Textos más populares esta semana publicados el 19 de noviembre de 2020

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fecha: 19-11-2020


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La Casa de Vecindad

Manuel Payno


Cuento


Esas señoras que andan siempre en soberbios landós, que van a la comedia, a la ópera, a las tertulias, deben tener una vida muy agitada. El vivir en una gran casa amueblada lujosamente, el ver la luz al través de vidrios verdes, el alumbrarse con esperma, el pisar alfombras, el descansar en doradas camas, como que ofende a la miseria de esos pobres que se ven por las calles y apenas tienen unos miserables harapos con que cubrirse. La conciencia no puede estar tranquila. La vida, la vida media es lo que hay: se goza de calma, de tranquilidad: una modesta casita, un ajuar de la calle de la Canoa, pocos criados, y 50, 80, 100 pesos seguros para el puchero, constituyen la felicidad de una familia. Tales eran las razones que con tono melancólico decía yo a mi querida Adelaida, razones que encierran a poco que el lector fije su atención, la más profunda filosofía, pero de esa filosofía a que apela el jugador cuando pierde, el político cuando cae, y el enamorado cuando lo desprecian; de esa filosofía que nos engaña a nosotros mismos, y que constituye una lucha entre los labios y el corazón. Pero con sinceridad o sin ella, yo estaba en el caso de predicar las ventajas de la medianía a mi Adelaida, porque mi posición por una de tantas vueltas que da este pícaro mundo, me ponía en necesidad de renunciar a la casa sola, a los vidrios de colores, a los sofás de cerda y a decidirme a entrar a esa vida media tan ventajosa y tan dulce.

—¿Has escuchado, Adelaida?… la vida retirada, una modesta casita. Ponte tu tápalo y vamos a buscarla esta misma tarde, pues los escribanos, jueces, procuradores, ministro ejecutor y toda la demás honradísima gente de esa clase, vendrán mañana, y…


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Vida y Costumbres de los Salvajes

Manuel Payno


Cuento


Los españoles, al entrar en plena posesión de lo que antes se llamaba Nueva España, creyeron por algún tiempo que su conquista había terminado. A medida que los nuevos exploradores de las costas del sur y norte fueron penetrando por los desiertos, y nuevos colonos estableciéndose, conocieron que sólo dominaban absolutamente una parte pequeña del país, y que les quedaba todavía mucho que luchar con las tribus que se habían retirado hacia el norte, o que originarias de las orillas del Missouri, Mississippi y Arkansas, mudaban sus aduares y se aventuraban en lejanas expediciones guerreras. Mucho tiempo los nuevos colonos de todo ese inmenso territorio que se extiende desde las costas en la desembocadura del Bravo hasta las de Californias, fueron víctimas y sufrieron los ataques de los bárbaros, sin que a pesar de la actividad que desplegaron los conquistadores en los primeros tiempos, tomasen medidas radicales para contener el mal, hasta que fue enviado don José de Gálvez como visitador de Nueva España. Gálvez visitó las Floridas y la Louisiana, y uno de los primeros se atrevió a atravesar esas vastas y desconocidas praderías. Después de haber recorrido las orillas del Mississippi y de los ríos de Tejas y Bravo, llegó a la capital del antiguo imperio de Moctezuma, con la satisfacción de haber dado cima a uno de los viajes más peligrosos y útiles que pudieran imaginarse. En efecto, Gálvez estudió las costumbres de las diferentes tribus salvajes, estableció presidios y misiones, formó reglamentos y dio a los jefes de esas nacientes colonias instrucciones sabias para mantener la paz y ejecutar la guerra.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Baile de Máscara

Manuel Payno


Cuento


I

Una pieza sucia, estrecha, con una candileja opaca y seis o siete figuras escuálidas y meditabundas, es la imagen de la vida ordinaria, sembrada de pesares, falta de luz, melancólica. Es la realidad.

