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La Nodriza

José María Eça de Queirós


Cuento


Una vez, era un rey, mozo y valiente, señor de un reino abundante en ciudades y mesnadas, que partió a batallar por tierras distantes, dejando triste y solitaria a su reina y a un hijito, que aún vivía en la cuna, envuelto entre pañales.

La luna llena que le viera marchar, llevado en su sueño de conquista y de fama, comenzaba a menguar, cuando uno de sus caballeros apareció con las armas rotas, negro de sangre seca y del polvo de los caminos, trayendo la amarga nueva de una batalla perdida y de la muerte del rey, traspasado por siete lanzas entre la flor de su nobleza, a la orilla de un gran río.

La reina lloró magníficamente al rey. Lloró desoladamente al esposo, que era bello y alegre. Mas, sobre todo, lloró ansiosamente al padre que así dejaba al hijito desamparado, en medio de tantos enemigos de su frágil vida y del reino que sería suyo, sin un brazo que lo defendiese, fuerte por la fuerza y fuerte por el amor.

El más temible de estos enemigos, era su tío, hermano bastardo del rey, hombre depravado y bravío, consumido por groseros apetitos, que solo deseaba la realeza por causa de sus tesoros, y que habitaba hacía años en un castillo sobre los montes, con una horda de rebeldes, a la manera de un lobo que, de atalaya en su choza, espera la presa. ¡Ah, la presa ahora era aquella criaturita, rey de mamá, señor de tantas provincias, y que dormía en su cuna con su cascabel de oro apretado en la mano!


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Tonto de Lumpiaque

Norberto Torcal


Cuento


Lástima es que el pincel mágico que para eterna memoria nos dejó dibujada la figura grotesca de aquel famoso personaje que conocemos con el nombre de El lobo de Coria, no haya llegado á inmortalizar los rasgos fisonómicos del célebre tonto aragonés cuyo recuerdo y fama corren de boca en boca entre todos los coterráneos del gran epigramático Marcial.

¡Para colmo de desgracia, ni siquiera se cuidó la crónica de recoger su nombre y consignar sus antecedentes genealógicos, limitándose á narrar, escueta y lacónicamente, la singular hazaña que tan alto colocó su nombre entre cuantos tontos, bobos y simples en el mundo han sido!

Mas si faltó un Velázquez que transmitiera á la posteridad su peregrina imágen y un historiador que con escrupulosa verdad trazara su interesante biografía, poniéndonos al corriente de los más mínimos detalles y circunstancias de su ignorada y oscura existencia, el pueblo que le vió nacer y fué teatro de sus memorables acciones, no ha perdido la memoria de él, y viejos y niños, hombres y mujeres, rinden diario tributo de gratitud y entusiasmo al pobre tonto que en todo Aragón ha hecho conocido y célebre el nombre de Lumpiaque, del que antes sólo tenían noticia el recaudador de contribuciones del partido, y el obispo de la diócesis en tiempo de santa pastoral visita.

Era el tal tonto, según lo que las gentes refieren, un pobre mozo sin padre ni madre, ni perrico que le ladrase, cuyo único oficio y profesión era andar, de calle en calle y de puerta en puerta, haciendo reír á todo el mundo con sus simplezas y tonterías. Dejáronle sus padres, al morir, algunas tierras, y con lo que éstas daban de sí, que no era mucho, y con lo poquillo que él se apañaba haciendo mandados en algunas casas bien acomodadas del pueblo, íbase dando vida y sacando para el modesto cotidiano cocidillo que, por pura caridad, cuidaba de arreglarle una buena vecina.


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5 págs. / 9 minutos / 131 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

¡El Suave Milagro!

José María Eça de Queirós


Cuento


En aquel tiempo Jesús aún no se ausentara de Galilea y de las dulces, luminosas márgenes del lago de Tiberiades; mas la nueva de sus Milagros penetrara ya hasta Enganim, ciudad rica, de fuertes murallas, entre olivares y viñedos, en el país de Isacar.

