Textos peor valorados etiquetados como Novela que contienen 'u' | pág. 30

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Doña Luz

Juan Valera


Novela


A la señora condesa de Gomar

Estando en casa de V., en una noche del verano pasado, conté la sencilla historia de Doña Luz. Hallola V. bien, gracias sin duda a la indulgencia con que me mira, y me animó para que la escribiese. Prometí escribirla y dedicársela a V.; aceptó V. la promesa, y hoy con el mayor gusto la cumplo. Lo que me desazona es el corto valer del don en sí o su ningún valer, si se atiende al de la persona a quien le dedico, por su talento y belleza tan general y justamente encomiada. Sea, con todo, mi dedicatoria muestra, aunque pobre, del respetuoso cariño que V. me inspira.

Por lo demás, aunque la novela no divierta, creo yo que vale algo por las muy graves y severas lecciones que contiene.

Pongo a un lado las mil y quinientas que cualquier agudo crítico puede sacar si se empeña en elogiarme y lucirse, y me limito a la lección que se da, no ya sólo a los frailes, que al fin pocos hay en España ahora, sino por extensión a todo caballero cortesano, viejo o algo machucho, que se enamora con amor vicioso.

El desastrado caso del P. Enrique deberá servir de escarmiento y grabar en la mente del cortesano viejo, como moraleja principal, aquellas advertencias divinas con que el ilustre Micer Pietro Bembo hermosea y corona el libro de El cortesano.


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187 págs. / 5 horas, 28 minutos / 267 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Juanita la Larga

Juan Valera


Novela


I

Cierto amigo mío, diputado novel, cuyo nombre no pongo aquí porque no viene al caso, estaba entusiasmadísimo con su distrito y singularmente con el lugar donde tenía su mayor fuerza, lugar que nosotros designaremos con el nombre de Villalegre. Esta rica, aunque pequeña población de Andalucía, estaba muy floreciente entonces, porque sus fértiles viñedos, que aún no había destruido la filoxera, producían exquisitos vinos, que iban a venderse a Jerez para convenirse en jerezanos.

No era Villalegre la cabeza del partido judicial, ni oficialmente la población más importante del distrito electoral de nuestro amigo; pero cuantos allí tenían voto estaban tan subordinados a un grande elector, que todos votaban unánimes y, según suele decirse, volcaban el puchero en favor de la persona que el gran elector designaba. Ya se comprende que esta unanimidad daba a Villalegre, en todas las elecciones, la más extraordinaria preponderancia.

Agradecido nuestro amigo al cacique de Villalegre, que se llamaba don Andrés Rubio, le ponía por las nubes y nos le citaba como prueba y ejemplo de que la fortuna no es ciega y de que concede su favor a quien es digno de él, pero con cierta limitación, o sea sin salir del círculo en que vive y muestra su valer la persona afortunada.

Sin duda, don Andrés Rubio, si hubiera vivido en Roma en los primeros siglos de la era cristiana, hubiera sido un Marco Aurelio o un Trajano; pero como vivía en Villalegre y en nuestra edad, se contentó y se aquietó con ser el cacique, o más bien el César o el emperador de Villalegre, donde ejercía mero y mixto imperio y donde le acataban todos obedeciéndole gustosos.


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226 págs. / 6 horas, 36 minutos / 694 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Memorias de un Vigilante

José Seferino Álvarez "Fray Mocho"


Novela


I. DOS PALABRAS

No abrigo la esperanza de que mis recuerdos lleguen a constituir un libro interesante; los he escrito en mis ratos de ocio y no tengo pretensiones de filósofo, ni de literato.

No obstante, creo que nadie que me lea perderá su tiempo, pues, por lo menos, se distraerá con casos y cosas que quizás habrá mirado sin ver y que yo en el curso de mi vida me vi obligado a observar en razón de mi temperamento o de mis necesidades.

II. EN LOS UMBRALES DE LA VIDA

Mi nacimiento fue como el de tantos, un acontecimiento natural, de esos que con abrumadora monotonía y constante regularidad se producen diariamente en los ranchos de nuestras campañas desiertas.

Para mi padre, fui seguramente una boca más que alimentar, para mi madre, una preocupación que se sumaba a las ocho iguales que ya tenía, y para los perros de la casa y para los pajaritos del monte que nos rodeaba, una promesa segura de cascotazos y mortificaciones que comenzaría a cumplirse dentro de los tres años de la fecha y duraría hasta que los vientos de la vida me arrebataran, como a todos los congregados por la casualidad bajo aquel techo hospitalario.

