Textos más vistos publicados el 22 de julio de 2018 | pág. 2

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fecha: 22-07-2018


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Miedo a la Multitud

Robert E. Howard


Cuento


Hablé por primera vez con Slade Costigan en el vestuario, a donde yo había ido tras su victoria por K. O. sobre Batallador Monaghan en el segundo asalto. Aquel muchacho era una muestra de humanidad bastante impresionante, de más de un metro ochenta de altura, cintura delgada, piernas largas y nerviosas, hombros especialmente anchos y unos brazos robustos. La piel bronceada, ojos estrechos de un color gris frío, y una espesa melena de cabellos negros que le caían sobre una frente ancha, le hacían tener el rostro de un combatiente —ancho en los pómulos, con los labios delgados y una mandíbula sólida. Por el momento, aquel rostro se encontraba en un lamentable estado, con un ojo medio cerrado, los labios destrozados y las mejillas marcadas por numerosas rasguñaduras, el resultado de los últimos y desesperados esfuerzos de Batallador Monaghan.

Tomé asiento y le miré fijamente.

—Me llamo Steve Palmer; sin duda, habrás oído hablar de mí. Vayamos al grano. Pareces inteligente.

Pareció ligeramente sorprendido, pero sonrió.


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22 págs. / 39 minutos / 32 visitas.

Publicado el 22 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Siempre Vuelven

Robert E. Howard


Cuento


Hace tres años eras el mejor de tu categoría y podías aspirar al título... ¡Ahora eres un vagabundo lleno de whisky tumbado en un bar mexicano!

La voz era dura y ronca, llena de amargo desprecio, tan cortante como un cuchillo. El hombre a quien se le dirigían tales palabras se estremeció y parpadeó unos ojos enrojecidos por el alcohol.

—¿Y a ti qué te importa? —preguntó groseramente.

—Sólo porque me repugna ver cómo se echa a perder un hombre... ¡sólo porque me da asco ver cómo un hombre que lo tiene todo para ser un campeón se pudre en un pueblo de mala muerte de la frontera!

Aquellos dos hombres y los clientes, americanos y mexicanos desde el otro lado del saloon los observaban con curiosidad, eran todo un contraste. El hombre medio recostado en la mesa manchada de cerveza era joven y, pese a sus ropas hechas jirones, su atlética apariencia resultaba evidente. Su rostro no era antipático, aunque llevase las marcas de una vida disoluta. Sus facciones eran muy finas, nariz regular de delicado caballete, lo que indicaba lo bueno de su cuna. A primera vista, su boca parecía traicionar una cierta debilidad. Pero un examen más detenido revelaba que la boca era la de un hombre dotado de sensibilidad y con un carácter inestable y caprichoso... un defecto que no le convertía en un haragán.

El hombre que le había dirigido la palabra tenía el cuerpo esbelto, seco y nervudo, de mediana edad, con labios delgados, nariz encorvada y ojos de mirada autoritaria. Su ropa era cara pero sin ser rebuscada, y su presencia parecía fuera de lugar en aquel sórdido antro.


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Publicado el 22 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Traición

Robert E. Howard


Cuento


Ace Jessel, un gigante de ébano y campeón del mundo de los pesos pesados, sintió el deseo de volver a ver su villa natal tras años de ausencia, y su mánager, John Taverel, aunque con cierta aprensión, organizo algo así como una gira triunfal para su boxeador.

Así fue como Ace volvió a la pequeña ciudad de la costa, situada muy por debajo de la línea Mason-Dixie donde, en su juventud, trabajó en los campos de algodón y, más tarde, en los muelles antes de empezar a ascender por la escalera de la gloria. Los indolentes pantanos con sus frescas orillas cubiertas de vegetación y sombreadas por los árboles, las marismas oscuras y misteriosas, las vastas extensiones de arenales desolados, con la arena incrustada de sal... aquel paisaje cautivaba el alma primitiva de Ace Jessel y le acogieron como en otros tiempos, intactos pese al paso de los años. Pero la gente sí había cambiado.

Nadie es profeta en su tierra, dice el refrán. Los habitantes de la ciudad natal de Ace Jessel, a causa de su orgullo sureño, ardiente y feroz, y de su conciencia de clase, miraron a Ace como si fuera un recién llegado, un negro que no había sabido permanecer en su sitio. Se resentían por sus victorias sobre boxeadores de raza blanca y tenían la impresión de que aquel hecho repercutiría sobre ellos de alguna manera.

Aquello hirió a Ace, le hirió cruelmente. Encontrarse con una bienvenida reservada y fría, o incluso con franca hostilidad, cuando él esperaba manifestaciones de amistad y comprensión, le afectó y mucho más la actitud condescendiente y afectada que adoptaron los que más temían la opinión pública por mucho que ansiaran intimar con el boxeador más prestigioso del mundo entero. Y Ace descubrió que había perdido cualquier contacto con sus antiguos amigos negros.


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21 págs. / 37 minutos / 41 visitas.

Publicado el 22 de julio de 2018 por Edu Robsy.

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