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Klosterheim o La Máscara

Thomas De Quincey


Novela


I

El invierno de 1633 se había instalado con una severidad poco común en Suabia y Baviera a pesar de que apenas había transcurrido la primera semana de noviembre. En realidad, nuestro relato comienza el día ocho de ese mes, o, según nuestros cómputos modernos, el dieciocho; fecha muy tardía, como venía siendo habitual en los últimos años, para ampliar el curso de las operaciones militares sin perder demasiadas fuerzas. En efecto, últimamente se había puesto de manifiesto que, sin suspender las hostilidades o ni siquiera disminuirlas, campañas enteras de invierno habían entrado a formar parte de la política del sistema de guerra que en aquel tiempo se extendía rápidamente por toda Alemania, amenazando con transformar sus provincias centrales, hasta hacía poco edenes florecientes de paz y prosperidad, en un erial de lamentos. Ya había convertido regiones inmensas en un solo campo de batalla, o de matanza humana, haciendo recordar a cada paso, por los infinitos monumentos de su destrucción, la felicidad pasada. Esta innovación en las viejas prácticas bélicas la habían introducido los ejércitos suecos, cuyas costumbres y entrenamiento nórdicos les predisponían felizmente para recibir el invierno alemán como un cambio beneficioso; mientras que para los soldados de Italia, España y el sur de Francia, a quienes la dura transición de sus soleados cielos había convertido el mismo clima en una severa prueba, este cambio de política los hostigaba con penas que a veces paralizaban sus esfuerzos.


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164 págs. / 4 horas, 47 minutos / 128 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Madriguera del Gusano Blanco

Bram Stoker


Novela


Dedicatoria

A mi amiga Berta Nicoll
con afectuosa estima.

I. La llegada de Adam Santon

Adam Salton pasó casualmente por el Empire Club de Sydney y se encontró con una carta de su tío abuelo. Poco menos de un año antes había tenido noticias del anciano caballero, Richard Salton, revelándole su parentesco y asegurándole que no había podido escribirle más pronto a causa de sus enormes dificultades en dar con el paradero de su sobrino nieto. Adam quedó muy complacido y respondió cordialmente; a menudo había oído a su padre hablar de la rama más antigua de la familia con quienes él y los suyos habían perdido el contacto hacía mucho tiempo. Había comenzado una interesante correspondencia. Adam abrió apresuradamente la carta que acababa de llegar, que contenía una amable invitación para instalarse en Lesser Hill con su tío abuelo tanto tiempo como le fuera posible.


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172 págs. / 5 horas, 2 minutos / 222 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Habitación del Dragón Volador

Joseph Sheridan Le Fanu


Novela


Prólogo

El curioso caso que voy a exponerles lo trata el doctor Hesselius de manera penetrante, y más de una vez, en su extraordinario ensayo sobre las drogas en la oscura Edad Media.

En este ensayo, que el autor titula Mortis Imago, se trata acerca del Vinum laetiferum, la Beatifica, el Somnus Angelorum, el Hypnus Segarum, el Agua Thessalliae y otras veinte infusiones y destilaciones, conocidas de los sabios que vivieron hace ochocientos años, dos de las cuales, según él, aún son utilizadas por la cofradía de los ladrones, según revelan a veces investigaciones policiales.

El ensayo en cuestión, Mortis Imago, ocupará, si no me equivoco, dos volúmenes, el noveno y el décimo, de las obras completas del doctor Martin Hesselius.

Debo señalar, para concluir, que dicho ensayo está curiosamente enriquecido con abundantes citas de poemas y textos medievales, las más interesantes de las cuales, por extraño que pueda parecer, son egipcias.

He seleccionado este caso particular entre muchos otros igualmente sorprendentes, pero, a mi entender, menos interesantes desde el punto de vista narrativo; he escogido esta forma de relato particular simplemente porque me parece más entretenida.

