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Cuestión de Ambiente

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


Prólogo

Siempre me ha dado asunto para pensar y escribir el hecho de que, cuando los autores, en obras de amena literatura —novelas, cuentos, comedias, dramas, viajes—, sacan a relucir las costumbres de la aristocracia española, suprimen los restantes colores heráldicos y de oro y azul la ponen solamente... El Padre Coloma, en Pequeñeces y La Gorriona; Pereda, en La Montálvez; Palacio Valdés, en La Espuma; Alfonso Danvila, en Lully Arjona y La conquista de la elegancia; Benavente, en Lo cursi; Chatfield Taylor, en El país de las castañuelas, fustigan (es la palabra de rigor), ora irónica, ora indignadamente, a la crema social, y repiten y glosan la diatriba de Jovino:


¿Y éste es un noble, Arnesto? ¿Aquí se cifran
los timbres y blasones? ¿De qué sirve
la clase ilustre, un alta descendencia,
sin la virtud? Los nombres venerados
de Laras, Tellos, Haros y Girones,
¿Qué se hicieron...?
 

Con todo lo demás que en aquella juvenalesca sátira se contiene, incluso el final, especie de invocación, desde una Roma putrefacta, a los bárbaros regeneradores:


... Venga denodada, venga
la humilde plebe en irrupción, y usurpe
casta, nobleza, títulos y honores.
Sea todo infame behetría; no haya
clases ni estados...
 


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Dominio público
69 págs. / 2 horas / 244 visitas.

Publicado el 23 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Cuesta Abajo

Leopoldo Alas "Clarín"


Novela corta


Día 7 de enero de 18...

A las cinco de la tarde Ambrosio Carabín, portero segundo o tercero (no lo sé bien) de esta ilustre escuela literaria, cerraba la gran puerta verde de la fachada oriental, y, después de meterse la llave en el bolsillo, se quedaba contemplando al propietario de la cátedra de Literatura general y española, que bajaba, bien envuelto en su gabán ceniciento, por la calle de Santa Catalina. Carabín, es casi seguro, pensaba a su manera: —¡Y que este insignificante, que ni toga tiene, me obligue a mí, con mis treinta años de servicios, a estar de plantón toda la tarde porque a él se le antoje tener clase a tales horas en vez de madrugar como hacen otros que valen cien veces más, según lo tienen acreditado!

Si el propietario de la cátedra de Literatura general y española hubiera oído este discurso probable de Carabín, se hubiera vuelto a contestarle:

—Amigo Ambrosio, reconozco la justicia de tus quejas; pero si yo madrugara ¡qué sería de mí! Déjame la soledad de mis mañanas en mi lecho si quieres que siga tolerando la vida. Me has llamado insignificante. Ya sé que lo soy. ¿Ves este gabán? Pues así, del mismo color, soy todo yo por dentro: ceniza, gris. Soy un filósofo, Carabín. Tú no sabes lo que es esto: yo tampoco lo sabía hace algún tiempo cuando estudiaba filosofía y no sabía de qué color era yo. Pues sí: soy un filósofo y casi casi un naufragio de poeta (no te rías)... y por eso no puedo, no debo madrugar. En cuanto a que mi cátedra te estorba, te molesta, lo admito: me lo explico. También me estorba, también me molesta a mí. Intriga con el Gobierno para que me paguen sin poner cátedra, y habrás hecho un beneficio al país, a ti mismo y al propietario de esta asignatura, que ni tú, ni yo, ni los estudiantes sabemos para qué sirve.


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Dominio público
58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 185 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Ni en la Vida ni en la Muerte

Silverio Lanza


Novela corta


Convencidos de que Dios se hizo hombre, pretenden los hombres hacerse dioses. Mal oficio

Personajes

(Retratos del natural)

Licurgo Redondo, juez de delitos.
Pío de la Cruz, cura párroco.
Bienvenido González, (el inocente).
La familia Prada.
Un sepulturero que no habla.
Un tabernero, un polizonte, gentes del pueblo, y otros personajes que ni son del pueblo ni son gentes.

Se figura la acción en Villaruin, población próxima a Granburgo (capital de la Atargea), en el siglo XX del cristianismo, durante la dominación de las llamadas razas cultas.

