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El Método Schartz-Metterklume

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Para matar el tiempo hasta que al tren le diera por seguir su camino, Lady Carlotta salió al aburrido andén de la pequeña estación y lo recorrió arriba y abajo una o dos veces. Fue entonces cuando en la carretera cercana vio un caballo que luchaba con una carga más que grande, junto al que había un carretero de ésos que parecen guardar un odio resentido al animal que les ayuda a ganarse la vida. Lady Carlotta se dirigió inmediatamente a la carretera y consiguió que la lucha adoptara un cariz bastante distinto. Algunas de sus amistades acostumbraban a darle abundantes consejos con respecto a lo poco deseable de interferir en nombre de un animal afligido, pues dicha interferencia «no era asunto suyo». Sólo en una ocasión puso en práctica la doctrina de la no interferencia: fue cuando una de las exponentes más elocuentes de la doctrina se vio asediada durante casi tres horas, en un arbusto pequeño y espinoso, extremadamente incómodo, por un cerdo colérico. Entretanto ella, desde otro lado de la valla, seguía con la acuarela que estaba pintando, negándose a interferir entre el cerdo y su prisionera. Es de temer que perdiera la amistad de la dama, finalmente rescatada. En esta ocasión tan sólo perdió el tren, el cual, mostrando el primer signo de impaciencia durante todo el viaje, había partido sin ella. Lady Carlotta se tomó la deserción con indiferencia filosófica; sus amigos y parientes ya estaban habituados al hecho de que su equipaje llegara sin ella. Mandó a su destino un mensaje vago y nada comprometido en el que se limitaba a decir que llegaría «en otro tren». Antes de que tuviera tiempo de pensar qué es lo que iba a hacer, se vio frente a una dama imponentemente vestida que parecía estar realizando un prolongado inventario mental de su ropa y aspecto.

—Debe ser usted la señorita Hope, la institutriz a la que he venido a recibir —dijo la aparición en un tono que no admitía demasiadas discusiones.


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6 págs. / 10 minutos / 224 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Del Más Allá

H.P. Lovecraft


Cuento


Inconcebiblemente espantoso era el cambio que se había operado en Crawford Tillinghast, mi mejor amigo. No le había visto desde el día — dos meses y medio antes— en que me Contó hacia dónde se orientaban sus investigaciones físicas y matemáticas. Cuando respondió a mis temerosas y casi asustadas reconvenciones echándome de su laboratorio y de su casa en una explosión de fanática ira, supe que en adelante permanecería la mayor parte de su tiempo encerrado en el laboratorio del ático, con aquella maldita máquina eléctrica, comiendo poco y prohibiendo la entrada incluso a los criados; pero no creí que un breve período de diez semanas pudiera alterar de ese modo a una criatura humana. No es agradable ver a un hombre fornido quedarse flaco de repente, y menos aún cuando se le vuelven amarillentas o grises las bolsas de la piel, se le hunden los ojos, se le ponen ojerosos y extrañamente relucientes, se le arruga la frente y se le cubre de venas, y le tiemblan y se le crispan las manos. Y si a eso se añade una repugnante falta de aseo, un completo desaliño en la ropa, una negra pelambrera que comienza a encanecer por la raíz, y una barba blanca crecida en un rostro en otro tiempo afeitado, el efecto general resulta horroroso. Pero ese era el aspecto de Crawford Tillinghast la noche en que su casi incoherente mensaje me llevó a su puerta, después de mis semanas de exilio; ese fue el espectro que me abrió temblando, vela en mano, y miró furtivamente por encima del hombro como temeroso de los seres invisibles de la casa vieja y solitaria, retirada de la línea de edificios que formaban Benevolent Street.


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9 págs. / 17 minutos / 223 visitas.

Publicado el 3 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Una Vieja Canción

Robert Louis Stevenson


Cuento


1

El teniente coronel John Falconer rompió con la tradición familiar al alistarse en el ejército y toda su juventud fue onerosa y catastrófica. Estuvo a punto de que lo expulsaran de su regimiento; se vio implicado en un escándalo acerca de los fondos del comedor de oficiales, incurrió en unas deudas espantosas; cuando su tía le envió un panfleto religioso, se lo devolvió con un comentario escrito en un seco estilo militar. Mediante aquellos destellos y reverberaciones su familia iba sabiendo de cuando en cuando de su tormentosa existencia, y, como nunca les escribía, cada carta desde la India equivalía a un nuevo escándalo.