I. En ruta

En el año de gracia de 1815 yo acababa de heredar, con veintitrés años de edad, una sustanciosa cantidad en fondos consolidados y otros valores bursátiles. La primera caída de Napoleón había abierto el continente europeo a los viajeros ingleses, presuntamente deseosos de instruirse a través del conocimiento directo de otros países; y yo —superado definitivamente el ligero «jaque de los cien días» por el genio de Wellington en el campo de Waterloo— me sumé a aquella riada humana en busca de enseñanzas.


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143 págs. / 4 horas, 11 minutos / 270 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Profecía de Cloostedd

Joseph Sheridan Le Fanu


Novela


I. El George and Dragon

El precioso pueblecito de Golden Friars —alzándose al borde del lago, cercado por un anfiteatro de montañas purpúreas, ricas en matices y surcadas de elevados barrancos, cuando los altos hastiales y las estrechas ventanas de sus casas de basalto y el campanario de la vieja iglesia que aún difunde sus tañidos en la tarde se vuelven plateados bajo la luz de la luna, y los negros olmos de su alrededor proyectan sombras inmóviles sobre la yerba del suelo— es una de las visiones más singulares y hermosas que he contemplado jamás.

Allí se eleva, «como por arte de magia», tan tenue y etéreo que apenas podría creérsele más consistente que el reflejo de un cuadro en la bruma de la noche.

Una tranquila noche de verano, brillaba la luna espléndida sobre la fachada del George and Dragon, el cómodo mesón de Golden Friars, con el ejemplar más solemne de vieja enseña de mesón, quizá, que queda en Inglaterra. Está de cara al lago; la carretera que bordea la orilla pasa junto a la escalinata que sube hasta la puerta del vestíbulo, enfrente de la cual, al otro lado de la carretera, entre dos grandes postes y enmarcada en una especie de orla caprichosa de hierro forjado con espléndidos dorados, se balancea la famosa enseña de San Jorge y el Dragón en suntuosos colores.

En el gran salón del George and Dragon, se encontraban tres o cuatro viejos habitués de tan agradable lugar, descansando un poco después de las fatigas de la jornada.

Dicho salón es una cómoda estancia con paredes revestidas de roble; y cada vez que el aire es lo bastante frío, en los meses de verano, como en la presente ocasión, el fuego ayudaba a templarlo. Este fuego, casi siempre de leña, proyectaba un grato parpadeo sobre los muros y el techo, sin llegar a calentar el ambiente en exceso.


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159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 135 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Escudo de Armas

Edgar Wallace


Novela


Capítulo 1

A los feos y enormes barracones que se alzaban en lo alto de la colina de Sketchley los llamaban oficialmente la Institución Sketchley de Indigentes. Para los habitantes de la comarca era el Manicomio. Solamente los más viejos recordaban la furiosa polémica que acompañó a su erección. Todos los agricultores propietarios en un radio de muchas millas protestaron contra el atropello; hubo reclamaciones, interpelaciones en el Parlamento, mítines al aire libre, recursos con los que se quiso detener la mano profanadora del Gobierno; pero al final se construyeron los barracones. Y al argumento de que era un monstruoso acto del vandalismo levantar un manicomio en el paraje más encantador de Surrey, contestaron los altos funcionarios interesados, bastante razonablemente, que hasta los locos tenían derecho a disfrutar de un panorama agradable.

Hacía de esto muchos años, cuando el viejo era todavía un niño que hacía novillos por los helechales y planeaba raras y espantables hazañas. La autoridad cayó sobre él cuando aún era joven, antes que pudiera realizar ninguno de sus sueños fantásticos. Tres médicos le asaetearon a preguntas impertinentes (así le parecieron); llamaron a la casa de salud y se lo llevaron a un coche, respondiéndole cortésmente cuando preguntó si sabía la reina Victoria el mal paso en que se encontraba su hermano menor.

En aquel edificio pasó muchos años. Murieron reyes y reinas y hubo guerras. En la blanca cinta de la carretera de Guilford, los ligeros tílburis y cochecillos fueron sustituidos por carruajes de marcha rápida, que se movían sin caballos. Sobre esto se discutió abundantemente en la Institución Sketchley. Individuos recién llegados afirmaban que lo entendían todo; pero el anciano y sus viejos amigos sabían que las personas que explicaban el milagro estaban locas.


