Textos más populares esta semana etiquetados como Poesía disponibles | pág. 2

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Las Flores del Mal

Charles Baudelaire


Poesía


AL POETA IMPECABLE

Al perfecto mago de las letras francesas
A mi muy querido y muy venerado
maestro y amigo

THEOPHILE GAUTIER

Con los sentimientos
de la más profunda humildad
Yo dedico
Estas flores malsanas.

Ch. B.

AL LECTOR

La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.

¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.


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104 págs. / 3 horas, 3 minutos / 2.769 visitas.

Publicado el 21 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Gaucho Martín Fierro

José Hernández


Poesía, poema épico


I

Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.

Pido a los Santos del Cielo
que ayuden mi pensamiento,
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.

Vengan Santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores,
con famas bien otenidas,
y que después de alquiridas
no las quieren sustentar-
parece que sin largar
se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar,
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan;
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.

Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando he de llegar
al pie del Eterno Padre-
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.

Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra-
el cantar mi gloria labra
y poniéndome a cantar
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo
a cantar un argumento-
como si soplara el viento
hago tiritar los pastos-
con oros, copas y bastos,
juega allí mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao,
mas si me pongo a cantar
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando,
las coplas me van brotando
como agua de manantial.

Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman,
naides me pone el pie encima,
y cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.


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34 págs. / 1 hora, 1 minuto / 1.886 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Cantar de los Cantares

Fray Luis de León


Religión, poesía


Prólogo

Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor, ni al amor hay cosa más natural que volver al que ama en las condiciones e ingenio del que es amado. De lo uno y de lo otro tenemos clara experiencia. Cierto es que Dios ama, y cada uno que no esté muy ciego lo puede conocer en sí por los señalados beneficios que de su mano continuamente recibe: el ser, la vida, el gobierno della y el amparo de su favor, que en ningún tiempo ni lugar nos desampara. Que Dios se precie más de esto que de otra cosa, y que le sea propio el amor entre todas sus virtudes, vese en sus obras, que todas se ordenan a solo este fin, que es hacer repartimiento y poner en posesión de sus grandes bienes a las criaturas, haciendo que su semejanza de Él resplandezca en todas, y midiéndose a sí a la medida de cada una de ellas para ser gozado de ellas: que, como dijimos, es obra propia y natural del amor.


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128 págs. / 3 horas, 44 minutos / 1.072 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Romancero Gitano

Federico García Lorca


Poesía


Romance de la luna, luna

A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye, luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye, luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Preciosa y el aire

A Dámaso Alonso

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.


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15 págs. / 26 minutos / 3.321 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Libro del Buen Amor

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita


Poesía


Jesús Nazarenus Rex Judaeorum

Ésta es oraçión qu'el arçipreste fizo a Dios quando començó este libro suyo.

Señor Dios, que a los jodíos pueblo de perdiçión
sacaste de cabtivo del poder de Faraón,
a Daniel sacaste del poço de Babilón,
saca a mi coytado d'esta mala presión.

Señor, tú diste graçia a Ester la reyna,
ant'el rey Asuero ovo tu graçia digna,
Señor, dame tu graçia e tu merçed ayna,
sácame d'esta laçeria, d'esta presión.

Señor, tú que sacaste al Profeta del lago,
de poder de gentiles sacaste a Santiago,
a Santa Marina libreste del vientre del drago,
libra a mí, Dios mío, d'esta presión do yago.

Señor, tú que libreste a santa Susaña,
del falso testimonio de la falsa compaña,
líbrame, mi Dios, d'esta y coyta tanmaña,
dame tu misericordia, tira de mí tu saña.

A Jonás, el Profeta, del vientre de la ballena
en que moró tres días dentro en la mar llena,
sacástelo tú sano así como de casa buena;
Mexías, tú me salva sin culpa e sin pena.

Señor, a los tres niños de muerte los libreste,
del forno del grand fuego sin lesión saqueste,
de las ondas del mar a sant Pedro tomeste:
Señor, de aquesta coyta saca al tu arçipreste.

Aun tú que dixiste a los tus servidores,
que con ellos serías ante reyes desidores,
et los darías palabras, que fabrasen mejores,
Señor, tú sey conmigo, guárdame de traydores.

El nombre profetizado fuer grande Hemanuel,
Fijo de Dios muy alto Salvador de Israel,
en la salutaçión el ángel Gabriel
te fizo çierta d'esto, tú fuiste çierta d'él.

Por esta profeçía e por la salutaçión
por el nombre tan alto Hemanuel salvaçión,
Señora, dame tu graçia, et dame consolaçión,
gáname del tu fijo graçia et bendiçión.


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209 págs. / 6 horas, 7 minutos / 1.471 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Credo

Daniel Horacio Braga


poesía


Yo creo en ese árbol,
en su generosidad de frutos y de sombra,
en la musicalidad de sus maderas
y en la fuerza primordial de su raigambre.

Y creo en esta piedra,
en su voluntad inerte de dura permanencia,
en su potencialidad de cimiento o de herida
y en su totémica presencia de infinito.

Creo en el ojo candente,
padre de las luces y las sombras,
en su germinadora voz
y su sable vengador de bosques y de ozono.

También creo en el río,
en su prodigalidad de risa permanente,
en su vergelidad
y en su meandrosa transcurrencia de destino.

En todas las aguas creo,
en la extensa avalancha de los mares,
en su caldo creador,
y en el mar pequeño de las lágrimas.

En las flores y las aves
creo,
en el delirante acorde de sus trinos y colores
y en su pertinaz ofrecimiento.

En la tierra que piso
y que horado para sembrar futuro,
en su polvo memorioso y ecuménico,
también creo.

