"La riqueza no es una situación. Es una forma de ser". Que diría aquel.
La duración del aburrimiento
La vida media del hombre (70 años) abarca un período de 25 mil 550 
días, cifra más que reducida al comprarla con las que se barajan 
semanalmente en las quinielas y en la lotería.
Suponiendo que ese mismo hombre venga a ganar una media de 15.000 
pesetas mensuales durante toda su vida, resulta que ha gastado (o 
ahorrado) un mínimo de 12 millones y medio de pesetas, que son 500 por 
día.
Saquemos algunas consecuencias: quinientas pesetas diarias durante 
veinticinco mil quinientos días, suponiendo que los precios no suban 
demasiado dan para vivir muy justos y nada más. Ahora bien, si a cada 
ciudadano se le entregara (al llegar a su mayoría de edad, por ejemplo) 
la bonita cifra de doce millones y medio de pesetas que equivalen a los 
beneficios de toda la vida, ¿qué sucedería?
Varias cosas, claro. La primera, que tendríamos un nuevo millonario. 
La segunda, que el ciudadano en cuestión dispondría de un capital real 
con el que maniobrar y establecerse. La tercera, que se iría al diablo 
una gran parte de la sociedad actual y que, por lo tanto, volverían los 
tiempos de la escasez y del hambre. La cuarta, que el mundo está 
estudiado para que haya pocos ricos y muchos pobres, porque, si no, 
nadie trabajaría. Y la quina, a modo de consecuencia, es que el noventa 
por cien de los hombres comerciamos y especulamos con nuestra persona, 
mientras el 10 por 100 restante especula y comercia también con la 
nuestra y no con la suya.
Y, en suma, veinticinco mil quinientos días no se pasan así como así:
 son largos aunque vengan repetidos. Son penosos, aunque se les cuente 
por meses. Son productivos, aunque uno de cada siete sea de holganza. 
Parados los primeros tres mil quinientos (3.650 exactamente), que 
corresponden a la niñez consciente, desaparecen la mayor parte de las 
sorpresas de la vida.
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