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La Geografía

Juan José Morosoli


Cuento


Yo conocí la geografía de mi terruño por aquel yuyero viejo.

En su canasta estaban todos los pagos, con su perfume agraz y dulce.

Con cada yuyo venía un pedazo de geografía viva. Pues el yuyero al exaltar las virtudes de la planta evocaba el paisaje, los animales y los hombres...

Algunos yuyos desaparecían por algún tiempo como seres vivos.

Solamente las lluvias pertinaces, esas que levantaban de las cuevas los hongos dorados, conseguían que esta o aquella planta surgiera de la tierra. El yuyero las acechaba con la misma avidez que un pajarero acechaba a un pájaro raro.

Otras aparecían, tras un golpe de lluvia de gotas como copas de freno, en las sequías largas que calcinaban los pastos. Nacían y morían con el chaparrón.

La sierra venía con sus mil plantas llenas de espinas.

El valle dormía en la canasta con sus gramillas duras.

La cañada infantil, puro salto y espuma, con su menta espesa.

Los cerros grises y transparentes de mi pago estaban mostrando allí el cabello gris y azufrado de la marcela y la planta de la yerba blanca.

A mí me enseñó geografía el Negro Félix, el yuyero...


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Dominio público
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Publicado el 27 de julio de 2025 por Edu Robsy.

El Domador

Juan José Morosoli


Cuento


<p>En el mar hay cementerios de barcos.</p>
<p>–Sí. Y en mi pago hay cementerios de caballos. Como en la India hay cementerios de elefantes. Una cañada, unos sauces criollos y unas piedras que están al borde de la huella parecen tentar con su paz a los viejos caballos in querencia que ambulan por los caminos...</p>
<p>–Mi pueblo es el cementerio de los circos...</p>
<p>Es un pueblo perdido en el campo. Trasmano de toda huella. Para allí no vienen ni van caminos. Los circos llegaban allí a reparar sus fuerzas. Como los barcos en los diques careneros. A veces no lo lograban y se morían allí. Restos de sus lonas y de sus letreros estaban por los bordes del pueblo como restos de un naufragio. Frente a la pulpería de las carretas hay un letrero que dice: Fenómenos, bestias y leones...</p>
<p>Por eso mi pueblo está lleno de viejos artista que no tienen sino recuerdos. Uno de estos hombres –el domador Arbelo– es quintero.</p>
<p>Tenía treinta años cuando llegó allí por primera vez. Me dijo que cuando juntara algún dinero compraría tierra y haría una quinta.</p>
<p>Cuando llegó allí por última vez, viejo ya, se le murió el último león. Entonces era domador y caramelero, pues el dueño no dejaba vender dentro de la carpa sino caramelos que fabricaban allí. Como llovió durante varios días seguidos, el circo quedó cercado por el barro. Uno a uno comenzaron a irse los artistas. A Arbelo se le enfermó el león. Decía que lo había muerto la humedad. La noche se llenaba de unos rugidos mezclados de golpes de tos que daban mucha lástima.</p>
<p>Arbelo terminaba:</p>
<p>–Perdí el león que era lo único que quería en el mundo, pero si el circo no hubiera terminado, nunca hubiera sido quintero...</p>


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Dominio público
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Publicado el 27 de julio de 2025 por Edu Robsy.

Ayoras Falsos

José de la Cuadra


Cuento


El indio Presentación Balbuca se ajustó el amarre de los calzoncillos, tercióse el poncho colorado a grandes rayas plomas, y se quedó estático, con la mirada perdida, en el umbral de la sucia tienda del abogado.

Este, desde su escritorio, dijo aún:

—Verás, verás no más, Balbuca. Claro de que el juez parroquial… ¡longo simoniaco! …nos ha dado la contra, pero, ¿quiersde contra?, nosotros le apelamos.

Añadió, todavía:

—No te olvidarás de los tres ayoras.

El indio Balbuca no lo atendía ya.

Masculló una despedida, escupió para adelante como las runallamas, y echó a andar por la callejuela que trepaba en cuesta empinada hasta la plaza del pueblo.

Parecía reconcentrado, y su rostro estaba ceñudo, fosco. Pero, esto era sólo un gesto. En realidad, no pensaba en nada, absolutamente en nada.

De vez en vez se detenía, cansado.

Escarbaba con los dedos gordos de los pies el suelo, se metía gruesamente aire en los pulmones, y lo expelía luego con una suerte de silbido ronco, con un ¡juh! prolongado que lo dejaba exhausto hasta el babeo. En seguida tornaba a la marcha con pasos ligeritos, rítmicos.

Al llegar a la plaza se sentó en un poyo de piedra. De la bolsita que pendía de su cuello, bajo el poncho, sacó un puñado de máchica y se lo metió en la boca atolondradamente.

El sabor dulcecillo llamóle la sed. Acercóse a la fuente que en el centro de la plaza ponía su nota viva y alegre, y espantó a la recua de mulares que en ella bebía.

