De Oligopolios y Otras Odiseas
Joan Carlos Vinent
opinión
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Publicado el 3 de julio de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 3 de julio de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 3 de julio de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 3 de julio de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 3 de julio de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 25 de febrero de 2017 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
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Publicado el 31 de enero de 2017 por Juan Carlos Vinent Mercadal.
La dirección de El Imparcial me ha confiado la honrosa tarea de estudiar el espíritu francés en estos, para él, tan críticos momentos. Por honrosa que ella sea, no la hubiera aceptado si otros motivos que no fuesen del orden moral se ofreciesen ante mis ojos. Soy viejo, mi salud vacilante; el ruido de la Prensa me ha atemorizado siempre. ¿Por qué pasar «del silencio al estruendo», por qué abandonar el oscuro rincón donde desde hace muchos años hablo en voz baja con aquellos espíritus afines al mío, esparcidos por el ámbito del mundo, sin que la muchedumbre se entere?
¿Por qué? Porque la voz de mi conciencia, esa voz que en todo hombre se va haciendo más poderosa con los años, me lo insinúa con vivas instancias. Cuando tantos millones de seres humanos viven actualmente en Europa, entre sangre los unos, otros entre lágrimas, ¿hay derecho á invocar el temor, la enfermedad ó la vejez? Dejemos murmurar á la vil materia; no es hora de atender á sus rebeldías. Cesó la hora de las chanzas y los regalos; hay que mirar cara á cara á la bárbara realidad y llevar una mano piadosa á las heridas.
Aquí estoy, pues, y lo primero que me cumple hacer es una declaración que debo á mi sinceridad y al respeto de los lectores. No soy un neutral en el sangriento conflicto que hoy aflige á la Humanidad; no lo he sido jamás en disputa alguna que hayan presenciado mis ojos. Pude haberme equivocado; pero siempre me coloqué resueltamente al lado del que, en mi sentir, tenía de su parte la razón y la justicia. Por eso, al estallar la presente guerra, me incliné del lado de la Francia; porque pensé, y sigo pensando, que la razón y la justicia se encuentran de su parte.
Dominio público
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Publicado el 21 de septiembre de 2017 por Edu Robsy.
San Salvador, enero de 2017.
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Publicado el 19 de diciembre de 2018 por Manuel Cerón.
Hasta hace poco, apenas le daba importancia a esas “pequeñas” cosas que se sucedían a mí alrededor y olían a rancio, a arcano, a machismo… Era, por mi parte, más bien un, “no pasa nada”, “la gente es así”. Error, sí pasa. Cuando permitimos, como si no significara nada, que las pequeñas cosas diarias se sucedan sin toques de atención, estamos en cierta forma naturalizando y normalizando esos comportamientos. Al normalizar esos comportamientos, estamos en cierta forma apoyando desde el silencio un tipo de actitud que no compartimos. La ausencia de acción, es alimentar el problema.
Me decía a mí misma, que no merecía la pena, que eran minucias, que no podía hacer nada. Esa pasividad propia de las voces que se quedan calladas. Pero no, no es la solución, si lo piensas, acaban siendo parte del problema.
Seamos sinceras, ser mujer, es un ejercicio reivindicativo constante. La sociedad, pese a estar en el siglo que estamos, pese a la lucha feminista, pese a que se ha adelantado en muchos campos, nos movemos en una falsa igualdad. Una igualdad entre géneros, emponzoñada por el veneno mínimo de lo cotidiano. Gotas, que van cayendo y adentrando en la tierra que alimenta las raíces de la sociedad. Cuando permitimos las pequeñas cosas, estamos fallando a las sufragistas, estamos fallando a las niñas que aún sufren ablación, estamos fallando a las mujeres que sienten miedo en su casa, estamos fallando a todas las chicas que no comprenden que sí es el sexo y que no es, estamos fallando a las acosadas en el trabajo, estamos fallando a las violadas, sus silencios se suceden porque se suceden los silencios de las pequeñas cosas de la normalidad.
Protegido por copyright
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Publicado el 13 de marzo de 2019 por Ainhoa Escarti.
Sr. Editor del Español:
Muy Sr. mío: Hace algunos días que recibí una carta de Cádiz escrita por un sujeto de indudable crédito y veracidad, e impuesto bastante a fondo en los negocios públicos, de la cual he creído conveniente dar a Vd. noticia, porque según veo, Vd. tiene muy pocas directamente de aquel pueblo. Mis noticias no son agradables, y si yo hubiera de publicarlas con mi nombre seguramente no habrían salido de mi cartera; mas como Vd. en estas materias tiene ya poco que perder, quiero decir, como el odio que Vd. ha excitado en muchos de sus paisanos no ha de crecer ni menguar porque diga Vd. algo de nuevo que les disguste, me determino a mandar mis noticias, envueltas en un centón de reflexiones, por si quiere Vd. publicarlas, y, como decimos comúnmente, sufrir por mí las pedradas.
«Ya sabe Vd., dice mi amigo de Cádiz, que yo he sido de los más alegres en materias de revolución de España; pero he venido últimamente a caer en mucho desaliento. Las Cortes, en que teníamos puestas nuestras últimas esperanzas, han errado el golpe, y no han excitado, o no han sabido conservar el espíritu público que podía salvarnos. Perdida la primera ocasión es difícil que puedan hacer nada. Y no es porque no haya en las Cortes hombres de mucho provecho; no porque en general sus individuos carezcan de buena intención, ni patriotismo, sino porque, siendo muy buenos, no son lo que las circunstancias de España exigían: han hablado y no han hecho nada. El Consejo de Regencia participa en sumo grado de la debilidad de todos los anteriores gobiernos; pero ¿quién había de creer que tiene acaso preocupaciones más dañosas que aquéllos? ¿Quién había de creer que un hombre de los talentos de Blake, había de incurrir en el error de oponerse al único medio de formar un tal cual ejército, quiero decir, la admisión de oficiales ingleses y austríacos?».
Dominio público
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Publicado el 5 de mayo de 2019 por Edu Robsy.