Textos favoritos etiquetados como Cuento | pág. 68

Mostrando 671 a 680 de 5.229 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Cuento


6667686970

Técnicas Avanzadas para Localizar el Cerebro

Arturo Robsy


Cuento


Dicen algunos optimistas que el cerebro es la sede de la vida, incluso en los que dan encefalograma plano y no tienen más remedio que dedicarse a la política. Muchas personas suponen, sin excesivas pruebas, que en él reside el pensamiento o, al menos, que con él se piensa.

Que esta opinión no está tan extendida como se cree lo saben los escritores: ninguno ha escapado a la señora o al amigo que, llenos de admiración, le preguntan: ¿De dónde te sacas esas tonterías que escribes? Ni se les ocurre suponer que del cerebro, órgano misterioso.

La ciencia, como saben los estudiantes cuando se introducen en las discotecas, no lo es todo. Si el pueblo llano opina que se puede pensar con otra parte distinta, tiene a su favor muchos siglos de observación de la realidad.

Bien demostrado está que hay quien piensa con el corazón y, aunque se gana el cielo a veces, hace el indio muchas más. Hay quien usa la cartera como órgano de la razón, aunque no siempre acabe depositado en consejos de administración. Otros, sencillamente piensan con los pies, habilidad extendida y de indudable predicamento entre amplios sectores de electores. Otros más piensan con los cojones, o su equivalente, pero no siempre en cuestiones sexuales: se les conoce por su extraordinaria capacidad para ejercer de tarugos. No pocos usan el estómago para construir bellos silogismos capaces de confraternizar con la fabada. Algunos, más virtuosos, lo hacen con el culo, sumiendo a amigos y conocidos en la confusión.

Por eso urgía hallar una técnica que permitiera localizar la situación exacta del órgano pensante para que el médico pudiera intervenir a tiempo y con éxito cuando la razón se extraviara. Un sedante, ¿qué pobre efecto puede ejercer sobre unos pies adaptados al razonamiento inductivo? Un ansiolítico, ¿qué le importa a un estómago con criterio propio?


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
1 pág. / 3 minutos / 79 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2020 por Edu Robsy.

¿Existe una Lengua de los Españoles?

Arturo Robsy


Cuento


Una de las mayores sorpresas que se lleva un inglés que haya estudiado idiomas o, lo que es lo mismo, que haya ojeado el famoso ¿Quiere Vd, hablar español en 10 días?, es descubrir que el idioma español no existe. No importa que lleve en el bolsillo un diccionario Inglés-Español o Español-Inglés. Sufre una ilusión, un espejismo, porque no hay idioma español.

Don Jorge Puig, pequeño empresario catalán, me lo explicó así:

—Hay muchas lenguas españolas. El catalán es, en puridad, español. Tan español como el castellano.

Sin arriesgarme a hacer ningún comentario personal, le mostré mi diccionario Inglés-Español.

—Una barbaridad. —exclamó Don Jorge, que, a veces, se llama Dony Jordi.— Hasta eso ha querido arrebatarnos Castilla.

—¿Y este idioma en el que hablamos, qué es?

—Castellano. Otra lengua española, como el catalán, el gallego, el vascuence, el bable, el patúo, el panocho...

¿No es como para meditar? Don Jorge opinaba que Cataluña es una nación oprimida por España, pero insiste en que el catalán es una lengua tan española como el castellano.

—Además, —insistió, buscando en su librería un ejemplar de la Constitución de 1978— bien claro lo dice aquí: El castellano es la lengua oficial del Estado. ¿Lo ve usted?

Era verdad, claro. Lei más abajo, por encima de su hombro:

—Todos los españoles tienen el deber de conocerla.

Don Jorge Puig, alias Dony Jordi, se revolvió, herido en lo profundo. No esperaba semejante grosería de mí.

—¿Ve cómo estamos oprimidos por España? Se nos obliga a conocer el castellano.

