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El Caballero de las Botas Azules

Rosalía de Castro


Novela


Un hombre y una musa

Personajes

Hombre.
Musa.

I

HOMBRE.— Ya que has acudido a mi llamamiento, ¡oh musa!, escúchame atenta y propicia, y haz que se cumpla mi más ferviente deseo.

MUSA.— (Oculta tras una espesa nube.) Habla, y que tu lenguaje sea el de la sinceridad. Mi vista es de lince.

HOMBRE.— De ese modo podrás conocer mejor la idea que me anima. Pero quisiera que se disipase el humo denso que te envuelve. ¿Por qué tal recato? ¿Acaso no he de conocerte?

MUSA.— No soy recatada, sino prudente; así que te acostumbres a oírme, te acostumbrarás a verme. Di en tanto, ¿qué quieres?

HOMBRE.— ¡Hasta las musas son coquetas!

MUSA.— Considera que soy musa, pero no dama, y que no debemos perder el tiempo en devaneos.

HOMBRE.— ¡Qué estupidez!… pero seré obediente, en prueba de la sumisión que te debo. Yo quiero que mi voz se haga oír, en medio de la multitud, como la voz del trueno que sobrepuja con su estampido a todos los tumultos de la tierra; quiero que la fama lleve mi nombre de pueblo en pueblo, de nación en nación y que no cesen de repetirlo las generaciones venideras, en el transcurso de muchos siglos.

MUSA.— ¡Necio afán el de la gloria póstuma, cuyo ligero soplo pasará como si tal cosa sobre el esparcido polvo de tus huesos! Cuídate de lo presente y deja de pensar en lo futuro, que ha de ser para ti como si no existiese.

HOMBRE.— ¿Y eres tú, musa, a quien he invocado lleno de ardiente fe, la que me aconsejas el olvido de lo que es más caro a un alma ambiciosa de gloria? ¿Para qué entonces la inspiración del poeta?

MUSA.— ¡Locas aprensiones!… El bien que se toca es el único bien; lo que después de la muerte pasa en el mundo de los vivos, no es nada para el que ha traspasado el umbral de la eternidad.


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Dominio público
255 págs. / 7 horas, 27 minutos / 348 visitas.

Publicado el 26 de septiembre de 2017 por Edu Robsy.

Las Noches Mejicanas

Gustave Aimard


Novela


TOMO I

I. LAS CUMBRES

No existe en el mundo región alguna que ofrezca a los deslumbrados ojos de los viajeros más deliciosas perspectivas que Méjico; sobre todo la de las Cumbres es sin disputa una de las más pasmosas y seductivamente variadas.

Las Cumbres forman una cadena de desfiladeros a la salida de las montañas, al través de las cuales y describiendo infinitas sinuosidades serpentea el camino que conduce a Puebla de los Ángeles, así apellidada por haber los ángeles, según la tradición, labrado la catedral de la misma. El camino a que nos referimos, construido por los españoles, desciende por la vertiente de las montañas formando ángulos sumamente atrevidos, y está flanqueado a derecha y a izquierda por una no interrumpida serie de empinadas aristas anegadas en azulado vapor. A cada recodo de dicho camino, suspendido, por decirlo así, sobre precipicios cubiertos de exuberante vegetación, cambia la perspectiva y se hace cada vez más pintoresca; las cimas de las montañas no se elevan una tras otra, sino que van siendo gradualmente más bajas, mientras las que quedan a la espalda se yerguen perpendicularmente.

Poco más o menos a las cuatro de la tarde del 2 de julio de 18..., en el instante en que el sol, ya bajo en el horizonte, no difundía sino rayos oblicuos sobre la tierra, calcinada por el calor del mediodía, y en que la brisa al levantarse empezaba a refrescar la abrasada atmósfera, dos viajeros, perfectamente montados, salieron de un frondoso bosque de yucas, bananos y bambúes de purpúreos penachos y se internaron en una polvorosa, larga y escalonada senda que afluía a un valle cruzado por límpido arroyo que se deslizaba al través de la hierba y conservaba fresco el ambiente.


