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La de los Tristes Destinos

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Madrid, 1866.— Mañana de Julio seca y luminosa. Amanecer displicente, malhumorado, como el de los que madrugan sin haber dormido...

Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada... de abrojos. Cinco de aquellos rayos primeros, enfilando oblicuamente los cinco huecos de la Puerta de Alcalá como espadas llameantes, iluminaron a trechos la vulgar fachada del cuartel de Ingenieros y las cabezas de un pelotón desgarrado de plebe que se movía en la calle alta de Alcalá, llamada también del Pósito. Tan pronto el vago gentío se abalanzaba con impulso de curiosidad hacia el cuartel; tan pronto reculaba hasta dar con la verja del Retiro, empujado por la policía y algunos civiles de a caballo... El buen pueblo de Madrid quería ver, poniendo en ello todo su gusto y su compasión, a los sargentos de San Gil (22 de Junio) sentenciados a muerte por el Consejo de Guerra. La primera tanda de aquellos tristes mártires sin gloria se componía de diez y seis nombres, que fueron brevemente despachados de Consejo, Sentencia y Capilla en el cuartel de Ingenieros, y en la mañana de referencia salían ya para el lugar donde habían de morir a tiros; heroica medicina contra las enfermedades del Principio de Autoridad, que por aquellos días y en otros muchos días de la historia patria padecía crónicos achaques y terribles accesos agudos... Pues los pobres salieron de dos en dos, y conforme traspasaban la puerta eran metidos en simones. Tranquilamente desfilaban estos uno tras otro, como si llevaran convidados a una fiesta. Y verdaderamente convidados eran a morir... y en lugar próximo a la Plaza de Toros, centro de todo bullicio y alegría.


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Dominio público
277 págs. / 8 horas, 5 minutos / 521 visitas.

Publicado el 17 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Aldea Perdida

Armando Palacio Valdés


Novela


Invocación

Et in Arcadia ego.

¡Sí, yo también nací y viví en Arcadia! También supe lo que era caminar en la santa inocencia del corazón entre arboledas umbrías, bañarme en los arroyos cristalinos, hollar con mis pies una alfombra siempre verde. Por la mañana el rocío dejaba brillantes gotas sobre mis cabellos; al mediodía el sol tostaba mi rostro; por la tarde, cuando el crepúsculo descendía de lo alto del cielo, tornaba al hogar por el sendero de la montaña y el disco azulado de la luna alumbraba mis pasos. Sonaban las esquilas del ganado; mugían los terneros; detrás del rebaño marchábamos rapaces y rapazas cantando á coro un antiguo romance. Todo en la tierra era reposo; en el aire todo amor. Al llegar á la aldea, mi padre me recibía con un beso. El fuego chisporroteaba alegremente; la cena humeaba; una vieja servidora narraba después la historia de alguna doncella encantada, y yo quedaba dulcemente dormido sobre el regazo de mi madre.

La Arcadia ya no existe. Huyó la dicha y la inocencia de aquel valle. ¡Tan lejano! ¡Tan escondido rinconcito mío! Y sin embargo, te vieron algunos hombres sedientos de riqueza. Armados de piqueta cayeron sobre ti y desgarraron tu seno virginal y profanaron tu belleza inmaculada. ¡Oh, si hubieras podido huir de ellos como el almizclero del cazador dejando en sus manos tu tesoro!


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294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 548 visitas.

Publicado el 9 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes

José Francisco de Isla


Novela


Al público, poderosísimo señor

Con efecto: no le ha habido desde Adán acá más poderoso que usted, ni le habrá hasta el fin de todos los siglos. ¿Quién trastornó toda la faz de la tierra de modo que, a vuelta de pocas generaciones, apenas la conocería la madre que la parió? Usted. ¿Quién fundó las monarquías y los imperios? Usted. ¿Quién los arruinó después o los trasladó adonde le dio la gana? Usted. ¿Quién introdujo en el mundo la distinción de clases y jerarquías? Usted. ¿Quién las conserva donde le parece y las confunde donde se le antoja? Usted. Malo es que a usted se le ponga una cosa en la cabeza, que solamente el Todopoderoso la podrá embarazar.