—Entonces, ¿qué hago yo con mis diccionarios? —pregunté, buscando un punto de vista práctico.

—No dejarse engañar. No existe La lengua española. Existen lenguas españolas.

Y, por lo visto, se las sacan los unos a los otros.


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
1 pág. / 2 minutos / 59 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Las Ovejas y las Rosas del Padre Serafín

Manuel Díaz Rodríguez


Cuento


—¡Ya lo traen! ¡Ya lo traen!

—¿Por dónde?

—Por el cementerio. Dicen que lo alcanzaron en el cementerio.

La multitud, fatigada, nerviosa de tanto esperar, se arremolinó y empezó a deshacerse. La mayor parte, sin darse cuenta de lo que hacían, caminaban de arriba abajo por el camino real, pero sin salir de él, o daban vueltas, como buscando una moneda que se les hubiese extraviado, alrededor del mismo punto. Otros corrieron por las calles que del camino real suben a la plaza de la iglesia.

Algunos fueron a reunirse a los que, en coro, y con la más loca agitación, discutían frente a la fachada de la iglesia, en un altozano. Entretanto los pulperos, a la voz de "ya lo traen" cerraban y atrancaban por dentro sus pulperías. Y después de cerrar, ninguno se quedaba dentro: salían a sumarse a la muchedumbre armados, el uno de revólver, el otro de un varal de araguaney, los más con el filoso cola-de-gallo. Don José, el más respetable por la edad, la hacienda y la virtud, se paseaba en mangas de camisa por el corredor de su establecimiento. Provisto de un corto y fuerte cuchillo de caza, decía:

—Es necesario hacer un ejemplar. Es necesario un castigo. No se debe dejar sin castigo una cosa tan fea. En este pueblo no había pasado nunca.

—¡Nunca! Es verdad... Es necesario un castigo —coreaban los otros.

De repente, sobre el coro, se alzó rasgando la sutil seda del aire estival una voz airada y plañidera. A la puerta de una casita, hacia el fin de una de las calles que van a la plaza del pueblo, una vieja mulata canosa, con desgreñada cabeza de Medusa, vociferaba:

—¡Saturno! ¡Saturno! ¡La sangre de mi hijo! ¡Cobren la sangre de mi hijo!

—¿Quién es?

—¡Hombre! ¿Quién va a ser? ¿Quién va a ser sino Higinia? ¡La pobre vieja!


Leer / Descargar texto

Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 150 visitas.

Publicado el 3 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Secreto de Don Juan

Leopoldo Lugones


Cuento


A Tito Arata


Uno de esos últimos compromisos de la tarde, cuya tiránica futilidad asume carácter de obligación en el atolondramiento de las ciudades populosas, más atareado por el trabajo y más mudable que la inquietud, habíamos acarreado, con el retraso fatal de las citas porteñas... sin carácter íntimo —pues quiero creer que las de esta clase formarán la excepción, aun aquí— el contratiempo de no encontrar comedor reservado en aquel restaurante, un tanto bullicioso, si se quiere, pero que nuestro anfitrión, Julio D., consideraba el único de Buenos Aires donde pudieran sentarse confiados en la seguridad de una buena mesa, cuatro amigos dispuestos a celebrar sin crónica el regreso de un ausente. Debimos, pues, resignarnos a la promiscuidad, por cierto brillante, del salón común, con sus damas muy rubias, sus caballeros muy afeitados, su orquesta muy frecuente y su iluminación de joyería, que valorizaba con limpidez ojos seguidores y diamantes audaces; pero Julio D. consiguió, a título de cliente privilegiado, la promesa de una eventual desocupación para tomar el café a solas.

Todos ustedes conocen a Julio D. lo suficiente para dispensarme la inicial de su apellido que han completado sin vacilar, pero tras la cual disimulo, la semitransparencia de la buena educación, no exenta, para el caso, de justa ironía, la característica falta de puntualidad con que nos había retrasado, siendo, no obstante, el anfitrión.


