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Ánima de Universos

Elle de Jan


fantasía, cuento corto, poesía, poema


El planeta a través de la ventana se veía pálido y ceniciento, como recién surgido de una apacible siesta; pero a la vez lucía un poco borroso, tal vez enfermizo; no parecía que hubiera podido reposar realmente. Su faz pronto comenzó a temblar, de forma casi imperceptible; los astros de su cielo, aunque distantes y ajenos, titilaron con flaqueza. Era como si la imagen de ese paisaje sencillo y pacífico estuviera, pues, de algún modo insólito, desenfocándose.
Uno de los hombres que vigilaba desde el sitio en el interior de la ventana se percató de ello, y se separó del taburete en el que aguardaba para echar un vistazo y comprobar lo que sucedía. Miró a su compañero, que ocupaba otro asiento, junto a una especie de chimenea plateada en cuyo hogar crepitaba un fuego azul muy brillante, del que por momentos saltaban chispas y que parecía haber perdido una intensidad original.
-Oye –le dijo el primero a éste-, necesita más combustible. Se está debilitando.
El segundo hombre asintió, se puso de pie y enfrentó la chimenea. Extrajo de uno de sus bolsillos un frasco pequeño que contenía una sustancia, en cuyo gelatinoso interior se revolvían destellos de distintas tonalidades; el hombre echó un poco de aquello al fuego, que revivió de inmediato, creciendo en tamaño y vigor. El sujeto guardó el frasco y volvió a sentarse; el otro observó el planeta allí afuera y el firmamento que lo circundaba.
Unos segundos después, el panorama se sacudió levemente, y entonces, como si ahora el letargo hubiera llegado definitivamente a su fin, el planeta se encendió como un diamante nuevo, y así permaneció, y de la misma manera los astros que reinaban más allá abandonaron el aura cansina que les había embargado y se embebieron de la energía que el hombre había depositado para ellos en la chimenea, la esencia increíble que le daba vida a todo un universo e impedía que su alma languideciera.


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Publicado el 1 de febrero de 2023 por Elle de Jan.

El Spleen de París

Charles Baudelaire


Poesía


El extranjero

—¿A quién quieres más, hombre enigmático, dime, a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?

—Ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano tengo.

—¿A tus amigos?

—Empleáis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer.

—¿A tu patria?

—Ignoro en qué latitud está situada.

—¿A la belleza?

—Bien la querría, ya que es diosa e inmortal.

—¿Al oro?

—Lo aborrezco lo mismo que aborrecéis vosotros a Dios.

—Pues ¿a quién quieres, extraordinario extranjero?

—Quiero a las nubes… , a las nubes que pasan… por allá… . ¡a las nubes maravillosas!

La desesperación de la vieja

La viejecilla arrugada sentíase llena de regocijo al ver a la linda criatura festejada por todos, a quien todos querían agradar; aquel lindo ser tan frágil como ella, viejecita, y como ella también sin dientes ni cabellos.

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables.

Pero el niño, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos.

Entonces la viejecilla se retiró a su soledad eterna, y lloraba en un rincón, diciendo: «¡Ay! Ya pasó para nosotras, hembras viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aun a los inocentes; ¡y hasta causamos horror a los niños pequeños cuando vamos a darles cariño!»

El «yo pecador» del artista

¡Cuán penetrante es el final del día en otoño! ¡Ay! ¡Penetrante hasta el dolor! Pues hay en él ciertas sensaciones deliciosas, no por vagas menos intensas; y no hay punta más acerada que la de lo infinito.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 1.199 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Por la Educación

José Rizal


Poesía


La sabia educación, vital aliento
Infunde una virtud encantadora;
Ella eleva la Patria al alto asiento
De la gloria inmortal, deslumbradora,
Y cual de fresca brisa al soplo lento
Reverdece el matiz de flor odcra:
Tal la educación al ser humano
Bienhechora engrandece con larga mano.