Don Ligurco Redondo

(Juez de delitos)


Se le llama también juez de preparación o, como decía el presidente de un tribunal de apelación, «el juez de los primeros pasos», y en una procesión de Semana Santa envió al nominado detrás del Cristo amarrado a la columna, porque «usted me va inztruyendo este procezo y yo iré a la cola con él cabirdo para zentenciar con arreglo a justicia».

Cuando algún comerciante es presumido se dice que el tal se ha tragado la vara de medir: pues bien, el juez de delitos de Villaruin se ha tragado la vara de la justicia. Se la ha tragado porque anda más estirado que un pino. Se la ha tragado y le ha producido una indigestión.

Afortunadamente sólo se ha tragado la vara; otros se comen la justicia y engordan. El juez de Villaruin está para cebar; y el descaro con que asoman los huesos por debajo de la piel hace honor a la probidad de tan digno sacristán de Themis.

¡Pobre iluso!

Antes de tomar posesión de la plaza, se presentó al jefe del negociado de Derecho del Interior, y el alto funcionario le dijo:

—Usted dirá.

—Soy el juez de delitos nombrado para Villaruin.

—Está bien.

—Y vengo a despedirme de Vuecencia.

—Está bien.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 168 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Lázaro

Jacinto Octavio Picón


Novela corta


Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad; y esto que es mortal se vista de inmortalidad.

(San Pablo: Epíst. Iª a los corintios, cap. XV, vers. 53.)
 

I

A mediados del siglo XVIII, en una plaza de Madrid, formando rinconada con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, y en nuestro tiempo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre, hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio de niños, café cantante y club revolucionario, vino a albergar una sociedad de baile en la planta baja y una oficina en el principal, aprovechándose lo de más para habitaciones de pago dominguero en lo interior de ambos pisos.

Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las grandezas de tan ilustre raza, y aún se teme que por falta de puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.


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Dominio público
96 págs. / 2 horas, 48 minutos / 162 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Oasis en la Vida

Juana Manuela Gorriti


Novela corta


Dedicatoria

Á «La Buenos Aires»

La Autora.

I

—¡Bah!—exclamó Mauricio Ridel, arrojando la pluma despues de escribir la palabra Fin bajo la última línea de una cuartilla marcada con el guarismo 60.

—¿Qué es eso?—interrogó un jóven que escribía allí cerca.

—El postrer párrafo del folletin—respondió Mauricio, alargando la hoja á un cajista que aguardaba.

—¡Cómo! ¿Mañana acaba Chamusquinas de Amor? Hoy quedaba su héroe en una situacion extrema: la mano armada de un revólver, esperando para morir el primer rayo de sol; y ya, este comenzaba á dorar las copas de los árboles; y al verlo, «Enrique apoya el arma contra el corazon, enviando á María su último pensamiento; á Dios su última plegaria.»—¿Muere?

—No; porque—«De repente, un brazo cariñoso rodeó su cuello; un rostro pálido y mojado de lágrimas se apoyó en su rostro...

—¡Perdon!

—¡Perdon!—se oyó á la vez...

«Y el primer rayo de sol aguardado como una señal de muerte, fué la aurora de su felicidad».

—¡Bien! ¡oh! ¡Qué bien!—aplaudió el otro; y añadió con dramático ademan:

—¡Ah! que no haya para nosotros, párias del destino, ¡un rayo de sol que venga á redimirnos!

—Sí: y más que uno: dos—repuso Mauricio.—La resignacion y el trabajo.

—¡La resignacion! ¡el trabajo!—replicó el interlocutor con forzada risa.—Solo tú puedes decir eso; tú, que no contento con la tarea diaria, la has subido á catorce horas. Catorce horas, pluma en mano, encorvado sobre la implacable cuartilla, y precisamente, apenas en convalecencia de la terrible herida que casi te lleva al sepulcro.

—Sin embargo, ya lo vés: estoy sano y fuerte. Un poco de sueño; á veces, un poco de fatiga; pero se piensa en el fin propuesto, y todo eso vuela y se desvanece.—

Hablando así, Mauricio consultó su reloj.


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Dominio público
45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 148 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Amores de Antón Hernando

Gabriel Miró


Novela corta


I

Parece que quien escribe o cuenta de su vida, necesariamente ha de decirnos las maravillas del héroe, la excelsitud del genio, la destreza del pejenicolao o los donaires y travesuras de un Don Pablo...

