

— Quita toda el agua, para que no pueda lavarse, pues de otro modo no tengo poder sobre ella.


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6 págs. / 12 minutos / 201 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Invernada de los Animales

Aleksandr Afanásiev


Cuento infantil


Un toro que pasaba por un bosque se encontró con un cordero.

—¿Adónde vas, Cordero? —le preguntó.

—Busco un refugio para resguardarme del frío en el invierno que se aproxima —contestó el Cordero.

—Pues vamos juntos en su busca.

Continuaron andando los dos y se encontraron con un cerdo.

—¿Adónde vas, Cerdo? —preguntó el Toro.

—Busco un refugio para el crudo invierno —contestó el Cerdo.

—Pues ven con nosotros.

Siguieron andando los tres y a poco se les acercó un ganso.

—¿Adónde vas, Ganso? —le preguntó el Toro.

—Voy buscando un refugio para el invierno —contestó el Ganso.

—Pues síguenos.

Y el ganso continuó con ellos. Anduvieron un ratito y tropezaron con un gallo.

—¿Adónde vas, Gallo? —le preguntó el Toro.

—Busco un refugio para invernar —contestó el Gallo.

—Pues todos buscamos lo mismo. Síguenos —repuso el Toro.

Y juntos los cinco siguieron el camino, hablando entre sí.

—¿Qué haremos? El invierno está empezando y ya se sienten los primeros fríos. ¿Dónde encontraremos un albergue para todos?

Entonces el Toro les propuso:

—Mi parecer es que hay que construir una cabaña, porque si no, es seguro que nos helaremos en la primera noche fría. Si trabajamos todos, pronto la veremos hecha.

Pero el Cordero repuso:

—Yo tengo un abrigo muy calentito. ¡Miren qué lana! Podré invernar sin necesidad de cabaña.

El Cerdo dijo a su vez:

—A mí el frío no me preocupa; me esconderé entre la tierra y no necesitaré otro refugio.

El Ganso dijo:

—Pues yo me sentaré entre las ramas de un abeto, un ala me servirá de cama y la otra de manta, y no habrá frío capaz de molestarme; no necesito, pues, trabajar en la cabaña.

El Gallo exclamó:


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3 págs. / 5 minutos / 126 visitas.

Publicado el 15 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Rosa Más Bella del Mundo

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Érase una reina muy poderosa, en cuyo jardín lucían las flores más hermosas de cada estación del año. Ella prefería las rosas por encima de todas; por eso las tenía de todas las variedades, desde el escaramujo de hojas verdes y olor de manzana hasta la más magnífica rosa de Provenza. Crecían pegadas al muro del palacio, se enroscaban en las columnas y los marcos de las ventanas y, penetrando en las galerías, se extendían por los techos de los salones, con gran variedad de colores, formas y perfumes.

Pero en el palacio moraban la tristeza y la aflicción. La Reina yacía enferma en su lecho, y los médicos decían que iba a morir.

—Hay un medio de salvarla, sin embargo —afirmó el más sabio de ellos—. Tráiganle la rosa más espléndida del mundo, la que sea expresión del amor puro y más sublime. Si puede verla antes de que sus ojos se cierren, no morirá.

Y ya tienen a viejos y jóvenes acudiendo, de cerca y de lejos, con rosas, las más bellas que crecían en todos los jardines; pero ninguna era la requerida. La flor milagrosa tenía que proceder del jardín del amor; pero incluso en él, ¿qué rosa era expresión del amor más puro y sublime?

Los poetas cantaron las rosas más hermosas del mundo, y cada uno celebraba la suya. Y el mensaje corrió por todo el país, a cada corazón en que el amor palpitaba; corrió el mensaje y llegó a gentes de todas las edades y clases sociales.


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2 págs. / 4 minutos / 179 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Zorra y el Gato

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Ocurrió una vez que el gato se encontró en un bosque con la señora zorra, y pensando: «Es lista, experimentada y muy considerada en el mundo», dirigiósele amablemente en estos términos:

— Buenos días, mi estimada señora zorra. ¿Qué tal está su señoría? ¿Cómo le va en estos tiempos difíciles?

