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La Dama Joven

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


Prólogo

Si esta colección llevase al frente un título significativo, podría ser el de Apuntes y miniaturas, porque se compone de dos clases de páginas: unas trazadas libremente, como los apuntes en que los dibujantes fijan impresiones ó tipos del natural, otras empastadas con esmero, prolijamente trabajadas, como las miniaturas del tiempo de nuestras bisabuelas.

Resulta de la diversidad en los procedimientos la de los estilos. Apenas parecen hijas de una misma pluma Bucólica y La Gallega, El Rizo del Nazareno y Fuego á bordo. Y consiste en que Fuego á bordo, por ejemplo, es la propia narración que oí de labios del cocinero del incendiado buque; quién, por más señas, me refirió la catástrofe de tan expresiva manera, con tal viveza de colorido y tan gráficos pormenores, que ojalá tuviese yo allí á mano un taquígrafo para que sin omitir punto ni coma, conservase en toda su pureza el original del interesante relato, muy perjudicado, de seguro, en mi traslación, por más nimia y fiel que sea. Juzgo imperdonable artificio en los escritores, alterar ó corregir las formas de la oración popular, entre las cuales y la idea que las dicta ha de existir sin remedio el nexo ó vínculo misterioso que enlaza á todo pensamiento con su expresión hablada. Aun á costa de exponerme á que censores muy formales me imputen el estilo de mis héroes, insisto en no pulirlo ni arreglarlo, y en dejar á señoritos y curas de aldea, á mujeres del pueblo y amas de cría, que se produzcan como saben y pueden, cometiendo las faltas de lenguaje, barbarismos y provincialismos que gusten. Menos comprometido, pero menos honroso también, sería dictar á los párrocos de Boan y Naya, á las comadres del Indulto, períodos cervantescos y giros usuales en el centro de España, y jamás usados en este rincón del Noroeste.


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Dominio público
239 págs. / 6 horas, 59 minutos / 694 visitas.

Publicado el 19 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

La Envenenada

Felisberto Hernández


Cuentos, colección


La envenenada

A María Isabel G. de Hernández

I

En uno de los barrios de los suburbios de una gran ciudad, uno de los literatos no tenía asunto. Esto le pasó desde el 24 de agosto por la tarde —en la mañana había terminado un cuento— hasta el 11 de octubre, también por la tarde. En la mañana del 11, el día le amenazaba con normalidad: como uno de los tantos días, él estaba encerrado en su casa y no tenía ganas de salir; se paseaba por toda su pequeña casa, a grandes pasos y a profundos pensamientos; quería atacar algún asunto, porque ningún asunto venía hacia él; al mismo tiempo que sus piernas se le cansaban y se le ponían pesadas, sentía angustia con pesimismo; pero se acostaba un rato y, a medida que sus piernas descansaban, la angustia con pesimismo se le iba.


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 42 visitas.

Publicado el 11 de febrero de 2025 por Edu Robsy.

La Guerra Gaucha

Leopoldo Lugones


Cuentos, colección


Dos palabras

La Guerra Gaucha no es una historia, aunque sean históricos su concepto y su fondo. Los episodios que la forman, intentan dar una idea, lo más clara posible, de la lucha sostenida por montoneras y republiquetas contra los ejércitos españoles que operaron en el Alto Perú y en Salta desde 1814 á 1818.

Dichos episodios que en el plan de la obra estaban fechados para mayor escrupulosidad de ejecución, corresponderían a la campaña iniciada por La Serna el último de aquellos años y terminada el 5 de mayo del mismo con la evacuación de Salta; pero siendo ellos creados por mí casi en su totalidad, habían menester de esta advertencia.

Por igual causa, el libro carece de fechas, nombres y determinaciones geográficas; pues estando la guerra en cuestión narrada al detalle en nuestras historias, no habrían podido adornarse con semejantes circunstancias aquellos episodios sin evidente abuso de ficción.

Quedaba, es cierto, el recurso de la novela y éste fue quizá el primer proyecto; pero dados el material narrativo y el número de los personajes, aquello habría exigido tomos. Entre su conveniencia y la de sus lectores, que tienen ante todo derecho á la concisión, el autor no podía vacilar...

