Textos publicados el 6 de octubre de 2016

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fecha: 06-10-2016


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Grandeza y Decadencia de César Birotteau

Honoré de Balzac


Novela


HISTORIA DE LA GRANDEZA Y DE LA DECADENCIA DE CÉSAR BIROTTEAU COMERCIANTE PERFUMISTA TENIENTE DE ALCALDE DEL SEGUNDO DISTRITO DE PARÍS CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR, ETC.

CÉSAR EN SU APOGEO

Durante las noches de invierno, el ajetreo no cesa más que por un instante en la calle de Saint—Honoré; en seguida, los carros de los hortelanos que van hacia el Mercado Central continúan el ruido que venían haciendo los coches que volvían de los espectáculos o de los bailes. A la mitad de ese calderón que se encuentra en la gran sinfonía del movimiento parisiense, hacia la una de la madrugada, la esposa del señor César Birotteau, comerciante perfumista establecido cerca de la plaza Vendóme, se despertó sobresaltada por un terrible sueño. La perfumista se había visto doble; se había aparecido a sí misma vestida con harapos, haciendo girar, con una mano seca y arrugada, el picaporte de su propio comercio, encontrándose así a la vez en el quicio de la puerta y en su silla tras el mostrador; se pedía limosna a sí misma y oía su propia voz en la puerta y en su puesto de vendedora. Quiso agarrarse a su marido, pero su mano sólo encontró un lugar frío. Se hizo entonces tan intenso su miedo que ni siquiera pudo mover el cuello: lo tenía como petrificado; se le cerró la garganta y le faltó la voz. Quedó clavada en la cama, muy abiertos los ojos y fija la mirada, con una sensación de dolor en sus erizados cabellos, los oídos llenos de ruidos extraños, el corazón encogido, pero palpitante y, en fin, bañada de sudor y helada, en medio de un dormitorio cuya puerta estaba abierta de par en par.


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336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 50 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Prima Bela

Honoré de Balzac


Novela


A D. Miguel Ángel Cajetani
Príncipe de Téamo

No es al príncipe romano, ni al heredero de la ilustre casa de Cajetani, que ha suministrado Papas a la Cristiandad, a quien dedico este pequeño fragmento de una larga historia, sino al sabio comentarista del Dante.

Usted me ha hecho descubrir la maravillosa armazón de ideas sobre la que el más grande de los poetas italianos ha construido su poema, el único que los modernos pueden oponer al de Homero. Antes de oír a usted, la Divina Comedia parecíame un inmenso enigma, cuya solución nadie había encontrado, y menos que nadie los comentaristas. Comprender de ese modo a Dante es ser tan grande como él; bien que todas las grandezas le son a usted familiares.


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484 págs. / 14 horas, 8 minutos / 64 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Coronel Chabert

Honoré de Balzac


Novela corta


Á la señora doña Ida del
Chatelar, condesa de
Bocarmé.

—Vaya, ya tenemos aquí á ese viejo moscardón del carrique.

Esta exclamación la lanzaba un pasante que pertenecía al género de los que se llaman en los estudios saltacharcos, el cual mordía en este momento con apetito voraz un pedazo de pan. El tal pasante tomó un poco de miga para hacer una bolita, la cual, bien dirigida y lanzada por el postigo de la ventana en que se apoyaba, rebotó hasta la altura de dicha ventana, después de haber dado en el sombrero de un desconocido que atravesaba el patio de una casa situada en la calle Vivienne, donde vivía el señor Derville, procurador.

—Vamos, Simonín, no haga usted tonterías á las gentes, ó le pondré de patitas en la calle. Por pobre que sea un cliente, siempre es hombre, ¡qué diablo! dijo el primer pasante interrumpiendo la adición de una memoria de costas.