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Protegido por copyright
369 págs. / 10 horas, 46 minutos / 77 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Pequeñeces

Luis Coloma


Novela


Al lector

Lector amigo: Si eres hombre corrido y poco asustadizo, conocedor de las miserias humanas y amante de la verdad, aunque esta amargue, éntrate sin miedo por las páginas de este libro; que no encontrarás en ellas nada que te sea desconocido o se te haga molesto. Mas si eres alma pía y asombradiza; si no has salido de esos limbos del entendimiento que engendra, no tanto la inocencia del corazón como la falta de experiencia; si la desnudez de la verdad te escandaliza o hiere tu amor propio su rudeza, detente entonces y no pases adelante sin escuchar primero lo que debo decirte. Porque témome mucho, lector amigo, que, de ser esto así y si no te mueven mis razones, te espera más de un sobresalto entre las páginas de este libro. Yo dejé correr en él la pluma con entera independencia, rechazando con horror, al trazar mi pintura, esa teoría perversa que ensancha el criterio de moralidad hasta desbordar las pasiones, ocultando de manera más o menos solapada la pérfida idea de hacer pasar por lícito todo lo que es agradable; mas confiésote de igual modo que, si no con espanto, con grave fastidio al menos, y hasta con cierta ira literaria, rechacé también aquel otro extremo contrario, propio de algunas conciencias timoratas que se empeñan en ver un peligro en dondequiera que aparece algo que deleita. Porque juzgo que, por sobra de valor, yerran los primeros, en no ver abismos donde puede haber flores; y tengo para mí que, por hartura de miedo, yerran también los segundos, en no concebir una flor sin que oculte detrás un precipicio.


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Dominio público
464 págs. / 13 horas, 32 minutos / 318 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Cuarta Plaga

Edgar Wallace


Novela


Prólogo

Al sur de Florencia, a unas sesenta millas y a una distancia de casi tres veces igual del oeste de Roma sobre tres colinas, está enclavada Siena, la más uniforme de todas las ciudades de Toscana.

En el Terzo de Cittá, ignoro en qué región, está el palacio Festini.

Se encuentra en un lugar apartado; es de magnificencia suntuosa al par que solemne, y como data de la época del contiguo Baptisterio de San Giovanni, viene a ser como un resto desmoronado y severo de aquel sagrado edificio, que en un gesto de rebeldía ha querido subsistir para ir destruyéndose a su placer.

Aquí, con una grandeza ruin, moraban los Festini, quienes se decían ser descendientes nada menos que de Guido Novello, del cual escribió Compagni, el archiapologista: «El conte Guido non aspettó il fine, una senza dare colpo di spada, si parti».

Los Festini eran una familia cuyo nombre oía la nobleza italiana con expresión imperturbable. Si optabais por alabarlos, se produciría un asentimiento cortés, o si los condenabais, seríais oídos en silencio; pero si inquiríais respecto a su situación jerárquica, podéis tener la seguridad que, desde Roma hasta Milán, vuestra pregunta tropezaría con un inmediato, cuando no invariable, cambio de tema.

Los Festini, cualesquiera que fuesen sus relaciones con Guido «el Cobarde», en realidad llevaban a cabo los procedimientos de los Polomei, los Salvani, los Ponzi, los Piccolomino y los Forteguerri.

Las venganzas de la Edad Media revivieron y fueron mantenidas por estos productos de la civilización del siglo XIX, y el viejo Salvani Festini es bien notorio que había sobrepasado el límite prescrito para los agravios de su propia familia y se había aliado, ya activamente o por simpatía, con toda sociedad que amenazase al buen gobierno de Italia.


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Protegido por copyright
187 págs. / 5 horas, 27 minutos / 84 visitas.

Publicado el 19 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Klosterheim o La Máscara