Leer / Descargar texto

Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 95 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

¡Ay del Solo!

Carmen de Burgos


Cuento


Vae soli!

Eccles., cap. IV, v. 10.


Los veía todas las mañanas durante esos días otoñales en que el cielo de Madrid finge sonrisas de primavera; sentados frente al borde de las aceras, la larga fila de vendedores ambulantes se extendía á lo largo de la calle.

Antes de volver la esquina, en lo más ancho de la plazoleta, bajo los árboles casi desnudos que se desprendían lentamente de sus hojas, estaba el puesto de libros viejos, pretenciosamente alineados los de texto, encuadernados y voluminosos. Recordaban con su aspecto la ciencia adocenada y la mediocre burguesía de los catedráticos que los escribieron para rodar de mano en mano de una á otra generación de estudiantes, á los cuales se da todos los años patente de sabiduría por repetir de memoria unos renglones. Cerca de estos libros científicos se apilaban las novelas de folletín y de entregas, con las hojas grasientas ó rotas en su mayoría, y algunos ejemplares modernos, en cuyas anteportadas podían leerse las dedicatorias de inexpertos autores á tal cual crítico ó periodista.

Una mesilla de flores tristes y descoloridas, sobre las cuales caían como lágrimas de la Naturaleza las resecas hojas de los árboles, unía estas petrificaciones del pensamiento que repercute en las aulas de las universidades al kiosquillo donde se ofrecen los periódicos con su incitante olor de tinta fresca. Vuelto el recodo de la acera, las opulentas cestas de bellotas extremeñas, con su luciente cáscara de nogal bruñido, esparcían al sol sus tonos calientes, pareciendo alegrar con una evocación de montañas distantes a los cientos de pajarillos prisioneros dentro de sus jaulones, que revoloteaban mostrando el delicado plumón polícromo escondido debajo de las alas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 102 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Aroma de Pecado

Carmen de Burgos


Cuento


Sola, en la elegante habitación del hotel, se revolvía en el lecho, sin poderse dormir. Sus carnes producían rumor de raso al rozar contra las sábanas, y los encajes se quebraban á su contacto con acento de caricia.

Apretó el botón de la luz eléctrica y paseó una mirada investigadora por el cuarto. La cama se retrataba en la gran luna del armario, con su regia magnificencia. Sobre la chimenea jarrones de flores; en todas partes juguetes y bibelots; el tocador lleno de frascos y cajas de perfumes; los muebles rientes: chaise-longue, butaquitas coquetas, alfombras muelles y cojines. ¡Qué distante estaba aquella habitación de su severa alcoba de Madrid! Recordábala con su enorme lecho de nogal, sus sábanas planchadas, la colcha modesta, las escasas sillas y el reclinatorio de terciopelo. No había más muebles que esos y la mesa de noche con la botella del agua y el libro de devociones. Siempre, al tender la mirada en torno, halló los cuadros de mártires, de santos, la cara sufriente de una Dolorosa ó las llagas de un Crucificado. Ahora era su propia imagen la que se le ofrecía en los espejos múltiples.

Se alzó en el lecho, y dirigió la vista á la luna más próxima. ¿Era tan hermosa como se contemplaba? ¡Hacía tanto tiempo que no reparaba en su belleza! Suelto el negro cabello sobre los hombros, encendidas las mejillas, rojos los labios, brillantes las pupilas bajo su cortinaje de negras pestañas, con el seno amplío, la garganta firme y los brazos morenos, la luz arrancaba á sus carnes tonalidades plateadas. Por un momento sintió admiración, ternura hacia su pobre cuerpo, descuidado en prematura vejez, y estrechando dulcemente sus senos, bajó la cabeza y se besó los brazos...

¿Qué hacía? Dudó un momento. Después echóse atrás y saltó resuelta al suelo, para acercarse al espejo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 162 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Enrique Libre Pons No Irá al Paraíso

Arturo Robsy


Cuento


Enrique Libre Pons no irá al Paraíso. Así se ha decidido.