Y si del poder de las manos hacemos tránsito al del juicio, del dictamen y de la razón, ¿dónde le hay ni le ha habido más despótico ni absoluto? Sabida cosa es que, después del derecho divino y del natural, el derecho de usted, que es el de las gentes, es el más respetado y obedecido en todo el mundo; esto, aun en caso de que el derecho de las gentes y el natural sean distintos: controversia en que no quiero embarazarme, porque para mi asunto importa un bledo. Lo cierto es que, una vez que usted mande, resuelva, decrete y determine alguna cosa, es preciso que todos le obedezcan; porque, como usted es todos y todos son usted, es necesario que todos hagan aquello que todos quieren hacer. No se me señalará otro legislador más respetado.


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Dominio público
742 págs. / 21 horas, 39 minutos / 236 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Historia de los Siete Murciélagos

Manuel Fernández y González


Novela


La alabanza á Dios

No hay otro Dios que Dios, el Altísimo y Unico; é puede apartar de nosotros las desgracias; él sólo es fuerte; él sólo sabe la verdad; él vive en lo pasado, llena lo presente y abarca lo porvenir: noche de horror, y sombra de espanto cubrirán al mundo cuando aparte de él sus ojos, porque él es la fuente de toda vida, y la claridad de toda luz; sin él nada existe; él es fuente de sabiduría, sin la cual el hombre seria comparable á los brutos, que no saben que han de morir, ni para qué han nacido: loado sea Dios, el Altísimo y el Misericordioso, autor y vida de todo lo creado: la luz de su espíritu brille sobre este libro, y le haga visible á todas las gentes, y se conserve hasta la más remota posteridad.

Esta es la Historia de los siete Murciélagos, que compuso Noeman D'zvn-Nun-el-Aziz-el-Ferag, poeta andaluz que residió mucho tiempo en Granada, y fué soldado sirviendo honradamente á su patria, y peregrinó por extrañas tierras, dejando en pos de sí por donde pasaba, el perfume y la suavidad de sus versos.

Él vió en las antiguas historias los sucesos de los Beni-Nazar, y los del magnífico rey Al-Hhamar, y las hadas le contaron hermosas historias de amores y encantamentos.

Escribiendo esas historias distrajo el poeta andaluz su pobreza, y vosotros podreis distraer leyéndolas vuestro ócio: ellas os llevarán de una aventura en otra, y os dirán cómo fuéron gentes y cosas que hace muchos años han dejado de existir.

Salud y paz de buena voluntad á los que leyeren este libro, y la alabanza á Dios autor de cuanto existe, y el sólo que no perece ni puede perecer.


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Dominio público
210 págs. / 6 horas, 8 minutos / 175 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2021 por Edu Robsy.

Ganarás el Pan...

Pedro Mata y Domínguez


Novela


I

Los grandes focos eléctricos del teatro Real despedían torrentes de luz sobre las aceras mojadas. Vendedoras de flores y periódicos, curiosos, desocupados y mendigos se atropellaban en la puerta permitiendo a duras penas la entrada del público. Los coches al pasar acortaban un momento su marcha; algunos se detenían para que las personas que los ocupaban se apeasen, y partían de nuevo veloces, quebrando en fragmentos el cristal de los charcos que la lluvia dejó en el arroyo.

En el salón se extendía, compacta, como un solo conjunto, la alegre muchedumbre. Las lámparas eléctricas arrancaban de ella matices vivísimos, tintes de iris; centelleo de escamas al reflejarse sobre los suaves terciopelos, las brillantes sedas, los satinados rasos y los mantones de Manila que, como frescas manchas de paleta, se destacaban del monótono negro de los fracs.

Un movimiento continuo, una agitación incesante, extendíase por todo el salón. Oleadas de gente en corrientes diversas iban y venían de un extremo a otro. Voces, gritos, canciones, chistes y carcajadas. Formábanse corrillos, rinconcitos de intimidad en los que se hablaba en voz baja, cuchicheando, produciendo un ruido semejante al de los gorriones al nacer el día. Arriba, en los palcos, las máscaras se abanicaban lánguidamente contemplando con indiferencia las apreturas de la muchedumbre. Casi todas charlaban y reían. Las menos, con los codos apoyados sobre el terciopelo de las balaustradas, seguían con interés las oscilaciones del salón, mostrando la satinada blancura de su garganta y el brillo de sus ojos más negros todavía que los negros antifaces. Cruzaban de un extremo a otro como raudas saetas frases y serpentinas, y en brillante lluvia caían de los palcos policromos confetti y escalas argentinas de carcajadas.