Thomas De Quincey


Novela


I

El invierno de 1633 se había instalado con una severidad poco común en Suabia y Baviera a pesar de que apenas había transcurrido la primera semana de noviembre. En realidad, nuestro relato comienza el día ocho de ese mes, o, según nuestros cómputos modernos, el dieciocho; fecha muy tardía, como venía siendo habitual en los últimos años, para ampliar el curso de las operaciones militares sin perder demasiadas fuerzas. En efecto, últimamente se había puesto de manifiesto que, sin suspender las hostilidades o ni siquiera disminuirlas, campañas enteras de invierno habían entrado a formar parte de la política del sistema de guerra que en aquel tiempo se extendía rápidamente por toda Alemania, amenazando con transformar sus provincias centrales, hasta hacía poco edenes florecientes de paz y prosperidad, en un erial de lamentos. Ya había convertido regiones inmensas en un solo campo de batalla, o de matanza humana, haciendo recordar a cada paso, por los infinitos monumentos de su destrucción, la felicidad pasada. Esta innovación en las viejas prácticas bélicas la habían introducido los ejércitos suecos, cuyas costumbres y entrenamiento nórdicos les predisponían felizmente para recibir el invierno alemán como un cambio beneficioso; mientras que para los soldados de Italia, España y el sur de Francia, a quienes la dura transición de sus soleados cielos había convertido el mismo clima en una severa prueba, este cambio de política los hostigaba con penas que a veces paralizaban sus esfuerzos.


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Protegido por copyright
164 págs. / 4 horas, 47 minutos / 128 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Profecía de Cloostedd

Joseph Sheridan Le Fanu


Novela


I. El George and Dragon

El precioso pueblecito de Golden Friars —alzándose al borde del lago, cercado por un anfiteatro de montañas purpúreas, ricas en matices y surcadas de elevados barrancos, cuando los altos hastiales y las estrechas ventanas de sus casas de basalto y el campanario de la vieja iglesia que aún difunde sus tañidos en la tarde se vuelven plateados bajo la luz de la luna, y los negros olmos de su alrededor proyectan sombras inmóviles sobre la yerba del suelo— es una de las visiones más singulares y hermosas que he contemplado jamás.

Allí se eleva, «como por arte de magia», tan tenue y etéreo que apenas podría creérsele más consistente que el reflejo de un cuadro en la bruma de la noche.

Una tranquila noche de verano, brillaba la luna espléndida sobre la fachada del George and Dragon, el cómodo mesón de Golden Friars, con el ejemplar más solemne de vieja enseña de mesón, quizá, que queda en Inglaterra. Está de cara al lago; la carretera que bordea la orilla pasa junto a la escalinata que sube hasta la puerta del vestíbulo, enfrente de la cual, al otro lado de la carretera, entre dos grandes postes y enmarcada en una especie de orla caprichosa de hierro forjado con espléndidos dorados, se balancea la famosa enseña de San Jorge y el Dragón en suntuosos colores.

En el gran salón del George and Dragon, se encontraban tres o cuatro viejos habitués de tan agradable lugar, descansando un poco después de las fatigas de la jornada.

Dicho salón es una cómoda estancia con paredes revestidas de roble; y cada vez que el aire es lo bastante frío, en los meses de verano, como en la presente ocasión, el fuego ayudaba a templarlo. Este fuego, casi siempre de leña, proyectaba un grato parpadeo sobre los muros y el techo, sin llegar a calentar el ambiente en exceso.


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Protegido por copyright
159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 134 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Vagabundo del Norte

Edgar Wallace


Novela


Capítulo I

El vagabundo aquel parecía menos inofensivo de lo que todos suelen ser, y más peligroso, porque estaba jugando con una impresionante pistola automática, tirándola con una mano y cogiéndola con la otra, balanceándola con el gatillo sostenido en el índice, mientras la miraba inclinarse a un lado y a otro, o dejándola, deslizarse entre las manos hasta que el cañón apuntaba al suelo. La pistola era como un juguete; no podía apartar de ella sus ojos ni sus manos, y cuando cansado de la diversión, se la metió en un bolsillo de sus destrozados pantalones, la desaparición fue momentánea. De nuevo la sacó para agitarla y darle vueltas.

—¡Esto no puede ser! —dijo en voz alta, no sólo una vez, sino varias, mientras se entretenía.

Indudablemente era inglés, y lo que un vagabundo inglés hacia en los arrabales de Littleburg, en el estado de Nueva York, es cosa que requiere una explicación, que de momento no se da.

No era una persona atrayente, aun del modo que los vagabundos suelen serlo. Tenía la cara arañada y sucia, llevaba barba de una semana y en un ojo se notaban las huellas de un puñetazo propinado por un compañero, a quien había despertado en momento inoportuno. Podía explicar la hinchazón del rostro por una intoxicación; pero nadie tenía interés en preguntárselo. Su camisa, sin cuello, estaba manchada; lo que quería ser una chaqueta tenía por bolsillos hendiduras sin fondo; y echado para atrás, mientras manejaba la pistola, sostenía en la cabeza un sombrero viejo, deformado y con la cinta comida por las ratas.

