Textos más populares esta semana publicados el 20 de abril de 2016

Mostrando 1 a 10 de 25 textos encontrados.


Buscador de títulos

fecha: 20-04-2016


123

Cuentos de Amor de Locura y de Muerte

Horacio Quiroga


Cuentos, Colección


UNA ESTACION DE AMOR

I

Primavera

Era el martes de carnaval. Nébel acababa de entrar en el corso, ya al oscurecer, y mientras deshacía un paquete de serpentinas, miró al carruaje de delante. Extrañado de una cara que no había visto la tarde anterior, preguntó a sus compañeros:

—¿Quién es? No parece fea.

—¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del doctor
Arrizabalaga. Llegó ayer, me parece…

Nébel fijó entonces atentamente los ojos en la hermosa criatura. Era una chica muy joven aún, acaso no más de catorce años, pero completamente núbil. Tenía, bajo el cabello muy oscuro, un rostro de suprema blancura, de ese blanco mate y raso que es patrimonio exclusivo de los cutis muy finos. Ojos azules, largos, perdiéndose hacia las sienes en el cerco de sus negras pestañas. Acaso un poco separados, lo que da, bajo una frente tersa, aire de mucha nobleza o de gran terquedad. Pero sus ojos, así, llenaban aquel semblante en flor con la luz de su belleza. Y al sentirlos Nébel detenidos un momento en los suyos, quedó deslumbrado.

—¡Qué encanto!—murmuró, quedando inmóvil con una rodilla sobre al almohadón del surrey. Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de cintas, y la que lo ocasionaba sonreía de vez en cuando al galante muchacho.

Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aún carruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinas llovían sin cesar. Tanto fué, que las dos personas sentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador.

—¿Quiénes son?—preguntó Nébel en voz baja.

—El doctor Arrizabalaga; cierto que no lo conoces. La otra es la madre de tu chica… Es cuñada del doctor.


Leer / Descargar texto

Dominio público
162 págs. / 4 horas, 44 minutos / 12.694 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Pazos de Ulloa

Emilia Pardo Bazán


Novela


Tomo I

I

Por más que el jinete trataba de sofrenarlo agarrándose con todas sus fuerzas a la única rienda de cordel y susurrando palabritas calmantes y mansas, el peludo rocín seguía empeñándose en bajar la cuesta a un trote cochinero que descuadernaba los intestinos, cuando no a trancos desigualísimos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repecho del camino real de Santiago a Orense en términos que los viandantes, al pasarlo, sacudían la cabeza murmurando que tenía bastante más declive del no sé cuántos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante dirección, ya sabrían los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje político, alguna influencia electoral de grueso calibre debía andar cerca.

Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de personas linfáticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un niño, a no desmentir la presunción sus trazas sacerdotales. Aunque cubierto de amarillo polvo que levantaba el trote del jaco, bien se advertía que el traje del mozo era de paño negro liso, cortado con la flojedad y poca gracia que distingue a las prendas de ropa de seglar vestidas por clérigos. Los guantes, despellejados ya por la tosca brida, eran asimismo negros y nuevecitos, igual que el hongo, que llevaba calado hasta las cejas, por temor a que los zarandeos de la trotada se lo hiciesen saltar al suelo, que sería el mayor compromiso del mundo. Bajo el cuello del desairado levitín asomaba un dedo de alzacuello, bordado de cuentas de abalorio. Demostraba el jinete escasa maestría hípica: inclinado sobre el arzón, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, leíase en su rostro tanto miedo al cuartago como si fuese algún corcel indómito rebosando fiereza y bríos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
268 págs. / 7 horas, 50 minutos / 2.857 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Cándido, ó el Optimismo

Voltaire


Novela


VERSION DEL ORIGINAL TUDESCO DEL DR. RALPH,

Con las adiciones que se han hallado en los papeles del Doctor, despues de su fallecimiento en Minden, el año 1759 de nuestra redencion.

