Textos publicados el 5 de febrero de 2023

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fecha: 05-02-2023


Escenas y Tipos Matritenses

Ramón de Mesonero Romanos


Cuentos, crónica, colección


Las costumbres de Madrid

Dificile est proprie communia dicere.

Horat.


Este que llama el vulgo estilo llano,
envuelve tantas fuerzas, que quien osa
tal vez acometerle, suda en vano.

Lupercio de Argensola.


Grave y delicada carga es la de un escritor que se propone atacar en sus discursos los ridículos de la sociedad en que vive. Si no está dotado de un genio observador, de una imaginación viva, de una sutil penetración; si no reúne a estas dotes un gracejo natural, estilo fácil, erudición amena, y sobre todo un estudio continuo del mundo y del país en que vive, en vano se esforzará a interesar a sus lectores; sus cuadros quedarán arrinconados, cual aquellos retratos que, por muy estudiados que estén, no alcanzan la ventaja de parecerse al original.

El transcurso del tiempo y los notables sucesos que han mediado desde los últimos años del siglo anterior, han dado a las costumbres de los pueblos nuevas direcciones, derivadas de las grandes pasiones e intereses que pusieran en lucha las circunstancias. Así que un francés actual, se parece muy poco a otro de la corte de Luis XV, y en todas las naciones se observa la misma proporción.


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Dominio público
304 págs. / 8 horas, 53 minutos / 97 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

Novelas Cortas

Julia de Asensi


Cuentos, colección


La casa donde murió

I

Camino del pueblo de B..., situado cerca de la capital de una provincia cuyo nombre no hace al caso, íbamos en un carruaje, tirado por dos mulas, Cristina, su madre, Fernando el prometido de la joven, y yo.

Eran las cinco de la tarde, el calor nos sofocaba porque empezaba el mes de Agosto, y los cuatro guardábamos silencio. La señora de López rezaba mentalmente para que Dios nos llevase con bien al término de nuestro viaje; Cristina fijaba sus hermosos ojos en Fernando que no reparaba en ello, y yo contemplaba la deliciosa campiña por la que rodaba nuestro coche.

Serían las seis cuando el carruaje se detuvo a la entrada del pueblo; bajamos y nos dirigimos a una capilla donde se veneraba a Nuestra Señora de las Mercedes, a la que la madre de Cristina tenía particular devoción. Mientras esta señora y su hija recitaban algunas oraciones, Fernando me rogó que le siguiera al cementerio, situado muy cerca de allí, donde estaba su padre enterrado. Le complací y penetramos en un patio cuadrado, con las tapias blanqueadas, y en el que se observaban algunas cruces de piedra o de madera, leyéndose sobre lápidas mortuorias varias inscripciones un tanto confusas. En un rincón vi a una mujer arrodillada, en la que mi compañero no pareció fijarse al pronto.

Me enseñó la tumba de su padre, que era sencilla, de mármol blanco, y comprendí que no era únicamente por verla por lo que el joven había llegado hasta allí. Observé que buscaba alguna cosa que no encontraba, hasta que vio a la mujer, que era una vieja mal vestida y desgreñada, que le estaba mirando atentamente. Fernando bajó los ojos, y ya iba a alejarse, cuando la anciana se levantó y le llamó por su nombre, obligándole a detenerse.

—¿Qué desea V., madre María? —la preguntó en un tono que quería parecer sereno.


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Dominio público
109 págs. / 3 horas, 11 minutos / 116 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

El Aljibe de la Vieja

Antonio Afán de Ribera


Cuento


I

—¡Qué miedo anoche, comadre María! Apenas recé las ánimas, di tres vueltas a la llave del portón y tapé las rendijas de la ventana con los restos de mi último zagalejo. Siquiera pude dormirme pensando si el espanto del aljibe se introduciría en mi aposento.

—¡Cómo ha de ser, Joaquina! Nuestros pecados llaman a voces el enojo celeste, y estamos abocados a presenciar castigos tremendos. Bien lo dice en sus sermones el padre Benito de San Diego.

—¿Y no dice también el fraile de nuestro convento vecino que no es regular paguen justos por pecadores? —preguntó con voz estentórea y un poco tomada por el vino, un robusto mancebo con visos de soldado.

—Callaos, hereje; más valiera que cuidarais de acepillar vuestro uniforme, que se lleva todas las noches la cal de la ventana de la Dorotea.

—Pues por eso lo digo, santa... mujer. Si no hubiera lenguas maldicientes y ojos que ven visiones, no se escondería mi novia apenas el sol se pone, por miedo a vuestros romances. Pero ya se buscará medio de alentar a las mozas del barrio, y romper las costillas a las fantasmas y a sus procuradores

—Insensato, judío —clamaron ambas mujeres, acercándose al joven en ademán de arañarlo.

Y en esto hubiera venido a parar el caso si los gritos de una porción de muchachos, precursores de la llegada de una anciana, no hubiese interrumpido el poco edificante diálogo.

—¡Que lo cuente, que lo cuente! La tía Salvadorica lo ha visto —exclamaban las voces infantiles del concurso.

—Diga cuanto sepa, madre Salvadora —añadieron las mozuelas que venían sirviéndola de escolta.

Ea pues, voy a complaceros —respondió parándose en medio del ya formado corro—; dejadme me siente en esta piedra, que recuerda mis primeros años, y hagamos la señal de la cruz para que el espíritu maligno no se goce en ver cómo nos espantan los triunfos de sus inicuas artimaña(s).


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Dominio público
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Publicado el 5 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

La Casa de la Columna

Antonio Afán de Ribera


Cuento, leyenda


I

Luz de mi alma,
sol de los soles,
aura de vida,
flor de las flores,
maga que alientas
mis ilusiones,
estos conceptos
plácida acoge
como memoria
de puros goces
que hoy la desgracia
deshace y rompe.

II

Dos meses después de pronunciadas por el triste Boabdil, ante los Monarcas Católicos, aquellas célebres palabras de «tuyos somos, Rey invencible; esta ciudad y reino te entregamos; confiado usarás con nosotros de clemencia y de templanza», y que le sirvieron de despedida para marchar a sus nuevos estados de la Alpujarra, uno de sus xeques más valerosos, que aunque joven había vertido repetidas veces su sangre en defensa del vacilante trono, y que pertenecía a la tribu belicosa de los Gomeres, llamado Andallá, no satisfecho del trato del vencedor, se dispuso a partir al África.

Honda pena producía esta resolución en el noble musulmán; dejaba dentro de la última línea de murallas de la alcazaba una inocente y bellísima mora, que era el ídolo de su amor, y cuya imagen no podía olvidar. Pero el padre de aquélla, más avaro que buen creyente, no cambiaba su cómodo palacio y sus fértiles tierras por la ignorada suerte que le pudiera caber en los arenales africanos. Hasta trataba de convertirse a la religión de los opresores, y una formal negativa fue lo que oyó Andallá con estas palabras del anciano.

—En Granada he nacido y en ella moriré, y mi hija no se separará de mi lado. Tal lo quiere el destino.

El joven Gomer salió de la casa con la frente inclinada; y dirigiendo una mirada de inmensa ternura a Leila, que le contemplaba desde un elevado ajimez señalándole el cielo, vertió una lágrima de fuego, y hundiendo los acicates al berberisco alazán cruzó a escape la puerta de Bib-al-honut.

III

¡Que hermosa es la primavera en Granada!


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3 págs. / 6 minutos / 32 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2023 por Edu Robsy.