—¡Esto no puede ser!—dijo el vagabundo, que se llamaba Robin. La pistola se le fue de las manos y cayó a sus pies. Exclamó: «¡Uf!», y se frotó el dedo que asomaba por debajo del zapato.

Alguien cruzaba el bosquecillo. Se metió la pistola en el bolsillo y acercándose sigilosamente a unos arbustos, se echó a tierra.


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Protegido por copyright
168 págs. / 4 horas, 55 minutos / 86 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Escenas de la Vida Parroquial

George Eliot


Novela


El triste destino del reverendo Amos Barton

Capítulo I

La iglesia de Shepperton era muy diferente hace veinticinco años. Es cierto que su sólida torre de piedra nos sigue mirando por su ojo inteligente, el reloj, con el aire amistoso de antaño; pero todo lo demás ¡ha cambiado tanto! Ahora hay un gran tejado de pizarra a ambos lados del campanario; las ventanas son altas y simétricas; las puertas exteriores tienen brillantes vetas de roble, y las interiores, revestidas de fieltro rojo, guardan un silencio reverencial; en cuanto a sus muros, ningún liquen volverá a crecer en ellos: han quedado tan lisos y desnutridos como la coronilla del reverendo Amos Barton, después de diez años de calvicie y un exceso de jabón. En el interior, la nave está llena de bonitos bancos en los que puede sentarse todo el mundo; y en ciertos rincones privilegiados, menos expuestos al fuego de los ojos del pastor, hay asientos reservados para los más pudientes de Shepperton. Varias columnas de hierro sustentan las amplias galerías, y en una de ellas se encuentra la gloria suprema, la auténtica joya de la iglesia de Shepperton: un órgano, no muy desafinado, en el que un recaudador de modestos arrendamientos, convertido por la fuerza de las circunstancias en organista, acompaña tu salida apresurada tras la bendición con un minué sagrado o un sencillo Gloria.


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Protegido por copyright
461 págs. / 13 horas, 27 minutos / 152 visitas.

Publicado el 10 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Un Héroe de Nuestro Tiempo

Mijaíl Lérmontov


Novela


Prefacio

En cualquier libro, el prefacio es siempre lo primero y también lo último. O bien sirve de explicación al objetivo de la obra o bien de justificación y respuesta a las críticas. Pero los lectores no suelen ocuparse ni de los presupuestos morales ni de los ataques de la prensa, y en consecuencia no leen los prefacios. Y es una pena que sea así, sobre todo en nuestro país. Nuestro público es aún tan joven e ingenuo que no entiende las fábulas si no se incluye al final una moraleja. No adivina las bromas, no percibe la ironía. En definitiva, está mal educado. Todavía no sabe que en una sociedad como Dios manda y en un libro como Dios manda no hay lugar para las injurias manifiestas; que la instrucción contemporánea ha inventado armas más sutiles, casi invisibles, pero no menos mortíferas, que, bajo el ropaje de la adulación, propina golpes imparables y seguros. Nuestro público se parece a un provinciano que, después de oír la conversación de dos diplomáticos pertenecientes a dos cortes enemigas, se queda convencido de que ambos traicionan a su gobierno en beneficio de la más pura amistad recíproca.

No hace mucho este libro fue recibido con esa desdichada credulidad que algunos lectores, e incluso ciertas revistas, conceden al sentido literal de las palabras. Unos, sin sombra de burla, se sintieron terriblemente ofendidos de que se les presentara como ejemplo de un héroe de nuestro tiempo a un hombre tan inmoral; otros observaron con no poca sutileza que el creador había pintado su propio retrato y el de sus conocidos… ¡Una broma ya muy vieja y desafortunada! Por lo visto, Rusia está constituida de tal modo que cualquier cosa es susceptible de cambio menos esta clase de absurdos. Entre nosotros ni siquiera el más disparatado cuento de hadas escapará a la acusación de representar un atentado y un escarnio contra la persona.


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Protegido por copyright
179 págs. / 5 horas, 13 minutos / 554 visitas.

Publicado el 12 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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