Textos por orden alfabético inverso etiquetados como Novela corta | pág. 9

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etiqueta: Novela corta


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Las Hermanas Bunner

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

I

En los días en que el tráfico de Nueva York avanzaba al ritmo de los languidecientes coches de caballos, en que la buena sociedad aplaudía a Christine Nilsson en la Academia de Música y disfrutaba de los atardeceres de la Escuela del Río Hudson que colgaban en las paredes de la Academia Nacional de Diseño, había una discreta tienda de un solo escaparate conocida estrecha y favorablemente por la población femenina del vecindario que limitaba con la plaza Stuyvesant.

Se trataba de una tienda muy pequeña en un destartalado semisótano de una calle tranquila ya condenada a la decadencia; a tenor del carácter misceláneo de lo expuesto detrás del cristal y de la parquedad del cartel que lo coronaba (un mero «Hermanas Bunner» en borrosas letras de oro sobre un fondo negro), para un no iniciado habría sido difícil adivinar la naturaleza exacta del negocio que se desarrollaba en el interior. Aunque eso carecía prácticamente de importancia, puesto que su fama era tan puramente local que las clientas de cuya existencia dependía conocían de forma casi congénita y exacta cuál era el surtido de «artículos» de los que disponía el establecimiento de las hermanas Bunner.


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102 págs. / 3 horas / 279 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Las Dos Doncellas

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Cinco leguas de la ciudad de Sevilla, está un lugar que se llama Castiblanco; y, en uno de muchos mesones que tiene, a la hora que anochecía, entró un caminante sobre un hermoso cuartago, estranjero. No traía criado alguno, y, sin esperar que le tuviesen el estribo, se arrojó de la silla con gran ligereza.

Acudió luego el huésped, que era hombre diligente y de recado; mas no fue tan presto que no estuviese ya el caminante sentado en un poyo que en el portal había, desabrochándose muy apriesa los botones del pecho, y luego dejó caer los brazos a una y a otra parte, dando manifiesto indicio de desmayarse. La huéspeda, que era caritativa, se llegó a él, y, rociándole con agua el rostro, le hizo volver en su acuerdo, y él, dando muestras que le había pesado de que así le hubiesen visto, se volvió a abrochar, pidiendo que le diesen luego un aposento donde se recogiese, y que, si fuese posible, fuese solo.

Díjole la huéspeda que no había más de uno en toda la casa, y que tenía dos camas, y que era forzoso, si algún huésped acudiese, acomodarle en la una. A lo cual respondió el caminante que él pagaría los dos lechos, viniese o no huésped alguno; y, sacando un escudo de oro, se le dio a la huéspeda, con condición que a nadie diese el lecho vacío.

No se descontentó la huéspeda de la paga; antes, se ofreció de hacer lo que le pedía, aunque el mismo deán de Sevilla llegase aquella noche a su casa. Preguntóle si quería cenar, y respondió que no; mas que sólo quería que se tuviese gran cuidado con su cuartago. Pidió la llave del aposento, y, llevando consigo unas bolsas grandes de cuero, se entró en él y cerró tras sí la puerta con llave, y aun, a lo que después pareció, arrimó a ella dos sillas.


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46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 492 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Las Bodas de Yolanda

Hermann Sudermann


Novela corta


I

Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.

Todo, pues, había concluido... nada había que hacer ya... Su muerte nos arrebata un verdadero genio en el arte de inventar grogs, ponches y cherry gobblers, fríos o calientes. Cuando uno se paseaba con él por el campo, les aseguro, señores, con sólo ver su manera de sorber el aire, se podía estar seguro de que acababa de tener una inspiración. Al sentir el aroma de una maleza cualquiera, había adivinado en qué clase de vino habría que ponerla en infusión para conseguir una bebida excelente, extra fina...

¡Y qué entretenido era! Nos veíamos todas las noches, desde hacía años, fuera que él viniera a mi casa en Ilgenstein, o que yo me trasladase a caballo a Döbeln; y nunca me había parecido largo el tiempo que con él pasaba.

Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para mí, se entiende; porque él...

—¡Gran Dios!—decía;—no espero sino que esta bendita agua se me meta en el corazón, y entonces... reviento.