De pronto, cumplidos ya los treinta años, se convirtió durante una reunión evangelista. Desde ese momento fue un hombre distinto. Le gustaba jactarse de que, desde ese día, jamás había omitido o abreviado sus rezos, y para quienes conocían sus hábitos anteriores, semejante afirmación era ciertamente impresionante. Al mismo tiempo que se volvió religioso, adquirió sentido del deber y se transformó en un buen oficial. Falconer pasaba por ser un hombre fiable, Napier ponía la mano en el fuego por él, y sus hombres le admiraban y le temían a partes iguales.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 223 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Diamante del Rajá

Robert Louis Stevenson


Cuento


HISTORIA DE LA CAJA DE SOMBREROS

HARRY Hartley había recibido la educación típica de un caballero, primero en una escuela privada hasta los dieciséis años, y luego en una de esas grandes instituciones por las que Inglaterra es, con toda justicia, famosa. En esa época manifestó una notable antipatía por los estudios y, como el único de sus progenitores que seguía con vida era débil e ignorante, le permitió consagrar su tiempo a cuestiones frívolas y puramente mundanas. Dos años más tarde quedó huérfano y casi en la miseria. Tanto por su naturaleza como su formación, Harry era incapaz de dedicarse a ningún propósito activo e industrioso. Sabía cantar cancioncillas románticas con un discreto acompañamiento de piano, era un caballero gentil pero tímido, le gustaba jugar al ajedrez; y la naturaleza lo había arrojado a este mundo con el físico más atractivo que imaginarse pueda. Rubio y sonrosado, con ojos de paloma y una amable sonrisa, tenía un aspecto agradable, tierno y melancólico y unos modales sumisos y acariciadores. Pero, dejando eso aparte, no era el hombre más idóneo para capitanear un ejército o regir los asuntos del Estado.


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84 págs. / 2 horas, 27 minutos / 222 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Sentimental

Charles Dickens


Cuento


La señorita Crumpton, o, para citar con toda autoridad a la inscripción que aparecía en la verja del jardín del «Minerva House», en Hammersmith, «Las señoritas Crumpton», eran dos personas de una estatura fuera de lo común, particularmente delgadas y excesivamente flacas; tiesas como un palo y de color apergaminado.

La señorita Amelia Crumpton contaba treinta y ocho años y la señorita María Crumpton admitía tener cuarenta, confesión que era perfectamente innecesaria por cuanto era evidente que por lo menos tenía cincuenta. Vestían de la manera más interesante —como si fueran mellizas—; tenían un aire tan feliz y satisfecho como un par de clavelones a punto de echar grano. Eran muy precisas, tenían las ideas más estrictas posibles respecto de la propiedad, usaban peluca y siempre despedían un fuerte olor a lavanda.

«Minerva House» —«La Casa de Minerva», diosa de la Sabiduría— dirigida bajo los auspicios de las dos hermanas, era un establecimiento dedicado a completar la educación de jóvenes señoritas, donde una veintena de muchachas, cuya edad oscilaba entre los quince y los diecinueve abriles, adquirían un conocimiento superficial de todo y un verdadero conocimiento de nada: enseñanza de los idiomas francés e italiano; lecciones de baile dos veces por semana y otras cosas convenientes para la vida. Era un edificio todo blanco, un poco apartado del camino, cercado por una valla. Las ventanas de los dormitorios estaban siempre entreabiertas para que, a vista de pájaro, pudieran admirarse las numerosas camas de hierro y unos muebles tapizados de blanquísima cotonada, e imprimir así en el transeúnte el debido sentido de la fastuosidad del establecimiento.


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15 págs. / 26 minutos / 221 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Llave de Plata

H.P. Lovecraft


Cuento


Cuando Randolph Carter cumplió los treinta años, perdió la llave de la puerta de los sueños. Anteriormente había compaginado la insulsez de la vida cotidiana con excursiones nocturnas a extrañas y antiguas ciudades situadas más allá del espacio, y a hermosas e increíbles regiones de unas tierras a las que se llega cruzando mares etéreos. Pero al alcanzar la edad madura sintió que iba perdiendo poco a poco esta capacidad de evasión, hasta que finalmente le desapareció por completo. Ya no pudieron hacerse a la mar sus galeras para remontar el río Oukranos, hasta más allá de las doradas agujas de campanario de Thran, ni vagar sus caravanas de elefantes a través de las fragantes selvas de Kled, donde duermen bajo la luna, hermosos e inalterables, unos palacios de veteadas columnas de marfil.


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17 págs. / 30 minutos / 220 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Cuentos de la Patrulla Pesquera

Jack London


Cuento


1. BLANCO Y AMARILLO

La bahía de San Francisco es tan vasta que a menudo sus tempestades se revelan más desastrosas para los grandes navíos que las que desencadena el propio océano. Sus aguas contienen toda clase de peces, por lo que su superficie se ve continuamente cruzada por toda clase de barcos de pesca pilotados por toda clase de pescadores. Para proteger a la fauna marina contra una población flotante tan abigarrada se han promulgado unas leyes llenas de sabiduría, y una Patrulla Pesquera vela por su cumplimiento.

