Textos más populares esta semana etiquetados como Cuento publicados el 31 de octubre de 2021 | pág. 7

Mostrando 61 a 69 de 69 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Cuento fecha: 31-10-2021


34567

El Quinto Gemara

José Antonio Román


Cuento


Durante una tibia y luminosa noche de verano, varios estudiantes discutiendo ruidosamente bebíamos ginebra. Nuestra modesta brasserie, situada en pleno barrio latino, se había quedado desierta; los mozos dormitaban echados de bruces sobre las mesas. Dos ó tres veces el dueño con afables sonrisas nos había indicado cortesmente la hora: las dos de la mañana Empeño inútil, porque el gordo Max Hunter, idólatra por los maestros italianos de las modernas escuelas positivistas, comentataba con ardor las leyes psicofísicas del profesor Mario Pilo, y cada una de sus afirmaciones iba acompañada de un puñetazo que hacía tintinear las copas. El rubio y soñador Karl, poeta byroniano, era su contradictor, y su voz con inflexiones femeninas nos enviaba nebulosos párrafos de Leibnitz y Kant revueltos con bizarras teorías sobre la psiquis, de brillante originalidad

«Pues bien, queridos amigos míos, de hoy en adelante ese al parecer insoluble problema de la unión del alma con el cuerpo, queda en vía de próxima solución,» concluyó enérgicamente Max.

Y cuando con nervioso ademán se incorporaba Karl en su silla, levantando la mano en señal de protesta, un ruido violento nos hizo volver los rostros hacia la puerta de entrada, en cuyo dintel, densamente pálido, temblororoso, procurando mantenerse de pie, percibimos á Franz Stopen, el más bullicioso de nuestros camaradas. Correctamente embozado parecía ocultar algo bajo su capa. Después avanzó en dirección á nuestra mesa y desplomándose sobre un asiento, nos contempló unos segundos tristemente meditativo.

Nunca recordábamos haberle visto en semejante estado de abatimiento. Le rodeamos cariñosos y compasivos y uno del grupo le interrogó: «¿Franz, qué tienes? ¿Estás enfermo, acaso? ¡Oye, habla por favor!»


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 29 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Fiesta de las Espigas

Norberto Torcal


Cuento


La alondra mañanera había alzado ya su vuelo por encimado los campos silenciosos y con su dulce canción saludaba la vuelta del día que sobre la cima de los lejanos montes anunciábase con una débil franja de luz blanquecina y suave, amortiguando el brillo de estrellas y luceros.

Tío Antón saltó del lecho, se vistió en un santiamén, empuñó las hoces, echó so bre el hombro la pequeña alforja de frugal desayuno portadora, y andando sobre las puntas de los pies para no despertar á la familia, que á pierna suelta descansaba y dormía á aquella hora, abrió quedamente la puerta de casa y salió al campo, envuelto aun en una semioscuridad deliciosa. Había que ganar la delantera á su vecino y rival tío Cosme, por mal nombre matarranas, con quien la tarde anterior había sostenido acalorada disputa por si es tuyo ó es mío el rinconcito de campo intermedio entre las heredades de ambos, cuyos linderos, al cabo de los años mil, estaban aún sin precisar, constituyendo un eterno tema de discordias, enemistades y riñas, que de año en año se renovaban llegada la época de la siega, porque cada uno de los dos labradores creíase con derecho para añadir á su cosecha respectiva el puñado de espigas que en aquel palmo de terreno ondulaban lozanas y graciosas.

La mañana era deliciosa. En los anchos trigales, bajo la fronda rumorosa de los árboles, sobre las matas de tomillos y floridos cantuesos de los ribazos, la brisa pasaba acariciadora y susurrante.

Tan madrugadores como el día, como las alondras, como el tío Antón, muchos campesinos cruzaban por el largo sendero á emprender las faenas de la siega.

—Buenos días, tío Antón...

—Buenos días, Juan... Buenos días, tío

Lucas...


