Textos más antiguos etiquetados como Novela corta no disponibles que contienen 'u'

Mostrando 1 a 10 de 47 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela corta textos no disponibles contiene: 'u'


12345

El Hombre de los Cuarenta Escudos

Voltaire


Novela corta


Un apacible viejo, que siempre se queja del tiempo presente y alaba el pasado, me decía en una ocasión:

—Amigo, Francia no es tan rica como lo era en tiempo de Enrique IV. ¿Y por qué? Porque no están los campos bien cultivados, porque faltan brazos para la labranza; porque al encarecer los jornales, dejan muchos colonos sus tierras sin labrar.

—¿De dónde procede esa escasez de labriegos?

—De que todo aquel que es inteligente toma el oficio de bordador, de grabador, de relojero, de tejedor de seda, de procurador o teólogo. De que la revocación del edicto de Nantes ha dejado un inmenso vacío en el reino. De que se han multiplicado las monjas y los pordioseros, y en fin, de que cada uno esquiva, en cuanto puede, las penosas faenas de la tierra, para las que Dios nos ha creado, y que tenemos por indignas, de puro lógicos que somos.

Otra causa de nuestra pobreza es la muchedumbre de necesidades nuevas: pagamos a nuestros vecinos 15.000.000 por este artículo, 20 ó 30 por aquél. Metemos en las narices un polvo hediondo que viene de América, y tomar café, té, chocolate y obtener la grana, el añil, y las especias nos cuesta más de 200.000.000 de reales al año. Nada de esto era conocido en tiempo de Enrique IV como no fuesen las especias, que se consumían mucho menos. Gastamos cien veces más cera, y más de la mitad nos viene de país extranjero, porque no cuidamos de aumentar nuestras colmenas. Las mujeres de París y demás grandes ciudades llevan hoy al cuello, en las manos y en las orejas más diamantes que todas las damas de palacio en tiempos de Enrique IV, sin exceptuar la reina. Casi todas estas superfluidades las tenemos que pagar en dinero contante.


Información texto

Protegido por copyright
59 págs. / 1 hora, 43 minutos / 156 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Polikushka

León Tolstói


Novela corta


I

¡Como usted guste, señora! Pero son muy dignos de lástima los Dutlov. ¡Todos ellos son buena gente!... Y si no mandamos ahora a uno de los dvorovuy, inevitablemente deberá ir uno de ellos, decía el intendente. La verdad es que toda la aldea los señala. Por lo demás, si es voluntad de usted...

Y puso otra vez la mano derecha sobre la izquierda, colocándose ambas sobre el vientre; inclinó a un lado la cabeza, apretó sus delgadísimos labios hasta casi hacerlos chasquear, levantó los ojos y calló, con la intención evidente de permanecer así mucho tiempo, escuchando sin réplica todas las tonterías que no dejaría de decir la señora.

Este intendente era un antiguo siervo de la casa, que, afeitado y con largo casacón del corte especial adoptado por los intendentes, estaba de pie frente a su ama, rindiendo su informe, a la caída de una tarde de otoño. Según el parecer de la señora, el informe había de consistir en escuchar en las cuentas que le rindiera respecto a la marcha de la hacienda, para darle enseguida órdenes sobre asuntos futuros, mas, según el parecer del intendente, Egor Mikáilovich, consistía en la obligación de permanecer sobre sus torcidos pies, en un rincón de la estancia, con el rostro vuelto hacia el diván, escuchando toda la charla, alejada siempre del asunto, hasta lograr por medios diversos que la señora, impaciente, comenzara a murmurar: "Bien, bien...", consintiendo en todos los propósitos de Egor Mikáilovich.

Se trataba en esta ocasión del reclutamiento. La hacienda Pokróvskoie había de enviar tres reclutas.


Información texto

Protegido por copyright
72 págs. / 2 horas, 7 minutos / 126 visitas.

Publicado el 6 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Gaspar Ruíz

Joseph Conrad


Novela corta


I

Una guerra revolucionaria destaca muchos raros caracteres, los saca entre la oscuridad, lugar común de tantas vidas humildes en las zonas tranquilas de la sociedad.

