Cipriano
Juan José Morosoli
Cuento
Según algunos, Cipriano era "lo más parecido a un chancho". Según otros, era "un chancho parao de manos". Lo que se puede decir, es que si Cipriano caminara en cuatro patas arrastraría la barriga.
Él ha tenido siempre dos preocupaciones: la comida y los cerdos.
Come hasta quedar dormido, la cabeza apoyada sobre los brazos en equis, en la misma mesa donde comió. Cuando se recobra, es para empezar a racionar los cerdos o andar vigilando las cerdas, ojeando las pariciones, para separar la lechonada de las madres, pues ya sabe que las cerdas —tengan o no tengan hambre— se comen los hijos.
Si usted lo quiere ver feliz, háblele de cerdos o de lechones.
—¡Salga paya —dice — un lechoncito mamón asao...
Una voluptuosidad repugnante le recorre el cuerpo.
Y continúa:
—La mitad del animalito se va en grasa... ¡Lo que queda, usted se lo come y todo el cuerpo le da las gracias!...
Siempre le gustó criar cerdos. Cuando tenía la chacra solía tener cinco o seis en engorde. Además una cerda en cría. Decía que "cuando se inventó la chacra se inventó el chancho. Siempre hay alimento para los chanchos en una chacra. Boniatos, zapallos pasmados, sandías que se pasan o no maduran. Y hasta gallinas que se mueren.
Un día abandonó la chacra. Era trabajo rudo y se ganaba poco. Fue entonces que se dedicó a criar y a comprar cerdos. Se hizo acopiador, según decía. Acopiador de cerdos y de desperdicios. Levantaba en las chacras los frutos perdidos. Hasta que se le ocurrió mandar al pueblo cercano sus dos grandes pipas, a levantar "las sobras" en los hoteles y las casas ricas.
Esto lo consideró siempre una idea genial. No se acordaba cómo se le había ocurrido, pero debió ser en un momento de ésos, en que uno no parece uno.
—¡Qué alimento bárbaro!... ¿Cómo no vas a engordar fácil? ¡Con eso, capaz que engordás un palo...!
Cipriano sonreía vanidoso:
Dominio público
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Publicado el 10 de junio de 2025 por Edu Robsy.