La zorra, henchida de orgullo, miró al gato despectivamente de pies a cabeza, y estuvo un buen rato meditando si valía la pena contestarle; pero, al fin, dijo:

— ¡Oh, mísero lamebigotes, necio abigarrado, muerto de hambre, cazarratones, ¿qué te ha pasado por la cabeza? ¿Cómo te atreves a preguntarme si lo paso bien o mal? ¿Qué has aprendido tú, vamos a ver? ¿Cuántas artes conoces?

— No conozco más que una —respondió el gato modestamente.

— ¿Y cuál es esta arte tuya? —inquirió la zorra.

— Cuando los perros me persiguen, sé subirme de un brinco a un árbol, y, de este modo, me salvo de ellos.

— ¿Y es eso todo lo que sabes? —dijo la zorra—. Pues yo domino más de cien tretas, y aún me queda un saco lleno de ellas. Me das lástima; vente conmigo y te enseñaré la manera de escapar de los perros.

En aquel momento se presentó un cazador con cuatro lebreles. El gato, veloz, saltó a un árbol y sentóse en la copa, bien oculto por las ramas y el follaje.

— ¡Abrid el saco, señora zorra, abrid el saco! —gritó desde arriba; pero los canes habían hecho ya presa en la zorra y no la soltaban.

— ¡Ay!, señora zorra —prosiguió el gato—, con vuestras cien tretas os han cogido. ¡Si hubieseis sabido trepar como yo, habríais salvado la vida!


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1 pág. / 1 minuto / 238 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Pulgarcito

Charles Perrault


Cuento infantil


Érase una vez un leñador y una leñadora que tenían siete hijos, todos ellos varones. El mayor tenía diez años y el menor, sólo siete. Puede ser sorprendente que el leñador haya tenido tantos hijos en tan poco tiempo; pero es que a su esposa le cundía la tarea pues los hacía de dos en dos. Eran muy pobres y sus siete hijos eran una pesada carga ya que ninguno podía aún ganarse la vida. Sufrían además porque el menor era muy delicado y no hablaba palabra alguna, interpretando como estupidez lo que era un rasgo de la bondad de su alma. Era muy pequeñito y cuando llegó al mundo no era más gordo que el pulgar, por lo cual lo llamaron Pulgarcito.

Este pobre niño era en la casa el que pagaba los platos rotos y siempre le echaban la culpa de todo. Sin embargo, era el más fino y el más agudo de sus hermanos y, si hablaba poco, en cambio escuchaba mucho.

Sobrevino un año muy difícil, y fue tanta la hambruna, que esta pobre pareja resolvió deshacerse de sus hijos. Una noche, estando los niños acostados, el leñador, sentado con su mujer junto al fuego le dijo:

—Tú ves que ya no podemos alimentar a nuestros hijos; ya no me resigno a verlos morirse de hambre ante mis ojos, y estoy resuelto a dejarlos perderse mañana en el bosque, lo que será bastante fácil pues mientras estén entretenidos haciendo atados de astillas, sólo tendremos que huir sin que nos vean.

—¡Ay! exclamó la leñadora, ¿serías capaz de dejar tu mismo perderse a tus hijos?

Por mucho que su marido le hiciera ver su gran pobreza, ella no podía permitirlo; era pobre, pero era su madre. Sin embargo, al pensar en el dolor que sería para ella verlos morirse de hambre, consistió y fue a acostarse llorando.


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10 págs. / 18 minutos / 1.037 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Buen Humor

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Mi padre me dejó en herencia el mejor bien que se pueda imaginar: el buen humor. Y, ¿quién era mi padre? Claro que nada tiene esto que ver con el humor. Era vivaracho y corpulento, gordo y rechoncho, y tanto su exterior como su interior estaban en total contradicción con su oficio. Y, ¿cuál era su oficio, su posición en la sociedad? Si esto tuviera que escribirse e imprimirse al principio de un libro, es probable que muchos lectores lo dejaran de lado, diciendo: «Todo esto parece muy penoso; son temas de los que prefiero no oír hablar». Y, sin embargo, mi padre no fue verdugo ni ejecutor de la justicia, antes al contrario, su profesión lo situó a la cabeza de los personajes más conspicuos de la ciudad, y allí estaba en su pleno derecho, pues aquél era su verdadero puesto. Tenía que ir siempre delante: del obispo, de los príncipes de la sangre...; sí, señor, iba siempre delante, pues era cochero de las pompas fúnebres.