Algunos seres llegan a la fama por sus vicios o sus virtudes, o simplemente por sus actos, que a veces logran una importancia transitoria para caer enseguida en el olvido.

Al fin de una lucha armada, sólo sobreviven los nombres de algunos caudillos, posteriormente consignados en la historia, de modo que cuando desaparecen del recuerdo activo de los nombres, viven silenciosamente en los libros.

El nombre del general Santierra alcanzó esa fría inmortalidad de papel impreso.

Fue un sudamericano de buena familia, y los libros de su época le citan entre los que libertaron aquel continente del dominio español. La larga contienda entablada por la independencia, en un lado, y por el dominio, en el otro, se desarrolló, en el transcurso de los años y entre las vicisitudes de la cambiante fortuna, con la fiereza y crueldad de una lucha por la vida. Todo sentimiento de fraternidad y compasión desapareció entre la inquina del odio político. Y como suele ocurrir en la guerra, el pueblo, quien menos había de ganar con el resultado, fue el que más sufrió en sus oscuras personas y en sus humildes bienes.

El general Santierra comenzó su servicio, como teniente en el ejército patriota organizado y mandado por el famoso San Martín, más tarde libertador de Chile y Perú.


Información texto

Protegido por copyright
60 págs. / 1 hora, 46 minutos / 72 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Monje y la Hija del Verdugo

Ambrose Bierce


Novela corta


I

El primer día de mayo del año de nuestro Señor de 1680, los monjes franciscanos Egidio, Romano y Ambrosio fueron mandados por su Superior desde la ciudad cristiana de Passau hasta el Monasterio de Berchtesgaden, en los alrededores de Salzburgo. Yo, Ambrosio, era entonces el más joven y fuerte de ellos, ya que sólo tenía veintiún años.

Sabíamos que el monasterio de Berchtesgaden se encontraba en una comarca agreste y montañosa, cubierta de oscuros bosques infestados de osos y espíritus perversos, y nuestros corazones se hallaban llenos de pesadumbre al pensar qué podría ocurrirnos en un lugar tan horrible. No obstante, como es un deber cristiano ofrecer el sacrificio de nuestra obediencia a la Iglesia, no protestamos, e incluso nos sentimos alegres de acatar de esta forma el deseo de nuestro reverendo Superior.

Después de recibir la bendición y de rezar por última vez en la iglesia de nuestro Santo, cerramos nuestras capuchas, nos calzamos sandalias nuevas e iniciamos nuestra marcha acompañados por las bendiciones de todos. A pesar de que el trayecto era largo y peligroso, no perdimos la esperanza, ya que ésta es en el fondo el principio y fin de toda religión, y además una característica de la juventud, que también sirve de apoyo en la vejez. Por ese motivo, nuestros corazones superaron enseguida la tristeza de la partida y se alegraron con los nuevos y diversos paisajes que nos ofrecía nuestro primer contacto verdadero con la hermosura de la tierra, tal y como Dios la creó. El colorido y el brillo de la atmósfera recordaban al manto de la Santísima Virgen: el sol resplandecía como el Áureo Corazón del Salvador, del que brota luz y vida para la humanidad entera. La bóveda azul oscura que se desplegaba en las alturas formaba, también, un precioso oratorio en el que cada hoja de hierba, cada flor y cada criatura ensalzaba la gloria de Dios.


Información texto

Protegido por copyright
88 págs. / 2 horas, 35 minutos / 152 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

En las Montañas de la Locura

H.P. Lovecraft


Novela corta


I

Me veo obligado a hablar porque los hombres de ciencia se han negado a seguir mi consejo sin saber por qué. Va completamente en contra de mi voluntad exponer las razones que me llevan a oponerme a la proyectada invasión de la Antártica, con su vasta búsqueda de fósiles y la perforación y fusión de antiquísimas capas glaciales. Y me siento tanto menos inclinado a hacerlo porque puede que mis advertencias sean en vano.