Concluía quizás la primera década de mi vida, cuando un buen día llegó a la casa una tropa de carros, que, desviándose del camino que serpenteaba entre las cuchillas, allá en la linde del monte, venía a campo traviesa buscando un vado en el arroyo, que disminuía en una mitad el trecho a recorrer para llegar al pueblo más cercano.

El capataz habló con mi padre; y éste, de repente, me hizo señas de que me acercara, y dijo:

—¡Este es el muchacho!... Como obediente y humilde, no tiene yunta... ¡el otro que podía igualarlo se nos murió la vez pasada!... ¡Como conocedor del monte y del arroyo, lo verá en el trabajo!


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Dominio público
69 págs. / 2 horas, 1 minuto / 222 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Amaury

Alejandro Dumas


Novela


Existe en Francia una cosa tan peculiar, tan genuina del carácter nacional, que con dificultad se encuentra en otro país cualquiera: la conversación, en cuya especialidad no hay nadie que pueda competir con los franceses.

En el resto del globo se discute, se argumenta, se perora; sólo en Francia se conversa por costumbre.

No pocas veces, estando yo en Italia, en Alemania o en Inglaterra, me ha ocurrido anunciar de pronto que al día siguiente me volvía a París. Si alguno, admirado de tan súbita resolución, me preguntaba:

—¿A qué vas a París?

Yo le respondía sencillamente:

—A conversar.

Y no era flojo su asombro al saber que yo, ahito de conversación, pensaba en hacer un viaje de centenares de leguas sólo por darme el gusto de conversar.

Nadie podía explicarse un capricho semejante; sólo me comprendían los franceses. Estos solían exclamar:

—¡Qué dicha! ¡qué placer!

Y sucedía a veces que alguno de ellos se venía conmigo.

A decir verdad no hay nada más grato que esas minúsculas tertulias que en un salón elegante improvisan unas cuantas personas charlando a su sabor, dando vueltas a una idea mientras dura el hechizo que produjo, para abandonarla después de sacar de ella todo el partido posible, cediendo al atractivo de otra nueva que a su vez surge en medio de las bromas de unos, de los discreteos de otros y de las agudezas de todos, lo cual no obsta para que súbitamente, al llegar al punto culminante de su desenvolvimiento, se desvanezca como pompa de jabón tocada por la dueña de la casa, que mientras sirve el te lleva de grupo en grupo el hilo de la charla general, recopilando opiniones, pidiendo pareceres, planteando problemas y obligando casi siempre a cada corrillo a verter su correspondiente frase en ese tonel de las Danaides que se llama «la conversación».


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Protegido por copyright
286 págs. / 8 horas, 21 minutos / 238 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Agua de Nieve

Concha Espina


Novela


A ISABEL CARRANCEJA

Amiga y señora: Recibid con buen semblante esta novela, nacida en noble cuna, pues se escribió en vuestra casa al amparo de generosa hospitalidad. Si la dulzura del asilo que me disteis y la grandeza de esas marinas y paisajes montañeses no fueron parte á producir obra más bella, cúlpese á mi pobre ingenio, harto ruin, que no supo recoger de tantas hermosuras sino vedijas de niebla, pedazos de hielo y salitres de la mar. Pero la lumbre de vuestro corazón, al reflejarse en estas páginas, habrá de encenderlas con suavísimos resplandores, como sol de Mayo, alegría del agua y de la nieve...

Concha Espina


LIBRO PRIMERO. LA VIAJERA RUBIA


I

en el lazareto de san simón.—regina de alcántara.—el espejo turbio.—los misterios de una noche de mayo.—la felicidad descalza.

Tocó el bote dulcemente en la tierra, tierra frondosa y húmeda que emergía de las aguas como un jirón de los blandos vergeles submarinos. Regina de Alcántara, moza elegante y gentilísima, de ojos negros y cabellos rubios, desembarcó de un salto, rápida y leve, sin advertir que un pasajero le tendía, solícito, la mano. Dió la muchacha algunos pasos por la costa, con visible emoción, y, de pronto, hincándose de rodillas, hundió en la hierba fragante el demudado rostro. Acarició la mullida tierra con un largo beso y levantóse después; miró en torno suyo algo confusa, y como el mismo pasajero se acercara á decirla:—¿Llora usted?—ella, riendo, contestó:—No lloro... Es que la pradera me ha mojado con sus lágrimas... Esta tierra mía del Norte siempre está llorando...


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243 págs. / 7 horas, 5 minutos / 950 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Dulce Nombre

Concha Espina


Novela


PRIMERA PARTE

I. EL MOLINO DEL ANSAR

—Oye, molinero!

Volvióse a escuchar Martín Rostrío.