CAPITULO PRIMERO

Donde se da cuenta de como fué criado Candido en una hermosa quinta, y como de ella fué echado á patadas.

En la quinta del Señor baron de Tunderten-tronck, título de la Vesfalia, vivia un mancebo que habia dotado de la índole mas apacible naturaleza. Víase en su fisonomía su alma: tenia bastante sano juicio, y alma muy sensible; y por eso creo que le llamaban Candido. Sospechaban los criados antiguos de la casa, que era hijo de la hermana del señor baron, y de un honrado hidalgo, vecino suyo, con quien jamas consintió en casarse la doncella, visto que no podia probar arriba de setenta y un quarteles, porque la injuria de los tiempos habia acabado con el resto de su árbol genealógico.

Era el señor baron uno de los caballeros mas poderosos de la Vesfalia; su quinta tenia puerta y ventanas, y en la sala estrado habia una colgadura. Los perros de su casa componian una xauria quando era menester; los mozos de su caballeriza eran sus picadores, y el teniente-cura del lugar su primer capellan: todos le daban señoría, y se echaban á reir quando decia algun chiste.

La señora baronesa que pesaba unas catorce arrobas, se habia grangeado por esta prenda universal respeto, y recibia las visitas con una dignidad que la hacia aun mas respetable. Cunegunda, su hija, doncella de diez y siete años, era rolliza, sana, de buen color, y muy apetitosa muchacha; y el hijo del baron en nada desdecia de su padre. El oráculo de la casa era el preceptor Panglós, y el chicuelo Candido escuchaba sus lecciones con toda la docilidad propia de su edad y su carácter.


Leer / Descargar texto

Dominio público
97 págs. / 2 horas, 50 minutos / 1.113 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


AL LECTOR

He contado en el prólogo de mi libro En el país del Arte (Tres meses en Italia) cómo á mediados de 1895 tuve que huir de Valencia, después de una manifestación contra la guerra colonial, que degeneró en movimiento sedicioso, dando origen á un choque de los manifestantes con la fuerza pública.

Perseguido por la autoridad militar como presunto autor de este suceso, viví escondido algunos días, cambiando varias veces de refugio, mientras mis amigos me preparaban el embarque secreto en un vapor que iba á zarpar para Italia.

Uno de mis alojamientos fué en los altos de un despacho de vinos situado cerca del puerto, propiedad de un joven republicano, que vivía con su madre. Durante cuatro días permanecí metido en un entresuelo de techo bajo, sin poder asomarme á las ventanas que daban á la calle, por ser ésta de gran tránsito y andar la policía y la Guardia civil buscándome en la ciudad y sus alrededores.

Obligado á permanecer en una habitación interior, completamente solo, leí todos los libros que poseía el tabernero, los cuales no eran muchos ni dignos de interés. Luego, para distraerme, quise escri bir, y tuve que emplear los escasos medios que el dueño de la casa pudo poner á mi disposición: una botellita de tinta violeta á guisa de tintero, un portapluma rojo, como los que se usan en las escuelas, y tres cuadernillos de papel de cartas rayado de azul.


Leer / Descargar texto

Dominio público
170 págs. / 4 horas, 58 minutos / 2.135 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


PRIMERA PARTE

I. En el jardín de la Capilla Expiatoria

Debían encontrarse á las cinco de la tarde en el pequeño jardín de la Capilla Expiatoria, pero Julio Desnoyers llegó media hora antes, con la impaciencia del enamorado que cree adelantar el momento de la cita presentándose con anticipación. Al pasar la verja por el bulevar Haussmann, se dió cuenta repentinamente de que en París el mes de Julio pertenece al verano. El curso de las estaciones era para él en aquellos momentos algo embrollado que exigía cálculos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
417 págs. / 12 horas, 11 minutos / 1.623 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Un Viaje de Novios