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 29 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Juan Ángel

Norberto Torcal


Cuento


Llegó al antiguo exconvento de la Merced, convertido hacía tiempo en cuartel donde á la sazón se alojaba el regimiento de Infantería de Gerona, y al primer soldado que al paso halló preguntóle por el coronel del regimiento.

La casualidad hizo que la respuesta del interpelado luese de lodo punto innecesaria é inútil, puesto que el coronel D. Sergio del Roble, asomado en aquel momento á la ventana del cuarto de banderas, había visto al paisano entraren el patio del cuartel, y reconociendo en él á su antiguo y fiel asistente, le gritó desde arriba:

—¡Juan Angel!

Este levantó la cabeza, electrizado por el-eco de aquella voz desabrida y ronca como un trueno, que despertaba en su alma los recuerdos más queridos y hermosos de su vida, quitóse el basto sombrero de anchas alas con que cubría el revuelto greñal de su cabeza encanecida, y cuadrándose como en sus buenos tiempos de servicio:

—A la orden de usía, mi coronel, dijo-. ¿Podría hablarle unos instantes?...

—Por supuesto, hombre: sube, sube...

Subió al despacho del coronel, y un instintivo sentimiento de respeto le hizo detenerse á la puerta aguardando que la voz autoritaria de don Sergio le mandara pasar adelante.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 29 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Sra. Marionnette

José Antonio Román


Cuento


Fué aquel un crepúsculo luminoso, desfalleciente, que llenaba el espíritu de honda melancolía. El cielo plácido, puramente azulado, rasgueado por el incierto vuelo de alguna retardada ave, se extendía sobro nuestras cabezas. A lo lejos, por una abierta ventana, veíamos pasar los carruajes, bulliciosos, naciendo retemblar las piedras.

Bebíamos cerveza con lentitudes de sibarita. Y en los polvorosos aleros de los edificios los dorados reflejos de un sol poniente.

Adoptando una muelle posición levantó su pálido rostro en el que un temprano é incurable hastío había dejado dolorosas huellas, y con su voz dulcemente triste, un tanto cansala, empezó mi amigo así:

—Es al concluir la gran calle que, tortuosa, conduce á la Exposición, donde ella vive. Casi todas las tardes, negligentemente apoyada en su balcón contemplando el desfile de los paseantes solía verla yo. Y horas enteras, trajeada de rojo, se estaba allí con su actitud de ídolo inciensado, con su extraña sonrisa de Astarté-Astaroth, mientras á sus pies, ensordecedores con su áspero traqueteo ritmado por el chillador silbato del conductor, los sucios y pesados tranvías se deslizaban arrastrados penosamente por Hacas bestias. En aquella gente que se apiñaba en las banquetas, sudorosa, tostada lentamente por el sol, clavaba ella sus miradas de hembra ansiosa.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 28 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Amigo de Sor Filomena

Norberto Torcal


Cuento


Sentada en un rincón de la portería, la humilde sor Filomena va desgranando entre sus dedos las menudas cuentas de su rosario. En el silencio del melancólico atardecer, el vago silabeo de las Ave Marías de la buena hermana portera es como hilillo de agua salido de las hendiduras de agreste y solitaria peña. En la capilla la devota comunidad entrégase al ejercicio de la tarde á la vaga luz crepuscular que por los pintados vidrios de los altos ventanales se filtra.

¡Ellas sí que son dichosas, las hermanas!—piensa un momento la humilde Sor, acurrucándose un poquito más en su rincón oscuro. ¡Ellas sí que están bien cerca del buen Dios, postradas allí en la capilla, al pie del tabernáculo, bajo las dulces miradas de Jesús que amorosamente las contempla y bendice desde el radiante trono de la sagrada Custodia!

En la puerta interior del vestíbulo alguien anda y se agita sin poder alcanzar el cordón de la campanilla... Algún niño, sin duda. ¡Son tantos los que diariamente vienen ú llamar á aquella puerta!...