El saltacharcos es, generalmente, como era Simonín, un muchacho de trece á catorce años, que se encuentra en todos los estudios bajo la dirección especial del primer pasante, cuyos recados y cartas amorosas le ocupan, al mismo tiempo que va á llevar citaciones á casa de los ujieres y memoriales á las audiencias. Tiene algo del pilluelo de París por sus costumbres, y del tramposo por su destino. Este muchacho es casi siempre implacable, desenfrenado, indisciplinable, decidor, chocarrero, ávido y perezoso. Sin embargo, casi todos los aprendices de pasante tienen una madre anciana que se alberga en un quinto piso y con la cual reparten los treinta ó cuarenta francos que ganan al mes.

—Si es un hombre, ¿por qué le llama usted moscardón? dijo Simonín con la actitud de un escolar que coge al maestro en un renuncio.

Y reanudó su operación de comer el pan y el queso, apoyando el hombro en el larguero de la ventana, pues permanecía de pie con una pierna cruzada y apoyada contra la otra sobre la punta del zapato.


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74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 381 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Las Preciosas Ridículas

Molière


Teatro, Comedia


Comedia en un acto estrenada en París en 1659

Personajes

LA GRANGE.
DU CROISY.
GORGIBUS, probo burgués.
MADELÓN, hija de Gorgibus.
CATHOS, sobrina de Gorgibus.
MAROTTE, sirvienta de la preciosas ridículas.
EL MARQUÉS DE MASCARILLA, criado de La Grange.
EL VIZCONDE DE JODELET, criado de Du Croisy.
PORTADORES DE LITERA.

La escena, en París, en casa de GORGIBUS.

Acto único

Escena I

LA GRANGE y DU CROISY.

DU CROISY.— ¿Señor La Grange?

LA GRANGE.— ¿Qué?

DU CROISY.— Miradme un poco, sin reíros.

LA GRANGE.— ¿Y bien?

DU CROISY.— ¿Qué decís de nuestra visita? ¿Estáis muy satisfecho de ella?

LA GRANGE.— A vuestro juicio, ¿tenemos motivo para estarlo los dos?

DU CROISY.— No del todo, en verdad.

LA GRANGE.— En cuanto a mí, os confieso que me tiene completamente escandalizado. ¿Se ha visto nunca a dos bachilleras provincianas hacerse más desdeñosas que éstas y a dos hombres tratados con más desprecio que nosotros? Apenas si han podido decidirse a ordenar que nos dieran unas sillas. No he visto jamás hablarse tanto al oído como hacen ellas, bostezar tanto, restregarse tanto los ojos y preguntar tantas veces: «¿Qué hora es?» No han contestado más que sí o no a todo cuanto hemos podido decirles. ¿Y no confesaréis, en fin, que aun cuando hubiéramos sido las últimas personas del mundo, no podía tratársenos peor de lo que lo han hecho?.

DU CROISY.— Paréceme que tomáis la cosa muy a pecho.


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20 págs. / 36 minutos / 1.050 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Ricachón en la Corte

Molière


Teatro, Comedia


PERSONAJES

JOURDAIN
MADAME JOURDAIN
LUCILA
CLEONTE
DORIMENA
DORANTE
NICOLASA
MAESTRO DE ARMAS
FILÓSOFO
COVIELLE
MAESTRO DE MÚSICA
MAESTRO DE BAILE
EL DISCÍPULO
EL SASTRE
EL OFICIAL DE SASTRE
DOS CRIADOS

La acción, en París, en casa de M. Jourdain.

ACTO PRIMERO

Una sala con muchos instrumentos de música. El discípulo del maestro de música, sentado ante una mesa, está componiendo una serenata que monsieur Jourdain ha encargado.

ESCENA PRIMERA

EL MAESTRO DE MÚSICA, el MAESTRO DE BAILE, el DISCÍPULO, MÚSICOS y BAILARINES

MAESTRO DE MÚSICA (A los músicos). —Venid..., entrad en esta sala y aguardad sentados a que llegue.

MAESTRO DE BAILE (A los bailarines). —Y vosotros también, pero a este otro extremo.

MAESTRO DE MÚSICA (Al discípulo). —¿Está ya eso?

DISCIPULO. —Sí.

MAESTRO DE MÚSICA. —Veamos.

MAESTRO DE BAILE. —¿Algo nuevo?