—¿Qué hay?

—Necesito hablarte.

Como era don Ignacio Malgor el que le llamaba, y con acento un poco extraño, el molinero acabó de erguirse sobre el cimadal.

—Cuando quieras.

—¿Dónde?

—Pues... aquí.

—No vamos a entendernos con este ruido.

Observó Martín un instante al indiano, presintiendo algo insólito en la conferencia. Vigiló con mirada solícita el local, y preguntó:

—¿Es un asunto largo?

—Según...

Una mujer, sosegada y madura, teje su calceta a un extremo del salón, sentada en un celemín puesto del revés. A pocos pasos de ella, una joven, niña por las trazas, endeble y menuda, se apoya en el muro, obstinada en mirar cómo surte la harina amarillenta desde el estrangol hasta el cesto de bañías, hondo y reluciente, a medio colmar.

—Poco tienes que decir, Tomasa—pronuncia la tejedora:

—Poco... ¿y usted?

—Yo, menos, hija; pero... no falta quien platique.

—No.

Se vuelven a un tiempo hacia los dos hombres acodados sobre el derrame de una ventana, en íntima conversación, lo más lejos posible de las muelas.

—Se me hace—insinúa la moza con un gesto elocuente—que están apalabrando a Dulce Nombre.

—Mujer, ¿tan de súpito?

—¡Vaya!

—Pero, ¿de verdad la quiere «éste»?

—Así dicen.

—¿Con buen fin?

—Ya lo veremos.

—¿Y Manuel Jesús?

Se encoge Tomasa de hombros; por su semblante desgraciado y turbio pasa un temblor arisco.

—¡Qué sé yo!


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119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 497 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Historia de la Vida del Buscón

Francisco de Quevedo y Villegas


Novela, Clásico


Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños

Libro Primero

Capítulo I. En que cuenta quién es el Buscón.

Yo, señora, soy de Segovia. Mi padre se llamó Clemente Pablo, natural del mismo pueblo; Dios le tenga en el cielo. Fue, tal como todos dicen, de oficio barbero, aunque eran tan altos sus pensamientos que se corría de que le llamasen así, diciendo que él era tundidor de mejillas y sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa, y según él bebía es cosa para creer. Estuvo casado con Aldonza de San Pedro, hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San Cristóbal. Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja, aun viéndola con canas y rota, aunque ella, por los nombres y sobrenombres de sus pasados, quiso esforzar que era descendiente de la gloria. Tuvo muy buen parecer para letrado; mujer de amigas y cuadrilla, y de pocos enemigos, porque hasta los tres del alma no los tuvo por tales; persona de valor y conocida por quien era. Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el as de oros. Probósele que a todos los que hacía la barba a navaja, mientras les daba con el agua levantándoles la cara para el lavatorio, un mi hermanico de siete años les sacaba muy a su salvo los tuétanos de las faldriqueras. Murió el angelico de unos azotes que le dieron en la cárcel. Sintiólo mucho mi madre, por ser tal que robaba a todos las voluntades. Por estas y otras niñerías estuvo preso, y rigores de justicia, de que hombre no se puede defender, le sacaron por las calles. En lo que toca de medio abajo tratáronle aquellos señores regaladamente. Iba a la brida en bestia segura y de buen paso, con mesura y buen día. Mas de medio arriba, etcétera, que no hay más que decir para quien sabe lo que hace un pintor de suela en unas costillas.


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Dominio público
136 págs. / 3 horas, 58 minutos / 3.080 visitas.

Publicado el 3 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Eduardo Libre No Irá al Paraíso

Arturo Robsy


Novela, Cuento


Aviso primordial— Se cuentan como langostas los lectores de «CÓMO SER UN SINVERGÜENZA CON LAS SEÑORAS», que se escribió como burla hacia los relatos de amor en general y hacia los de color subido en particular. Su extraordinaria difusión en la red me abrumó, sobre todo al ver que una página porno tenía la obra entre sus relatos preferidos.

Pero el público es el público y, puesto que mi humor sigue zumbón respecto de los amoríos, aquí está este libro que burla sobre los sentimientos, ya satisfechos, ya heridos. Puede distribuirse libremente por la red, entero o por capítulos, pero no debe cambiarse el texto ni hacer con este escrito ninguna actividad comercial.

PRIMERA PARTE

1. EL TELÓN DE SEDA

Inés y Eduardo llevaban unos meses saliendo juntos a plena satisfacción. Habían superado cuantas fases del galanteo se les presentaron y alcanzado ese punto de intimidad —irrepetible después— que permite al hombre soltar las manos en cualquier momento y hacer diabluras con ellas mientras la mujer, todo lo más, sonríe pacientemente.