Sor Filomena se levanta de su asiento y ú través del cristal de la estrecha ventanilla se pone á mirar quien empuja y hace ruido á la entrada... Nadie... es decir, sí, un perro, un hermoso perro de noble cabeza, rizado pelo negro y dulces ojos azules, de mirada inteligente y húmeda que, meneando la larga cola, parece que algo pide ó desea.

La religiosa quédase mirando unos momentos al magnífico animal y, como cediendo á la santa consigna de que nadie se aleje de aquella casa sin alguna merced ó consuelo, toma de encima de la mesa un mendrugo de pan seco y se lo echa al animal, que lo coge al aire y devora con excelente apetito.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 10 minutos / 28 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Negra Honrilla

Norberto Torcal


Cuento


A Mr. Ernest Mérimée.


Poco á poco, con rumor de marea en descenso, el coloso de piedra y de ladrillo comenzó á vomitar por sus cien puertas como por otras tantas válvulas ó bocas abiertas á aquella compacta abigarrada muchedumbre que, ebria de sol, de sangre y de vino, hacía retemblar momentos antes las graderías de piedra del tendido con rugidos de fiera y convulsiones de epiléptico.

Ya el interior de la plaza iba quedando silencioso y vacío; los rayos del sol elevándose lentamente, iluminaban la parte más alta de las galerías de la plaza; por entre los arabescos arcos veíanse los huecos inmensos que el público dejaba al retirarse, y abajo en la movediza arena del ruedo, un largo rastro de sangre fresca y roja como recién brotada de la herida, señalaba aún el camino seguido por las mulillas en el arrastre del último toro.

Con los codos apoyados en la barrera y la cara entre las manos, Manolo Rílez, un buen novillero de rostro simpático, franca y noble mirada, chaqueta corta de alpaca y pantalón cedido, estallante en la cintura y amplio en la pierna, contemplaba distraídamente el desfile interminable de la gente.

Así pasó breve rato, y cuando la gritería y confusión de los primeros momentos comenzó á decrecer y apagarse, volvióse á Chavillo, que silencioso y reflexivo permanecía sentado á su vera, y con tono de guasa le dijo:

—Pero hombre, se te van á secar los sesos de tanto cavilar... ¿Piensas pasarte aquí la noche haciendo filosofías y almanaques?

Chavillo por toda respuesta se puso en pie y echó á andar seguido de Manolo. Juntos atravesaron el patio de caballos, donde no había más que dos viejos picadores, que con gran calor y entusiasmo comentaban los lances de la corrida de aquella tarde, y salieron fuera.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 28 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Un Lego Predicador

Norberto Torcal


Cuento


Echada atrás la recia capucha, reluciente de sudor el rostro y medio cegados los ojos por la intensa vibración de aquel sol estival que con ardientes llamaradas resplandecía en un cielo sin nubes, el buen hermano lego apareció en la era guiando del ronzal al humilde asnillo, fiel compañero suyo de armas y fatigas en las tardes de verano, en que, por encargo del Padre Guardián del convento, salían por las eras á recoger las limosnas de trigo que de buena gana siempre daban aquellos honrados labradores.

Montados en los trillos de aceradas puntas, semejantes á aquellos romanos que en los amplios circos guiaban los carros de poderosas y veloces cuadrigas, dos robustos gañanes daban vueltas á la era desmenuzando la dorada mies, que bajo los cascos de las muías y los afilados hierros de los trillos, crugía con rumor estridente y seco.

—Buenas tardes, muchachos—dijo el lego, deteniéndose en un extremo de la era.

—Bienvenido, fray Ambrosio—contestó uno de los mozos, reparando en el hermano lego, que, con un gran pañuelo de rayas azules, salido de las profundidades de su inmensa manga, limpiábase el sudor de la frente.

—Se conoce que á vuestra merced le gusta tomar el fresco—fue el saludo del otro gañán, arreando la poderosa yunta que arrastraba el trillo.

