Textos más descargados etiquetados como Cuento disponibles | pág. 56

Mostrando 551 a 560 de 3.898 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Cuento textos disponibles


5455565758

Debajo del Agua

Roberto Arlt


Cuento


Mi padre deseaba que yo siguiera el oficio de carpintero, y durante un tiempo estuve tentado de conformarme con esta sugerencia, pues la visión de un pequeño taller oloroso a virutas, con tablas arrinconadas y un tarro de cola calentándose al bañomaría, ocupaba mi vista con su prestigiosa frescura de viñeta escolar, porque en la escuela, precisamente, yo había estudiado en un libro donde se veía a un carpintero semejante, contento de ganarse laboriosamente el pan con el sudor de su frente; pero luego comprendí que mi temperamento inquieto no se avenía con ese oficio, y me negué a iniciar el aprendizaje, y mi bondadoso padre, que jamás me violentó en ninguna dirección de mi capricho, me respondió:

—Está bien, Jim; está bien. ¿Y qué es lo que querrías ser?

—Quiero trabajar debajo del agua —respondí.

—Es decir, ¿quieres ser buzo?

—Sí.

—Perfectamente, hijo: serás buzo. —Y dicho esto salió para el café, donde trabajaba descansadamente de camarero, y yo me quedé nuevamente inclinado sobre una descabalada revista, que no sé cómo llegó a mis manos, donde en planchas de papel satinado se desplegaban las maravillosas irisaciones de la fauna submarina: peces de metálicas escamas verdes y pupilas de rubí; peces voladores como recortadas palomas de terciopelo violeta; peces globulosos, escarlatas, como la flor del geranio; peces monstruosos, semejantes a troncos de árbol color de tabaco, cuyas dentadas bocas entreabiertas parecían reír. En un fondo celeste se veía a un buzo, inmóvil en un jardín submarino formado por estrellas lilas y nudosos tallos huecos que se anaranjaban como bajo el resplandor de un incendio. Oscuros y sonámbulos cangrejos extendiendo las inseguras antenas, avanzaban en pedregosos fondos de coral y amatista.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 97 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Cuento de Nochebuena

Rubén Darío


Cuento


El hermano Longinos de Santa María era la perla del convento. Perla es decir poco, para el caso; era un estuche, una riqueza, un algo incomparable e inencontrable: lo mismo ayudaba al docto fray Benito en sus copias, distinguiéndose en ornar de mayúsculas los manuscritos, como en la cocina hacía exhalar suaves olores a la fritanga permitida después del tiempo de ayuno; así servía de sacristán, como cultivaba las legumbres del huerto; y en maitines o vísperas, su hermosa voz de sochantre resonaba armoniosamente bajo la techumbre de la capilla. Mas su mayor mérito consistía en su maravilloso don musical; en sus manos, en sus ilustres manos de organista. Ninguno entre toda la comunidad conocía como él aquel sonoro instrumento del cual hacía brotar las notas como bandadas de aves melodiosas; ninguno como él acompañaba, como poseído por un celestial espíritu, las prosas y los himnos, y las voces sagradas del canto llano. Su eminencia el cardenal —que había visitado el convento en un día inolvidable— había bendecido al hermano, primero, abrazádole enseguida, y por último díchole una elogiosa frase latina, después de oírle tocar. Todo lo que en el hermano Longinos resaltaba, estaba iluminado por la más amable sencillez y la más inocente alegría. Cuando estaba en alguna labor, tenía siempre un himno en los labios, como sus hermanos los pajaritos de Dios. Y cuando volvía, con su alforja llena de limosnas, taloneando a la borrica, sudoroso bajo el sol, en su cara se veía un tan dulce resplandor de jovialidad, que los campesinos salían a las puertas de sus casas, saludándole, llamándole hacia ellos: "¡Eh!, venid acá, hermano Longinos, y tomaréis un buen vaso..." Su cara la podéis ver en una tabla que se conserva en la abadía; bajo una frente noble dos ojos humildes y oscuros, la nariz un tantico levantada, en una ingenua expresión de picardía infantil, y en la boca entreabierta, la más bondadosa de las sonrisas.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 8 minutos / 528 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Cornada

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Una corrida en un pueblo, al estrenarse plaza, es un acontecimiento y da que hablar para el año todo; y si se trata de una ciudad del Norte, en la cual no existe ni ambiente ni verdadera afición, el alboroto es mayor aún. Cada cual se cree en el caso de echárselas de entendido, y se arman apuestas y polémicas sin fin.