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prefacio

En Septiembre del pasado año 1880, me ordenó la ciencia médica beber las aguas de Vichy en sus mismos manantiales, y habiendo de atravesar, para tal objeto, toda España y toda Francia, pensé escribir en un cuaderno los sucesos de mi viaje, con ánimo de publicarlo después. Mas acudió al punto a mi mente el mucho tedio y enfado que suelen causarme las híbridas obrillas viatorias, las «Impresiones» y «Diarios» donde el autor nos refiere sus éxtasis ante alguna catedral o punto de vista, y a renglón seguido cuenta si acá dio una peseta de propina al mozo, y si acullá cenó ensalada, con otros datos no menos dignos de pasar a la historia y grabarse en mármoles y bronces. Movida de esta consideración, resolvime a novelar en vez de referir, haciendo que los países por mí recorridos fuesen escenario del drama.

Bastaría con lo dicho para prólogo y antecedentes de mi novela, que más no exige ni merece; pero ya que tengo la pluma en la mano, me entra comezón de tocar algunos puntos, si no indispensables, tampoco impertinentes aquí. A quien parezcan enojosos, queda el fácil arbitrio de saltarlos y pasar sin demora al primer capítulo de UN VIAJE DE NOVIOS, y plegue a Dios no se el antoje después peor que la enfermedad el remedio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
220 págs. / 6 horas, 26 minutos / 361 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Zadig, ó el Destino

Voltaire


Novela


DEDICATORIA DE ZADIG

A LA SULTANA CHERAAH, POR SADI.

A 18 del mes de Cheval, año 837 de la hegira.

Embeleso de las niñas de los ojos, tormento del corazon, luz del ánimo, no beso yo el polvo de tus piés, porque ó no andas á pié, ó si andas, pisas ó rosas ó tapetes de Iran. Ofrézcote la version de un libro de un sabio de la antigüedad, que siendo tan feliz que nada tenia que hacer, gozó la dicha mayor de divertirse con escribir la historia de Zadig, libro que dice mas de lo que parece. Ruégote que le leas y le aprecies en lo que valiere; pues aunque todavía está tu vida en su primavera, aunque te embisten de rondon los pasatiempos todos, aunque eres hermosa, y tu talento da á tu hermosura mayor realce, aunque te elogian de dia y de noche, motivos concomitantes que son mas que suficientes para que no tengas pizca de sentido comun, con todo eso tienes agudeza, discrecion, y finísimo gusto, y te he oido discurrir con mas tino que ciertos derviches viejos de luenga barba, y gorra piramidal. Eres prudente sin ser desconfiada, piadosa sin flaqueza, benéfica con acierto, amiga de tus amigos, sin colrar enemigos. Nunca cifras en decir pullas el chiste de tus agudezas, ni dices mal de nadie, ni á nadie se le haces, puesto que tan fácil cosa te seria lo uno y lo otro. Tu alma siempre me ha parecido tan perfecta como tu hermosura. Ni te falta cierto caudalejo de filosofía, que me ha persuadido á que te agradaria mas que á otra este escrito de un sabio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
77 págs. / 2 horas, 16 minutos / 686 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Incesto

Eduardo Zamacois


Novela


I

Mercedes dió las buenas noches y salió: iba triste, algo pálida, con las ojeras violáceas y la mirada errabunda y brillante de las mujeres nerviosas a quienes el tósigo de una obsesión impide dormir tranquilas; y los dos viejecitos permanecieron sentados, contemplándose con aire melancólico.

Él ocupaba un cómodo sillón canonjil de ancho y sólido respaldar. Era un anciano como de sesenta años, envuelto en una bata obscura que caía a lo largo de su cuerpo alto y enjuto formando pliegues de majestuosa severidad sacerdotal; el pecho era angosto, el busto débil se encorvaba hacia adelante, obedeciendo a esa viciosa propensión física de las personas que envejecieron sentadas, y sus manos, bajo cuya piel rugosa serpeaban grandes venas azules, asían los brazos del sillón con afilados y amarillentos dedos de convaleciente.