Y eso había sucedido precisamente... el hombre había reventado... Ahí estaba, tendido a mis pies, en el gran cajón blasonado; me parecía que tenía que golpear la tapa y llamarlo: «¡He, Pütz! basta de farsas! ¡sal de ahí, que tenemos que hacer nuestro piqué!»

No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como mi amigo Uhland.


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51 págs. / 1 hora, 29 minutos / 59 visitas.

Publicado el 14 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

Laian y los Alienígenas

Francisco A. Baldarena


novela corta


Primera Parte






MALAS NOTICIAS 


Fluo Max acababa de salir del baño y se peinaba frente al espejo, cuando vio reflejado, detrás de él, la figura violeta de Opzmo, flotando y haciéndole señales, del lado de afuera. Su amigo le pareció un tanto desesperado, sin embargo, como era sabido por todos que Opzmo era dado a las exageraciones, lo dejaría esperando un rato. 
 «Un poco de aire fresco no le hace mal a nadie», dijo, sonriendo. El problema era que estaban en la estación fría. 
 Fue a la cocina, agarró un pedazo de torta de chocolate y, a través del comando de voz, abrió el ventanal y Opzmo, tiritando de frío, entró, como se dice, «con cuatro piedras en la mano». 
 —¿Cómo puedes comer esta porquería, Fluo? Bizcochuelo de trigo modificado, chocolate sintético, azúcar artificial. Porquería pura. 
 Fluo Max esperaba una recriminación de parte del amigo, por haberlo dejado esperando afuera con semejante frío, sin embargo… 
 —Pero sabe bien. ¿Quieres un poco? 
 Opzmo, que odiaba ese tipo de alimentos, puso cara de asco y, atajándose con las manos, dijo: 
 —¡Solo si me estuviera muriendo de hambre! 
 —Bien, cambiando de tema, ¿qué te trae por aquí tan temprano?  Opzmo tomó asiento. 
 —Kinio. Nos quiere a todos en el cuartel general, con urgencia. 
 —¿Kinio Kiniones Pauers? 
 —¿Hay, por acaso, otro Kinio Kiniones Pauers que conozcas, además, de nuestro jefe? 
 —No. Lo que pasa es que me tomaste por sorpresa. Y bien, ¿qué es lo que sabes? 
 —Apenas rumores. Tú sabes, lo de siempre: ataques esporádicos, sospechas de invasión, amenazas de bombas. Pero si Kinio nos manda a llamar con urgencia, por algo debe ser —aclaró Opzmo, balanceando la cabeza.


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63 págs. / 1 hora, 51 minutos / 770 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .

Lady Barberina

Henry James


Novela corta


1

Es bien sabido que existen pocas vistas en el mundo más grandiosas que las avenidas principales de Hyde Park en una bonita tarde de junio. En eso se encontraban completamente de acuerdo dos personas que, un hermoso día de comienzos de ese mes, hace ahora cuatro años, se habían situado bajo los grandes árboles en un par de sillas de hierro (esas grandes con brazos por las que, si no me equivoco, hay que pagar dos peniques) y permanecían allí sentados, dejando a su espalda la lenta procesión del Drive y volviendo el rostro hacia el Row, que estaba mucho más animado. Estaban perdidos entre la multitud de observadores, y pertenecían, al menos aparentemente, a esa clase de personas que, donde quiera que se hallen, tienden a encontrarse más entre los observadores que entre los observados. Eran tranquilos, sencillos, de edad avanzada y de aspecto neutro; resultaban agradables a todo aquel al que no le pasaran completamente desapercibidos. Y sin embargo, de entre toda aquella brillante concurrencia, es en ellos, por oscuros que parezcan, en quienes vamos a fijar nuestra atención. Le ruego al lector que tenga un poco de confianza; no que realice excesivas concesiones. En el rostro de nuestros amigos había algo que indicaba que estaban envejeciendo juntos, y que gustaban de su mutua compañía lo bastante para no poner objeciones. El lector habrá adivinado que eran marido y mujer; y puede que también, al mismo tiempo, haya adivinado que pertenecían a esa nacionalidad que tanto abunda en Hyde Park en el apogeo de la temporada. Eran extraños familiares, por decirlo de alguna manera; y personas que resultaran tan enteradas y al mismo tiempo tan alejadas, solo podían ser americanas. Naturalmente, esta reflexión uno solo podía hacerla al cabo de un rato, pues hay que admitir que ostentaban escasos signos patrióticos.