Una tarde, un hombre de ojos ardientes y deslumbrados pasó por el fresco valle y anunció que un nuevo Profeta, un Rabí hermoso, recorría los campos y las aldeas de Galilea, prediciendo la llegada del Reino de Dios, curando todos los males humanos. Mientras descansaba, sentado al borde de la Fuente de los Vergeles, contó que ese Rabí, en el camino de Magdala, sanó de la lepra a un siervo de un Decurión Romano solo con extender sobre él la sombra de sus manos; y que en otra mañana, atravesando en una barca para la tierra de los Gerasenios, en donde comenzaba la recolección del bálsamo, resucitó a la hija de Jairo, hombre docto y considerable que comentaba los libros en la Sinagoga.

Asombrados todos los que se hallaban en derredor, labradores, pastores y mujeres trigueñas con el cántaro al hombro, preguntáronle si ese era, en verdad, el Mesías de la Judea, y si delante de él refulgía la espada de fuego, y si le acompañaban, caminando como las sombras de dos torres, las sombras de Gog y de Magog. El hombre, sin beber siquiera de aquella agua tan fría de que bebiera Josué, recogió el cayado, sacudió los cabellos y encaminose pensativamente por bajo el Acueducto, luego sumido en la espesura de los almendros en flor.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Civilización

José María Eça de Queirós


Cuento


I

Yo poseo preciosamente un amigo (su nombre es Jacinto), que nació en un palacio, con cuarenta mil duros de renta en pingües tierras de pan, aceite y ganado.

Desde la infancia, durante la cual, su madre, señora gorda y crédula de Tras-os-Montes, repartía, para retener las Hadas Benéficas, hinojo y ámbar, Jacinto fue siempre más resistente y sano que un pino de las dunas. Un lindo río, murmurador y transparente, con un lecho muy liso de arena muy blanca, reflejando apenas pedazos lustrosos de un cielo de verano o ramajes siempre verdes y de buen aroma, no ofrecería, a aquel que lo descendiese en una barca llena de almohadas y de champagne helado, más dulzuras y facilidades de lo que la vida ofrecía a mi camarada Jacinto. No tuvo sarampión ni tuvo lombrices. Nunca padeció, ni aun en la edad en que se leen Balzac y Musset, los tormentos de la sensibilidad. En sus amistades fue siempre tan feliz como el clásico Orestes. Del amor solo experimentara la miel —esa miel que el amor invariablemente concede a quien lo practica, como las abejas, con ligereza y movilidad—. Ambición, sintiera solamente la de comprender bien las ideas generales, y la «punta de su intelecto» (como dice el viejo cronista medioeval), no estaba aún roma ni herrumbrosa... y, sin embargo, desde los veintiocho años, Jacinto ya se venía impregnando de Schopenhauer, del Eclesiastés, de otros Pesimistas menores, y tres, cuatro veces por día, bostezaba, con un bostezo hondo y lento, pasando los dedos finos sobre la faz, como si en ella solo palpase palidez y ruina. ¿Por qué?


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26 págs. / 46 minutos / 120 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Difunto

José María Eça de Queirós


Cuento


I

En el año 1474, tan abundante en mercedes divinas para toda la cristiandad, reinando en Castilla el rey Enrique IV, vino a habitar en la ciudad de Segovia, en donde había heredado huertos y moradas, un joven caballero, de limpio linaje y gentil parecer, que se llamaba don Ruy de Cárdenas.

Su casa, legado de un tío, arcediano y maestro en cánones, quedaba al lado y en la sombra silenciosa de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar; y enfrente, más allá del atrio, donde cantaban los tres chorros de un chafariz antiguo, erguíase el oscuro palacio de don Alonso de Lara, hidalgo de riquezas dilatadas y maneras sombrías, que ya en la madurez de la edad, todo grisáceo, desposárase con una joven citada en Castilla por su blancura, por sus cabellos del color de la aurora y por su cuello de garza real. Don Ruy había sido apadrinado, al nacer, por Nuestra Señora del Pilar, de quien siempre se conservó devoto y fiel servidor; aunque siendo de sangre brava y alegre, gustábanle las armas, la caza, los salones galantes, y por veces, las noches ruidosas de taberna con dados y pellejos de vino. Por amor, y por las facilidades de la santa vecindad, adquiriera la piadosa costumbre, desde su llegada a Segovia, de visitar todas las mañanas a su celestial madrina y de pedirla, a medio de tres Avemarías, la bendición y la gracia.