Un salón alumbrado por numerosas arañas y candelabros, un salón donde bullen mil imágenes animadas, donde la seda, el terciopelo y los brocados relucen a la claridad de las bujías, donde todo es animación y movimiento, es la imagen de esos momentos que hay en la vida, en los cuales el corazón rebosa de esperanzas, y la mente de halagüeños pensamientos. Es la ilusión. Y ¿qué otra cosa son las dichas de la vida más que una ilusión efímera, volátil, superficial, como lo es la de un salón de máscaras? Mas sea lo que fuere, el incentivo de la curiosidad, la alegría general, el panorama que presentan los dominós, los moros, los romanos, los caballeros cruzados, etcétera, la abundancia de luz, los calzados blancos de las damas, los brazos torneados, los diamantes fulgurando en unos cuellos mórbidos y en unos dedos pequeñitos y redondos, las caretas mintiendo un peregrino rostro, la costumbre, en fin, de entregarse en los tres días del carnaval a la diversión, a las aventuras, a los lances amorosos, completa enteramente la ilusión; y aunque nuestro teatro no tuvo ninguna clase de adorno, se comprende entonces bien el encanto de un baile de máscaras en la antigua Venecia, y aún hoy en algunas otras partes de la Italia.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Semana Santa

Manuel Payno


Cuento


La Nochebuena se anuncia con los pitos y los panderos; el Corpus, con la tarasca, los dátiles y la abundancia de fruta; la Semana Santa viene precedida del monótono y descompasado ruido de las matracas. La Semana Santa en Roma será magnífica, menos hoy, que el santo padre está en tierras extrañas; pero como nuestro ánimo en este artículo no es dar una idea de lo que pasa en otras partes en la Semana Santa, seguimos adelante, pidiendo a nuestros lectores nos dispensen esta falta de erudición. Queremos solamente consignar un recuerdo de nuestras costumbres, no trazando un cuadro, sino haciendo siquiera un bosquejo.

Desde el viernes de Dolores comienzan en México las santas festividades. En la mayor parte de las casas ponen altar.

Explicaremos lo que es un altar en una casa.

Se busca la mesa más grande, luego otra más chica, luego otra más pequeña, y se echa finalmente mano del baúl más diminuto que hay en la casa. La mesa grande se coloca regularmente contra la pared, en el fondo de la sala. Sobre la mesa grande se pone la chica, y así sucesivamente, hasta que le llega su turno al baulito, que tiene su lugar en la cúspide.

Todas estas mesas se revisten de sobrecamas, de tápalos de seda y burato, y de pañuelos de seda. El altar queda ya completo; pero los roperos de las niñas de la casa un poco vacíos.

Entapizan además la pared, con algunas cortinas blancas, que llenan de rosas artificiales. En la cúspide del altar colocan una Virgen de los Dolores, y arriba de la Virgen un Cristo crucificado.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

La Hilandera

Manuel Payno


Cuento


En México, donde la historia no ha hecho adelantos sino de muy poco tiempo a esta parte, las mujeres han sido admirables por su talento para las obras de manos. Hace veinte años no podía concebirse que la manta, por ejemplo, se fabricase sin el auxilio de las manos y de los pies de una persona. Por supuesto los carretes de hilo y la hilaza eran un objeto de admiración y de curiosidad para el vulgo, cuando en sus ratos de conversación solían preguntarse cómo harían el hilo los extranjeros. Las primeras máquinas de hilados y tejidos en la república causaron una grande sorpresa, y al ver ese movimiento regular, uniforme y metódico de los telares, al contemplar que lo que antes se hacía con las manos era perfectamente suplido por las piezas de hierro, se creía que era obra de magia y que sólo el diablo podía inventar cosas de esta naturaleza.

Antes de que la industria hiciese estos progresos, se tejían finísimos rebozos de seda y de hilo de bolita, y es bastante sabida la fama de los ataderos, ceñidores, frazadas, jorongos y otros efectos de algodón y de lana. Para preparar las primeras materias, es decir, para reducir a hilo el algodón o lana, se servían de unos tornos, que consistían en un banco, montada en una extremidad una rueda y en la otra unas carretillas, por cuyo centro pasaba un malacate. Una cuerda servía de medio de movimiento. Resultaba un trabajo sumamente pesado y una obra muy imperfecta. Las mujeres se dedicaban de preferencia a esta ocupación, y ganaban con esto una honrada subsistencia.

