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El Hombre Pájaro

Antonio de Trueba


Cuento


I

Niños, decía un maestro de escuela á sus discípulos, no hagáis porquerías, porque los cerdos las aprenden, y hartas saben ellos sin enseñarles más.

Recuerdo esto para que se me perdone el que calle el nombre del pueblo donde pasó lo que voy á contar, porque hartas cosas saben los pueblos para darse mate unos á otros, sin que les enseñemos más los que nos dedicamos á recoger cuentos populares para pulirlos y aderezarlos de modo que regocijen y enseñen un poco y no sean indignos de ingresar en la literatura patria, como lo son cuando los recogemos baboseados de boca del vulgo.

Erase un pueblecillo, no se si de la Rioja ó de Navarra ó de Aragón, cuyo nombre pertenece á los innumerables geográíicos de España que, hijos de la primitiva lengua ibérica, aun subsistente como por milagro de Dios en un rinconcillo sombreado por los montes Pirineos, no los conoce ya como talos ni la madre que los parió, que hasta pasa por el dolor de que cuando por instinto maternal ó por rasgos fisonómicos que observa en ellos sospecha que son sus hijos y quiero cerciorarse de si lo son ó no, la echan enhoramala hasta los más presumidos de sabios, diciéndole que no sea mentecata, pues aquellos nombres son griegos, ó árabes, ó celtas, ó liebre os, ó latinos, ó cualquiera otra cosa que la pobre señora no sospecha, cegada por preocupaciones de la tierra donde se refugió huyendo de invasiones extranjeras.

El pueblecillo de mi cuento está situado en un valle tan estrecho, que carece casi en absoluto de tierra siquiera un poco llana para el cultivo de cereales que no gusten de la costanera como gusta la vid, según el proverbio latino Bacus amat colles: y así los vecinos tienen que subsistir casi exclusivamente del cultivo de esta última planta, que se extiende por ambas vertientes del vallejuelo.


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12 págs. / 22 minutos / 64 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Amigo de Sor Filomena

Norberto Torcal


Cuento


Sentada en un rincón de la portería, la humilde sor Filomena va desgranando entre sus dedos las menudas cuentas de su rosario. En el silencio del melancólico atardecer, el vago silabeo de las Ave Marías de la buena hermana portera es como hilillo de agua salido de las hendiduras de agreste y solitaria peña. En la capilla la devota comunidad entrégase al ejercicio de la tarde á la vaga luz crepuscular que por los pintados vidrios de los altos ventanales se filtra.

¡Ellas sí que son dichosas, las hermanas!—piensa un momento la humilde Sor, acurrucándose un poquito más en su rincón oscuro. ¡Ellas sí que están bien cerca del buen Dios, postradas allí en la capilla, al pie del tabernáculo, bajo las dulces miradas de Jesús que amorosamente las contempla y bendice desde el radiante trono de la sagrada Custodia!

En la puerta interior del vestíbulo alguien anda y se agita sin poder alcanzar el cordón de la campanilla... Algún niño, sin duda. ¡Son tantos los que diariamente vienen ú llamar á aquella puerta!...

Sor Filomena se levanta de su asiento y ú través del cristal de la estrecha ventanilla se pone á mirar quien empuja y hace ruido á la entrada... Nadie... es decir, sí, un perro, un hermoso perro de noble cabeza, rizado pelo negro y dulces ojos azules, de mirada inteligente y húmeda que, meneando la larga cola, parece que algo pide ó desea.

La religiosa quédase mirando unos momentos al magnífico animal y, como cediendo á la santa consigna de que nadie se aleje de aquella casa sin alguna merced ó consuelo, toma de encima de la mesa un mendrugo de pan seco y se lo echa al animal, que lo coge al aire y devora con excelente apetito.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Radioscopia

Norberto Torcal


Cuento


Gran triunfo, colosal victoria la del estudioso y sabio doctor don Juan Nepomuceno Aguaviva y Ruiz de los Peñascos, nombre que desde aquel fausto y dichosísimo día, de perdurable memoria, debía ir unido al de la más grande y portentosa conquista de cuantas el humano ingenio realizara en la larga sucesión de los siglos; nombre que las generaciones venideras pronunciarían con mezcla de pasmo y reconocimiento, descubriéndose la cabeza y postrándose reverentes ante el soberano genio que con el fiat de su voz creadora había hecho surgir la luz del fondo de las espantosas y densas tinieblas...

¡Atrás todos los cacareados inventores, todos los sabios antiguos y modernos, todos hombres de iniciativa, de inteligencia y genio que en el mundo le habían precedido!