Al oscurecer, después de alguna ruda correría por campo y monte con los lebreles y el halcón, aún volvía, a la hora de las Vísperas, para murmurar dulcemente una Salve.

Y todos los domingos compraba en el atrio, a una ramilletera morisca, algún atado de junquillos o claveles o rosas silvestres, que esparcía con ternura y cuidado galantes enfrente del altar de la Virgen.


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33 págs. / 58 minutos / 72 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Amores Tardíos

Norberto Torcal


Cuento


Se llamaba Juan: tenía alrededor de los setenta años, y llevaba diez en el asilo. De joven sirvió al rey; luego entró de mozo de muías en un mesón, y cuando la edad y los achaques, que son su natural y obligado cortejo, le hicieron inútil para el trajín de la posada, agarró un palo, echó un zurrón sobre su encorvada espalda y fué de pueblo en pueblo y de camino en camino llamando á todas las puertas ó extendiendo su mano á todos los transeúntes en súplica de una limosna por el amor de Dios.

Aquella vida se le hacía insoportable; pero no había otra y era preciso resignarse. En el buen tiempo, cuando el sol calienta la tierra y en las eras se amontona la mies olorosa y dorada, todavía la vida de mendigo podía llevarse. En cualquier lado se encontraba cama y en cualquier lado se tenía á mano el alimento. Harto más difícil y duro se presentaba el problema en invierno, cuando la lluvia y el cierzo azotaban las carnes con recios latigazos de frío, y los campos, despojados de frutos y como muertos, nada ofrecían al paso para calmar la rabiosa hambre que hurgaba el vacío estómago y hasta llegaba á anublar los ojos. Entonces era cuando Juan echaba de menos el vaho caliente de la cuadra, el saco de paja á los pies de las bestias, la sabrosa pitanza, compartida, entre juegos y risas, con otros gañanes, y todos los demás regalos y dulzuras que, durante más de cuarenta años, había gozado hasta el día verdaderamente triste en que el mesonero, viéndole ya torpe y sin fuerzas para el oficio, le dijo poniéndole la mano en el hombro:—Ea, Juan, esto no es ya para tí. Arregla tu atillo y anda á ver si por esos mundos de Dios te buscas ocupación más apropiada á tu edad y tus fuerzas.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Hombre Pájaro

Antonio de Trueba


Cuento


I

Niños, decía un maestro de escuela á sus discípulos, no hagáis porquerías, porque los cerdos las aprenden, y hartas saben ellos sin enseñarles más.

Recuerdo esto para que se me perdone el que calle el nombre del pueblo donde pasó lo que voy á contar, porque hartas cosas saben los pueblos para darse mate unos á otros, sin que les enseñemos más los que nos dedicamos á recoger cuentos populares para pulirlos y aderezarlos de modo que regocijen y enseñen un poco y no sean indignos de ingresar en la literatura patria, como lo son cuando los recogemos baboseados de boca del vulgo.

Erase un pueblecillo, no se si de la Rioja ó de Navarra ó de Aragón, cuyo nombre pertenece á los innumerables geográíicos de España que, hijos de la primitiva lengua ibérica, aun subsistente como por milagro de Dios en un rinconcillo sombreado por los montes Pirineos, no los conoce ya como talos ni la madre que los parió, que hasta pasa por el dolor de que cuando por instinto maternal ó por rasgos fisonómicos que observa en ellos sospecha que son sus hijos y quiero cerciorarse de si lo son ó no, la echan enhoramala hasta los más presumidos de sabios, diciéndole que no sea mentecata, pues aquellos nombres son griegos, ó árabes, ó celtas, ó liebre os, ó latinos, ó cualquiera otra cosa que la pobre señora no sospecha, cegada por preocupaciones de la tierra donde se refugió huyendo de invasiones extranjeras.