Tal sucedía en Nublosa, donde desde hacía tiempo se venía procurando atraer en verano gente forastera, y con igual objeto se celebraban festejos, aumentando gradualmente las atracciones y soñando con terminar la famosa plaza mudéjar, de ladrillo, admiración y envidia de las demás ciudades de la región. Merced a la liberalidad de un indiano, don Tomás Corretén, terminose la plaza en menos de dos años; y como el generoso nublosense, que tanto amaba a la ciudad que le vio nacer, falleciese al poco tiempo de haber asegurado la construcción de la plaza con unos cuantos miles de duros, los diarios publicaron necrologías sentidísimas, y se habló de erigirle un monumento.

Dejaba don Tomás una viuda joven y no mal parecida: en opinión general, el mejor partido de Nublosa, pues el indiano la había instituido heredera de su capital, en perjuicio de los sobrinos y demás parentela.

—¡Lo que es la suerte de las personas! —repetían en tono enfático las comadres, recordando que aquella Carmela Méndez, hija de un empleadillo, en otros tiempos iba a la compra con una toquillita al pescuezo y echando los dedos por las botas rotas—. ¡Y ahora, gran casa, cercada de jardín, construida por el indiano en lo mejor de Nublosa; coche reluciente de barniz, forrado de seda, con lacayos enlutados; treinta mil duros de renta, una vida de abadesa; cocinera, capellán!…


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 67 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Conversación con una Momia

Edgar Allan Poe


Cuento


El symposium de la noche anterior había sido un tanto excesivo para mis nervios. Me dolía horriblemente la cabeza y me dominaba una invencible modorra. Por ello, en vez de pasar la velada fuera de casa como me lo había propuesto, se me ocurrió que lo más sensato era comer un bocado e irme inmediatamente a la cama.

Hablo, claro está, de una cena liviana. Nada me gusta tanto como las tostadas con queso y cerveza. Más de una libra por vez, sin embargo, no es muy aconsejable en ciertos casos. En cambio, no hay ninguna oposición que hacer a dos libras. Y, para ser franco, entre dos y tres no hay más que una unidad de diferencia. Puede ser que esa noche haya llegado a cuatro. Mi mujer sostiene que comí cinco, aunque con seguridad confundió dos cosas muy diferentes. Estoy dispuesto a admitir la cantidad abstracta de cinco; pero, en concreto, se refiere a las botellas de cerveza que las tostadas de queso requieren imprescindiblemente a modo de condimento.

Habiendo así dado fin a una cena frugal, me puse mi gorro de dormir con intención de no quitármelo hasta las doce del día siguiente, apoyé la cabeza en la almohada y, ayudado por una conciencia sin reproches, me sumí en profundo sueño.

Mas, ¿cuándo se vieron cumplidas las esperanzas humanas? Apenas había completado mi tercer ronquido cuando la campanilla de la puerta se puso a sonar furiosamente, seguida de unos golpes de llamador que me despertaron al instante. Un minuto después, mientras estaba frotándome los ojos, entró mi mujer con una carta que me arrojó a la cara y que procedía de mi viejo amigo el doctor Ponnonner. Decía así:


Leer / Descargar texto

Dominio público
18 págs. / 32 minutos / 792 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2016 por Edu Robsy.

¡Chist!

Antón Chéjov


Cuento


Iván Krasnukin, periodista de no mucha importancia, vuelve muy tarde a su hogar, con talante desapacible, desaliñado y totalmente absorto. Tiene el aspecto de alguien a quien se espera para hacer una pesquisa o que medita suicidarse. Da unos paseos por su despacho, se detiene, se despeina de un manotazo y dice con tono de Laertes disponiéndose a vengar a su hermana:

—¡Estás molido, moralmente agotado, te entregas a la melancolía, y, a pesar de todo, enciérrate en tu despacho y escribe! ¿Y a esto se llama vida? ¿Por qué no ha descrito nadie la disonancia dolorosa que se produce en el alma de un escritor que está triste y debe hacer reír a la gente o que está alegre y debe verter lágrimas de encargo? Yo debo ser festivo, matarlas callando, e ingenioso, pero imagínese que me entrego a la melancolía o, una suposición, ¡que estoy enfermo, que ha muerto mi niño, que mi mujer está de parto!... Dice todo esto agitando los brazos y moviendo los ojos desesperadamente... Luego entra en el dormitorio y despierta a su mujer.


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 267 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Cantiga de los Esponsales

J. M. Machado de Assis


Cuento


Imagine la lectora que está en 1813, en la iglesia de Carmo, oyendo una de aquellas buenas fiestas antiguas, que eran la mayor diversión pública y lo mejor del arte musical. Sabe cómo es una misa cantada; puede imaginar lo que sería una misa cantada en aquellos años remotos. No llamo su atención hacia los curas y sacristanes, ni hacia el sermón, ni hacia los ojos de las jóvenes cariocas, que ya eran bonitas en aquel tiempo, ni hacia las mantillas de las señoras graves, las casacas, las cabelleras, las cortinas, las luces, los inciensos, nada. Ni siquiera hablo de la orquesta, que es excelente; me limito a mostrarle una cabeza blanca, la cabeza de ese viejo que dirige la orquesta con alma y devoción.