¡Atrás todos los que hasta aquel punto y hora habíanse ufanado de triunfar de la Naturaleza, descifrando sus oscuros enigmas, descubriendo sus grandes secretos, arrancándole sus poderosas fuerzas para ponerlas á servicio y provecho del hombre!

Enanos y pigmeos resultaban, comparados con él, Newton y Keplero, reveladores de la gran mecánica celeste, Fulton y Papin, dominadores de la fuerza expansiva de los gases y vapores; Franklin y Daguerre, árbitros de la luz y de las tempestades; Volta y Galvany, soberanos del invisible fluido eléctrico; Edison y Boetgen con sus celebradas conquistas y descubrimientos, aprisionando el primero la palabra en un sutil alambre, y penetrando el segundo con sus famosos rayos en las interioridades de los cuerpos oscuros y opacos.

El doctor Aguaviva dejábalos á todos en mantillas.


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5 págs. / 9 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Pur Sang

José Antonio Román


Cuento


Aquella tarde de carreras estaba concurridísimo el hipódromo. Como era temprano pude instalarme en un buen sitio en la tribuna de los caballeros; desde ahí oteaba todo el terreno circunvecino y contemplaba el hervir de la muchedumbre que se agolpaba alrededor del valladar, los carruajes enfilados y los caballos, cuyos jinetes distraían las impaciencias de la espera recorriendo al trote los campos circundantes.

El cielo ostentaba un azul limpio, despejado, y en el cual rielaba, hacia el tercio de su camino, el flamante disco del sol. Ni la más tenue nubecilla empañaba por la parte del oriente la acrisolada diafanidad del horizonte.

De improviso sonó la campanada de anuncio, y, al punto, ocuparon la pista los corceles que iban á entrar en liza. El concurso se removió con inquietud; todas las miradas se clavaron ahincadamente en los colores que distinguían á los jockeys que regían á los caballos. Empezaron al instante á cruzarse cuantiosas apuestas entre los aficionados. El sport subía cada vez más

Dióse la señal de partida. Los brutos arrancaron vigorosamente levantando con sus finos cascos una copiosa polvareda, que, por largos momentos, quedó suspendida en los aires hasta resolverse en ligero polvillo que se iba prendiendo por donde quiera. Al cabo de unos cuantos minutos entre clamores de triunfo y ruidosos palmoteos, jadeantes, cubiertas de sudor las lucias ancas, llegaron los caballos á la meta. Se voceó el nombre del jockey vencedor, quien fué recibido por sus admiradores con los brazos abiertos.

Uno tras otro, de esta manera, fueron llevándose á cabo los números de carreras que rezaban los programas, sin más peripecias que las consiguientes emociones de los que perdían ó ganaban en las apuestas concertadas.


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17 págs. / 31 minutos / 31 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Escapatoria

Antonio de Trueba


Cuento


I

Juan era un mozo que, mejorando lo presento, valía cualquier dinero; pero tenía un pero, como todos lo tenemos, más ó menos grande, en esto pícaro mundo: este pero era la pícara vanidad, que se fundaba en que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Vino de las merindades de Castilla á trabajaren las veneras de Triano, bailó toda la tarde en la romería de Santa Agueda con una chica baracaldesa, la chica le gustó, á pesar de que le habían dicho pestes de los baracaldeses, él gustó también á la chica, y convinieron en que ni pintados podían ser mejores para «casarse juntos«. Juan habló de este proyecto á los padres de Ramona (que así se llamaba la chica baracaldesa); á los padres de Ramona les pareció el proyecto á padres de Ramona, y pocas semanas después Ramona y Juan se casaron, y en casa de los padres de Ramona hubo dos matrimonios en lugar de uno.

El día de la boda se comió y se bebió en grande, y como en tales casos la lengua se alarga y la conciencia se ensancha, así Ramona como sus padres-tuvieron aquel día algunas salidas de pie de banco, que á Juan disgustaron un poquillo, porque demostraban que su mujer y sus suegros no habían inventado la pólvora, ó lo que era lo mismo, no eran del todo dignos de haber emparentado tan estrechamente con un mozo que sabía leer de corrido, escribir una carta de modo que, aunque mal, se entendiese, y oficiar una misa de manera que al oirle no echasen á correr los perros que hubiese en la iglesia.

Juan se quejó de esto aquella misma noche á otro maqueto paisano suyo, que era uno de los convidados á la boda, y el maqueto le dijo:


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22 págs. / 39 minutos / 50 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Cabra Negra

Antonio de Trueba


Cuento


I

Es cosa convenida que todo cuento, fábula ó apólogo ha de tener su moraleja, palabra que, tal como suena, vale tanto como pequeña moral, aunque el Diccionario de la Academia de la lengua castellana no se ha tomado la molestia de decírnoslo. El cuánto que voy á contar tiene aún más que moraleja: tiene moral muy grande, pues con él se prueba que las faltas pequeñas van creciendo, creciendo como las bolas de nieve, hasta convertirse en delitos enormes que aplastan con su peso al individuo, á la familia ó al pueblo que incurre en ellas.