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Dominio público
213 págs. / 6 horas, 13 minutos / 55 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2024 por Edu Robsy.

Flor de las Perlas

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. FLOR DE LAS PERLAS

CAPÍTULO I. EL NAUFRAGIO DE LA CAÑONERA

—¿Es verdad, pues?

—No se habla de otra cosa en Binondo.

—¿Y las autoridades españolas?

—Confirman la noticia.

—¿Todos perdidos?

—¡Quién sabe!

—¿Pero Romero… el comandante… la Perla?… —Se ignora si perecieron o se salvaron.

—Habla bajo.

—¿Está despierto la pobre Than-Kiu?…

—Pocos minutos ha, no se había dormido todavía.

¿Qué dirá cuando sepa la terrible noticia?

—No hace falta comunicársela, Pram-Li; podría morir; está aún débil por la pérdida de sangre. ¡Qué golpe!… ¡Hang-Tu y Romero a la vez!… valiera haber muerto con su hermano.

—¿Eh?… ¡Quién sabe! El amor más ardiente se trueca a veces en odio implacable… ¿Acaso el mar no la ha vengado de la felicidad de la mujer blanca?

—Than-Kiu no sabe odiar, y además… amaba demasiado a Romero, y creo que, mientras conserve un átomo de vida, acariciará el hermoso sueño de su alma juvenil.

—¿Habla siempre de Romero?

—Siempre, Pram-Li. Hasta de noche sueña con él, llamándole con voces tan lastimeras que me desgarra el alma.

—¿Y no lanza imprecaciones contra la joven blanca?

—Nunca una palabra de cólera o desdén salió de labios de la pobre Than-Kiu contra la Perla de Manila. Cree en la fatalidad y culpa sólo al destino de la terrible catástrofe que la ha herido.

—Y el destino la vengó, Sheu-Kin; el mar se ha tragado, indudablemente, a Teresita y a su padre.

—Acaso sí; y quizá también a Romero.

—¿Ha venido el médico?

—Si, Pram-Li.

—¿Y qué ha dicho?

—Que Than-Kiu está ya curada y puede abandonar el lecho del dolor. La herida está bien cicatrizada.

—¿Qué va a hacer?


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277 págs. / 8 horas, 6 minutos / 466 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

España Sin Rey

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Faltome tiempo y espacio para referiros un suceso doloroso acaecido en la familia de Santiago Ibero. Si me dais licencia, emplearé mis ocios en adobar esta y otras historias particulares anotadas en la cuenta de los años 1869 y siguientes, las cuales a mi entender no deben perderse en el sumidero del olvido, a donde paran muchas historias públicas pregonadas y trompeteadas por esa gran voceadora que llamamos la Gaceta. Los íntimos enredos y lances entre personas, que no aspiraron al juicio de la posteridad, son ramas del mismo árbol que da la madera histórica con que armamos el aparato de la vida externa de los pueblos, de sus príncipes, alteraciones, estatutos, guerras y paces. Con una y otra madera, acopladas lo mejor que se pueda, levantamos el alto andamiaje desde donde vemos en luminosa perspectiva el alma, cuerpo y humores de una nación... Por lo expuesto, y algo más que callo, pedida la licencia, o tomada si no me la dieren, voy a referir hechos particulares o comunes que llevaron en sus entrañas el mismo embrión de los hechos colectivos. El caso es este:


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Dominio público
248 págs. / 7 horas, 15 minutos / 491 visitas.

Publicado el 16 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

En las Fronteras del Far-West

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA GARGANTA DEL «FUNERAL»

—¡Nos espera una mala noche, muchachos! —dijo poco antes de ponerse el sol el coronel Devandel, a quien el Gobierno americano había mandado con gran premura al frente de cincuenta hombres apenas a perseguir a los cowboys en las montañas de Laramie—. ¡Mucha vigilancia o, de lo contrario, los indios aprovecharán la ocasión para atravesar la garganta del Funeral!

El bravo soldado, que había conquistado sus galones primero en la guerra contra Méjico y después peleando denodadamente en las fronteras del Far-West contra los indómitos pieles rojas, no se engañaba en sus predicciones.

Las altas cimas de las montañas que se extienden entre los confines meridionales del Wyoming y los septentrionales del Colorado habíanse cubierto de densas nubes, y el trueno no tardó en hacer oír su voz poderosa.