Por ella sacrifica su existencia
El mortal y el placido reposo;
Por ella nacer vence el arte y la ciencia
Que ciñen al humano lauro hermoso:
Y cual del alto monte en la eminencia
Brota el puro raudal de arroyo undoso;
Así la educación da sin mesura
A la patria do mora paz segura.

Do sabia educación trono levanta
Lozana juventud robusta crece
Que subyuga el error con firme planta
Y con nobles ideas se engrandece:
Del vicio la cerviz ella quebranta;
Negro crimen ante ella palidece:
Ella domina bárbaras naciones,
Y de salvajes hace campeones.

Y cual el manantial que alimentando
Las plantas, los arbustos de la vega,
Su plácido caudal va derramando,
Y con bondoso afan constante riega
Las riberas do vase deslizando,
Y a la bella natura nada niega:
Tal al que sabia educación procura
Del honor se levanta hasta la lectura.

De sus labios las aguas cristalinas
De célica virtud sin cesar brotan,
Y de su fe las providas doctrinas
Del mal las fuerzas débiles agotan,
Que se estrellan cual olas blanquecinas
Que la playas inmóviles azotan:
Y aprenden con su ejemplo loas mortales
A trepar por las sendas celestiales.

En el pecho de miserios humanos
Ella enciende del bien la viva llama;
Al fiero criminal ata las manos,
Y el consuelo en los pechos fiel derrama.
Que buscan sus beneficos arcanos;
Y en el amor de bien su pecho inflama:
Y es la educación noble y cumplida
El bálsamo seguro de la vida.


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Publicado el 19 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Sinfonía Natura

Elle de Jan


fantasía, cuento corto, poesía, poema


Una flor de viento vino hacia mí. Me incliné para mirarla: era un inmenso tesoro. Se abría y mostraba el fuego del éter, un cuadro de polvo antiguo y diverso, de tonos que se revolvían como suspiros de dioses en lo alto. Era también un mar; un mar de cristales de sueños remotos, que empapaban el cielo como una caricia mágica. Hálitos divinos se enlazaban y se fugaban, en medio del atardecer de un mundo, hacia las orillas de otro tiempo. El manto de la noche cayó como una suave cascada; y, en su seno de sombras luneras, quedaron brillando pequeños fragmentos de diamantes de antaño.La flor se cerró luego de esta visión, pero aún la guarda en su interior. La he tomado para conservarla, como la memoria de una sinfonía de la naturaleza que perdura día tras día, año tras año, vida tras vida, a lo largo del cosmos.


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1 pág. / 1 minuto / 44 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2023 por Elle de Jan.

COTUFAS EN EL GOLFO

Santiago Fernandez Puche


Poesía


 

 

COTUFAS EN EL GOLFO

Mayo, 2005

 

Santiago Fernández Puche

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SALUTACIÓN

 

La puerta entreabierta, cerrada la ventana

Para no ver el mundo o es que por la oscura

Habitación de todas las soledades con vana

Intención de huir se consume la locura

Para el gusano verde que come mi manzana.

 

Fue para mí el amor un barco azul marino

Allí donde las olas hacen crestas y espumas;

Ya encallado asoma su pueril quilla. Divino

Resto de los ojos de buey y de sus brumas

Es esta estancia entreabierta donde me inclino

Para besar el frío en esos pies helados

De la melancolía. Dime tú, que conoces

Al hombre como todos estos hombres calados

Que se asoman por un caudal de calladas voces

De esas humanidades y toda suerte de pesados

Instrumentos de odio, ¿acaso tú me conoces?

Lejos de los simples oficios del escribano,

Usando el instante del día para ganar

El pan de todos los versos sin precio, ¿tu mano,

Asidero mortal del que salió a buscar

La conciencia, es acaso asidero humano?

 

De puertas cerradas y amores perdidos, suelo

Pintar las hojas inmaculadas y escribir

Paredes que oscurecen de invisible duelo.

Apréstate, pues, a borrar la letra y vivir

Si acaso levantásemos un suntuoso vuelo.

