"Mi querido amigo Warndorfer:
Por desgracia no le hallé en su casa, ni tampoco
pude encontrarle en ninguna parte, de modo que tengo que pedirle por
escrito se venga esta noche a mi casa, con Zavrel y el doctor Rolof.
Figúrese que el famoso filósofo, profesor Arjuna Monosabio de
Suecia (habrá usted leído de él), discutió conmigo anoche, en la
Asociación «Loto», durante una hora, sobre fenómenos espiritistas: le
invité para hoy, y va a venir.
Está deseoso de conocerles a todos ustedes, y yo pienso que si le
sometemos a un fuego cruzado como es debido, podríamos ganarlo para
nuestra causa, y prestarle, tal vez, a la humanidad un servicio
inestimable.
¿De manera que puedo contar con usted? (El doctor Rolof no debe olvidarse de traer las fotografías.)
Con toda prisa, su sincero
GUSTAVO.”
Después de la cena, los cinco señores se retiraron al salón fumador.
El profesor Monosabio jugueteaba con un erizo de mar, lleno de fósforos,
que había sobre la mesa: —Todo lo que me está contando usted, doctor
Rolof, suena bastante extraño y sorprendente para un profano, pero las
circunstancias que usted aduce como prueba de que se pueda cuasi
fotografiar el porvenir, no son concluyentes en modo alguno.
"Ofrecen, al contrario, una explicación mucho más inmediata.
Resumamos: su amigo, el señor Zavrel, declara ser un llamado médium; es
decir, que su mera presencia les basta a ciertas personas para producir
fenómenos de naturaleza extraordinaria, que, aunque invisibles para el
ojo, son susceptibles de registrarse fotográficamente.
"Como íbamos diciendo, señores, ustedes habían fotografiado un día a
una persona, al parecer, completamente sana, y al desarrollar la placa…
Información texto 'Ciertamente, sin duda'