Textos mejor valorados publicados el 4 de octubre de 2016

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fecha: 04-10-2016


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El 1 de marzo y el 2 de mayo

Benito Pérez Galdós


Novela


I

En Marzo de 1808, y cuando habían transcurrido cuatro meses desde que empecé a trabajar en el oficio de cajista, ya componía con mediana destreza, y ganaba tres reales por ciento de líneas en la imprenta del Diario de Madrid. No me parecía muy bien aplicada mi laboriosidad, ni de gran porvenir la carrera tipográfica; pues aunque toda ella estriba en el manejo de las letras, más tiene de embrutecedora que de instructiva. Así es, que sin dejar el trabajo ni aflojar mi persistente aplicación, buscaba con el pensamiento horizontes más lejanos y esfera más honrosa que aquella de nuestra limitada, oscura y sofocante imprenta.

Mi vida al principio era tan triste y tan uniforme como aquel oficio, que en sus rudimentos esclaviza la inteligencia sin entretenerla; pero cuando había adquirido alguna práctica en tan fastidiosa manipulación, mi espíritu aprendió a quedarse libre, mientras las veinte y cinco letras, escapándose por entre mis dedos, pasaban de la caja al molde. Bastábame, pues, aquella libertad para soportar con paciencia la esclavitud del sótano en que trabajábamos, el fastidio de la composición, y las impertinencias de nuestro regente, un negro y tiznado cíclope, más propio de una herrería que de una imprenta.


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216 págs. / 6 horas, 18 minutos / 352 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Casa Maldita

H.P. Lovecraft


Cuento


I

Rara vez deja de haber ironía incluso en el mayor de los horrores. Algunas veces forma parte directa de la trama de los sucesos, mientras que otras sólo atañe a la posición fortuita de éstos entre las personas y los 1ugares Un magnífico ejemplo de este último caso puede encontrarse en la antigua ciudad de Providence, donde acostumbraba a ir Edgar Allan Poe, a mediados del siglo pasado, durante su infructuoso galanteo a Mrs.

Whitman, poeta de excelentes dotes. Poe solía parar en la Mansión House —nuevo nombre de la Hostería de la Bola de Oro, cuyo techo cobijó a Washington, a Jefferson y a Lafayette —, y su paseo preferido era hacia el Norte, por la misma calle, donde se encontraban la casa de Mts. Whitman y el vecino cementerio de St. John, situado en la falda de la colina, cuyo recoleto recinto, con abundancia de lápidas del siglo XVII, le fascinaba de manera especial.

Lo irónico del caso es que en el curso de aquel paseo, tantas veces repetido, el más grande maestro de lo terrible y de lo fantástico tenía que pasar por delante de cierta casa situada en el lado oriental de la calle; un edificio deslucido y anticuado que se hallaba posado sobre la brusca subida de la ladera de la colina, con un amplio y descuidado jardín que databa de la época en que la región era en parte campo abierto. No parece que Poe escri— biera o hablara nunca de la casa, ni se tiene noticia de que hubiera reparado en ella. y, sin embargo, aquella morada para las dos personas en posesión de cierta información, iguala o supera en horror a las más descabelladas fantasías del genio que con tanta frecuencia pasó por delante de ella sin saber lo que ocultaba y se alza con mirada maliciosa y rígida como símbolo de todo lo que es indeciblemente espantoso.


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35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 204 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Cela, piel adentro

Camilo José Cela Conde


Recomendable recomendación (libro no gratuito); valga la redundancia...


Agradecimiento a Eduardo Robsy por su e-mail y recomendación en torno a entrevista en RNE...A ser tozudos con los proyectos, perseverancia, "a lo Don Camilo".


http://www.elcultural.com/revista/letras/Cela-piel-adentro/38117


Cela, piel adentro

Camilo José Cela Conde

Destino. Barcelona, 2016. 250 páginas, 19€

JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA | 20/05/2016 |  Edición impresa


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2 págs. / 3 minutos / 553 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.

