La Seca
Javier de Viana
Cuento
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
Mostrando 21 a 28 de 28 textos encontrados.
etiqueta: Cuento textos disponibles fecha: 25-10-2022
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
La idiosincrasia animal, como la humana, se plasma bajo la influencia combinada de factores internos y externos. Es ley fatal para las razas y los individuos, adaptarse a las mutaciones del medio ambiente o sucumbir. El perro gaucho no escapó al imperio de esa ley universal. A fin de perdurar, hubo de conformarse e identificarse con la naturaleza del suelo y las exigencias de la vida a que le sometía el trasplante. Y es así cómo el perro gaucho resultó adusto y parco, valiente sin fanfarronerías, y afectuoso sin vilezas, copia moral de la moralidad de su amo.
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
Era hace mucho tiempo, mucho tiempo, en los primeros años de la colonia.
Las guerras guaraníticas y el intrincado pleito con los lusitanos, dejaban a los gobernadores españoles poco tiempo para ocuparse del fomento industrial de los territorios.
Las campañas estaban casi desiertas.
En el lejano orientd, en la enormidad de las tierras bañadas por el Hum, Olimar, Cebollatí, Tacuarí y Yaguarón, era menester trotar días enteros, desde el rancho de partida, para encontrar otro rancho.
Empero, en las boscosas riberas de los ríos, en los recovecos de las serranías y en las ubérrimas praderas, el puñado de vacunos y yeguarizos con que Hernandarias obsequió a nuestro suelo, había procreado portentosamente.
Eran miles y miles, que aumentaban sin tregua, malgrado las depredaciones de los mamelucos.
Eran malos.
Si por malo se entiende al altivo, a quien ama la libertad sobre todo, a quien prefiere la muerte al cautiverio.
La fosca naturaleza del suelo que forjó el carácter irreductible del charrúa y sus hermanos aborígenes, formó el mismo temperamento indómito y combativo en los toros y en los potros...
* * *
Una mañana, muy de mañana, Patricio La Cruz iniciaba la quinta jornada en su viaje al Brasil.
Ensilló su malacara, enrabó el tordillo redomón y emprendió marcha guiado por la brújula del instinto.
Había traspuesto los Olimares y bordeando los esteros del Cebollatí acercábase al Tacuarí.
Y apenas clareaba el día, cuando al caer en un valle se encontró con una enorme yeguada que le cerraba el paso.
Enarcados los cuellos, flotantes las crines, levantadas como pendones de guerra las caudas abrojientas, los potros, tendidos en guerrilla, lanzaron furibundos relinchos que las hembras coreaban.
Patricio dióse cuenta del peligro, pero su orgullo, —¡él también era potro!— lo impulsó a desafiarlo.
Y siguió avanzando.
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
Don Carlos Barrete y don Lucas García fueron amigos desde la infancia.
Sus padres eran hacendados linderos.
Andando el tiempo, los viejos murieron y Carlos y Lucas los reemplazaron al frente de sus respectivos establecimientos.
La amistad continuó, acrecentada, por los vínculos espirituales contraídos por múltiples compadrazgos. Don Carlos era padrino de casi todos los hijos de don Lucas y éste de los de aquél.
Bastante ricos ambos, ocurrió que a Barrete empezó a perseguirlo la mala suerte: destrozos de temporales, epidemias, negocios ruinosos...
Cierto día llegó a casa de su amigo con aire preocupado. Conversaron; conversaron sobre cosas sin importancia, sin valor, sin trascendencia. Pero García notó, sin dificultad, que aquél había ido con un objeto determinado y que no se atrevía a abordarlo.
Y díjole:
—Vea, compadre: colijo que usté tiene que hablarme de algo de importancia. Vaya desembuchando, no más, qu'entre amigos y personas honradas se debe largar sin partidas.
Y García, desnudando su conciencia como quien desnuda el cuerpo para tirarse a nado en arroyo crecido, dijo:
—Adivinó, compadre. M'encuentro en un apuro machazo. Usté sabe que donde hace unos años el viento m’está soplando ’e la puerta... Tengo que levantar una apoteca y vengo a ver si usté...
—¿Cuanto?
—La suma es rigularcita.
—¡Diga no más!
—Cuatrocientas onzas.
—¡Como si me hubiese vichao el baúl! Casualmente hace cinco días vendí una tropa ’e novillos, y mas o menos esa es la mesma cantidá que tengo. Espere un ratito.
Salió don Lucas y volvió a poco trayendo en nn pañuelo de yerbas las onzas solicitadas.
El visitante vació en el cinto las monedas, sin contarlas.
Ni él ni su amigo hablaron de documentos. Entre esos hombres ningún documento valía más que la palabra de hombre honrado.
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
Los mellizos Melgarejo eran tan parecidos físicamente, que, a no estar juntos, resultaba difícil, aun a quienes a diario los trataban, saber cuál era Juan y cuál Pedro. Sus temperamentos, en cambio, contrastaban diametralmente. Expansivo, audaz y valentón, Pedro; reconcentrado, tranquilo y prudente, Juan. Pedro hería constantemente a Juan con ironías sangrientas. Cuando alguien expresaba la dificultad de distinguirlos, él acostumbraba decir:
—Es fácil: insultennós... Si es mi hermano, afloja; si soy yo, peleo. He oído decir que en el cristiano, la mitad de la sangre es sangre, y la otra mitad es agua... Cuando nosotros nacimos parece que yo me llevé toda la sangre y Juan el agua... ¡Pobre mi hermano!... ¡Es flojo como tabaco aventao!...