Bueno, pues ya lo saben. Y una cosa puedo decir en toda verdad: cuando veían a mi padre sentado allá arriba en el carruaje de la muerte, envuelto en su larga capa blanquinegra, cubierta la cabeza con el tricornio ribeteado de negro, por debajo del cual asomaba su cara rolliza, redonda y sonriente como aquella con la que representan al sol, no había manera de pensar en el luto ni en la tumba. Aquella cara decía: «No se preocupen. A lo mejor no es tan malo como lo pintan».

Pues bien, de él he heredado mi buen humor y la costumbre de visitar con frecuencia el cementerio. Esto resulta muy agradable, con tal de ir allí con un espíritu alegre, y otra cosa, todavía: me llevo siempre el periódico, como él hacía también.


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4 págs. / 8 minutos / 213 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Dios te Socorra

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez dos hermanas, una de las cuales era rica y sin hijos y la otra viuda con cinco niños y tan pobre que carecía de pan para ella y su familia. Obligada por la necesidad fue a buscar a su hermana y la dijo:

—Mis hijos se mueren de hambre, tú eres rica, dame un pedazo de pan.

Pero la rica que tenía un corazón de piedra, la contestó:

—No hay pan en casa—, y la despidió con dureza.

Algunas horas después volvió a su casa el marido de la hermana rica, y cuando comenzaba a partir el pan para comer, se admiró de ver que iban saliendo gotas de sangre conforme le iba partiendo. Su mujer asustada le refirió todo lo que había pasado. Se apresuró a ir a socorrer a la pobre viuda y la llevó toda la comida que tenía preparada. Cuando salió para volver a su casa, oyó un ruido muy grande y vio una nube de humo y fuego que subía hacia el cielo. Era que ardía su casa. Perdió todas sus riquezas en el incendio, su cruel mujer lanzando gritos de rabia decía:

—Nos moriremos de hambre.

—Dios socorre a los pobres—, la respondió su buena hermana, que corrió a su lado.

La que había sido rica, hubo de mendigar a su vez; pero nadie tuvo compasión de ella. Su hermana olvidando su crueldad, repartía con ella las limosnas que recibía.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Acertijo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cuentan que un día muy, muy lejano, un príncipe decidió recorrer mundo. Avisó a su criado y ambos se pusieron en camino. Tras mucho cabalgar, llegaron a un profundo bosque del que no podían salir. Mientras daban vueltas y vueltas, buscando un camino adecuado, se hizo de noche, y decidieron buscar un refugio donde pasar la noche. Al fin vieron a lo lejos la luz de una cabaña, a la que se acercaron pidiendo cobijo.

— Mi madre no está,— dijo la linda muchacha que les abrió la puerta —. Pero no creo que queráis quedaros aquí, porque es una bruja. Sin embargo el príncipe, que no conocía el miedo, y ante la perspectiva de pasar la noche al raso, decidió dormir allí. Cuando llegó la terrible bruja y sirvió la cena, la hija previno al príncipe y su criado de que no comieran nada, pues estaba envenenado.

Gracias a la advertencia de la hija de la bruja, consiguieron sobrevivir a la noche. A la mañana siguiente, muy temprano, el príncipe, temiendo nuevos ataques de la bruja, decidió partir. Y cuánta razón tenía. La bruja se acercó al criado, que todavía estaba ensillando a su caballo y tendiéndole una pequeña vasija, le dijo: — ¡Llévale al príncipe este buen vino! Es seguro que le ha de gustar.

Pero el caballo del criado, asustado por la vieja, se encabritó, rompiendo la vasija. Y resultó contenía un veneno tan potente, que el caballo murió al tocarle. El criado huyó despavorido, pero enseguida se detuvo y volvió sobre sus pasos para recoger la silla de montar. Al llegar al lugar del suceso, vio a un cuervo comiendo la carne del animal, y pensando que podría ser su cena, lo mató y lo guardó en su morral.


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2 págs. / 4 minutos / 813 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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