El Caso de Charles Dexter Ward

H.P. Lovecraft


Novela corta


Un resultado y un prólogo

1

De una clínica particular para enfermos mentales situada cerca de Providence, Rhode Island, desapareció recientemente una persona de características muy notables. Respondía al nombre de Charles Dexter Ward y había sido recluida allí a regañadientes por su apenado padre, testigo del desarrollo de una aberración que, si en un principio no pasó de simple excentricidad, con el tiempo se había trasformado en manía peligrosa que implicaba la posible existencia de tendencias homicidas y un cambio peculiar en los contenidos manifiestos de la mente. Los médicos confiesan el desconcierto que les produjo aquel caso, dado que presentaba al mismo tiempo anomalías de carácter fisiológico y sicológico.

En primer lugar, el paciente, que contaba veintiséis años, aparentaba mucha más edad de la que tenía. Es cierto que los trastornos mentales provocan un envejecimiento prematuro, pero el rostro de aquel joven había adquirido la expresión que en circunstancias normales sólo poseen las personas de edad muy avanzada. En segundo lugar, sus procesos orgánicos mostraban un extraño desequilibrio, sin paralelo en la historia de la medicina. El sistema respiratorio y el corazón actuaban con desconcertante falta de simetría, la voz era un susurro apenas audible, la digestión era increíblemente prolongada, y las reacciones nerviosas a los estímulos normales no guardaban la menor relación con nada de lo registrado hasta entonces, ni normal ni patológico. La piel tenía una frialdad morbosa y la estructura celular de los tejidos era exageradamente tosca y poco coherente. Incluso un gran lunar de color oliváceo que tenía desde su nacimiento en la cadera había desaparecido mientras se formaba en su pecho una extraña verruga o mancha negruzca. En general, todos los médicos coinciden en afirmar que los procesos del metabolismo habían sufrido en Ward un receso sin precedentes.


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164 págs. / 4 horas, 47 minutos / 432 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Él

H.P. Lovecraft


Cuento


Le vi una noche de insomnio, cuando paseaba desesperadamente, tratando de salvar mi alma y mis visiones. Mi traslado a Nueva York había sido una equivocación; porque al buscar el prodigio y la inspiración en los laberintos hormigueantes de calles antiguas que serpean interminablemente desde olvidados patios y plazas y muelles hasta patios y plazas y muelles olvidados también, y en las torres ciclópeas y pináculos que se yerguen negros y babilónicos bajo lunas menguantes, no había encontrado sino una sensación de horror y de opresión que amenazaba con dominarme, paralizarme y aniquilarme.

El desencanto había sido gradual. Al llegar por primera vez a la ciudad, la vi en el crepúsculo desde un puente, majestuosa por encima de las aguas, sus increíbles cúspides y pirámides alzándose delicadamente, como flores, entre estanques de bruma violeta, para jugar con las nubes encendidas y los luceros de la tarde. Luego se encendió, ventana tras ventana, por encima de las trémulas corrientes donde había linternas que cabeceaban y se deslizaban, y unos cuernos profundos emitían gemidos espectrales, y ella misma se convirtió en un estrellado firmamento de sueños, saturada de mágica música, e identificándose con las maravillas de Carcassonne y Samarcanda y El Dorado, y con todas las ciudades gloriosas y místicas. Poco después me llevaron por esos rincones antiguos, tan caros a mi fantasía: estrechos, tortuosos callejones y pasadizos donde parpadeaban las fachadas de rojo ladrillo georgiano con sus buhardillas de cristales pequeños sobre portales con columnas que en otros tiempos vieron doradas sillas de mano y decoradas carrozas..., y al descubrir, en mi primer entusiasmo, todas estas cosas largo tiempo deseadas, creí haber alcanzado efectivamente los tesoros que con el tiempo harían de mí un poeta.


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14 págs. / 24 minutos / 237 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Encerrado con los Faraones

H.P. Lovecraft


Cuento


I

El misterio atrae al misterio. Desde que mi nombre se ha difundido ampliamente unido a la ejecución de proezas inexplicables, me he tropezado con relatos y sucedidos extraños que, dada mi profesión, la gente ha relacionado con mis intereses y actividades. Unos han sido triviales e irrelevantes; otros, profundamente dramáticos y absorbentes; otros han dado lugar a horribles y peligrosas experiencias; otros, en fin, me han involucrado en extensas investigaciones científicas e históricas. He hablado y seguiré hablando sin reparo de muchos de estos casos. Pero hay uno que no puedo contar sino con gran renuencia, y sólo tras repetida insistencia por parte de los editores de esta revista, quienes han oído vagos rumores sobre él por boca de varios miembros de mi familia.