Cierta tarde de domingo, en la pulpería Juan estaba por comprar unas bombachas... Pedro entró en ese instante y dijo con hiriente sarcasmo:
—¿Por qué no te compras mejor unas polleras?...
Rió de la ocurrencia. Empurpúresele el rostro a Juan, quien exclamó airado:
—¿Querés probar quien de los dos es más guapo?... ¡Comprométete a acetar lo que yo proponga!. ..
—¡Acetao!
Juan extendió entonces la mano izquierda sobre el mostrador, y dijo a su hermano:
—Poné la tuya encima.
Pedro la puso... Y entonces el otro, desenvainando la daga y con un golpe rápido, dejó las dos manos clavadas al madero del mostrador...
Ninguno de los dos lanzó un quejido; ninguno de los dos hizo un ademán ni manifestó un gesto de dolor.
-Y aura... ¿qué decís? —preguntó Juan.
—Que sos mi hermano —respondió Pedro.
—¿Saco la daga?...
—Sacala o dejala... ¡a tu gusto!...
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
Dalmiro, mocetón de veintiocho años, era hijo único de Paulino Soriano, rico hacendado en las costas del Yi.
Muerta doña Inés, la patrona, la familia, compuesta de Paulino, Dalmiro y Josefa, —sobrina huérfana recogida y criada en la casa,— holgaba en el caserón.
Cierto que la servidumbre era numerosa: negras abuelas de motas blancas, negras jóvenes y presumidas con su tez de hollín y sus dientes de mazamorra, y un cardumen de negritos y negritas que al arrastrarse por el patio parecían pichones de patos picazos.
Pero todos eran silenciosos.
La adustez del patrón no necesitaba voces para imponerse.
No era malo el viejo gaucho; pero su exagerado espíritu de orden, respeto y justicia, le imponían una rígida severidad.
Amando entrañablemente a su hijo, éste creíalo hostil.
Dalmiro era indolente en el trabajo, brusco en sus maneras, provocativo en su decir; en tanto Bibiano, un peoncito de su misma edad y criados juntos, distinguíase por su incansable laboriosidad, su modestia, su comedimiento y sensatez.
Eran compañeros inseparables y con harta frecuencia don Paulino amonestaba a su flojedad y sus arrebatos, elogiando de paso a Bibiano.
—¡Usté nunca me da razón! —exclamó amoscado, cierta ocasión.
—Porque nunca la tenes, —replicó, severo, el anciano.
Desde entonces el “patroncito” comenzó a tomarle rabia al compañero. Y esa malquerencia fué subiendo de punto al enterarse de que Bibiano requería de amores a Josefa, que ella le correspondía y que don Paulino miraba con agrado la presunta unión.
Y Dalmiro, que nunca se había preocupado de su prima, quiso interponerse, y comenzó a perseguirla, más que con ruegos amorosos, con imposiciones y amenazas. Rechazólo la moza, y ante las lúbricas agresividades de Dalmiro, se vió obligada a poner en conocimiento del patrón lo que ocurría.
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
La noche cayó de súbito, como si hubiese sido un gran cuervo abatido de un escopetazo.
La atmósfera, inmóvil, tenía una humedad gomosa, mortificante, repulsiva como la baba del caracol.
Reinaba un silencio opresivo. Las cosas no tenían rumores; las bocas no tenían lenguas.
Ni un solo farolito estelar taraceaba la cúpula de lumaquela funeraria del cielo.
Tan sólo de cuando en cuando, alguna luciérnaga hacía pestañear su diminuto fanal fosforescente.
En el galpón, el hogar está apagado. El trashoguero, cubierto de ceniza, no deja sospechar ni un resto de lumbre...
En el rancho está solito Venicio.
Solito vive, sin más compañeros que sus dos perros picazos y los horneros que tienen sus abovedados palacios en la cumbrera del rancho, ornando el mojinete.
No hay otra cosa en diez leguas a la redonda.
Ningún camino conduce a la suya...
Para ahuyentar la tristeza ambiente, Venicio coge la guitarra y sentándose en un banquito de ceibo, bajo el alero del rancho, improvisa estilos y coplas, coplas y estilos que son como la expresión de una gran sensibilidad cautiva dentro de la jaula inmensa del cielo.
Los sentimientos que borbotean en el alma del gaucho solitario, se cuajan en melodías que se expanden y van decreciendo hasta morir en lo lejano, como el son de una campana de iglesia lugareña.
Canta la guitarra y cauta gemidos, penas de soledad, nostalgia de afectos.
Y en la noche caliginosa que pesa sobre el desierto, sus voces suaves, arrulladoras como canto de palomas monteses, y a veces severas en el vibrar de las bordonas, parecen salmos religiosos, ansias de un anacoreta que sueña amores, procreación, vida, patria... el futuro que su visión profética dibuja en las sombras...
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