Aquel cuerpo blandengue, enfermizo y tan para poco, contrastaba poderosamente con la cabeza; una cabeza apostólica que recordaba la de Ernesto Renán en sus últimos tiempos, y en la que aparecían acopladas la noble majestad de la vejez y la bizarra gallardía y el vivir heroico de la juventud.


Leer / Descargar texto


122 págs. / 3 horas, 33 minutos / 1.430 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Bodega

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Apresuradamente, como en los tiempos que llegaba tarde a la escuela, entró Fermín Montenegro en el escritorio de la casa Dupont, la primera bodega de Jerez, conocida en toda España; «Dupont Hermanos», dueños del famoso vino de Marchamalo, y fabricantes del cognac cuyos méritos se pregonan en la cuarta plana de los periódicos, en los rótulos multicolores de las estaciones de ferrocarril, en los muros de las casas viejas destinados a anuncios y hasta en el fondo de las garrafas de agua de los cafés.

Era lunes, y el joven empleado llegaba al escritorio con una hora de retraso. Sus compañeros apenas levantaron la vista de los papeles cuando él entró, como si temieran hacerse cómplices con un gesto, con una palabra, de esta falta inaudita de puntualidad. Fermín miró con inquietud el vasto salón del escritorio y se fijó después en un despacho contiguo, donde en medio de la soledad alzábase majestuoso un bureau de lustrosa madera americana. «El amo» no había llegado aún. Y el joven, más tranquilo ya, sentose ante su mesa y comenzó a clasificar los papeles, ordenando el trabajo del día.

Aquella mañana encontraba al escritorio algo de nuevo, de extraordinario, como si entrase en él por vez primera, como si no hubiesen transcurrido allí quince años de su vida, desde que le aceptaron como zagal para llevar cartas al correo y hacer recados, en vida de don Pablo, el segundo Dupont de la dinastía, el fundador del famoso cognac que abrió «un nuevo horizonte al negocio de las bodegas», según decían pomposamente los prospectos de la casa hablando de él como de un conquistador; el padre de los «Dupont Hermanos» actuales, reyes de un estado industrial formado por el esfuerzo y la buena suerte de tres generaciones.


Leer / Descargar texto


320 págs. / 9 horas, 20 minutos / 718 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Argonautas

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltó la pluma y levantó la cabeza. Una palmera enana movía detrás de él con balanceo repentino sus anchas manos de múltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzó el sillón de junco, pero no pudo seguir escribiendo. Algo nuevo había ocurrido en torno de él mientras con el pecho en el filo de la mesa y los ojos sobre los papeles huía lejos, muy lejos, acompañado en esta fuga ideal por el leve crujido de la pluma.

Vio con el mismo aspecto exterior cosas y personas al salir de su abstracción; pero una vida interna, ruidosa y móvil parecía haber nacido en las cosas hasta entonces inanimadas, mientras la vida ordinaria callaba y se encogía en las personas, como poseída de súbita timidez.

Sus ojos, fatigados por la escritura, huían de las ampollas eléctricas del techo, inflamadas en plena tarde, para reposarse en los rectángulos de las ventanas que encuadraban el azul grisáceo de un día de invierno. La blancura de la madera laqueada temblaba con cierto reflejo húmedo que parecía venir del exterior. Dos salones agrandados por la escasez de su altura eran el campo visual de Ojeda. En el primero, donde estaba él, mezclábase a la blancura uniforme de la decoración el verde charolado de las palmeras de invernáculo, el verde pictórico de los enrejados de madera tendidos de pilastra a pilastra y el verde amarillento y velludo de unas parras artificiales, cuyas hojas parecían retazos de terciopelo. Sillones de floreada cretona en torno de las mesas de bambú formaban islas, a las que se acogían grupos de personas para embadurnar con manteca y mermeladas el pan tostado, husmear el perfume del té o seguir el burbujeo de las aguas minerales teñidas de jarabes y licores.


Leer / Descargar texto

Dominio público
650 págs. / 18 horas, 58 minutos / 285 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

123