¿Quién no recuerda haber oído á su madre la historia de un gran criminal que empezó su triste carrera robando una aguja de coser y la terminó muriendo ajusticiado en un patíbulo? Historia muy parecida á la de este desdichado es la del pueblo de San Bernabé, sobre cuyas solitarias ruinas, cubiertas de zarzas y yezgos, y coronadas con una cruz como la sepultura ele los muertos, me lo contaron una tarde á la sombra septentrional, de la cordillera pirenáico-cantábrica.

II

En una de aquellas colinas pertenecientes al noble valle de Mena, que se alzan entre Arceniega y el Cadagua, dominados por la gran peña á cuyo lado opuesto, que es el meridional, corre, ya caudalosísimo, el Ebro, existía desde el siglo VIII un santuario dedicado al apóstol San Bernabé. Este santuario era uno de los muchos que desde el Ebroal Océano, separados por un espacio de diez leguas, origió la piedad de aquella muchedumbre de monjes y seglares que se refugiaron en aquellas comarcas cuando los mahometanos invadieron las llanuras de Castilla y se detuvieron en la orilla meridional del gran río, sin atreverse á pasar á la opuesta en cuyas fortalezas naturales los esperaban amenazadores y altivos los valerosos cántabros reforzados con los fugitivos de Castilla.


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11 págs. / 20 minutos / 204 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Hombres de Antaño

Norberto Torcal


Cuento


¡Eh! Colasa, sácame la chaqueta de paño y los calzones nuevos... no se te la faja de seda y el sombrero de castor de los días de fiesta... tráeme las inedias blancas que están por estrenar... Ven, ayúdame á atar los lazos de las alpargatas... ¡Recorneta! Mira que es calamidad no poder valerse uno ni aun para los más sencillos menesteres por falta del brazo que más se necesita para todo...

—¿Pues no te has pasado la vida diciendo que yo era tu brazo derecho?—observó la mujer que parecía participar del buen humor y alegría de su marido.

—Sí que te lo he dicho, y nunca con más verdad que ahora. ¡Figúrate lo que liaría yo sin tí!... Pero ¿en qué estás pensando, mujer, que no me has sacado el chaleco bordado que hace rato te he pedido?

La tía Colasa, que desde hacía media hora no paraba de ir y venir de un lado para otro, revolviendo ropas, abriendo y cerrando cajones, dando unos puntos de aguja á una camisa, estirando un poco los calzones llenos de arrugas y ayudando á su marido á vestir las antiguas pero bien conservadas prendas de su indumentaria, presentóse trayendo en sus manos el chaleco de rameadas flores de seda que desde hacía años dormía en el fondo del arcén, aguardando una ocasión solemne para salir de las oscuras profundidades en que la dueña le tenía sepultado, y lucir al sol los primores de sus artísticos y chillones bordados.

—¿Sabes que pareces un novio?—dijo la tía Colasa mirando con ojos de satisfacción y orgullo á su marido, ya emperegilado y peripuesto como si se preparara para ir á bodas.

—Un novio manco y viejo, con más achaques y alifafes que burro de gitano—replicó el tío Antón con jovial acento. ¡Recorneta! ¡Nuestros chicos si que estarían hoy hechos unos novios bien reguapos y tiesos!... ¡Que no vivieran para ver este día y ser la gloria de todos los ojos!...


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9 págs. / 16 minutos / 41 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Fray Genebro

José María Eça de Queirós


Cuento


I

En aquel tiempo aún vivía en su soledad de las montañas de la Umbría el divino Francisco de Asís, y ya por toda Italia se loaba la santidad de fray Genebro, su amigo y su discípulo.

Fray Genebro, en verdad, completaba la perfección en todas las virtudes evangélicas. Por la abundancia y perpetuidad de la Oración, arrancaba de su alma las raíces más menudas del pecado y tornábala limpia y cándida como uno de esos celestes jardines en que el suelo anda regado por el Señor, y en donde solo pueden brotar azucenas. Su penitencia durante veinte años de claustro fue tan dura y alta, que ya no temía al Tentador; y ahora, solo con sacudir la manga del hábito, rechazaba las tentaciones, las más pavorosas o las más deliciosas, como si fuesen apenas moscas importunas. Benéfica y universal a la manera de un orvallo de verano, su caridad no se derramaba únicamente sobre las miserias del pobre; más sobre las melancolías del rico. En su humildísima humildad no se consideraba ni el igual de un gusano. Los bravíos barones cuyas negras torres asombraban a Italia, acogíanle reverentemente y curvaban la cabeza ante este franciscano descalzo y mal remendado que les diseñaba la mansedumbre. En Roma, en San Juan de Letrán, el Papa Honorio besó las heridas de cadenas que le habían quedado en los pulsos del año en que en la Mourama por amor de los esclavos, padeciera esclavitud. Y como en esas edades los ángeles aún viajaban por la tierra con las alas escondidas, arrimados a un bordón, muchas veces, trillando un viejo camino pagano o atravesando una selva, encontrábase un mozo de inefable hermosura que le sonreía y murmuraba:

—¡Buenos días, hermano Genebro!


