El manual del perfecto cuentista
Una larga frecuentación de las personas dedicadas entre nosotros a
escribir cuentos, y alguna experiencia personal al respecto, me han
sugerido más de una vez la sospecha de si no hay, en el arte de escribir
cuentos, algunos trucs de oficio, algunas recetas de cómodo
uso y efecto seguro, y si no podrían ellos ser formulados para
pasatiempo de las muchas personas cuyas ocupaciones serias no les
permiten perfeccionarse en una profesión mal retribuida por lo general, y
no siempre bien vista.
Esta frecuentación de los cuentistas, los comentarios oídos, el haber
sido confidente de sus luchas, inquietudes y desesperanzas, han traído a
mi ánimo la convicción de que, salvo contadas excepciones en que un
cuento sale bien sin recurso alguno, todos los restantes se realizan por
medio de recetas o trucs de procedimiento al alcance de todos, siempre, claro está, que se conozcan su ubicación y su fin.
Varios amigos me han alentado a emprender este trabajo, que podríamos
llamar de divulgación literaria, si lo de literario no fuera un término
muy avanzado para una anagnosia elemental.
Un día, pues, emprenderé esta obra altruista, por cualquiera de sus lados, y piadosa, desde otro punto de vista.
Hoy apuntaré algunos de los trucs que me han parecido
hallarse más a flor de ojo. Hubiera sido mi deseo citar los cuentos
nacionales cuyos párrafos extracto más adelante. Otra vez será.
Contentémonos por ahora con exponer tres o cuatro recetas de las más
usuales y seguras, convencidos de que ellas facilitarán la práctica
cómoda y casera de lo que se ha venido a llamar el más difícil de los
géneros literarios.
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