Sin equivocarnos, podríamos echar la culpa a sus muchos pecados. Amaba, por ejemplo, con fundir a las jovencitas retándolas a repetir, a toda velocidad, "del coro al caño y del caño al coro", en espera de que se les trabucase alguna vocal entre coro y caño y resultara una palabra contra la moral.

Daba extraños consejos a los amigos, siempre con aquel tono entre burlón e incitante de marginado social: "no pongas un solo cojín en la bandeja de tu coche —decía—: pon dos y bien grandes y hermosotes. Así, cuando pases por ahí la gente podrá comentar: ¡vaya dos cojines que tiene el tipo! Algo es algo, ¿no?"

Predicaba alegremente en el desierto y encontraba divertidas las angustias que a los hombres les calientan el vientre y les hacen sentir la infelicidad de su especie. A un amigo le dijo en cierta ocasión, a raíz de una historia morbosa que acababa de contarle: "si la vecina de enfrente duerme con las ventanas abiertas, ve al oculista o aprende a respetar la intimidad. Todos, bajo los vestidos o tras de las paredes, estamos igualmente desnudos. Pienso que existen más de mil novecientos millones de cosas como las que ves en tu vecina, por muy redonditas y tersas que te parezcan".

A principios de año jugaba a desanimar. "Año nuevo, vida nueva —explicaba—. Pero como tu vida no va a cambiar mientras no lo haga la de tu vecino, si de verdad te interesa ser otro, vivir de distinta manera, pertenecerte o ensayar una nueva forma de ser feliz, aléjate de él. Vete a los espacios libres. Hazte jipi (hippie) o vagabundo. ¿Por qué no? Y, si no te interesa, ya es otra cosa: no digas año nuevo, vida nueva".


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
7 págs. / 12 minutos / 51 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Si de Verdad Fuera el Hombre un Tipo Racional Compuesto de Alma y Cuerpo

Arturo Robsy


Cuento


¿Sí? Pero, bueno: es que, después de todo, ¿resulta que no es cierto que el hombre sea...? Verán, hasta el extremo de esta afirmación, no.

—¡Epa!

Alto ahí: antes de seguir adelante es preciso afirmar que no se estoy diciendo nada herético.

—Eso tendrá que demostrarlo.

Y lo haré. Creo que no existen dudas acerca de si el hombre está o no compuesto de cuerpo. Es —para los escépticos— esa especie de colcha blanca y pilosa que nos envuelve, eso que nos cuelga cuando nos sentamos en un sillón. Y para demostrar su existencia no hay más que acudir a un dentista o dejarnos escayolar una pierna. Es en estas manipulaciones cuando el cuerpo se nos hace gloriosamente presente.

Históricamente, los filósofos han negado, por turno, el conocimiento, la realidad, el espíritu y la esencia, pero ninguno, embutido en sus sesenta u ochenta quilos de músculos y adiposidades, se ha atrevido con la presencia (cómoda o ingrata) de su cuerpo.

Respecto al alma, las cosas aparecen menos claras. Nadie ignora que el alma, como elemento integrante de la Creación, ha tenido sus detractores y sus propagandistas. En todo caso puede que el alma no sea lo que unos afirman, ni deje de ser lo que otros niegan. Su presencia, en cambio, se advierte en las manifestaciones humanas y éste sí es un hecho a tener en cuenta.

A los muy convencidos les diré que si el alma está tras un taco de su dueño, tras una calumnia, tras una estafa, tras una mentira o tras un eructo, se trata de un espíritu bastante cochino que ha sido injustamente ensalzado.


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
7 págs. / 13 minutos / 61 visitas.