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Dominio público
195 págs. / 5 horas, 41 minutos / 395 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Vagabundo del Norte

Edgar Wallace


Novela


Capítulo I

El vagabundo aquel parecía menos inofensivo de lo que todos suelen ser, y más peligroso, porque estaba jugando con una impresionante pistola automática, tirándola con una mano y cogiéndola con la otra, balanceándola con el gatillo sostenido en el índice, mientras la miraba inclinarse a un lado y a otro, o dejándola, deslizarse entre las manos hasta que el cañón apuntaba al suelo. La pistola era como un juguete; no podía apartar de ella sus ojos ni sus manos, y cuando cansado de la diversión, se la metió en un bolsillo de sus destrozados pantalones, la desaparición fue momentánea. De nuevo la sacó para agitarla y darle vueltas.

—¡Esto no puede ser! —dijo en voz alta, no sólo una vez, sino varias, mientras se entretenía.

Indudablemente era inglés, y lo que un vagabundo inglés hacia en los arrabales de Littleburg, en el estado de Nueva York, es cosa que requiere una explicación, que de momento no se da.

No era una persona atrayente, aun del modo que los vagabundos suelen serlo. Tenía la cara arañada y sucia, llevaba barba de una semana y en un ojo se notaban las huellas de un puñetazo propinado por un compañero, a quien había despertado en momento inoportuno. Podía explicar la hinchazón del rostro por una intoxicación; pero nadie tenía interés en preguntárselo. Su camisa, sin cuello, estaba manchada; lo que quería ser una chaqueta tenía por bolsillos hendiduras sin fondo; y echado para atrás, mientras manejaba la pistola, sostenía en la cabeza un sombrero viejo, deformado y con la cinta comida por las ratas.

—¡Esto no puede ser!—dijo el vagabundo, que se llamaba Robin. La pistola se le fue de las manos y cayó a sus pies. Exclamó: «¡Uf!», y se frotó el dedo que asomaba por debajo del zapato.

Alguien cruzaba el bosquecillo. Se metió la pistola en el bolsillo y acercándose sigilosamente a unos arbustos, se echó a tierra.


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Protegido por copyright
168 págs. / 4 horas, 55 minutos / 90 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Vida de Don Quijote y Sancho

Miguel de Unamuno


Ensayo, novela


Prólogo a esta segunda edición

Apareció en primera edición esta obra en el año 1905, coincidiendo por acaso, que no de propósito, con la celebración del tercer centenario de haberse por primera vez publicado el Quijote. No fue, pues, una obra de centenario.

Salió, por mi culpa, plagada, no ya sólo de erratas tipográficas, sino de errores y descuidos del original manuscrito, todo lo que he procurado corregir en esta segunda edición.

Pensé un momento si hacerla preceder del ensayo que «Sobre la lectura e interpretación del Quijote» publiqué el mismo año de 1905 en el número de Abril de La España Moderna, mas he desistido de ello en atención a que esta obra toda no es sino una ejecución del programa en aquel ensayo expuesto. Lo que se reduce asentar que dejando a eruditos, críticos e historiadores la meritoria y utilísima tarea de investigar lo que el Quijote pudo significar en su tiempo y en el ámbito en que se produjo y lo que Cervantes quiso en él expresar y expresó, debe quedamos a otros libre el tomar su obra inmortal como algo eterno, fuera de época y aun de país, y exponer lo que su lectura nos sugiere. Y sostuve que hoy ya es el Quijote de todos y de cada uno de sus lectores, y que puede y debe cada cual darle una interpretación, por así decirlo, mística, como las que a la Biblia suele darse.

Mas si renuncié a insertar al frente de esta segunda edición de mi obra aquel citado ensayo, no así con otro que con el título de «El sepulcro de Don Quijote» publiqué en el número de febrero de 1906 de la misma susomentada revista La España Moderna.


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Dominio público
308 págs. / 9 horas / 3.133 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Orgullo y Prejuicio

Jane Austen


Novela


Capítulo I

Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.

Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.