Es inevitable que se dude de los verdaderos hechos tal como he de revelarlos; no obstante, si suprimiera lo que se tendrá por extravagante e increíble, no quedaría nada. Las fotografías retenidas hasta ahora en mi poder, tanto las normales como las aéreas, contarán en mi favor por ser espantosamente vívidas y gráficas. Pero aun así se dudará de ellas porque la habilidad del falsificador puede conseguir maravillas. Naturalmente, se burlarán de los dibujos a tinta calificándolos de evidentes imposturas, a pesar de que la rareza de su técnica debiera causar a los entendidos sorpresa y perplejidad.

A fin de cuentas, he de confiar en el juicio y la autoridad de los escasos científicos destacados que tienen, por una parte, suficiente independencia de criterio como para juzgar mis datos según su propio valor horriblemente convincente o a la luz de ciertos ciclos míticos primordiales en extremo desconcertantes, y, por la otra, la influencia necesaria para disuadir al mundo explorador en general de llevar a cabo cualquier proyecto imprudente y demasiado ambicioso en la región de esas montañas de la locura. Es un triste hecho que hombres relativamente anónimos como yo y mis colegas, relacionados solamente con una pequeña universidad, tenemos escasas probabilidades de influir en cuestiones enormemente extrañas o de naturaleza muy controvertida.


Información texto

Protegido por copyright
142 págs. / 4 horas, 10 minutos / 936 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Diario de un Hombre Superfluo

Iván Turguéniev


Novela corta


Aldea de Ovéchaia Vodá, 20 de marzo de 18...

El médico acaba de marcharse. ¡Por fin he conseguido sacar algo en limpio! Por más que ha intentado echar mano de sus triquiñuelas, a lo último ha tenido que confesarme la verdad. Sí, moriré pronto, muy pronto. Los ríos se deshelarán, y yo me iré probablemente con las últimas nieves... ¿Adónde? ¡Dios sabrá! También al mar. ¡Qué le vamos a hacer! Si hay que morir, mejor que sea en primavera. Pero ¿no resulta ridículo iniciar un diario acaso dos semanas antes de morir? ¿Y qué hay de malo en ello? ¿Es que catorce días representan menos que catorce años, que catorce siglos? Frente a la eternidad, todo es vanidad, como suele decirse. Sin duda, pero en ese caos la misma eternidad es vanidad. Podría pensarse que me entrego al pensamiento abstracto: una mala señal. ¿No será que me acobardo? Será mejor que cuente algo. Fuera el ambiente es húmedo, sopla el viento. Me han prohibido salir. ¿Y qué voy a contar? Un hombre bien educado no debe hablar de sus propios achaques. Y escribir una novela no es algo que esté a mi alcance. Discurrir sobre temas elevados está por encima de mis fuerzas; en cuanto a la descripción de las cosas que me rodean, ni siquiera a mí mismo llega a interesarme. Pero no hacer nada me aburre, y me da pereza leer. ¡Ah! Voy a contarme a mí mismo mi propia vida. ¡Excelente idea! Cuando uno está con un pie en la tumba, no cabe mejor ocupación, tanto más cuanto que no ofende a nadie. Empecemos.


Información texto

Protegido por copyright
66 págs. / 1 hora, 55 minutos / 442 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Remanso de Paz