La lámina que se acompaña a este artículo da una idea cabal de una hilandera. Aseadas, con su curioso traje nacional, han formado hasta cierto punto una clase privilegiada, por sus costumbres morigeradas y su constante laboriosidad, y su rarísima habilidad en las manufacturas.

M. P.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Apología del Quitrín

Manuel Payno


Cuento


Digan lo que quieran los pobres peones que se enlodan o se empolvan en las calles de La Habana, el quitrín es el mejor de los carruajes posibles, y el que hizo el primero, merecía mejor una estatua que el que descubrió la vacuna. ¿Qué carroza tiene sus barras? ¿Qué órgano tiene su fuelle? ¿Qué sofá tiene sus cojines? ¿Qué zapato su charol? ¿Qué cama sus cortinas? La mujer nació para el quitrín y el quitrín para la mujer, y siendo cierto que la mujer salió de una costilla del hombre, el quitrín sale de las costillas del marido.

Esta legítima consecuencia nos conduce a otras observaciones de no menor importancia. El quitrín es el altar de la Virgen, es la peana de la Magdalena, el tabernáculo de la belleza, y el sancta sanctorum del hogar doméstico. Es la muleta de la mujer, que generalmente cojea, aunque no se sepa a punto fijo de qué pie; es el locomotor de la familia, el vehículo de las niñas, el báculo de la vejez, la causa eficiente del movimiento, la palanca de traslación, y el carro de triunfo de las hermosas.

Claman sin cesar los economistas por la facilidad de las comunicaciones. ¿Y qué serían los ferrocarriles sin quitrines? ¿Qué señoras irían a pie al Botánico, por ejemplo? ¿No seria preciso llevar un ramal a cada casa? ¡La facilidad de las comunicaciones! ¿Y quién facilita más que el quitrín las comunicaciones de nuestras damas? ¿Quién las hace más comunicativas? ¿Quién las hace más fáciles de transportar? ¿Quién abrevia la distancia, y pone en contacto las personas lejanas? El quitrín, se nos dirá, no anda a razón de doce millas por hora; enhorabuena, pero menos andan las carretas de los ingenios, y sobre todo más vale llegar a tiempo que rondar un año, y más anda el cojo que el que se está quieto.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Jueves Santo

Manuel Payno


Cuento


La historia que en todo el mundo cristiano se recuerda en esta semana, no es la narración de un héroe fabuloso y sanguinario, sino la del humilde, la del justo que cambió los destinos de la humanidad.

Desde las más remotas y oscuras edades, los sacerdotes y los filósofos formaron sus sistemas religiosos y los enseñaron a los pueblos, los que los fueron variando, corrompiendo y transmitiendo a otros.

La guerra o las necesidades de las gentes, los obligaban a formar colonias y a establecerse en lugares lejanos, y a ellos llevaban sus dioses, sus creencias y sus costumbres. Pero pasaron siglos tras de siglos. El mundo oriental se fue poblando, y del mundo oriental pasaron unas razas al occidental y comenzaron a formar naciones civilizadas y pueblos que han hecho mucho ruido en la historia; pero ninguna de estas razas, ninguna de estas naciones, ninguno de estos pueblos guerreros o civilizados, conoció en toda su extensión ni los elementos de la vida moral, ni los derechos claros y naturales del hombre, ni los principios fundamentales de las constituciones de los pueblos. Años y años se perpetuó la esclavitud que cambió sólo de formas y de martirios; años y años estuvo recibida como un dogma la teoría de la desigualdad del hombre ante las leyes; años y años practicado y ensalzado el despojo, la violencia y la guerra.

Fue de un lugar silencioso, oscuro, quizá desconocido de la mayor parte de los poderosos de la tierra, de donde nació una doctrina tan sencilla, tan perceptible, tan fácil, tan completa, que lo mismo la puede entender el campesino ignorante, como el político profundo; lo mismo aprovecha en su observancia al magnate que gobierna una nación, como al último de los ciudadanos que obedecen.

«No hagas a otro lo que no quisieses que te hicieran.»

«Amaos como hermanos los unos a los otros.»

«Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.»