MAESTRO DE MÚSICA. —Sí. Una serenata que le ha mandado hacer aquí mismo, en tanto que nuestro hombre se sacude las sábanas.

MAESTRO DE BAILE. —¿Se puede ver?

MAESTRO DE MÚSICA. —Ahora, cuando él salga, podréis oírla, con sus recitativos y todo. Poco puede tardar ya.

MAESTRO DE BAILE. —Nuestras ocupaciones actuales, tanto las vuestras como las mías, no son grano de anís.

MAESTRO DE MÚSICA. —Ciertamente. Ambos hemos hallado al hombre que necesitábamos. Monsieur Jourdain, con sus ínfulas de cortesano, que se le han subido a la cabeza, es para nosotros una finca. ¡Lástima que no le imitaran los demás, para bien de vuestras danzas y de mi música!

MAESTRO DE BAILE. —Según y conforme... Yo estimo que no le estarían de más algunos conocimientos que le permitieran darse cuenta de nuestros trabajos.


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61 págs. / 1 hora, 48 minutos / 432 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Enfermo Imaginario

Molière


Teatro, Comedia


PERSONAJES DE LA COMEDIA

ARGAN, enfermo de aprensión (Protagonizado en 1673 por  Molière.)
BELISA, Segunda mujer de Argan.
ANGÉLICA, hija de Argan
LUISA, hermana de Angélica
BERALDO, hermano de Argan.
CLEONTE, enamorado de Angélica.
DIAFOIRUS, médico.
TOMÁS DIAFOIRUS, su hijo
PURGON, médico de Argan.
FLEURANT, boticario.
BONAFÉ, notario.
ANTONIA, criada

PERSONAJES DE LOS INTERMEDIOS

Del primer acto:

POLICHINELA.
UNA VIEJA.
VIOLINISTAS.
ALGUACILES

Del segundo acto:

CUATRO GITANAS
GITANOS Y GITANAS

Del tercer acto:

TAPICEROS
EL PRESIDENTE DE LA FACULTAD DE MEDICINA.
DOCTORES.
ARGAN, bachiller.
BOTICARIOS, armados de morteros y manos para majar.
LAVATIVEROS.
CIRUJANOS.

La acción, en París, en 1673.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

ARGAN, solo en su alcoba y sentado a una mesa, ajusta con guitones las cuentas del boticario. Conversando consigo mismo, platica de este modo:

ARGAN. —Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez más, veinte... Tres y dos cinco.

"ltem, el día 24, una ayuda estimulante, preparatoria y emoliente, para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor." Lo que más me agrada de Fleurant, mi boticario, es su cortesía:

"Las entrañas del señor, seis reales." Pero eso no basta, amigo mío: a más de correcto, es preciso ser razonable y no desplumar a los pacientes. ¡Seis reales por una lavativa!... Ya sabéis cuánto me satisface complaceros; pero como en ocasiones anteriores me las habéis cobrado a cuatro reales, y en lenguaje de boticario cuando se dice veinte hay que entender diez, pongamos dos reales...


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Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Costumbres de los Ahogados

Alfred Jarry


Cuento


Hemos tenido ocasión de entablar relaciones bastantes íntimas con estos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. Según nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre fallecido por submersión, contra lo que tiende a acreditar la opinión común. Es un ser aparte, de hábitos especiales y que se adaptaría a las mil maravillas a su medio si se lo dejase residir un tiempo razonable. Es notable que se conserven mejor en el agua que expuestos al aire. Sus costumbres son extrañas y, aunque ellos gustan desempeñarse en el mismo elemento que los peces, son diametralmente opuestas a la de éstos, si se permite expresarnos así. En efecto, mientras los peces, como es sabido, navegan remontando la corriente, es decir en el sentido que exige más de sus energías, las víctimas de la funesta pasión del acuatismo se abandonan a la corriente del agua como si hubieran perdido toda energía, en una perezosa indolencia. Su actividad sólo se manifiesta por medio de movimientos de cabeza, reverencias, zalemas, medias vueltas y otros gestos corteses que dirigen con afecto a los hombres terrestres. En nuestra opinión, estas demostraciones no tienen ningún alcance sociológico: sólo hay que ver en ellas las convulsiones inconscientes de un borracho o el juego de un animal.