Iván Turguéniev


Novela corta


I

En una habitación bastante espaciosa, recién encalada, de la casa señorial de la aldea de Sasovo, en el distrito provincia de T., delante de una vieja mesita alabeada, un hombre joven, con el abrigo puesto, estaba sentado en una estrecha silla de madera y examinaba unas cuentas. Dos velas de estearina ardían en plateados candelabros de viaje; en un extremo, sobre un banco, descansaba un cofrecillo abierto; en otro rincón un criado estaba armando una cama de hierro. Al otro lado del bajo tabique borboteaba y silbaba un samovar; un perro se revolcaba en una brazada de paja que acababan de traer. En el vano de la puerta aguardaba un campesino de barba larga y rostro inteligente, con un abrigo nuevo anudado con una banda roja: el starosta, según todas las apariencias. Miraba con atención al joven sentado. Pegado a una de las paredes había un piano antiquísimo, al lado de una cómoda no menos vetusta, con agujeros en lugar de cerraduras; entre las ventanas se veía un espejo oscuro; del tabique colgaba un viejo retrato, casi todo descascarillado, que representaba a una mujer empolvada con miriñaque y una cinta negra en el fino cuello. A juzgar por la pronunciada curvatura del techo y la pendiente del agrietado suelo, la casa en la que acabamos de introducir al lector existía desde hacía mucho tiempo. Nadie vivía en ella de manera permanente y se utilizaba para alojar a las visitas del amo. El joven sentado a la mesa era precisamente el dueño de la aldea de Sasovo. Había llegado la víspera, procedente de su hacienda principal, que se encontraba a unas cien verstas de allí, y se disponía a partir al día siguiente, una vez concluida la inspección de la hacienda, escuchadas las peticiones de los campesinos y verificados todos los papeles.


Información texto

Protegido por copyright
86 págs. / 2 horas, 31 minutos / 216 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Yákov Páskinov

Iván Turguéniev


Novela corta


I

Los hechos sucedieron en San Petersburgo, en invierno, el primer día del carnaval. Un compañero de pensión, que en su juventud tenía fama de ser tan apocado como una pudorosa muchacha y que más adelante dio muestras de haber perdido cualquier rastro de timidez, me había invitado a comer. Ahora ya ha muerto, como la mayor parte de mis compañeros. Aparte de mí, habían prometido acudir al ágape un tal Konstantín Aleksándrovich Asánov y una celebridad literaria de la época, que se hizo esperar y finalmente envió una nota anunciando que no vendría; en su lugar se presentó un señor menudo y rubio, uno de esos inevitables huéspedes no deseados que tanto abundan en San Petersburgo.

La comida se prolongó largo rato; el anfitrión no escatimó el vino, que poco a poco se nos fue subiendo a la cabeza. Todo lo que cada uno de nosotros ocultaba en el fondo de su alma —¿quién no oculta algo en el fondo de su alma?— acabó saliendo a la luz del día. El rostro del anfitrión había perdido de pronto su expresión púdica y reservada; sus ojos miraban con descaro, y una sonrisa vulgar torcía sus labios; el señor rubio estallaba en carcajadas abyectas, ruidosas y estúpidas; no obstante, fue Asánov quien me sorprendió más. Ese hombre siempre se había distinguido por su sentido del decoro, pero de repente se puso a pasarse la mano por la frente, a darse aires, a jactarse de sus relaciones, a mencionar a cada momento a un tío suyo, personaje muy importante... La verdad es que no le reconocía; se burlaba de nosotros sin el menor reparo... Era como si despreciara nuestra compañía. La insolencia de Asánov me puso furioso.

—Escuche —le dije—, si a sus ojos somos tan insignificantes, váyase a visitar a su ilustre tío. ¿O tal vez no le autoriza a entrar en su casa?

Asánov no me respondió y siguió pasándose la mano por la frente.


Información texto

Protegido por copyright
47 págs. / 1 hora, 23 minutos / 80 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Dos Amigos

Iván Turguéniev


Novela corta


En la primavera de 184... Borís Andreich Viazovnín, un joven de unos veintiséis años, llegó a su casa natal, en una de las provincias de la parte central de Rusia. Acababa de solicitar la excedencia, «por razones de índole personal», y tenía intención de ocuparse de la administración de la hacienda. Una decisión acertada, sin duda, pero que Borís Andreich había tomado, como sucede en la mayor parte de los casos, en contra de su voluntad. Sus ingresos iban disminuyendo de año en año, al tiempo que las deudas crecían. Al final acabó convenciéndose de la imposibilidad de seguir sirviendo en la administración y residiendo en la capital; en suma, de vivir como había vivido hasta entonces, y resolvió, haciendo de tripas corazón, consagrar varios años a poner en orden esos asuntos «de índole personal» en virtud de los cuales se veía de pronto en ese rincón perdido en medio del campo.


Información texto

Protegido por copyright
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 255 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

12345