Fray Ambrosio se sonrió bondadosamente y, sin contestar palabra, se puso á mirar á su al redor buscando dónde atar el asnillo, que sin pedir permiso á nadie, sin encomendarse á Dios ni al diablo, comenzó enseguida á hundir sus dientes en la parva, dispuesto á darse, no un buen verde, sino un buen amarillo aquella tarde.

—Eh, fray Ambrosio—gritó desde lejos una voz juvenil—que las cuaresmas de San Francisco deben rezar también con los burros de sus conventos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 26 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Genio y Figura...

Norberto Torcal


Cuento


I

Célebre entre las más célebres y acreditadas tabernas que allá, hacia el último tercio del siglo XVIII existían en Zaragoza, era la llamada del Gallo, nombre que, sin duda, le venía del que pintado sobre la puerta del establecimiento lucía chillonamente su roja cresta y sus recios espolones, si bien hay quien relaciona dicha denominación con el difunto dueño de la taberna, á quien sus convecinos conocían por el apodo de «el gallo».

Situada en estrecha callejuela del popular barrio de la Magdalena, cerca de las Tenerías, hallábase al frente de ella una mujer, ni vieja ni joven, ni guapa ni fea, sino pasadera y de regular edad, llamada la tía Dominica, cuya singular habilidad consistía en el aliño y preparación de los caracoles que á su tienda acudían á comer lo más principalito de la gente del bronce y aún de los señoritos de aquel entonces.

Si esta señalada predilección de la distinguida clientela por la taberna del Gallo era debida efectivamente á la especialidad del indicado plato, ó si en ello por buena parte entraba la arrogante presencia de Andresica, la hija de la tabernera, una real moza en toda la extensión de la palabra, por la que andaban bebiéndose los vientos los más guapos y gallardos mozos de la parroquia, cosa es que ni yo he logrado poner enteramente en claro, ni es cuestión que al lector debe preocupar mayormente, aunque á decir verdad, más me inclino á creer lo segundo que lo primero; que á no ser porque la muchacha se lo valía y los clientes tenían allí ocasión de ejercitar su ingenio discurriendo finezas á porfía con que requebrar á la moza, poco se les diera del rico ajolí ni de los sabrosos caracoles de la tía Dominica.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 25 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Amor Mejor Probado

Norberto Torcal


Cuento


La Sra. Rosa era, sin disputa alguna, la mujer más pobre y á la vez más dichosa de todo el barrio.

Viuda desde hacía cinco años, y sin más compañía que un hijo que apenas contaba ocho, con los seis reales diarios que en el lavadero ganaba con ruda y penosa fatiga, tenía lo suficiente para atender á las necesidades de su casa y cuidar de la educación de aquel niño, que era todo su amor y felicidad en el mundo, y al que quería... como quieren todas las madres á sus hijos; es decir, un poco más, porque, sea preocupación ó realidad, yo siempre he creído que las madres pobres aman á sus hijos un poco más que las otras elegantes y ricas, y para ello me fundo en que un beso vale mucho más que un juguete, y un remiendo puesto por la propia mano de la madre á una camisa ó una chaqueta, más que el vistoso traje de terciopelo comprado en espléndido bazar.

Sea de ello lo que quiera, lo único que yo afirmo es que Rosa amaba muchísimoá su hijo, y esto nadie podría negármelo.

¿Que cómo se las arreglaba la pobre mujer para poder, con sus seis miserables reales, tener siempre su casita limpia, su vestido decente, su maceta de claveles en la ventana y su rostro de risa á todas horas?

Esto es justamente lo que yo no sabría decir, por más que de estos y parecidos milagros está llena la vida de las honradas gentes que viven de la economía y el trabajo.

Una tarde de invierno, Rosa volvió al anochecer á su casa sintiendo una grande opresión en el pecho y un dolor muy agudo en el costado. La enfermedad la había tocado con su dedo de hielo, y la ráfaga de aire frío que por la boca se le entrara, había herido su pulmón con incurable y mortal herida.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 25 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

34567