La vida de los patrulleros no carece ciertamente de emociones: muchos de ellos han encontrado la muerte en el cumplimiento de su deber, y un número más considerable todavía de pescadores, cogidos en delito flagrante, han caído bajo las balas de los defensores de la ley.

Los pescadores chinos de gambas se encuentran entre los más intrépidos de estos delincuentes. Las gambas viven en grandes colonias y se arrastran sobre los bancos de fango. Cuando se encuentran con el agua dulce en la desembocadura de un río, dan media vuelta para volver al agua salada. En estos sitios, cuando el agua se extiende y se retira con cada marea, los chinos sumergen grandes buitrones: las gambas son atrapadas para ser seguidamente transferidas a la marmita.

En sí misma, esta clase de pesca no tendría nada de reprensible, si no fuera por la finura de las mallas de las redes empleadas; la red es tan apretada que las gambas más pequeñas, las que acaban de nacer y que ni tan siquiera miden un centímetro de largo, no pueden escapar. Las magníficas playas de los cabos San Pablo y San Pedro, donde hay pueblos enteros de pescadores de gambas, están infestadas por la peste que producen los desechos de la pesca. El papel de los patrulleros consiste en impedir esta destrucción inútil.


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104 págs. / 3 horas, 2 minutos / 218 visitas.

Publicado el 7 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Velo Descubierto

George Eliot


Cuento


I

La hora de mi fin se acerca. Últimamente he sufrido ataques de angina pectoris. Si todo sigue su curso normal el doctor dice que apenas puedo esperar que mi vida se prolongue durante varios meses. A no ser que tenga la desgracia de tener una constitución física poco corriente, como la tengo al poseer un carácter mental excepcional, no gemiré mucho más tiempo bajo el peso agotador de esta existencia terrenal. Si las cosas fueran de otra manera si llegara a vivir hasta la edad que la mayoría de los hombres estipulan y desean habría sabido, de una vez, si los sufrimientos en torno a la ilusoria esperanza pueden pesar más que los sufrimientos de la previsión verdadera, ya que puedo prever cuándo moriré y saber todo lo que ocurrirá en mis últimos momentos.


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56 págs. / 1 hora, 38 minutos / 218 visitas.

Publicado el 11 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Angeline o la Casa Encantada

Émile Zola


Cuento


I

Hace cerca de dos años, iba en bicicleta por un camino desierto del lado de Orgeval, más allá de Poissy, cuando la brusca aparición de una vivienda a orillas del camino me sorprendió de tal forma que salté de la bicicleta para contemplarla mejor. Se trataba, bajo el cielo gris de noviembre y el viento frío que barría las hojas secas, de una casa de ladrillo sin gran personalidad, en medio de un vasto jardín plantado de árboles viejos. Pero lo que la hacía extraordinaria, con una rareza arisca que oprimía el corazón, era el horrible abandono en el que se encontraba. Y como un batiente de la reja estaba arrancado, como un enorme rótulo, desteñido por la lluvia, anunciaba que la propiedad estaba en venta, entré en el jardín, cediendo a una curiosidad mezclada de angustia y malestar.


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12 págs. / 22 minutos / 217 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Otros Dos

Edith Wharton


Cuento


1

De pie junto a la chimenea del salón, Waythorn esperaba a que su esposa bajase a cenar. Era la primera noche que ambos pasaban en casa de él, y le embargaba un inusitado nerviosismo juvenil. No es que fuese mayor (las gafas le añadían poco más de los treinta y cinco años que admitía tener su esposa), pero a él le gustaba pensar que ya había alcanzado la edad de la madurez. Ahí estaba, sin embargo, aguardando el sonido de los pasos de ella, emocionado por lo que presagiaban. Las guirnaldas nupciales que adornaban las jambas de la puerta habían avivado en su interior un rescoldo de sentimentalismo que quedó flotando en el aire, y que le hacía gozar doblemente de la acogedora estancia en la que se encontraba y de la grata cena dispuesta en la contigua.

La enfermedad de Lily Haskett, hija del primer matrimonio de la señora Waythorn, había provocado el precipitado regreso de la pareja de su luna de miel. La pequeña había sido trasladada a casa de Waythorn por expreso deseo de éste el mismo día de la boda de su madre. Nada más llegar, el doctor les confirmó que se trataba de fiebre tifoidea, si bien declaró que los síntomas parecían favorables. Lily había cumplido doce años de salud impecable, por lo que el caso prometía ser benigno. También la enfermera les habló en términos tranquilizadores, de manera que, tras la alarma inicial, la señora Waythorn se adaptó a la situación. Aunque adoraba a Lily (tal vez había sido dicho fervor lo que más había atraído a Waythorn), era dueña de sus emociones, virtud que había heredado su hija y que la alejaba del prototipo de mujer que malgasta pañuelos en preocupaciones estériles.


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25 págs. / 44 minutos / 217 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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