A los pocos instantes comenzó a caer sobre el campamento una lluvia torrencial, que obligó a los centinelas a replegarse más que de prisa hacia los furgones dispuestos en cruz de San Andrés para defender las tiendas de una sorpresa probable.

Sólo los soldados jóvenes, que hasta pocos días antes habían estado dedicados a recorrer praderas y que se hallaban, por tanto, habituados a afrontar las intemperies, se mantuvieron obstinadamente en la extremidad de una peligrosa vereda que conducía al llamado paso del Funeral.

Habíanse guarecido bajo el saliente de una roca, que en parte les protegía del furioso aguacero, y vigilaban con gran atención.

—¿No ves nada, Harris? —preguntó el más joven, un hermoso tipo, apenas de veinte años, moreno como un mestizo y de mirada fogosa como la serpiente.

—¡Nada, Jorge! —respondió el otro, que se parecía extraordinariamente a su interlocutor y que representaba tener algunos años más que él.


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167 págs. / 4 horas, 53 minutos / 474 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Señor Bergeret en París

Anatole France


Novela


I

Mientras el señor Bergeret tomaba su frugal cena, tenía a sus pies a Riquet echado sobre un almohadón. El alma de Riquet era religiosa; tributaba al hombre honores divinos y juzgaba magnánimo y poderoso a su dueño; pero, sobre todo al verle sentado a la mesa, reconocía la magnanimidad y el poder soberanos del señor Bergeret, porque si bien todos los alimentos eran para él agradables y preciosos, en particular el alimento humano parecíale augusto. Veneraba el comedor como si fuera un templo, y la mesa del comedor, como un altar. Mientras comía su dueño, Riquet aguardaba inmóvil y silencioso a sus pies.

—¡Mire qué pollito tan bien cebado! —advirtió la anciana Angélica al dejar la fuente sobre la mesa.

—Hágame el favor de trincharlo —dijo el señor Bergeret, poco diestro en el manejo de las armas e incapaz de hacer las veces de escudero trinchante.

—Con mucho gusto —afirmó Angélica—; pero no es a las mujeres, sino a los hombres, a quienes corresponde trinchar las aves.

—Yo no sé trinchar.

—El señor debiera saber.


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Dominio público
168 págs. / 4 horas, 55 minutos / 431 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

El Loco Estero

Alberto Blest Gana


Novela


Recuerdos de la niñez

A mi distinguido amigo
DON FEDERICO SANTA MARÍA
en testimonio de alto aprecio y de cordial amistad.


Alberto Blest Gana

París, octubre de 1909.

1

Aquel día, bien que no era fiesta, los dos chicuelos vestían el traje de los domingos. Sentados a la mesa con estudiada compostura, sin hacer gran caso de la conversación de las personas grandes que ocupaban la testera, sus miradas se dirigían furtivas a las golosinas y a las frutas distribuidas en cestas y azafates sobre el mantel, con aire de extraordinario gaudeamus. Pero a pesar de la ansiosa distracción en que aquel espectáculo los mantenía, ni uno ni otro dejaban de sentir sobre ellos, como se siente el fuego de un rayo de sol sobre el rostro, el reflejo autoritario de los ojos paternos, que los requería a estar atentos a lo que hablaban sus mayores.

Más osado que el primogénito, el menor de los chicos extendió con disimulo una mano hacia un canastillo de fresas, primicia de la estación, que, entrelazadas con flores, lo fascinaban con su rosada frescura.

–Javier, no toques las frutillas, hijito –le ordenó, desde la opuesta extremidad, la voz de la madre, con dulzura.

–Si vuelves a desmandarte, no irás esta tarde a la Cañada –amenazó la voz del padre, con severidad.

Javier bajó la frente, fingiendo contricción, pero sus ojuelos pardos formulaban al mismo tiempo la protesta muda de su altiva voluntad.

–Ya ves que Guillén se está quieto –agregó la madre, para suavizar la aspereza de la conminación paternal.

Con el elogio de la madre, un vivo tinte de carmín coloreó el rostro del mayor de los niños. El, más bien que su hermano, parecía el delincuente. La mirada de sus grandes ojos azules daba a su fisonomía la seriedad casi tímida de los precoces soñadores.

Una voz de los grandes invocó indulgencia para Javier:


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Dominio público
321 págs. / 9 horas, 22 minutos / 347 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2022 por Edu Robsy.

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