En el barro, creo.
Continente de ánforas y adobes
en donde cobijar
almas, secretos y existencias.

En el aire,
transporte de los sueños
donde se cuelgan las canciones
cazadoras de sentimientos, creo.

Y, aunque no creo en dios,
ni en supremos arquitectos
o universales voluntades,
creo en la divinidad.

La que todos llevamos dentro,
cada hombre, cada cosa,
cada minúscula partícula de cosmos y de tiempo.
Y en nuestro propio infierno.

Creo en la vida eterna
porque sé que todo deviene en otras cosas
y de otras cosas
todo hace su sustento.

Creo en la gente.
Como muchedumbre aglomerada
y como individualidad
desnuda, propia, valiente o atemorizada.

Creo en los ojos de la gente,
en sus manos,
en manos con más manos y más manos
queriendo encadenar amores, risas y anhelos.

Creo en  mí.
Y creo en vos, que estás leyendo.


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1 pág. / 1 minuto / 36 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2024 por danielhb.

El Jardín de Venus

Félix María Samaniego


Poesía


El país de afloja y aprieta

En lo interior del África buscaba
cierto joven viajero
un buen pueblo en que a todos se hospedaba
sin que diesen dinero;
y con esta noticia que tenía
se dejó atrás un día
su equipaje y criado,
y, yendo apresurado,
sediento y caluroso,
llegó a un bosque frondoso
de palmas, cuyas sendas mal holladas
sus pasos condujeron
al pie de unas murallas elevadas
donde sus ojos con placer leyeron,
en diversos idiomas esculpido,
un rótulo que hacía este sentido:

«Esta es la capital de Siempre-meta,
país de afloja y aprieta,
donde de balde goza y se mantiene
todo el que a sus costumbres se conviene».

—¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
luego que esto leyó, y en el instante
buscó y halló la puerta
de par en par abierta.

Por ella se coló precipitado
y viose rodeado,
no de salvajes fieros,
sino de muchos jóvenes en cueros,
con los aquellos tiesos y fornidos,
armados de unos chuzos bien lucidos,
los cuales le agarraron
y a su gobernador le presentaron.

Estaba el tal, con un semblante adusto,
como ellos en pelota; era robusto
y en la erección continua que mostraba
a todos los demás sobrepujaba.

Luego que en su presencia
estuvo el viajero,
mandó le desnudasen, lo primero,
y que con diligencia
le mirasen las partes genitales,
que hallaron de tamaño garrafales.

La verga estaba tiesa y consistente,
pues como había visto tanta gente
con el vigor que da naturaleza,
también el pobre enarboló su pieza.


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80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 1.653 visitas.

Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

De la Naturaleza de las Cosas

Lucrecio


Poesía, tratado, filosofía


Libro primero

Madre de los Romanos, encanto de los dioses y de los hombres, pulcra Venus: Tú alientas los astros que en el ámbito de los cielos giran, las fértiles tierras y el inmenso Océano; todo animal por ti vive y por ti goza de la acción benéfica del Sol; ante la presencia tuya el cielo viste galas, huyen los vientos, la tierra produce olorosas flores, el mar se riza, el espléndido Olimpo llena de luz el Universo, la primavera brilla y el céfiro fecundo, libre, vuela; todos los seres que llenan los espacios, nutridos por tu influencia, festejan tu venida ¡oh diosa!; la gente alegre baila en el ameno prado ó á nado pasa arrebatados ríos; cuanto vive y siente, atraído por tus goces, te sigue hacia donde tú lo impulsas; y lo mismo en el dilatado mar que en los empinados montes, en los intranquilos ríos que en los pacíficos campos, y en el obscuro bosque, mansión de aves, todos los corazones por ti arden en irresistible llama de amor, y con estímulo deleitoso los siglos se propagan.


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209 págs. / 6 horas, 6 minutos / 1.617 visitas.

Publicado el 5 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Soledades, Galerías y Otros Poemas

Antonio Machado


Poesía


Soledades

(1899-1903)

I. El viajero

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo.

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó —la pobre loba— muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro,
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela henchida?

Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucalipto, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas…

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

II. He andado muchos caminos

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.


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33 págs. / 58 minutos / 1.910 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2020 por Edu Robsy.

Campos de Castilla

Antonio Machado


Poesía


Campos de Castilla

En un tercer volumen publiqué mi segundo libro, Campos de Castilla (1912). Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada —allí me casé; allí perdí a mi esposa, a quien adoraba—, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano. Ya era, además, muy otra mi ideología. Somos víctimas —pensaba yo— de un doble espejismo. Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por sí, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la íntima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer entonces? Tejer el hilo que nos dan, soñar nuestro sueño, vivir; sólo así podremos obrar el milagro de la generación. Un hombre atento a sí mismo, y procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar: la suya; pero le aturden los ruidos extraños. ¿Seremos, pues, meros espectadores del mundo? Pero nuestros ojos están cargados de razón, y la razón analiza y disuelve. Pronto veremos el teatro en ruinas, y, al cabo, nuestra sola sombra proyectada en la escena. Y pensé que la misión del poeta era inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas que, siendo suyas, viviesen, no obstante, por sí mismas. Me pareció el romance la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo Romancero. A este propósito responde La tierra de Alvargonzález. Muy lejos estaba yo de pretender resucitar el género en su sentido tradicional. La confección de nuevos romances viejos —caballerescos o moriscos— no fue nunca de mi agrado, y toda simulación de arcaísmo me parece ridícula.


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Dominio público
72 págs. / 2 horas, 6 minutos / 1.537 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2020 por Edu Robsy.

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