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etiqueta: Novela corta fecha: 16-04-2019


La Bohemia Londinense

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


I. Los prolegómenos de una novela de Conan Doyle en el Colonial

Julio Galán Barón estirose los puños, tal vez para resaltar aquella pulsera oriental (pacotilla de Tánger u Orán), recuerdo de su escapatoria al norte de África cuando se sintió —hijo único, rico y mimado— en el caso de olvidar los disgustos (que, afortunadamente para él, no tenía), y dar, de paso, uno a mamá (¡tan buena y abnegada la pobre!) y a papá (que, pese al aire feroz, le adoraba), al fin y al cabo decididos a perdonarle todo con tal de tener al hijo, que era la gran razón de su vida, y aseguró muy serio:

—De la semana que viene no pasa. Embarco en los primeros días, y dentro de un mes me tenéis en el Senegal con mi rifle cazando tigres.

Silvestre Fonseca, mientras se calaba el monóculo, afirmó con entusiasta fervor:

—¡Cuenta conmigo! Ya sabes que esta vez me voy contigo sin falta. Aunque para ello tenga que cargar con el medallón de brillantes de tía Casiana.

Dos o tres de los héroes de la pandilla, en ratos de jolgorio, de buen humor o de pedantesca fanfarronería, se ponían monóculo (que vaya usted a saber de dónde habían sacado), para parodiar al fantasmón del conde, que no era mala persona pero que sabía presumir tomando aires de superioridad impertinente.

Como la envidia le traía a maltraer, Campos de Maldonado, el pseudoliterato fracasado, que, a falta de triunfos propios, había quedado para papeles de Chiuti desempeñados sin la gracia, ligereza, desenfado ni buena voluntad propios del personaje de Zorrilla, sino con una acritud concentrada y agresiva de carabina, ironizó agrio, sin comprensión ni simpatía por las fanfarronadas pueriles:

—Me parece a mí que lo que es tú... Como hagas otro viaje que no sea el que te pague tu padre a Santa Rita, lo más que irás será al Tercio, y para eso te faltan arrestos...


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 204 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Lázaro

Jacinto Octavio Picón


Novela corta


Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad; y esto que es mortal se vista de inmortalidad.

(San Pablo: Epíst. Iª a los corintios, cap. XV, vers. 53.)
 

I

A mediados del siglo XVIII, en una plaza de Madrid, formando rinconada con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, y en nuestro tiempo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre, hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio de niños, café cantante y club revolucionario, vino a albergar una sociedad de baile en la planta baja y una oficina en el principal, aprovechándose lo de más para habitaciones de pago dominguero en lo interior de ambos pisos.

Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las grandezas de tan ilustre raza, y aún se teme que por falta de puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.


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Dominio público
96 págs. / 2 horas, 48 minutos / 144 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Juan Vulgar

Jacinto Octavio Picón


Novela corta


I

Tiene, al comenzar este verídico relato, diecisiete años. Su infancia ha sido la de casi todos los muchachos de pueblo. Nunca estuvo para él la fruta demasiado alta, ni logró su abuela esconder las golosinas en sitio que no descubriera, ni había en la comarca perro que no le temiese. A pedradas turbaba él sosiego de los pájaros ocultos en las frondas, y entre burlas y veras, con sus requiebros, traía desasosegados los corazones de las mozas. Más de una cuando él a la fuente se acercaba, fingió que no podía con el cántaro para que Juan la ayudase a levantarlo, mientras otra, dejándole ver los remangados brazos, alzaba vigorosamente el suyo, como dándole a entender cuán apretado lazo formaría con ellos en torno de su cuello.


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Dominio público
47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 150 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.