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Orgullo y Prejuicio

Jane Austen


Novela


Capítulo I

Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.

Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.

—Mi querido señor Bennet —le dijo un día su esposa—, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?

El señor Bennet respondió que no.

—Pues así es —insistió ella—; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.

El señor Bennet no hizo ademán de contestar.

—¿No quieres saber quién lo ha alquilado? —se impacientó su esposa.

—Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.

Esta sugerencia le fue suficiente.

—Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Morris; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.

—¿Cómo se llama?

—Bingley.

—¿Está casado o soltero?

—¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

—¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?

—Mi querido señor Bennet —contestó su esposa—, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

—¿Es ese el motivo que le ha traído?


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Dominio público
367 págs. / 10 horas, 42 minutos / 16.058 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Retrato de Dorian Gray

Oscar Wilde


Novela


Prefacio

El artista es creador de belleza.

Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte.

El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.

Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza.

Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.

No existen libros morales o inmorales.

Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.

La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo.

La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo.

La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar.

El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo.

Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo.

Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte.

El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor.

Todo arte es a la vez superficie y símbolo.

Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las consecuencias.

Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias.


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Dominio público
250 págs. / 7 horas, 17 minutos / 8.273 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Conde de Montecristo

Alejandro Dumas


Novela


PRIMERA PARTE. EL CASTILLO DE IF

Capítulo primero. Marsella. La llegada

El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión. En un instante, y también como de costum­bre, se llenó de curiosos la plataforma del castillo de San Juan, por­que en Marsella se daba gran importancia a la llegada de un buque y sobre todo si le sucedía lo que al Faraón, cuyo casco había salido de los astilleros de la antigua Focia y pertenecía a un naviero de la ciudad.

Mientras tanto, el buque seguía avanzando; habiendo pasado feliz­mente el estrecho producido por alguna erupción volcánica entre las islas de Calasapeigne y de Jaros, dobló la punta de Pomegue hendien­do las olas bajo sus tres gavias, su gran foque y la mesana. Lo hacía con tanta lentitud y tan penosos movimientos, que los curiosos, que por instinto presienten la desgracia, preguntábanse unos a otros qué accidente podía haber sobrevenido al buque. Los más peritos en na­vegación reconocieron al punto que, de haber sucedido alguna des­gracia, no debía de haber sido al buque, puesto que, aun cuando con mucha lentitud, seguía éste avanzando con todas las condiciones de los buques bien gobernados.

En su puesto estaba preparada el ancla, sueltos los cabos del bau­prés, y al lado del piloto, que se disponía a hacer que El Faraón enfilase la estrecha boca del puerto de Marsella, hallábase un jo­ven de fisonomía inteligente que, con mirada muy viva, observaba cada uno de los movimientos del buque y repetía las órde­nes del piloto.


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Dominio público
1.448 págs. / 1 día, 18 horas, 15 minutos / 5.963 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Vuelta al Mundo en 80 días

Julio Verne


Novela


I

En el año 1872, la casa número 7 de Saville-Row, Burlington Gardens —donde murió Sheridan en 1814— estaba habitada por Phileas Fogg, quien a pesar de que parecía haber tomado el partido de no hacer nada que pudiese llamar la atención, era uno de los miembros más notables y singulares del ReformClub de Londres.

Por consiguiente, Phileas Fogg, personaje enigmático y del cual sólo se sabía que era un hombre muy galante y de los más cumplidos gentlemen de la alta sociedad inglesa, sucedía a uno de los más grandes oradores que honran a Inglaterra.

Decíase que se daba un aire a lo Byron —su cabeza, se entiende, porque, en cuanto a los pies, no tenía defecto alguno—, pero a un Byron de bigote y pastillas, a un Byron impasible, que hubiera vivido mil años sin envejecer.


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Dominio público
209 págs. / 6 horas, 5 minutos / 17.529 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Crimen y Castigo

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


Novela


Primera parte

I

Una tarde muy calurosa de principios de julio, salió del cuartito que ocupaba, junto al techo de una gran casa de cinco pisos, un joven, que, lentamente y con aire irresoluto, se dirigió hacia el puente de K***.

Tuvo suerte, al bajar la escalera, de no encontrarse a su patrona que habitaba en el piso cuarto, y cuya cocina, que tenía la puerta constantemente sin cerrar, daba a la escalera. Cuando salía el joven, había de pasar forzosamente bajo el fuego del enemigo, y cada vez que esto ocurría experimentaba aquél una molesta sensación de temor que, humillándole, le hacía fruncir el entrecejo. Tenía una deuda no pequeña con su patrona y le daba vergüenza el encontrarla.