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Cacería de Venados en Orizaba

Manuel Payno


Cuento


¿Queréis gozar de un espectáculo nuevo y sorprendente? ¿Queréis admirar la agilidad y la destreza en manejar un caballo y un lazo? Pues bien, venid al Nuevo Mundo, a estas tierras cubiertas de un cielo purísimo y bordadas de una eterna primavera; colocaos en una eminencia de las lomas inmediatas a Orizaba, sufrid por unos momentos el sol de los trópicos, y observaréis cómo se hace la caza de los venados en estas regiones. Entre tanto os describiré como pueda, el cuadro.

Son poco más de las doce del día, el sol lanza perpendicularmente sus rayos, la atmósfera está diáfana, el cielo azul y transparente, está salpicado de una que otra nubecilla de oro; y del campo tranquilo y silencioso, sólo se levanta de cuando en cuando una delgada y graciosa columna de polvo rojo que se deshace y se pierde en el viento.

Por la izquierda veis una loma cubierta de verdes matorrales, donde se abrigan esos insectos zumbadores que llaman chicharras: detrás de esa loma hay otra más lejana que en la parte alumbrada por el sol es de un verde cerrado, mientras en la de la sombra es de azul oscuro: detrás de esta loma hay todavía otra más alta, de forma más caprichosa y con las tintas verdes y azules más desvanecidas y suaves. A la derecha veréis allá a lo lejos otro cerro eriazo y sin vegetación, a cuyo pie se observan unos cuantos árboles y una pequeña casa. Por en medio de estas lomas se abre paso el camino y lo divisaréis torcido, caprichoso, enroscado muchas veces como una gran serpiente perderse entre la bruma encendida del horizonte de los trópicos.


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El Juicio Final

Manuel Payno


Cuento


—¿Con que todavía persiste usted en su incredulidad?

—De ninguna manera, amigo don Sempronio: creo a puño cerrado que ha de llegar un día fatal en que todo bicho que viva y que haya vivido, ha de levantarse con la cara muy larga, las mejillas pálidas y hundidas y los ojos descarriados, y ha de correr diestra y siniestra sin poder ocultarse de una justicia eterna que a todos medirá con igual rasero; mas no he visto ni los temblores de tierra, ni las tempestades, ni los terremotos, ni ninguna de esas señales que, según la Escritura, anunciarán el día terrible.

—¿No ha visto usted el cometa?

—Sí.

—¿Y los temblores de las Antillas?

—Sí.

—¿Y la guerra en Yucatán?

—Sí.

—¿Y las injusticias que cometen con nosotros nuestros hermanos carísimos del norte?

—Sí.

—¿Y la caída lastimosa de los que estaban en la cúspide del poder? —Sí.

—¿Y las cuestiones entre los que están en la cumbre del poder?

—Sí.

—Pues si éstas no son señales del juicio final, no sé qué más aguarda usted; y además si se quiere convencer prácticamente, venga usted conmigo.

Don Sempronio me condujo a la alacena de la esquina de los portales de Mercaderes y Agustinos. Yo le seguí, pensando que sería divertido efectivamente contemplar leyendo El Diario, La Colmena y El Siglo XIX, la aproximación del juicio final.

—Observe usted, amigo mío —me dijo con tono sepulcral—, y se conmoverá usted hasta el grado de derramar lágrimas de verdadera contrición.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Pretendientes del Café

Manuel Payno


Cuento


En una noche de estas que tienen los días de la semana, en que a los filarmónicos del salón de la ópera italiana no les place repetirnos la tan celebrada Lucrecia de Borgia o Beatrice de Tenda y en que los artistas dramáticos de los corrales de Nuevo México y Principal no están de humor para representarnos la famosa comedia de magia La pata de cabra, o algún vaudeville francés lleno de galicismos, me envolví en una senda cuanto vieja capa, me dirigí


con el ceño hasta la frente
y el sombrero hasta los ojos,
 

a uno de esos espléndidos cafés llenos de cristales, de espejos, de bujías y de cuadros dorados, y como cosa muy natural en estos tiempos, no tenía un real de plata con que tomar chocolate, me contenté con oír las acaloradas conversaciones sobre política, literatura y bellas artes que se suscitan noche con noche en parajes semejantes.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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