Se llama Román Pires. Tendrá sesenta años, no menos en todo caso, nació en el Valongo, o por esos lados. Es un buen músico y un buen hombre; todos los colegas lo quieren.

El maestro Román es su nombre familiar; y decir familiar o público era la misma cosa en tal materia y en aquellos tiempos. “La misa será dirigida por el maestro Román”, equivalía a esta forma de anuncio, años después: “Entra en escena el actor João Caetano”. O a esta: “El actor Martinho cantará una de sus mejores arias”. Era la sazón adecuada, el aliciente delicado y popular. ¡El maestro Román dirige la fiesta! ¿Quién no conocía al maestro Román, con su aire circunspecto, recatado el mirar, sonrisa triste y paso lento? Todo esto desaparecía al frente de la orquesta; y entonces la vida se derramaba por todo el cuerpo y todos los gestos del maestro; la mirada se encendía, la sonrisa se iluminaba: era otro. No significaba esto que él fuera el autor de las misas; esta, por ejemplo, que ahora dirige en el Carmo es de João Mauricio; pero él se aplica a su trabajo poniendo en ello el mismo amor que pondría si fuera suya.


Leer / Descargar texto


5 págs. / 8 minutos / 316 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Candelario

Javier de Viana


Cuento


Como venía cayendo la noche y había que recorrer aún más de dos leguas para llegar a las casas, don Valentín dijo a Candelario:

—Vamo a galopiar.

—Vea patrón qu'el camino es fiero, que su mano está pesada y qu'el diablo abre un aujero cuando quiere desnucar un cristiano...

Sonrió el estanciero, resolló fuerte, irguió el gran busto y respondió en son de burla:

—¿T'imaginás, mocoso, que por que ya soy de colmillo amarillo ya no tengo habilidá pa salir parao si se me da güelta el matungo?...

Y sin esperar respuesta, levantó el arriador, un arriador de raiz de coronilla, adornado con virolas de plata, y le dio recio rebencazo al ruano, que emprendió galope, por la cuesta abajo, en una cortada de campo por terreno chilcaloso, todo salpicado de tacuruces.

Candelario, sin osar observaciones, puso también su caballo a galope.

Sabía que era siempre inútil contradecir a su patrón, y más inútil todavía cuando se encontraba como esa tarde, algo alegrón.

Don Valentín Veracierto era un hombre como de cincuenta años, alto, grueso, grandote, poseía una estancia de valía sobre la costa del Arroyo Malo, y era un hombre muy bueno, muy bueno...

Tenía un carácter jovial y su mayor pasión era jugar al truco; jugar al truco por fósforos, por cigarrillos, por las «convidadas», a lo sumo por un «cordero ensillado»—lo que quiere decir, un cordero con pan y el vino correspondientes. Las partidas tenían lugar casi siempre en la pulpería inmediata, y de ellas provenía la anotación semanal en la libreta: «Gasto... tanto».

La partida «gasto» ocultaba, sin detallar, los copetines bebidos y los perdidos al truco.

Él perdía siempre; y esto le mortificaba muchísimo, porque tenía el prurito de ganar. Y no por avaricia, sino por orgullo de triunfador.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 30 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Banquete de Bodas

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Una noche de Carnaval, varios amigos que habían ido al baile y volvían aburridos como se suele volver de esas fiestas vacías y estruendosas, donde se busca lo imprevisto y lo romancesco y sólo se encuentra la chabacana vulgaridad y el más insoportable pato, resolvieron, viendo que era día clarísimo, no acostarse ya y desayunarse en el Retiro, con leche y bollos. La caminata les despejó la cabeza y les aplacó los nervios encalabrinados, devolviéndoles esa alegría espontánea que es la mejor prenda de la juventud. Sentados ante la mesa de hierro, respirando el aire puro y el olor vago y germinal de los primeros brotes de plantas y árboles, hablaron del tedio de la vida solteril, y tres de los cuatro que allí se reunían manifestaron tendencias a doblar la cerviz bajo el santo suyo. El cuarto —el mayor en edad, Saturio Vargas— como oyó nombrar matrimonio, hizo un mohín de desagrado, o más bien de repugnancia, que celebraron sus compañeros con las bromas de cajón y con intencionadas preguntas. Entonces Saturio, entre sorbo y sorbo de rica leche, anunció que iba a contar la causa de la antipatía que le inspiraba sólo el nombre y la idea del lazo conyugal.