No quiere esto decir que la desgracia le intimidase o abatiese; nada de eso; pero la verdad era que, desde hacía algún tiempo, se hallaba en cierto estado de irritación nerviosa, rayano con la hipocondría. A fuerza de aislarse y de encerrarse en sí mismo, acabó por huir, no solamente de su patrona, sino de toda relación con sus semejantes.

La pobreza le aniquilaba y, sin embargo, dejó de ser sensible a sus efectos. Había renunciado completamente a sus ocupaciones cotidianas y, en el fondo, se burlaba de su patrona y de las medidas que ésta pudiera tomar en contra suya. Pero el verse detenido por ella en la escalera, el oír las tonterías que pudiera dirigirle, el sufrir reclamaciones, amenazas, lamentos y verse obligado a responder con pretextos y mentiras, eran para él cosas insoportables. No; era preferible no ser visto de nadie, y deslizarse como un felino por la escalera.

Esta vez él mismo se asombró, cuando estuvo en la calle, del temor de encontrar a su acreedora.


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Dominio público
570 págs. / 16 horas, 38 minutos / 4.657 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Persuasión

Jane Austen


Novela


Capítulo I

El señor de Kellynch Hall en Somersetshire, Sir Walter Elliot, era un hombre que no hallaba entretención en la lectura salvo que se tratase de la Crónica de los baronets. Con ese libro hacía llevaderas sus horas de ocio y se sentía consolado en las de abatimiento. Su alma desbordaba admiración y respeto al detenerse en lo poco que quedaba de los antiguos privilegios, y cualquier sensación desagradable surgida de las trivialidades de la vida doméstica se le convertía en lástima y desprecio. Así, recorría la lista casi interminable de los títulos concedidos en el último siglo, y allí, aunque no le interesaran demasiado las otras páginas, podía leer con ilusión siempre viva su propia historia. La página en la que invariablemente estaba abierto su libro decía:

Elliot, de Kellynch Hall

Walter Elliot, nacido el 1 de marzo de 1760, contrajo matrimonio en 15 de julio de 1784 con Isabel, hija de Jaime Stevenson, hidalgo de South Park, en el condado de Gloucester. De esta señora, fallecida en 1800, tuvo a Isabel, nacida el 1 de junio de 1785; a Ana, nacida el 9 de agosto de 1787; a un hijo nonato, el 5 de noviembre de 1789, y a María, nacida el 20 de noviembre de 1791.

Tal era el párrafo original salido de manos del impresor; pero Sir Walter lo había mejorado, añadiendo, para información propia y de su familia, las siguientes palabras después de la fecha del natalicio de María: «Casada el 16 de diciembre de 1810 con Carlos, hijo y heredero de Carlos Musgrove, hidalgo de Uppercross, en el condado de Somerset». Apuntó también con el mayor cuidado el día y el mes en que perdiera a su esposa.


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Dominio público
246 págs. / 7 horas, 10 minutos / 6.314 visitas.

Publicado el 8 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

La Vorágine

José Eustasio Rivera


Novela


Prólogo

Señor Ministro:

De acuerdo con los deseos de S. S. he arreglado para la publicidad los manuscritos de Arturo Cova, remitidos a ese Ministerio por el Cónsul de Colombia en Manaos.

En esas páginas respeté el estilo y hasta las incorrecciones del infortunado escritor, subrayando únicamente los provincialismos de más carácter.

Creo, salvo mejor opinión de S. S., que este libro no se debe publicar antes de tener más noticias de los caucheros colombianos del Río Negro o Guainía; pero si S. S. resolviere lo contrario, le ruego que se sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera para adicionarlos a guisa de epílogo.

Soy de S. S. muy atento servidor,

José Eustasio Rivera.

Carta

«...Los que un tiempo creyeron que mi inteligencia irradiaría extraordinariamente, cual una aureola de mi juventud; los que se olvidaron de mí apenas mi planta descendió al infortunio; los que al recordarme alguna vez piensen en mi fracaso y se pregunten por qué no fui lo que pude haber sido, sepan que el destino implacable me desarraigó de la prosperidad incipiente y me lanzó a las pampas, para que ambulara, vagabundo, como los vientos, y me extinguiera como ellos, sin dejar más que ruido y desolación».