—¡Lado! ¡Lado! —gritó con la voz de los caminos—. ¡Lado!

Apartáronse las bestias, y el indio Balbuca pudo meter en el agua revuelta y negruzca su mano ahuecada que le sirvió de vasija.

—¡Ujc!…

Satisfecho, se volvió al poyo de piedra.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 3.618 visitas.

Publicado el 25 de abril de 2021 por Edu Robsy.

Amar Hasta Fracasar

Rubén Darío


Cuento


Hablábamos varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados, con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos arrevesados, en losange; y luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales, en largos cuentos castellanos.

Entonces yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que dirigía, allá en la lejana Nicaragua, un mi íntimo amigo. Es un cuento corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. Vais a leerlo. No encontraréis otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor?, sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. Ignoro e ignoré siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me refiero:

AMAR HASTA FRACASAR

Trazada para la A

La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada. Amaba a Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.

Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar trataban; mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal plan.

La plaza, llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca para apañar larga plata, para agarrar adahalas. ¡Bravas agallas! ¿Mas bastaba tal cábala?. Nada ¡ca! ¡nada basta a tajar la llamada aflamada!


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3 págs. / 6 minutos / 2.827 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Cruz del Diablo

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


Mi abuelo se lo narró a mi padre, mi padre me lo ha referido a mí, y yo te lo cuento ahora, siquiera no sea más que por pasar el rato. El crepúsculo comenzaba a extender sus ligeras alas de vapor sobre las pintorescas orillas del Segre, cuando, después de una fatigosa jornada, llegamos a Bellver, término de nuestro viaje.

Bellver es una pequeña población situada a la falda de una colina, por detrás de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos.

Los blancos caseríos que la rodean, salpicados aquí y allá sobre una ondulante sabana de verdura, parecen a lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de la ribera.

Una pelada roca, a cuyos pies tuercen éstas su curso, y sobre cuya cima se notan aún remotos vestigios de construcción, señala la antigua línea divisoria entre el condado de Urgel y el más importante de sus feudos.

A la derecha del tortuoso sendero que conduce a este punto, remontando la corriente del río y siguiendo sus curvas y frondosas márgenes, se encuentra una cruz.

El asta y los brazos son de hierro; la redonda base en que se apoya, de mármol, y la escalinata que a ella conduce, de oscuros y mal unidos fragmentos de sillería.

La destructora acción de los años, que ha cubierto de orín el metal, ha roto y carcomido la piedra de este monumento, entre cuyas hendiduras crecen algunas plantas trepadoras que suben enredándose hasta coronarlo, mientras una vieja y corpulenta encina la sirve de dosel.


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19 págs. / 33 minutos / 1.322 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Conjuración de las Palabras

Benito Pérez Galdós


Cuento


Érase un gran edificio llamado Diccionario de la Lengua Castellana, de tamaño tan colosal y fuera de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi la cuarta parte de una mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre, cuando ponían al tal edificio en el estante de su dueto, la tabla que lo sostenía amenazaba desplomarse, con detrimento de todo lo que había en ella. Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía, un ancho cartel con doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre, y significación de aquel gran monumento.

Por dentro era mi laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.

* * *

Una mañana sintiose gran ruido de voces, putadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos, como si un numeroso ejército se levantara y vistiese a toda prisa, apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra debía de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del Diccionario, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este ejército presentaba, según me dijo el testigo ocular que lo presenció todo desde un escondrijo inmediato, el cual testigo ocular era un viejísimo Flos sanctorum, forrado en pergamino, que en el propio estante se hallaba a la sazón.


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7 págs. / 13 minutos / 1.261 visitas.

Publicado el 1 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

El Diablo Desinteresado

Amado Nervo


Cuento


I

Cipriano de Urquijo, muchacho hispanoamericano, llegó a París hace pocos años, con el propósito de ser el pintor 10.801° de los que albergaba la Ciudad—Luz, donde, según las estadísticas, había la sazón diez mil ochocientos (número cerrado).

Buscó en el barrio de Montparnasse uno de esos modestos «estudios», a los que da acceso un patinillo con toldo rústico de trepadoras.

El estudio estaba dividido en dos compartimientos por una cortina de cretona. Detrás de la cortina, sobre una especie de andamio, al que se subía por una escalerilla de madera, se hallaba el dormitorio, compuesto de un catre—jaula, un lavabo comprado por cinco francos en el bazar de la Gaîté, y una mesa de noche, de pino, sin pintar; sobre la cual se posaba majestuosamente la lámpara.

En la parte anterior de la habitación estaba el estudio propiamente dicho, ¿Describirlo? ¡Para qué!, o a quoi bon!, si le place más al lector, quien, sin duda, habrá conocido diez mil ochocientos estudios de este género, o si la cifra le parece exagerada, cinco mil cuatrocientos, dos mil setecientos, mil trescientos cincuenta…

Baste decir que había un biombo, fabricado y pintado por Cipriano; algunos lienzos del joven artista; estampas viejas, persas, japonesas; tres o cuatro chucherías sobre mesitas y repisas; un viejo diván con su corte de sillas, adquiridas en diversas subastas, con lo cual dicho está que cada una acusaba una «fisonomía propia», etc.,etc., etc.