Yo no he de asombraros por mis audacias, ni cegar vuestro entendimiento con las lumbres del mío, ni quiero que se me tenga por pícaro, gracioso y desenvuelto.

Empiezo confesando que mi nombre es el de Antonio, y mi linaje el de Hernando, de los ricos labradores de La Mancha, humildes y temerosos de Dios. Mis padres, por llaneza y poco cuidado en imaginar, no lo tuvieron de adornarme con nombre, que, delante de Hernando, calificase el apellido y aun entrambos se diesen pompa quimérica y resonancia. Pusiéranme Gerardo, Guillermo, Galileo —de la inicial G noble entre todas—, o Alejandro, Augusto, Alberto —aun de la misma A tan principal y de sencilla elegancia—, o Cayo, Castor, Carlos —de la C, letra romántica y gentil— y al oírlo o leerlo me imaginaríais con más agrado o presunción de lances estupendos.

Yo soy moreno como el pan de las familias pobres; soy alto y desmañado; y hay en las líneas de mis facciones algo como una duda o vacilación entre el europeo y cualquier hijo de raza oriental.


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Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 147 visitas.

Publicado el 28 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Cristianos y Moriscos

Serafín Estébanez Calderón


Novela corta


Capítulo I

Otros declararon a sus naturales las cosas extrañas y peregrinas por interpretación, y perpetuaron las propias para un claro ejemplar en la memoria de las letras, dando a cada cual su medida como jueces de la fama y testigos de la verdad.
Luis del Marmol.

Fresca y apacible tarde del otoño hacía, y como domingo alegre después de vísperas, por gustoso recreo se derramaban allá en los ruedos y ejidos del lugar los habitantes rústicos de cierta aldea, cuyo nombre, si no lo apuntamos ahora, es por hacer poco al propósito de la historia que vamos relatando. Baste sólo decir que el tal lugar estaba en lo más bien asentado de la Andalucía, para saber que era rico, y que no distando sino poco trecho de la ciudad de Ronda, disfrutaba del sitio más pintoresco y de más rústica perspectiva que pueden antojarse a los ojos que se aficionan de las escenas de riscos, fuentes y frescuras.

Aquellas buenas gentes, digo, unas subían a las más altas crestas de los montes, para divertir los ojos en la sosegada llanura del mar, que allá al lejos se parecía; otras se entraban por entre las arboledas y frutales de tanto huerto y jardín como cercaban la aldea, y aquí o allá grupos de mancebos granados o muchachos de corta edad se entretenían en jugar al mallo y en tirar la barra, o en soltar al aire pintadas pandorgas con la mayor alegría del mundo.

Entretanto, ciertas personas más graves y de mayor autoridad, como desdeñándose de participar de aquellos entretenimientos, o comunicarse con tales gentes, buscaban separadamente su recreación, paseándose por cierta senda muy sombreada de árboles y apacible por todo extremo.


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Dominio público
60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 118 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Idilio de Pedrín

Joaquín Dicenta


Novela corta


I

Era un soñador aquel montañés. La luz, casi siempre gris en la Montaña, las nieblas que desde el otoño a los comienzos del estío la envuelven, habían penetrado el espíritu de Pedrín, haciéndolo vivir en plena fantasía, en completo desdibujo de la realidad.

No solamente lo que llamamos alma era romántica en Pedrín; lo eran también las líneas carnales, el dibujo total del cuerpo.

Su cabello rubio ondeaba, palideciendo hacia las puntas, como los remates de un sol poniente; su frente se moldeaba en forma de torreón gótico; en sus ojos azules resplandecía el éxtasis, acentuado por la sombra que hacían las pestañas. La nariz era recta; la boca de finísimos labios; apuntada la barba; marfileño el tono de la piel. Tenía las manos señoriles, el talle juncal; el andar lánguido, apoyándose poco en tierra, como si tratara de ser vuelo.

¿Cómo pudieron fabricar esta criatura dos marineros aldeanos?

Recio el padre como un trinquete, basto como una encina, coloradote, por obra de la mucha sangre circulante en sus venas y del mucho vino embaulado en su estómago, no resultaba muy capaz para tan delicado engendro.