(Fragmento de la carta de Arturo Cova)

Primera parte

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.


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Dominio público
263 págs. / 7 horas, 41 minutos / 765 visitas.

Publicado el 4 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Niebla

Miguel de Unamuno


Novela


Capítulo 1

Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedóse un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino era que observaba si llovía. Y al recibir en el dorso de la mano el frescor del lento orvallo frunció el sobrecejo. Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto.

«Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas —pensó Augusto—; tener que usarlas, el use estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males.»

Díjose así y se agachó a recogerse los pantalones. Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro —se dijo— y tomaré la dirección inicial que él tome.»

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.

Y así una calle y otra y otra.


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Dominio público
182 págs. / 5 horas, 18 minutos / 9.431 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Miserables

Victor Hugo


Novela


PRIMERA PARTE. Fantina

LIBRO PRIMERO. Un justo

I. Monseñor Myriel

En 1815, era obispo de D. el ilustrísimo Carlos Francisco Bienvenido Myriel, un anciano de unos setenta y cinco años, que ocupaba esa sede desde 1806. Quizás no será inútil indicar aquí los rumo­res y las habladurías que habían circulado acerca de su persona cuando llegó por primera vez a su diócesis.

Lo que de los hombres se dice, verdadero o falso, ocupa tanto lugar en su destino, y sobre todo en su vida, como lo que hacen. El señor Myriel era hijo de un consejero del Parlamento de Aix, nobleza de toga. Se decía que su padre, pen­sando que heredara su puesto, lo había casado muy joven. Se decía que Carlos Myriel, no obstan­te este matrimonio, había dado mucho que hablar. Era de buena presencia, aunque de estatura pe­queña, elegante, inteligente; y se decía que toda la primera parte de su vida la habían ocupado el mundo y la galantería.

Sobrevino la Revolución; se precipitaron los sucesos; las familias ligadas al antiguo régimen, perseguidas, acosadas, se dispersaron, y Carlos Myriel emigró a Italia. Su mujer murió allí de tisis. No habían tenido hijos. ¿Qué pasó después en los destinos del señor Myriel?

El hundimiento de la antigua sociedad france­sa, la caída de su propia familia, los trágicos es­pectáculos del 93, ¿hicieron germinar tal vez en su alma ideas de retiro y de soledad? Nadie hubiera podido decirlo; sólo se sabía que a su vuelta de Italia era sacerdote.

En 1804 el señor Myriel se desempeñaba como cura de Brignolles. Era ya anciano y vivía en un profundo retiro.


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Dominio público
495 págs. / 14 horas, 27 minutos / 7.127 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino

Julio Verne


Novela


Primera parte

1. Un escollo fugaz

El año 1866 quedó caracterizado por un extraño acontecimiento, por un fenómeno inexplicable e inexplicado que nadie, sin duda, ha podido olvidar. Sin hablar de los rumores que agitaban a las poblaciones de los puertos y que sobreexcitaban a los habitantes del interior de los continentes, el misterioso fenómeno suscitó una particular emoción entre los hombres del mar. Negociantes, armadores, capitanes de barco, skippers y masters de Europa y de América, oficiales de la marina de guerra de todos los países y, tras ellos, los gobiernos de los diferentes Estados de los dos continentes, manifestaron la mayor preocupación por el hecho.

Desde hacía algún tiempo, en efecto, varios barcos se habían encontrado en sus derroteros con «una cosa enorme», con un objeto largo, fusiforme, fosforescente en ocasiones, infinitamente más grande y más rápido que una ballena.

Los hechos relativos a estas apariciones, consignados en los diferentes libros de a bordo, coincidían con bastante exactitud en lo referente a la estructura del objeto o del ser en cuestión, a la excepcional velocidad de sus movimientos, a la sorprendente potencia de su locomoción y a la particular vitalidad de que parecía dotado. De tratarse de un cetáceo, superaba en volumen a todos cuantos especímenes de este género había clasificado la ciencia hasta entonces. Ni Cuvier, ni Lacepède, ni Dumeril ni Quatrefages hubieran admitido la existencia de tal monstruo, a menos de haberlo visto por sus propios ojos de sabios.


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Dominio público
448 págs. / 13 horas, 5 minutos / 6.688 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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