El pueblecillo de mi cuento está situado en un valle tan estrecho, que carece casi en absoluto de tierra siquiera un poco llana para el cultivo de cereales que no gusten de la costanera como gusta la vid, según el proverbio latino Bacus amat colles: y así los vecinos tienen que subsistir casi exclusivamente del cultivo de esta última planta, que se extiende por ambas vertientes del vallejuelo.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Infidelidad

José Antonio Román


Cuento


Y fueron una palabra imprudente, una sonrisa maliciosa y un ligero rumor de asombro que provocó en los concurrentes su aparirición, los que llevaron á su ánimo la dolorosa certidumbre de su deshonra. Le latieron fuertemente las sienes, una repentina oscuridad le envolvió un instante y sintió que el brazo de la infiel se agitaba nervioso bajo la brusca presión del suyo. Pero había que aparentar serenidad ante aquellas pupilas impertinentes, que se clavaban en sus rostros, y ambos empezaron á repartir á diestra y siniestra saludos afectuosos y frases galantes.

Puso término á su embarazosa situación los alegradores preludios de un vals, y las brillantes parejas que discurrían por el vasto salón atrajeron sobre sí la atención del concurso. Al fin estaban salvados. Y mientras ella se instalaba entre un grupo de amigas riendo y charlando de buen humor, él deseoso de aire puro y de soledad se encaminó á la terraza. Una vez allí encendió un cigarro y se dejó caer sobre una butaca sintiéndose quebrantado por tantas emociones. Ante sus ojos se extendía gran parte de la ciudad con sus luces temblorosas, medio velada por una transparente neblina. Las torres de las iglesias se destacaban sobre el brumoso horizonte. De las solitarias calles subía hasta él una bienhechora humedad que calmaba su sobreexcitado organismo. Hacia el oriente una hermosa luna llena, brillante como un inmenso disco de bruñida plata, iluminaba las nieblas, dándoles un aspecto fantástico. Lima en aquella silenciosa medianoche, con los extrañas cúpulas de sus templos y sus balcones de bizarro estilo, traía á la mente dulces recuerdos de antiguas ciudades.


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8 págs. / 15 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Adán y Eva en el Paraíso

José María Eça de Queirós


Cuento


I

Adán, Padre de los Hombres, fue creado en el día 28 de octubre, a las dos de la tarde... Afírmalo así, con majestad, en sus Annales Veteris et Novis Testamenti, el muy docto y muy ilustre Usserius, obispo de Meath, arzobispo de Armagh y canciller mayor de la Sede de San Patricio.

La Tierra existía desde que se hiciera la Luz, el 23, en la mañana de todas las mañanas. ¡Mas no era ya aquella Tierra primitiva, parda y muelle, ensopada en aguas gredosas, ahogada en una niebla densa, irguiendo, aquí y allí, rígidos troncos de una sola hoja y de un solo retoño, solitaria, silenciosa, con una vida escondida, apenas sordamente revelada por las sacudidas de los bichos oscuros, gelatinosos, sin color y casi sin forma, creciendo en el fondo del lodo! ¡No! Ahora, durante los días genesíacos, 26 y 27, habíase completado, abastecido y ataviado, para acoger condignamente al Predestinado que venía. En el día 28 ya apareció perfecta, perfecta, con las alhajas y provisiones que enumera la Biblia, las hierbas verdes de espiga madura, los árboles provistos de fruto entre la flor, todos los peces nadando en los mares resplandecientes, todas las aves volando por el aire sereno, todos los animales pastando sobre las colinas lozanas, y los arroyos regando, y el fuego almacenado en el seno de la piedra, y el cristal y el ónix, y el oro de ley del país de Hevilath...


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34 págs. / 1 hora / 158 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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