Cierto que la madre fue hermosa. Aún a los cuarenta años, con todo el mal traer de su jornalero vivir, conservaba restos de aquella su hermosura. Por hermosa reinó en bailes, juntas y montañesas romerías. De muy largo llegaban a requebrarla los galanes; más de una cabeza quedó rota en su obsequio; no pocas veces oyeron suspirar por ella olas y praderías. Pero así y todo, no ajustaba la belleza fuerte y opulenta de la madre a las hechuras del hijo que parió.


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Dominio público
34 págs. / 1 hora / 115 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

La Buena Fama

Juan Valera


Novela corta


I

Nada recuerdo yo con tanto gusto como las temporadas que he pasado en Villabermeja y los coloquios que allí he tenido con don Juan Fresco, mi querido tocayo. No había asunto sobre el que no hablásemos, dilucidándole hasta donde nuestro saber y nuestra inteligencia alcanzaban. Y cuando no estábamos de acuerdo, nos alegrábamos en vez de sentirlo, porque entonces nuestra conversación, con el apacible discutir, tomaba dulce y acalorada viveza.

A veces lamentaba yo que escritores extranjeros se nos hubiesen adelantado en coleccionar y en poner por escrito con primoroso adorno los cuentos que corren en boca del vulgo. Los mejores, a mi ver, eran los mismos, con raras variantes, en Alemania y en Francia que en España, de suerte que nos habían robado lo más hermoso y rico de aquella materia épica difusa, sin que pudiésemos ya darle forma original en nuestra lengua castellana.

Mi tocayo sostenía la contraria opinión, y afirmaba que había aún mil cuentos vulgares entre nosotros sin que nadie los hubiese recogido, y que no pocos de ellos eran deliciosos y hasta contenían veladas enseñanzas y misteriosas filosofías de subidísimo precio. El solía escudriñarlas y sacarlas a relucir, interpretando y comentando los tales cuentos como ciertos sabios neoplatónicos las antiguas fábulas griegas.


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Dominio público
86 págs. / 2 horas, 31 minutos / 97 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Gurí

Javier de Viana


Novela corta


Para Adolfo González Hackenbruch

I

En un día de gran sol—de ese gran sol de Enero que dora los pajonales y reverbera sobre la gramilla amarillenta de las lomas caldeadas y agrietadas por el estío—Juan Francisco Rosa viajaba á caballo y solo por el tortuoso y mal diseñado camino que conduce del pueblecillo de Lascano á la villa de Treinta y Tres. Al trote, lentamente, balanceando las piernas, flojas las bridas, echado á los ojos el ala del chambergo, perezoso, indolente, avanzaba por la orilla del camino, rehuyendo la costra dura, evitando la polvareda. De lo alto, el sol, de un color oro muerto, dejaba caer una lluvia fina, continua, siempre igual, de rayos ardientes y penetrantes, un interminable beso, tranquilo y casto, á la esposa fecundada. Y la tierra, agrietada, amarillenta, doliente por las torturas de la maternidad, parecía sonreír, apacible y dulce, al recibir la abrasada caricia vivificante.

Bañado en sudor, estirado el cuello, las orejas gachas, el alazán trotaba moviendo rítmicamente sus delgados remos nerviosos. De tiempo en tiempo el jinete levantaba la cabeza, tendía la vista, escudriñando las dilatadas cuchillas, donde solía verse el blanco edificio de una Estancia, rodeado de álamos, mimbres ó eucaliptos, ó el pequeño rancho, aplastado y negro, de algún gaucho pobre. Unos cerca otros lejos, él los distinguía sin largo examen y se decía mentalmente el nombre del propietario, agregando una palabra ó una frase breve, que en cierto modo definía al aludido: "Peña, el gallego pulpero; Medeiros, un brasileño rico, ladrón de ovejas; el pardo Anselmo; don Brígido, que tenía vacas como baba'e loco; más allá, el canario Rivero, el de las hijas lindas y los perros bravos..." Y así, evocando recuerdos dispersos, el paisanito continuaba, tranquilo, indiferente, á trote lento, sobre las lomas solitarias.


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Dominio público
76 págs. / 2 horas, 14 minutos / 94 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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