Es una de las cosas —dijo— que no pueden justificarse con razones, y no pretendo que me aprobéis, sino que allá, interiormente, me comprendáis... Hay impresiones más fuertes y decisivas que todos los raciocinios del mundo; he sufrido una de éstas... y la obedezco y la obedeceré hasta la última hora de mi vida. Estad ciertos de que moriré con palma... de soltero.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 218 visitas.

Publicado el 3 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Amnesia

Amado Nervo


Cuento


Capítulo 1

Toda la comedia o el drama de mi vida —no sé aún lo que es— dependió de una cerilla y de un soplo de viento, como dijo el otro.

¿Acaso dependen de algo menos tenue las grandes catástrofes de la historia?

Acababa yo de cumplir treinta años; iba por una calle del barrio de Salamanca —supongamos que por la de Ayala—; cogí un pitillo; quise encenderlo con mi peut—être; no hubo manera: saqué mi caja de cerillas, pues soy hombre prevenido. Pero un soplo de viento apagó la primera cerilla y creo que la segunda. Me metí en un portal de cierta casa lujosa, para lograr mí perseverante deseo. Encendí al fin el pitillo, pero mi corazón se encendió al propio tiempo. Bajaba los escalones de la marmórea escalera, Luisa Núñez, la que diez meses después era mi esposa en el templo de la Concepción de la calle de Goya.

—¡El Flechazo!

—¡Tú no sabes lo que eran los ojos de Luisa! Ni los de Pastora Imperio, ni los de la Minerva del Vaticano podían comparárseles.

Habrás advertido el supremo encanto de unos ojos claros; verdes o zarcos especialmente, en un rostro moreno: encanto y misterio…

Los de Luisa eran zarcos. En su tez trigueña, de un trigueño oscuro, evocaban reminiscencias de límpidas fuentes en la morena tierra.

Debo advertir para que no se culpe a otro que a mí de mi desgracia, que no uno, sino varios amigos oficiosos y buenos, desaprobaron mi matrimonio.

Conocían a Luisa y sabían que era una mujer frívola, muy pagada de su hermosura; de su pelo negro y luciente (no temas: no incurriré en la vulgaridad de decir que «como el ala del cuervo»); de su boca admirablemente dibujada (no receles que te diga que parecía «herida recién abierta»… ); de su cuello Zulamita (lee lo que dice el Cantar de los Cantares); de la esbeltez, en suma, de su cuerpo.


Leer / Descargar texto


30 págs. / 52 minutos / 617 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Amiguitos

Javier de Viana


Cuento


Cuando el forastero pronunció el sacramental “Ave María Purísima”, Candelaria, a los tirones con un ternero yaguané que se resistía a dejarse atar, contestó sin volver la cabeza:

—“¡Sin pecado concebida... Abajesé”.

Puestos frente a frente se dieron la mano y quedaron mirándose, haciendo mutuos esfuerzos para reconocerse.

—¿Vos sos Candelaria?

—¿Y vos Saturno?

Y guardando silencio bajaron la cabeza como avergonzados. Muchos años atrás él la conoció linda y ágil como un chivito, y ahora era una cuarentona flaca, seca, encorvada, miserable.

Y el galán apuesto que supo ganar su corazón virginal, ofrecía mayor aspecto de ruina humana. Largos cabellos, más blancos que negros, e incultas barbas, más tordillas aún, cubrían cabeza y rostro, dejando ver tan sólo los grandes ojos hundidos en las órbitas, ardientes de fiebre, y la nariz corva y aguzada como una hoz.

—Vamos p'adentro, —dijo Candelaria.

Saturno la siguió, tratando de ahogar con la vieja boa que le rodeaba el cuello, un rudo golpe de tos.

Penetraron en el rancho, en una pieza casi a obscuras, pues bien que fuese poco más de las cinco, el cielo plomizo de aquella tarde invernal tendía sobre el campo una noche prematura.

En medio de la habitación, junto a una pequeña mesa de pino, estaba hundida en rústico sillón de asiento y respaldo de cuero peludo, una viejecita que temblaba de frío.

—Mama, aquí está Saturno, —anunció Candelaria.

—¿Saturno Rodríguez? —inquirió ella,— ¡María Santísima! Acércate muchacho. ¡Jesús! ¡Si hace tiempo te créibamos muerto!...

Y mientras Candelaria salía para ir a preparar un mate, la viejecita indagaba:

—¿Qué ha sido de tu vida? ¡Tantos años!... La pobre m’hija t'esperaba siempre...

El forastero interrogó tímidamente:

—¿No... se casó?...


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 47 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

5455565758