Por otra parte, la guerra gaucha fue en verdad anónima como todas las grandes resistencias nacionales; y el mismo número de caudillos cuya mención se ha conservado (pasan de cien) demuestra su carácter. Esta circunstancia imponía doblemente el silencio sobre sus nombres: desde que habría sido injusto elogiar a unos con olvido de los otros, poseyendo todos mérito igual. Ciento y pico de caudillos excedían a no dudarlo el plan de cualquier narración literaria para no mencionar la monotonía inherente á su perfecta identidad.


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Dominio público
197 págs. / 5 horas, 45 minutos / 47 visitas.

Publicado el 2 de febrero de 2025 por Edu Robsy.

Leña Seca

Javier de Viana


Cuentos, colección


La tapera del cuervo

A Julio Abellá y Escobar.

I

En la linde del camino, ancho y plano, sobre robusto pedestal de cal y canto, una lápida cuadrangular, de granito tallado, indica el límite uruguayo-brasileño. Diez metros más al norte, sobre diminuta meseta que forma como un balcón de la sierra mirando a la hondonada donde se retuerce el regato, afirma un caserón, bajo de techos, recio de muros y rico en hierros que guarnecen las exiguas ventanas. Es una venda riograndense.

El comercio, propiamente, lo forma una sala reducida y obscura, en cuya añeja anaquelería fraternizan los artículos más heterogéneos, dando pobre idea de la importancia del negocio; pero luego, en salas y galpones adjuntos, las pilas de charque y cueros, los grandes zarzos soportando miles de quesos de todas formas y tamaños, y la profusión de bultos cuidadosamente embalados, denuncian la casa fuerte, rica a la manera de los hormigueros. Las cinco carretas que se asolean junto al guardapatio, contribuyen a robustecer esa opinión.

Yo había llegado esa tarde y debía permanecer allí varios días para la realización de un negocio ganadero. Y había tragado en la jornada una docena de esas leguas brasileñas que se estiran como perro al sol, y estaba harto de trote por caminos en cuyos frecuentes atoladeros era menester tirar as botas para vadearlos. La fatiga y el sueño me rendían; y haciendo poco honor a la feijoada y al arroz hervido de la cena, gané con gusto el cuartejo donde me habían preparado alojamiento, teniendo por cama un catre de guascas, por cobijas mi poncho, por dosel un zarzo lleno de quesos y por compañía, las ratas y ratones que formaban, al parecer, enjambre. Habituado a hospitalidades semejantes, me acosté filosóficamente y el catre crujió con el peso de la fatiga acumulada en diez horas de trote por caminos brasileños.


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Dominio público
146 págs. / 4 horas, 16 minutos / 128 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Libro Sin Tapas

Felisberto Hernández


Cuentos, colección


Libro sin tapas

Este libro es sin tapas porque es abierto y libre: se puede escribir antes y después de él.


Al doctor Carlos Vaz Ferreira

Prólogo

A la última religión se le termina la temporada. A los hombres de ciencia se les aclara el epílogo que sospechaban. Los jóvenes, vigorosos y deseosos de emociones nuevas, tienen el espíritu maduro para recibir el tarascón de una nueva religión. Todo esto ha sido previsto como las demás veces. Se ha empezado a ensayar la parte más esencial, más atrayente, más fomentadora y más imponente de la nueva religión: el castigo. El castigo de acuerdo con las leyes de la religión última; con el caminito de la moral, que ha de ser el más derecho, el único, el más genial de cuantos han creado los estetas que han impuesto su sistema nervioso como modelo de los demás sistemas nerviosos.

Tenemos muchos datos. A los locos nos tienen mucha confianza en estas cosas. Escribiremos sólo algunos de los datos del primer ensayo y dejaremos muy especialmente a la orilla del plato los de la formación del jurado de los Dioses.

I

El jurado de los Dioses logró reunirse. —En esto fueron inferiores a los católicos porque conviene que en religión mande “Un Solo Dios Verdadero”.

El primer ejemplar estaba pronto a someterse. El pobre muerto había sido egoísta. Jamás se preocupó del dolor ajeno. Jamás dejó de pensar en sí mismo. Fue un hombre tranquilo. Todo esto pareció mal al jurado y decidieron por unanimidad castigar al muerto: lo colgaron de las manos al anillo de Saturno, le dieron un gran poder de visión y de inteligencia para que viera lo que ocurría en la Tierra; le dieron libertad para que se interesara cuanto quisiera por lo que pasaba en la Tierra, pero si pensaba en sí mismo, se le aflojarían las manos y se desprendería del anillo.


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Dominio público
26 págs. / 47 minutos / 48 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2025 por Edu Robsy.