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

En las Puertas del Cielo

Norberto Torcal


Cuento


San Pedro estaba realmente intratable.

No soy yo quien con poco respeto á sus venerables canas y falta de reverencia á sus méritos indiscutibles se atreve á calificarle de ese modo; el mismo Señor era quien aquella mañana se lo había dicho en vista de su taciturnidad y mal humor, cosa poco frecuente en él, porque dígase lo que se quiera, la verdad es que San Pedro no tiene mal genio ni es fosco con nadie.

Y conste que su mal humor de aquel día no nacía de exceso de trabajo ó de cansancio en el vestíbulo de la gloria, sino de todo lo contrario. Más de ocho días hacía ya que por allí no se acercaba ninguna persona decente. Todo se volvía chiquillos y más chiquillos, de esos á quienes no hay más que abrirles la puerta y dejarles que entren en el cielo sin cambiar con ellos ni un saludo, ni una palabra.

Apestado estaba ya el celestial portero de ver caras molletudas y cabelleras rubias, ojos azules y alitas blancas, cosa que le alegraba, sí, pero que al fin y al cabo no le dejaba satisfecho ni mucho menos.

Aquello era un fastidio; el pobre San Pedro no tiene otros ralos divertidos que los que se pasa cuando ajusta cuentas con almas de empuje, y aquellas almas no parecían por parle alguna. Además, la gloria misma iba á convertirse en lugar poco agradable, y de continuar por aquel camino las cosas, día iba á llegar en que las gentes de acá abajo, renunciarían al cielo sólo por no verse envueltos de chiquillos, que serán todo lo alegres y hermosos que se quiera, pero que á la corta ó á la larga acaban siempre por aburrir y hacerse insoportables cuando se les trata de cerca y por mucho tiempo.

Jamás había visto San Pedro cosa igual desde que ejercía su importante oficio. ¿Será que Dios no envía ahora á la tierra tantas gracias como antes? se preguntaba á sí mismo continuamente, tratando de explicarse de algún modo fenómeno tan raro.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Tonel de Whisky

José Antonio Román


Cuento


Cuando sе bebe mucho whisky en alta mar bajo una noche implacablemente negra, y las olas turbulentas y rebramadoras zarandean el bajel, se sueña así:


Se encaminan los marineros sordamente hacia la bodega. Tienen esa extraña indecisión de los fantasmas. James, el pícaro grumete pelirojo y obeso, aparece trayendo sobre sus hombros un tonel de forma rara, diente á madera fresca y á sabroso whisky.

Y con saltos de trasgos, relampagueantes las miradas, el grupo rapaz, custodiando el tesoro, se dirige á un ricón escasamente iluminado por la vacilante luz de un farol que chirría infundiendo espanto. La campana del buque, con fúnebre solemnidad, tañe las dos la mañana.

Cruje el velamen ante el empuje del vendabal, y el cordaje, como enjambre de víboras, silba horrorosamente... Los marineros, silenciosos, con ademanes maquinales, beben del tonel.

El viejo Tom, de tez morena por el sol de Oriente, de recios músculos que sujetan mal de su agrado la indómita vela, quiere cantar con su extentórea voz, el God save the queen. Sus camaradas estrangulan sus desaforados gritos, mientras el maligno James, á hurtadillas, arranca un mechón de los canos cabellos del viejo lobo.

Lo reducen, por fin, á la obediencia. Y todos sacando sus groseras pipas de barro, repletas de negro tabaco, dejan escapar, de sus desdentadas bocas, un humo denso, amarillento y fétido, que borronea sus ojos y estúpidos rostros de borrachos.

Uno de ellos golpea el tonel que produce un sonido rápido, seco, y entonces, como asaltados por la misma idea, en coro, lanzan todos una prolongada y satánica carcajada. Piensan en la cara que pondría al día siguiente el capitán, al saber la jugarreta.


Instantes después, impelido por los puntapiés de los marinos, el pobre tonel rodaba por toda la cubierta con cierta lentitud, como si todavía contuviese algo.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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