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115 págs. / 3 horas, 22 minutos / 78 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Venganza

Alberto Blest Gana


Novela corta


Dedicatoria

Al Señor Don Federico Torrico


Muy estimado amigo:

Aun cuando la amistad sincera que le profeso no me sirviese de suficiente título para dedicarle este corto trabajo, la circunstancia de haberlo escrito sobre un argumento que Ud. me comunicó, me obligaría a poner el nombre de Ud. en su primera página.

Acepte, pues, ésta, que con más propiedad debe llamarse restitución que dedicatoria, como una muestra pequeña de mi afecto y como un recuerdo de las agradables conversaciones que nunca olvidaré haber tenido con Ud. su amigo afectísimo.


Alberto Blest Gana.

Noviembre de 1861.

I

Celebrábase en Lima la procesión de Corpus en el año de 1763. La plaza mayor de la ciudad de los reyes presentaba el aspecto grave y risueño a un tiempo que da a esta parte de la ciudad, principalmente, el colorido peculiar de las poblaciones españolas de la Edad Media.

Los balcones tapizados con ricas y vistosas colgaduras; las damas que desde esos balcones ostentaban la gracia de sus atavíos; la solemne marcha de las comunidades religiosas en pos de las andas de cada santo; la apiñada muchedumbre de tapadas y caballeros, de cholos y de mulatas que cubría el recinto de la plaza, y el bullicioso tocar de las campanas de los templos, daban gran animación al conjunto de aquel cuadro, que, por otra parte, los detalles, llenos de movimiento y de vida, engalanaban con tintes característicos, hijos del único pueblo de la América española que ha conservado hasta el día costumbres originales.


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Dominio público
44 págs. / 1 hora, 17 minutos / 177 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2022 por Edu Robsy.

La Última Fada

Emilia Pardo Bazán


Novela corta


Capítulo 1

Cuando Tristán de Leonís, Caballero de la Tabla redonda, e Iseo la Morena, reina del país de Cornualla, hubieron exhalado a un tiempo el último suspiro (siendo muy ardua faena el desenlazar sus cuerpos estrechamente abrazados), al pie de un espino cubierto el año todo de blanca flor, en las landas de Bretaña, país de encantamiento, se celebró un conciliábulo de fadas para tratar de la suerte del hijo que habían dejado los dos amantes.

No vierais, por cierto, cosa más linda que el tal espino. La albura que cubría enteramente sus ramas estaba rafagueada de un rosa muy sutil, y el viento, al agitar su follaje, hacía caer una lluvia de pétalos siempre olorosos. No era un arbusto, sino un árbol grande, y su mole de plata parecía que alumbraba todo el bosque, el cual se extendía casi una legua en derredor. Y le tenían miedo los labriegos a aquel bosque, sabiendo que lo poblaban trasgos y brujas, y, sobre todo, que en el grueso tronco del espino se hallaba preso nada menos que el sabio Merlín, protobrujo y mago en jefe.

Contábase que le había encerrado en tal cárcel su discípula y amada Bibiana, a quien el brujo, senilmente enamorado, dio cierto y que se sirvió de él para jugarle una mala pasada. Las crónicas, que no entienden de achaques del corazón, aseguran que Bibiana sufrió, al encerrar a Merlín, una equivocación fatal, de la cual le pesó mucho, y bien quisiera deshacerlo; mas yo os digo que las largas guedejas, más blancas que las flores del espino, de Merlín, no atraían a la maga, y al darle prisión, quiso librarse del peso y enojo de sus ternezas tardías.


