El Patagón
Juan José Morosoli
Cuento
El viejo Almeida ni mosquió.
Lo único que se le ocurro fué pensar en los medios, en los gastos del viaje.
—¿Vas a dir a caballo o pensás rifar el cuero?
Almelda chico contestó:
—Le viá pedir plata a Padrino.
Nada mas. Al fin los hijos eran como él. Poco querenciosos. Despegados entre si
* * *
Chico fue a lo de Correa, el padrino, un viejo estanciero con cinco mil cuadras, más loco “q'el diablo”. Vivía solo, rodeado de perros y negros. Porque él en la estancia no quería hembras. Ni perras. Si tenia vacas era porque de las vacas salían los toros.
Correa opuso algunas objeciones:
Chico retrucó: él no iba a pasar la vida allí, en las casas. O de peón ganando ocho pesos en las estancias vecinas.
—¿Pa qué querés más?
—Y... pa muchas cosas... La plata es la plata...
Correa pensó y contestó:
—Venite pa'cá...
Esto lo dejó sin palabras al muchacho, pero al fin replicó:
—Usté ve que hay que caminar... Es lindo...
—¿Lindo? Lindo es caminar en campo de uno... viendo anímales q’son de uno... Si se le antoja carniar un animal y tirárselo a los perros, se lo tiras...
Fondeó al muchacho y le vio la resolución firme de irse. No insistió pues. Entró al rancho y volvió con treinta libras. Se las dio y le dijo como despedida:
—De día mirá pa adelante y de noche pa trás...
Cuestión de no olvidar el camino para regresar...
* * *
El deseo de ir a la Patagonia le nació a Chico cuando vino el hermano mayor que estaba allá hacía años.
Juan Almeida llegó lleno de plata. Y de deseos de gastarla. Por unos días hizo arder el rancherío de caña, asados y bailes.
A las hermanas les hizo llamear el pecho con batas de seda colorada que traía de allá.
—Pa sacarse el gusto de ver lo colorau...
Dominio público
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Publicado el 30 de julio de 2025 por Edu Robsy.