El ahogado señala su presencia, como la anguila, por la aparición de burbujas en la superficie del agua. Se los captura con arpones, lo mismo que a las anguilas; el uso de garlitos o líneas de fondo resulta a este efecto menos provechoso.


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2 págs. / 3 minutos / 302 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Abel Sánchez

Miguel de Unamuno


Novela


Al morir Joaquín Monegro encontróse entre sus papeles una especie de Memoria de la sombría pasión que le hubo devorado en vida. Entremézclanse en este relato fragmentos tomados de esa confesión ––así la rotuló––, y que vienen a ser al modo de comentario que se hacía Joaquín a sí mismo de su propia dolencia. Esos fragmentos van entrecomillados. “La Confesión” iba dirigida a su hija:

No recordaban Abel Sánchez y Joaquín Monegro desde cuándo se conocían. Eran conocidos desde antes de la niñez, desde su primera infancia, pues sus dos sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aún ellos no sabían hablar. Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al otro. Y así vivieron y se hicieron juntos amigos desde nacimiento, casi más bien hermanos de crianza. En sus paseos, en sus juegos, en sus otras amistades comunes, parecía dominar e iniciarlo todo Joaquín, el más voluntarioso; pero era Abel quien, pareciendo ceder, hacía la suya siempre. Y es que le importaba más no obedecer que mandar. Casi nunca reñían. «¡Por mí como tú quieras… !», le decía Abel a Joaquín, y este se exasperaba a las veces porque con aquel «¡como tú quieras… !» esquivaba las disputas.

—¡Nunca me dices que no! —exclamaba Joaquín.

—¿ Y para qué? —respondía el otro. —

—Bueno, este no quiere que vayamos al Pinar —dijo una vez aquel, cuando varios compañeros se disponían a un paseo.

—¿Yo? ¡pues no he de quererlo… ! —exclamó Abel—. Sí, hombre, sí; como tú quieras. ¡Vamos allá!

—¡No, como yo quiera, no! ¡Ya te he dicho otras veces que no! ¡Como yo quiera no! ¡Tú no quieres ir!

—Que sí, hombre…

—Pues entonces no lo quiero yo…

—Ni yo tampoco…

—Eso no vale —gritó ya Joaquín—. ¡O con él o conmigo!


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99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 1.477 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Tía Tula

Miguel de Unamuno


Novela


PRÓLOGO

(QUE PUEDE SALTAR EL LECTOR DE NOVELAS)

«Tenía uno [hermano] casi de mi edad, que era el que yo más quería, aunque a todos tenía gran amor y ellos a mí; juntábamonos entrambos a leer vidas de santos… Espantábanos mucho el decir en lo que leíamos que pena y gloria eran para siempre. Acaecíanos estar muchos ratos tratando desto, y gustábamos de decir muchas veces ¡para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido, me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad. De que vi que era imposible ir adonde me matasen por Dios, ordenábamos ser ermitaños, y en una huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer ermitas poniendo unas piedrecillas, que luego se nos caían, y ansí no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone devoción ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi culpa.

»Acuérdome que cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos; como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de Nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre con muchas lágrimas. Paréceme que aunque se hizo con simpleza, que me ha valido, pues conocidamente he hallado a esta Virgen Soberana en cuanto me he encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí.»

(Del capítulo I de la Vida de la santa Madre Teresa de Jesús, que escribió ella misma por mandado de su confesor.)

«Sea [Dios] alabado por siempre, que tanta merced ha hecho a vuestra merced, pues le ha dado mujer, con quien pueda tener mucho descanso. Sea mucho de enhorabuena, que harto consuelo es para mí pensar que le tiene. A la señora doña María beso siempre las manos muchas veces; aquí tiene una capellana y muchas. Harto quisiéramos poderla gozar; mas si había de ser con los trabajos que por acá hay, más quiero que tenga allá sosiego, que verla acá padecer.»


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105 págs. / 3 horas, 5 minutos / 1.676 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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