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Dominio público
47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 188 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Tía Fingida

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Pasando por cierta calle de Salamanca dos estudiantes, manchegos y mancebos, mas amigos del baldeo y rodancho que de Bartolo y Baldo, vieron en una ventana de una casa y tienda de carne una celosía, y pareciéndoles novedad, porque la gente de la tal casa si no se descubria y apregonaba no se vendia, queriéndose informar del caso, deparóles su diligencia un oficial vecino, pared en medio, el cual les dijo:

—Señores, habrá ocho dias que vive en esta casa una señora forastera, medio beata y de mucha austeridad: tiene consigo una doncella de estremado parecer y brio, que dicen ser su sobrina: sale con un escudero y dos dueñas; y segun he juzgado, es gente granada y de gran recogimiento. Hasta ahora no he visto entrar persona alguna de la ciudad ni de fuera á visitallas, ni sabré decir de dónde vinieron á Salamanca; mas lo que sé es que la moza es hermosa y honesta al parecer, y que el fausto y la autoridad de la tia no es de gente pobre.

La relacion que dió el vecino oficial á los estudiantes les puso codicia de dar cima á aquella aventura; porque siendo pláticos en la ciudad, y deshollinadores de cuantas ventanas tenian albahacas con tocas, en toda ella no sabian que tal tia y sobrina hubiese, que hospedaran cursantes en su universidad, principalmente que viniesen á vivir á semejante calle, en la cual, por ser de tan buen peaje, siempre se habia vendido tinta aunque no de la fina; que hay casas, así en Salamanca como en otras ciudades, que llevan de suelo vivir siempre en ellas mujeres cortesanas, ó por otro nombre trabajadoras ó enamoradas.


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 768 visitas.

Publicado el 15 de febrero de 2020 por Edu Robsy.

La Sombra Sobre Innsmouth

H.P. Lovecraft


Novela corta


I

Durante el invierno de 1927—28, los agentes del Gobierno Federal realizaron una extraña y secreta investigación sobre ciertas instalaciones del antiguo puerto marítimo de Innsmouth, en Massachusetts. El público se enteró de ello en febrero, porque fue entonces cuando se llevaron a cabo redadas y numerosos arrestos, seguidos del incendio y la voladura sistemáticos —efectuados con las precauciones convenientes— de una gran cantidad de casas ruinosas, carcomidas, supuestamente deshabitadas, que se alzaban a lo largo del abandonado barrio del muelle. Las personas poco curiosas no prestarían atención a este suceso, y lo consideraron sin duda como un episodio más de la larga lucha contra el licor.

En cambio, a los más perspicaces les sorprendió el extraordinario número de detenciones, el desacostumbrado despliegue de fuerza pública que se empleó para llevarlas a cabo, y el silencio que impusieron las autoridades en torno a los detenidos. No hubo juicio, ni se llegó a saber tampoco de qué se les acusaba; ni siquiera fue visto posteriormente ninguno de los detenidos en las cárceles ordinarias del país. Se hicieron declaraciones imprecisas acerca de enfermedades y campos de concentración, y más tarde se habló de evasiones en varias prisiones navales y militares, pero nada positivo se reveló. La misma ciudad de Innsmouth se había quedado casi despoblada. Sólo ahora empiezan a manifestarse en ella algunas señales de lento renacer.


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86 págs. / 2 horas, 32 minutos / 708 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Sombra del Buitre

Robert E. Howard


Novela corta


Capítulo 1

—¿Han sido esos perros convenientemente vestidos y cebados?

—Sí, Protector de los Creyentes.

—Pues que los traigan y que se arrastren ante la presencia.

Y fue de aquel modo como los embajadores, pálidos tras los muchos meses de prisión, fueron conducidos ante el trono de Solimán el Magnífico, sultán de Turquía, y el monarca más poderoso en un tiempo de monarcas poderosos. Bajo el gran domo púrpura de la sala real brillaba el trono ante el que temblaba el mundo entero… revestido de oro y con perlas incrustadas. La fortuna en gemas de un emperador adornaba el palio de seda del que colgaba una red de perlas brillantes rematada con un festón de esmeraldas. Aquellas joyas formaban como un halo de gloria por encima de la cabeza de Solimán. Sin embargo, el esplendor del trono palidecía ante la presencia de la centelleante silueta que en él se sentaba, ataviada de pedrerías y con un turbante cuajado de diamantes y rematado con una pluma de garza. Sus nueve visires se encontraban cerca del trono, en actitud humilde. Los soldados de la guardia imperial se alineaban ante el estrado… Solaks con armadura, plumas negras, blancas y escarlatas ondeando por encima de los dorados cascos.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 222 visitas.

Publicado el 9 de julio de 2018 por Edu Robsy.

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