Listas, Listas, Listísimas

Isabel Petrus


Cuentos, Colección


Para Dino. Porque su paciencia conmigo es infinita.

Para Eduardo y Dinito. Porque, pese a todo, siguen considerándome una aceptable, aunque atípica, versión de madre.

Para mi madre. Porque sin ella, sin su cariño y apoyo, nada sería posible. Para Laly, Carlota, Irene, Magda y Belarmino. Porque ellos, en este orden o en cualquier otro, son los amigos fieles que no te fallan nunca, los importantes, los imprescindibles.

Y para quien conmigo va, aunque su sombra y la mía coincidan tan pocas veces.


Si ellos no existieran, esta aventura, mi primer libro, no sería posible.

Gracias a todos.


Y para tí, Edmundo, estés donde estés. Porque me hiciste pelirroja y rebelde, porque me enseñaste de la vida más que cualquier libro. Y porque siempre confiaste en mí, aunque te rieras de mis ilusiones absurdas llamándome lista, lista, listísima.

Ya ves, papá, tu broma se ha convertido en el título de mi primer libro.

Prólogo

La vida, imprevisible, no siempre confirma las expectativas. Pero algunas sí se cumplen.

Me llama Isabel para solicitarme que le escriba el prólogo a su primer libro que va a publicar. Y lo hago gustoso, con el placer de quien asiste a la confirmación de una promesa anunciada. Atrás quedaron aquellos años que para mí significaban el inicio de mi andadura profesional y en los que Isabel, a sus dieciséis años, se mostraba como una chica aplicada e inquieta, que manejaba la pluma con soltura y despuntaba con sus redacciones originales y sugerentes, llenas de creatividad. Sin duda había madera de escritora en aquella adolescente, soñadora y vivaz, que irradiaba simpatía entre las paredes del Instituto, todavía sin nombre, que le vieron crecer.


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Licencia limitada
52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 292 visitas.

Publicado el 6 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Desterrados y Otros Cuentos

Horacio Quiroga


Cuentos, Colección


El regreso de Anaconda

Cuando Anaconda, en complicidad con los elementos nativos del trópico, meditó y planeó la reconquista del río, acababa de cumplir treinta años.

Era entonces una joven serpiente de diez metros, en la plenitud de su vigor. No había en su vasto campo de caza, tigre o ciervo capaz de sobrellevar con aliento un abrazo suyo. Bajo la contracción de sus músculos toda vida se escurría, adelgazada hasta la muerte. Ante el balanceo de las pajas que delataban el paso de la gran boa con hambre, el juncal, todo alrededor, se empenachaba de altas orejas aterradas. Y cuando al caer el crepúsculo en las horas mansas, Anaconda bañaba en el río de fuego sus diez metros de oscuro terciopelo, el silencio la circundaba como un halo.

Pero siempre la presencia de Anaconda desalojaba ante sí la vida, como un gas mortífero. Su expresión y movimientos de paz, insensibles para el hombre, la denunciaban desde lejos a los animales. De este modo:

—Buen día —decía Anaconda a los yacarés, a su paso por los fangales.

—Buen día —respondían mansamente las bestias al sol, rompiendo dificultosamente con sus párpados globosos el barro que los soldaba.

—¡Hoy hará mucho calor! —la saludaban los monos trepados, al reconocer en la flexión de los arbustos a la gran serpiente en desliz.

—Sí, mucho calor… —respondía Anaconda, arrastrando consigo la cháchara y las cabezas torcidas de los monos, tranquilos sólo a medias.


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Dominio público
87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 3.682 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Los Espectros (novelas breves)

Leónidas Andréiev


Cuentos, Colección


Los espectros

I

Cuando ya no cupo duda de que Egor Timofeievich Pomerantzev, el subjefe de la oficina de Administración local, había perdido definitivamente la razón, se hizo en su favor una colecta, que produjo una suma bastante importante, y se le recluyó en una clínica psiquiátrica privada.

Aunque no tenía aún derecho al retiro, se le concedió, en atención a sus veinticinco años de servicios irreprochables y a su enfermedad. Gracias a esto, tenía con que pagar su estancia en la clínica hasta su muerte: no había la menor esperanza de curarle.

Al comienzo de la enfermedad de Pomerantzev su mujer, de quien se había separado hacía quince años, pretendió tener derecho a su pensión; para conseguirla, hasta hizo que un abogado litigara en su nombre; pero perdió la causa, y el dinero quedó a la disposición del enfermo.