—Mi querido señor Bennet —le dijo un día su esposa—, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?

El señor Bennet respondió que no.

—Pues así es —insistió ella—; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.

El señor Bennet no hizo ademán de contestar.

—¿No quieres saber quién lo ha alquilado? —se impacientó su esposa.

—Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.

Esta sugerencia le fue suficiente.

—Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Morris; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.

—¿Cómo se llama?

—Bingley.

—¿Está casado o soltero?

—¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

—¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?

—Mi querido señor Bennet —contestó su esposa—, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

—¿Es ese el motivo que le ha traído?


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Dominio público
367 págs. / 10 horas, 42 minutos / 25.392 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Emma

Jane Austen


Novela


Capítulo I

Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de veintiún años sin que casi nada la afligiera o la enojase.

Era la menor de las dos hijas de un padre muy cariñoso e indulgente y, como consecuencia de la boda de su hermana, desde muy joven había tenido que hacer de ama de casa. Hacía ya demasiado tiempo que su madre había muerto para que ella conservase algo más que un confuso recuerdo de sus caricias, y había ocupado su lugar una institutriz, mujer de gran corazón, que se había hecho querer casi como una madre.

La señorita Taylor había estado dieciséis años con la familia del señor Woodhouse, más como amiga que como institutriz, y muy encariñada con las dos hijas, pero sobre todo con Emma. La intimidad que había entre ellas era más de hermanas que de otra cosa. Aun antes de que la señorita Taylor cesara en sus funciones nominales de institutriz, la blandura de su carácter raras veces le permitía imponer una prohibición; y entonces, que hacía ya tiempo que había desaparecido la sombra de su autoridad, habían seguido viviendo juntas como amigas, muy unidas la una a la otra, y Emma haciendo siempre lo que quería; teniendo en gran estima el criterio de la señorita Taylor, pero rigiéndose fundamentalmente por el suyo propio.

Lo cierto era que los verdaderos peligros de la situación de Emma eran, de una parte, que en todo podía hacer su voluntad, y de otra, que era propensa a tener una idea demasiado buena de sí misma; éstas eran las desventajas que amenazaban mezclarse con sus muchas cualidades. Sin embargo, por el momento el peligro era tan imperceptible que en modo alguno podían considerarse como inconvenientes suyos.


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Dominio público
574 págs. / 16 horas, 45 minutos / 6.160 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Mansfield Park

Jane Austen


Novela


Capítulo I

Hace unos treinta años, la señorita Maria Ward de Huntingdon, con sólo siete mil libras, tuvo la suerte de cautivar a sir Thomas Bertram de Mansfield Park, en el condado de Northampton, y elevarse con ello al rango de esposa de baronet, con todas las comodidades y consecuencias de una casa hermosa y una renta considerable. Todo Huntingdon proclamó la grandeza del partido, y su propio tío el abogado reconoció que le faltaban tres mil libras al menos para tener justo derecho a él. Tenía ella dos hermanas a las que beneficiar con su encumbramiento; y los conocidos que juzgaban a la señorita Ward y la señorita Frances tan guapas como la señorita Maria, no vacilaron en predecirles una boda casi igual de ventajosa. Pero lo cierto es que no hay tantos hombres acaudalados en el mundo como mujeres bonitas dignas de ellos. Media docena de años después, la señorita Ward se vio obligada a unirse al reverendo señor Norris, un amigo del cuñado sin apenas fortuna particular; y en cuanto a la señorita Frances, aún le fue peor. En realidad, el matrimonio de la señorita Ward, llegado el momento, no resultó desdeñable, ya que por suerte sir Thomas pudo proporcionar a su amigo unos ingresos con el beneficio eclesiástico de Mansfield, y el señor y la señora Norris iniciaron su carrera de felicidad conyugal con muy poco menos de mil anuales. En cambio la señorita Frances se casó, como suele decirse, para chinchar a la familia; cosa que, al escoger a un suboficial de infantería marina sin educación, fortuna ni parientes, hizo a conciencia. No podía haber hecho elección más desafortunada.


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492 págs. / 14 horas, 22 minutos / 3.474 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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