Por lo demás, yo no sé con qué objeto estoy describiendo el estudio de Cipriano de Urquijo, puesto que en el instante en el lector va a trabar conocimiento con el artista, éste ha salido…

Sí, ha salido; por lo que no le haremos una visita en la rue Campagne—Prémiére, donde vive, sino que le encontraremos en el Bulevar Malesherbes, tan distante de aquélla.


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29 págs. / 52 minutos / 1.053 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Jardín Umbrío

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


Historias de Santos, de Almas en Pena, de Duendes y de Ladrones

Tenía mi abuela una doncella muy vieja que se llamaba Micaela la Galana. Murió siendo yo todavía niño. Recuerdo que pasaba las horas hilando en el hueco de una ventana, y que sabía muchas historias de santos, de almas en pena, de duendes y de ladrones. Ahora yo cuento las que ella me contaba, mientras sus dedos arrugados daban vueltas al huso. Aquellas historias de un misterio candoroso y trágico, me asustaron de noche durante los años de mi infancia y por eso no las he olvidado. De tiempo en tiempo todavía se levantan en mi memoria, y como si un viento silencioso y frío pasase sobre ellas, tienen el largo murmullo de las hojas secas. ¡El murmullo de un viejo jardín abandonado! Jardín Umbrío.


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103 págs. / 3 horas, 1 minuto / 923 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Los Sueños

Francisco de Quevedo y Villegas


Cuento


SUMA DEL PRIVILEGIO.

Tiene privilegio de su Majestad por diez años don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, para imprimir este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, como consta de su original, despachado en el oficio de Lázaro de Ríos, Secretario de su Majestad, y Escribano de Cámara. Fecho en Madrid a 28 de enero 1631.


SUMA DE LA TASA.

Los señores de Consejo tasaron este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, a cuatro maravedís cada pliego, y tiene veinticuatro pliegos, que monta noventa y seis maravedís cada libro, en que se ha de vender en papel, como consta de la fee que dio Lázaro de Ríos, Secretario de su Majestad, en 17 de marzo de 1631.


FE DEL CORRECTOR.

Este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, compuesto por don Francisco de Quevedo, está bien y fielmente impreso con su original. Dada en Madrid a 12 días de marzo de 1631. El Licenciado Murcia de la Llana.


CENSURA DEL P. M. FRAY DIEGO de Campo, Calificador de la General Inquisición y examinador Sinodal del Arzobispado de Toledo.


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159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 906 visitas.

Publicado el 5 de abril de 2020 por Edu Robsy.

El Fracaso

Antón Chéjov


Cuento


Elías Serguervitch Peplot y su mujer, Cleopatra Petrovna, aplicaban el oído a la puerta y escuchaban ansiosos lo que ocurría detrás. En el gabinete se desarrollaba una explicación amorosa entre su hija Natáchinka y el maestro de la escuela del distrito, Schúpkin.

Peplot susurraba con un estremecimiento de satisfacción:

—Ya muerde el anzuelo. Presta atención. En cuanto lleguen al terreno sentimental, descuelga la imagen santa y les daremos nuestra bendición. Éste será un modo de cogerlo. La bendición con la imagen es sagrada. No le será posible escapar, aunque acuda a la justicia.

Entretanto, detrás de la puerta tenía lugar el siguiente coloquio:

—No insista usted —decía Schúpkin encendiendo un fósforo contra su pantalón a cuadros—; yo no le he escrito ninguna carta.

—¡Como si yo no conociera su carácter de letra! —replicaba la joven haciendo muecas y mirándose de soslayo al espejo—. Yo lo descubrí en seguida. ¡Qué raro es usted! Un maestro de caligrafía que escribe tan malamente. ¿Cómo enseña usted la caligrafía si usted mismo no sabe escribir?

—¡Hum! Esto no tiene nada que ver. En la caligrafía, lo más importante no es la letra, sino la disciplina. A uno le doy con la regla en la cabeza; a otro le hago arrodillarse; nada tan fácil. Nekransot fue un buen escritor; pero su carácter de letra era admirable; en sus obras insértase una muestra de su caligrafía.

—Aquel era Nekransot, y usted es usted. Yo me casaré gustosa con un escritor —añade ella suspirando—. Me escribiría siempre versos...

—Versos puedo yo también escribírselos, si usted lo desea.

—¿Y sobre qué asunto escribirá usted?

—Sobre amor, sentimientos, sobre sus ojos... Como me leyera usted, se volvería usted loca. Incluso lloraría usted. Oiga, si yo le dirijo versos poéticos, ¿me dará usted su mano a besar?


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Dominio público
1 pág. / 3 minutos / 821 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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