El tema sobre el que he guardado silencio hasta ahora se relaciona con una visita no profesional que hice a Egipto hace catorce años, y si lo he rehuido ha sido por diversos motivos. En primer lugar, soy contrario a explotar determinados hechos inequívocamente reales, desconocidos para los miles de turistas que se aglomeran alrededor de las pirámides, y que las autoridades de El Cairo ocultan con mucha diligencia, al parecer, ya que no es posible que los ignoren por completo. En segundo lugar, me disgusta tener que rememorar un incidente en el que mi fantástica imaginación debió de desempeñar un importante papel. Lo que vi —o creí ver— no ocurrió, evidentemente, sino que debe considerarse más bien efecto de mis lecturas sobre egiptología, entonces recientes, y de las lucubraciones sobre dicho tema que mi entorno propició de manera natural. Tales estímulos imaginativos, aumentados por la emoción de un acontecimiento real bastante terrible en sí mismo, provocó sin duda el horror culminante de esa noche— malhadada, tan lejana ya.


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36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 205 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Maldición que Cayó sobre Sarnath

H.P. Lovecraft


Cuento


Existe en la tierra de Mnar un lago vasto de aguas tranquilas al que ningún río alimenta y del cual tampoco fluye río alguno. En sus orillas se alzaba, hace diez mil años, la poderosa ciudad de Sarnath, mas hoy ya no existe allí ciudad alguna.

Se dice que, en un tiempo inmemorial, cuando el mundo era joven y ni aun los hombres de Sarnath habían llegado a la tierra de Mnar, a la orilla de aquel lago se alzaba otra ciudad: la ciudad de Ib, construida en piedra gris, que era tan antigua como el propio lago y estaba habitada por seres que no resultaba agradable contemplar. Muy extraños y deformes eran tales seres, cual corresponde en verdad a seres pertenecientes a un mundo apenas esbozado, aún sólo toscamente empezado a modelar. En los cilindros de arcilla de Kadatheron está escrito que los habitantes de Ib eran, por su color, tan verdes como el lago y las nieblas que de él se elevan; que poseían abultados ojos y labios gruesos y blandos y extrañas orejas y que carecían de voz. También está escrito que procedían de la luna, de la que habían descendido una noche a bordo de una gran niebla, junto con el lago vasto de aguas tranquilas y la propia ciudad de Ib, construida en piedra gris.

Cierto es, en todo caso, que adoraban un ídolo, tallado en piedra verdemar, que representaba a Bokrug, el gran saurio acuático, ante el cual celebraban danzas horribles cuando la luna gibosa mostraba su doble cuerno. Y escrito está en el papiro de Ilarnek que un día descubrieron el fuego y que desde aquel día encendieron hogueras para mayor esplendor de sus ceremoniales.

Pero no hay mucho más escrito sobre estos seres, pues pertenecieron a épocas muy remotas y el hombre es joven y apenas conoce nada de quienes vivieron en los tiempos primigenios.


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9 págs. / 15 minutos / 491 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

7 de julio

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Parece que no ha pasado el tiempo. Todo está lo mismo. Ved la calle, la casa, los peces de colores nadando y revolviéndose con incesantes curvas en sus estanques; ved las jaulas de grillos colgadas en racimos a un lado y otro de la puerta; fijad la atención en la ventana de la escuela y oíd el rumor de moscardones que por ella sale. Nada ha cambiado, y D. Patricio Sarmiento, puntual e inmutable en su silla como el sol en el firmamento, esparce la luz de su sabiduría por todo el ámbito del aula. Lo mismo que el año pasado, está explicando la desastrosa historia y trágica muerte de Cayo Graco; pero su voz elocuente añade estas fatídicas palabras: "Terribles días se preparan. Roma y la libertad están en peligro".

Entonces estábamos en febrero de 1821; ahora estamos en marzo de 1822. Durante este año de anarquía, durante estos trescientos sesenta y cinco motines, la calle de Coloreros no ha experimentado variaciones importantes. D. Patricio no parece más viejo: al contrario, creeríasele rejuvenecido por milagrosos filtros. Está más inquieto, más exaltado, más vivaracho: su pupila brilla con más fulgor y la contracción y dilatación de las venerables arrugas de su frente indican que hay allí dentro hirviente volcán de ideas.