Ambos eran adultos y habían disfrutado descubriendo sus muchas diferencias, si bien ni el uno ni la otra sospechaban que eran muchas más de las que se ven a simple vista. Desconocían lo que puede llamarse el telón de seda o el telón de espuma de afeitar.

Gracias a estar en ese momento de oro del galanteo, no siempre sabían qué mano era la suya ni exactamente dónde la metían. Tampoco era que se preocuparan mucho de averiguarlo cuando estaban en la intimidad.

El, más osado, a veces actuaba a la intemperie, en paseos públicos y en playas. Caricias furtivas, dirían algunos; besos apresurados, opinarían otros, pero Eduardo lo que hacía en realidad era meterle mano a Inés al primer descuido. Tanto como podía.


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Licencia limitada
163 págs. / 4 horas, 45 minutos / 141 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Ruecas de Marfil

Concha Espina


Novela


Nodrizas de nuestros sueños, hilanderas de nuestras vidas, melancólicas hadas que acompañáis nuestros pasos desde la cuna al sepulcro: dadme las ruecas de marfil con que sabeis transfigurar las cosas vulgares, los destinos crueles, los dolores mudos, en gloriosas urdimbres, en doradas hebras de ilusión y de luz.

Discípula vuestra soy: por las rutas sombrías de este valle de lágrimas, absorta en mi noble vocación de poeta, voy recogiendo en el camino todo aquello que la realidad me ofrece, para guardarlo con ternura en mi corazón y tejerlo, después, en mis fantasías.

Nada desprecio por trivial y menudo que sea. En una gota de agua se cifra todo el universo. Abejas hacen la miel; con barro se fabrica el búcaro. Tosca y ruin es, casi siempre, la realidad, como el copo de lino, como el vellón de lana, como el capullo de seda sin hilar; pero esa materia ruda se convierte en estambres luminosos, en delicados fililíes, cuando la imaginación y el arte, que son las hadas benéficas de los hombres, la toman, la retuercen y devanan en sus ruecas invisibles de marfil.

Con más rústico instrumento hilé en este libro unas pobres vidas de mujer, humildes y atormentadas vidas, cuyo obscuro y resignado dolor tuvo en mi corazón ecos muy hondos, ¡Luisa, Ángeles, Irene, Marcela, Talín, bellas y desventuradas criaturas que un día pasasteis junto a mí llorando y sonriendo, bajo la pesadumbre del destino! ¡Pobres vidas fugaces, rosas al viento, naves en el mar!

Acaso, lector, preferirías que te contase historias más felices, invenciones alegres, soleados romances de un dichoso país, donde las flores no se marchitan nunca. Mas ya dije que cuento vidas de mujer...

¿Qué culpa tengo yo si la realidades amarga, si hasta la imaginación, lo mismo que el sentimiento, suelen padecer melancolía?


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114 págs. / 3 horas, 21 minutos / 406 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Jugador

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


Novela


I

Por fin estaba de regreso, después de dos semanas de ausencia.

Los nuestros llevaban ya tres días en Ruletenburg. Yo creía que me estarían aguardando como al Mesías; pero me equivocaba. El general, que me recibió indiferente, me habló con altanería y me envió a su hermana. Era evidente que, fuese como fuese, habían conseguido algún préstamo. Hasta me pareció que el general rehuía mis miradas.

María Philippovna, muy atareada, apenas si dijo unas palabras. Sin embargo, aceptó el dinero que le traía, lo contó y escuchó mi relato hasta el fin. Estaban invitados a comer Mezontsov, un francés y también un inglés. Desde luego, aquí, cuando se tiene dinero, se ofrece un gran banquete a los amigos. Costumbre moscovita.

Paulina Alexandrovna, al verme, me preguntó en seguida porqué había tardado tanto en volver, y sin esperar mi respuesta se retiró inmediatamente. Naturalmente que aquello lo hizo adrede. Pero era indispensable, sin embargo, tener una explicación. Tengo el corazón oprimido.

Me habían destinado una pequeña habitación en el quinto piso del hotel. Aquí todo el mundo sabe que pertenezco al séquito del general. Todos se dan aires de importancia, y al general se le considera como a un aristócrata ruso, muy rico.

Antes de la comida, el general tuvo tiempo de hacerme algunos encargos, entre ellos el de cambiar varios billetes de mil francos. Los cambié en el mostrador del hotel. Ahora, durante ocho días por lo menos, van a creernos millonarios.


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Dominio público
156 págs. / 4 horas, 33 minutos / 2.388 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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