Publicado el 21 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Retrato de Navidad

Arturo Robsy


Cuento


(A las tantas de la tarde del día veinticuatro o día de Nochebuena. Por las calles húmedas viene y va la gente. "Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad". "Dame la bota, María, que me voy a emborrachar". "Y al Niño recién nacido los pañales le han robado". Esta gente es, según su piel, blanca, sonrosada y atezada. Según su vestido, gris, negra, verde, ocre, marrón y azul. Según su pelo, negra, dorada, roja y marrón. Y, así, todos los colores acaban por cernerse sobre cada persona, según sus ojos, sus uñas, sus ilusiones y sus miserias).

Por estas calles sin cielo (porque el cielo amenaza lluvia y ruina de alegrías) los amigos catalogan escaparates y jovencitas; aspiran con glotonería el olor a refrito que sube de las bodegas y que revolotea en torno a los bares; hablan de Navidades ya desvanecidas donde hubo aventuras, trasnochos vinosos y canciones que tiritaban en el alba fría.

A esos amigos me acerco precisamente. Mañana tal vez necesitarán tisanas para despejar las ideas, pero hoy, en mitad de la tarde que termina, están lúcidos y poseen todos los rincones de sus ilustres cabezas.

—Encuesta Pública: ¿Qué es la Navidad? —pregunto.

—Págate un vino y tendrás respuestas.

(Así pues, bajamos al calorcillo de una bodega y nos instalamos en mitad de ese tufo a gente, de los humos conjugados del aceite y del tabaco, y nos ponemos a beber a tragos cortos, que es como se bebe de verdad).

—La Navidad —me dice Miguel— es un pretexto.

—¿Para qué?

(Miguel abre los brazos como un viejo Cristo velazqueño).

—Para todo. Para bebe, como ahora nosotros. Para gastar. Para cantar. Para hacer regalos. Para alegrarse. Para vender...

(Vicente interviene sonriéndose para adentro).

—Hay una teoría: que se celebra el nacimiento de un Dios, del Dios Hijo. Pero sólo es una teoría.

—¿Por qué? —vuelo a preguntar.


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
8 págs. / 14 minutos / 60 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

El Hombre que No Hacía Sombra

Arturo Robsy


Cuento


El sol es un astro enteramente neutral, al menos, eso dicen los astrónomos: todo lo más tiene unas ridículas manchitas y períodos de turbulencia cada once años: nada que le pueda comprometer. Los griegos, sin embargo, pensaban de otra modo: Apolo, que conducía el carro del sol, también lanzaba las flechas de la peste y, en ocasiones, se enfadaba como un demonio y era de temer. Los griegos era un pueblo observador. No diré que tuvieran razón, no, pero sí ojo clínico y talento para explicar las cosas en lugar de hacerse telescopios. Cerebros de primer orden estos griegos.

Mi experiencia es más reducida. Yo viene al mundo con un pan debajo del brazo, pero, una vez que me lo hube terminado, tuve que espabilarme para continuar en la brecha. Verán: la humanidad es variopinta (como dice un poeta que rima Francia con fragancia) y tú cuando naces, es como si te sometieras a un sorteo. O, al revés, quienes acuden a la rifa son tus padres. Naces rubio y las cosas van bien; naces moreno o alto o delgado o fornido, o listo o matemático, o atleta, o guapo y tampoco tienes que preguntarte: las cosas siguen bien. Pero también hay otros aspectos y puedes emerger cojo, o tuerto, o enano, o místico, o poeta, o jorobado, o estrábico, o zoquete, o ambiguo, y, entonces, da lo mismo que te preocupes o no: las cosas van pésimas y no tienen solución. ¿Comprenden el juguete? Son asuntos de la Naturaleza y la Naturaleza es sabia. Nosotros, no, ya que no conseguimos entenderla. En todo caso, los perfectos aman la perfección. Y los imperfectos también si les dejan los otros. Los griegos, los espartanos, vuelven a ser ejemplo por aquel viejo asunto del Taigeto, por donde despeñan a todo quisque que no nacía en perfecto estado de revista.


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
5 págs. / 9 minutos / 61 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

6667686970