Cuando suena la hora del descanso y salen los chicos, atropellándose unos a otros, golpeando el suelo con sus pies impacientes y llenando toda la calle con su desaforado infierno de chillidos, payasadas y cabriolas, que afortunadamente duran poco, D. Patricio limpia sus plumas, se arregla el gorro, para que ninguna parte de su cráneo quede en descubierto, y unas veces con la regla en la mano, otras con las manos en los bolsillos, sale al portal entonando entre dientes patriótica cancioncilla.

Si Lucas está en su puesto, padre e hijo hablan un rato antes de subir a comer.


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166 págs. / 4 horas, 52 minutos / 2.080 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Grabado en la Casa

H.P. Lovecraft


Cuento


Los amantes del terror frecuentan los lugares misteriosos y remotos Para ellos son las catacumbas de Ptolomeo y los labrados mausoleos de tantos y tantos mundos de pesadilla. A la luz de la luna escalan las torres de los ruinosos castillos del Rhin, y tropiezan una y otra vez por las oscuras escalinatas cubiertas de telarañas bajo las desperdigadas piedras de olvidadas ciudades de Asia. El bosque encantado y la desolada montaña son sus santuarios, y merodean en torno a los siniestros monolitos que se erigen en despobladas islas. Pero el verdadero epicúreo de lo terrible, aquel para quien un nuevo estremecimiento de inconmensurable horror representa el objetivo principal y la justificación de toda una existencia, aprecia por encima de todo las antiguas y solitarias granjas que se levantan entre los bosques de Nueva Inglaterra, pues es en esta región donde mejor se combinan los sombríos elementos de fuerza, soledad, fantasía e igno— rancia, hasta constituir la máxima expresión de lo tenebroso.

El paisaje más horrible es aquel en que pueden verse a gran distancia de los caminos transitados, casitas de madera sin pintar, generalmente agazapadas bajo alguna ladera húmeda y cubiertas de hierbas o recostadas en algún rocoso macizo de dimensiones gigantescas. Durante doscientos años, e incluso desde mucho antes, han estado recostadas o agazapadas en aquellos parajes mientras las enredaderas reptaban por el suelo y los arboles aumentaban de grosor y se multiplicaban por doquier. Hoy las casas están prácticamente ocultas entre incontenibles frondosidades de vegetación y veladoras mortajas de sombra, pero las ventanas de pequeña hoja siguen observando fijamente, como si parpadearan en medio de un estupor letal que detuviera la locura a la vez que disipara el recuerdo de las cosas inexpresables.

En tales casas han habitado generaciones de las más extrañas gentes que hayan podido poblar la tierra.


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12 págs. / 21 minutos / 175 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Horror de Dunwich

H.P. Lovecraft


Cuento


I

Cuando el que viaja por el norte de la región central de Massachusetts se equivoca de dirección al llegar al cruce de la carretera de Aylesbury nada más pasar Dean's Corners, verá que se adentra en una extraña y apenas poblada comarca. El terreno se hace más escarpado y las paredes de piedra cubiertas de maleza van encajonando cada vez más el sinuoso camino de tierra. Los árboles de los bosques son allí de unas dimensiones excesivamente grandes, y la maleza, las zarzas y la hierba alcanzan una frondosidad rara vez vista en las regiones habitadas. Por el contrario, los campos cultivados son muy escasos y áridos, mientras que las pocas casas diseminadas a lo largo del camino presentan un sorprendente aspecto uniforme de decrepitud, suciedad y ruina. Sin saber exactamente por qué, uno no se atreve a preguntar nada a las arrugadas y solitarias figuras que, de cuando en cuando, se ve escrutar desde puertas medio derruidas o desde pendientes y rocosos prados. Esas gentes son tan silenciosas y hurañas que uno tiene la impresión de verse frente a un recóndito enigma del que más vale no intentar averiguar nada. Y ese sentimiento de extraño desasosiego se recrudece cuando, desde un alto del camino, se divisan las montañas que se alzan por encima de los tupidos bosques que cubren la comarca. Las cumbres tienen una forma demasiado ovalada y simétrica como para pensar en una naturaleza apacible y normal, y a veces pueden verse recortados con singular nitidez contra el cielo unos extraños círculos formados por altas columnas de piedra que coronan la mayoría de las cimas montañosas.


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66 págs. / 1 hora, 55 minutos / 600 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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