A una sombra
A ti, sombra severa y venerada, sombra noble, romántica y
caballéresca, este libro concebido en los albores de mi lejana
adolescencia.
La casa
Es de la vieja casa de campo en que corrieron mis años de
adolescencia, de donde me vienen estas impresiones. No sé por qué las
evoco; será, tal vez, como un homenaje a ciertas imágenes lejanas.
Aquel enorme techo de tejas, hundido en parte, erizado de malezas;
aquellas espaciosas habitaciones casi desmanteladas en las que yo creía
advertir a mi regreso en el verano un perfume de humedad tan familiar,
tan querido... Y luego, el descubrir tantas cosas inesperadas en los
cajones de los armarios antiguos: la querida escopeta de dos cañones
desarmada desde mi partida, mi sombrero viejo de anchas alas, una
huasca, espuelas. Ahí ¡cuán bien se iba a deslizar el tiempo!
Después, sentado en el corredor en una gran silleta de paja fabricada
en el fundo, veía, allá en el fondo del patio, a mi viejo perro de
caza, Mario, que venía hacia mí como humillado, estremeciéndose de
placer...!
La Maiga
A Rene Brickles
Aquella mañana de invierno me sentía poseído de una incomprensible hipocondría.
Sentado frente al escritorio, trataba de contraer mi atención sobre
el cuaderno de cuentas del fundo, que tenía abierto ante mí; pero al
mirar por la ventana el día brumoso y obscuro, los húmedos ramajes de
los pinos y naranjos del jardín, que se destacaban sobre un cielo de
leche, volvía a sumerjirme otra vez en mi triste somnolencia, en mi
inmotivado abatimiento.
—Hoy no hago nada, no puedo hacer nada, pensé, levantándome bruscamente de mi asiento y desperezándome.
En ese instante, la puerta del escritorio se abrió, y mi perro de caza, Mario, un gran pointer de pelo café, se lanzó con su acostumbrada violencia sobre mí, haciéndome las más exageradas caricias.
Leer / Descargar texto 'Días de Campo'