 


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17 págs. / 29 minutos / 83 visitas.

Publicado el 27 de febrero de 2023 por Santiago Fernández Puche.

La Argentina y la Conquista del Río de la Plata

Martín del Barco Centenera


Poesía


Prólogo

Don Martín del Barco Centenera, Arcediano del Río de la Plata

Habiendo considerado y revuelto muchas veces en mi memoria el gran gusto que recibe el humano entendimiento con la lectura de los varios y diversos acaecimientos de cosas, que aun por su variedad es la naturaleza bella, y que aquellas amplísimas provincias del Río de la Plata estaban casi puestas en olvido, y su memoria sin razón obscurecida, procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendí y vi en ellas, en veinticuatro años que en aquel nuevo orbe peregriné: lo primero, por no parecer al malo e inútil siervo que abscondió el talento recibido de su señor; lo segundo, porque el mundo tenga entera noticia y verdadera relación del Río de la Plata, cuyas provincias son tan grandes, con gentes tan belicosas, animales y fieras tan bravas, aves tan diferentes, víboras y serpientes que han tenido con hombres conflicto y pelea, peces de humana forma, y cosas tan exquisitas que dejan en éxtasis a los ánimos de los que con alguna atención las consideran.

He escrito, pues, aunque en estilo poco pulido y menos limado, este libro, a quien intitulo y nombro Argentina, tomando el nombre del subjeto principal, que es el Río de la Plata; para que Vuestra Excelencia, si acaso pudiera tener algún rato como que hurtado a los necesarísimos y graves negocios de tan grande gobierno como sus hombros tienen, pueda con facilidad leerle, sin que le dé el disgusto y fastidio que de las largas y prolijas historias se suele recibir; y heme dispuesto a presentarla y ofrecerla a Vuestra Excelencia como propia suya; pues, según derecho, los bienes del siervo son vistos ser del señor.


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207 págs. / 6 horas, 3 minutos / 142 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Tu Nombre

Eduardo Robsy


Poesía


Ayer te vi venir, bajando la calle,
andando orgullosa, pies descalzos,
sonrisa triste y paso firme,
desnudo tu cuerpo, única verdad,
perseguida por una jauría de lobos,
los golpes y heridas recientes
sobre tu piel tan blanca, tan amada.

Me dijeron: no la mires, no es tuya,
y miré hacia otra parte, no quise ver.
No quise ver cómo te rodearon.
No miré cuando taparon tu cuerpo
con sucios trapos, para protegerte
decían ellos, de ti misma.
Ni cuando a golpes te dejaron tendida,
apenas sombra de ti misma, en el suelo,
y los más crueles de ellos, riendo,
te sujetaron con bozal y correa.

Los más atrevidos, cuerpos henchidos,
te humillaban, te mancillaban,
gritaban muy alto tu nombre,
diciéndose tus dueños, pero sin mirarte,
apartándose entre ellos a empellones,
reclamando tus despojos como botín.

Mis mayores recuerdan todavía un mundo
en el que tú no eras más que un sueño,
y cada día, para ellos, una pesadilla
de la que tardaron medio siglo en despertar.
Vertiendo su sangre conjuraron tu nombre,
y de su sacrificio naciste tú, pura luz.

Nosotros, hijos descastados, te repudiamos.
Tu desnudez desluce nuestros ricos ropajes,
culpamos a tu piel blanca de nuestras negras ideas
y cada palabra que proteges y nos ofende,
se convierte en un espinoso látigo
con el que golpearte hasta que callas.

Me cuentan que en otros barrios,
en otras calles no tan lejanas,
nunca han sabido de ti, o peor aún,
conociéndote, han fingido olvidarte.
A quien, en tu ausencia, menciona tu nombre,
le insultan, le golpean y le silencian.
Y quién así reprime, dice hacerlo en tu nombre.


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Creative Commons
1 pág. / 2 minutos / 259 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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