La clínica se hallaba fuera de la ciudad. Al lado del camino, su aspecto exterior era el de una simple casa de campo, construida a la entrada de un bosquecillo. Como en la mayoría de las casas de campo, su segundo un bosquecillo. Como en la mayoría de las casas de campo, su segundo piso era mucho más pequeño que el primero. El tejado era muy alto, y tenía la forma de un hacha invertida. Los días de fiesta, para alegrar a los enfermos, se izaba en él una bandera nacional.


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Dominio público
131 págs. / 3 horas, 49 minutos / 181 visitas.

Publicado el 8 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Lunes Antes del Alba...

Ramón María Tenreiro


Cuentos, colección


Lunes antes del alba...

A Azorín


“Lunes antes del alba comencé mi camino.”

—Arcipreste de Hita.


Claro y de noble color rayaba el sol por el transparente cielo azul de la mañana. Las gayas aves, calandrias y ruiseñores, lo recibían con cantos placenteros; a su luz, los árboles frutales aparecían cubiertos de flores blancas y grana y de hojuelas tiernas; abríanse rosas bermejas en las huertas y doradas margaritas en los prados, y, movidos del fresco y suave viento, crecían en los pegujares los tallos nuevos de trigo y de centeno.

En una charca, ribera de Henares, las cantaderas ranas, bien solteras, croaban y jugaban. Paso a paso llegóse allí un escolar, que holgaba señero por los campos llenos de flor.

—¿Con que esas vanas voces son para demandarle rey a don Júpiter? —exclamó con risa, al recordar un ejemplo de su Isopete.

Y lanzando con mano ágil un redondo guijarro que, al caer en medio de la laguna, alzó violentos surtidores de agua y cieno y sembró medroso silencio entre las ranas, prosiguió diciendo:

—Tomad, tomad rey que os castigue, bausanas parladeras, y dejadme oír el canto de las chicas aves.

Arredróse de la charca el escolar y continuó su solitario paseo, orillas del río, bajo los sauces lozanos. Al caminar enhiesto, declamaba un pasaje de poesía latina, con voz tumbal y solemne, golpeando los aires con una cañavera a compás del verso:


Unica spes vite nostre, Venus inclita, salve,
Que facis imperio cuneta subiré tuo,
¡Quam timet alta Ducum servitque potentia Regum!
Supplicibus votis, tu pía, parce meis...


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Dominio público
91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 34 visitas.

Publicado el 17 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Macachines

Javier de Viana


Cuentos, colección


MACACHÍN. — OXÁLIS PLATENSIS.

Oxalidáceas. — Pequeña planta silvestre de flores rosadas y amarillas y tubérculos comestibles.

Soledad

Había una sierra baja, lampiña, insignificante, que parecía una arruga de la tierra. En un canalizo de bordes rojos, se estancaba el agua turbia, salobre, recalentada por el sol.

A la derecha del canalizo, extendíase una meseta de campo ruin, donde amarilleaban las masiegas de paja brava y cola de zorro, y que se iba allá lejos, hasta el fondo del horizonte, desierta y desolada y fastidiosa como el zumbido de una misma idea repetida sin cesar.

A la izquierda, formando como costurón rugoso de un gris opaco, el serrijón se replegaba sobre sí mismo, dibujando una curva irregular salpicada de asperezas. Y en la cumbre, en donde las rocas parecen hendidas por un tajo de bruto, ha crecido un canelón que tiene el tronco torcido y jiboso, la copa semejante a cabeza despeinada y en conjunto, el aspecto de una contorsión dolorosa que naciera del tormento de sus raíces aprisionadas, oprimidas, por las rocas donde está enclavado.

Casi al pie del árbol solitario, dormitaba una choza que parecía construida para servir de albergue a la miseria; pero a una miseria altanera, rencorosa, de aristas cortantes y de agujados vértices. Más allá, los lastrales sin defensa y los picachos adustos, se sucedían prolongándose en ancha extensión desierta que mostraba al ardoroso sol de enero la vergüenza de su desolada aridez. Y en todas partes, a los cuatro vientos de la rosa, y hasta en el cielo, de un azul uniforme, se notaba idéntica expresión de infinita y abrumadora soledad.


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Dominio público
132 págs. / 3 horas, 51 minutos / 108 visitas.

Publicado el 8 de enero de 2023 por Edu Robsy.

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