Textos más vistos publicados el 24 de marzo de 2017

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fecha: 24-03-2017


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La Novela Experimental

Émile Zola


Ensayo, Crítica


A menudo he hablado, en mis estudios literarios, del método experimental aplicado a la novela y al drama. El retorno a la naturaleza, la evolución naturalista que arrastra consigo el siglo, empuja poco a poco todas las manifestaciones de la inteligencia humana hacia una misma vía científica. La idea de una literatura determinada por la ciencia sólo puede sorprender si no se precisa y se comprende. Me parece útil decir, pues, claramente lo que se debe entender, en mi opinión, por novela experimental.

Sólo tendré que hacer un trabajo de adaptación, ya que el método experimental ha sido establecido con una fuerza y una claridad maravillosas por Claude Bernard en su Introduction à l’étude de la médecine expérimentale. Este libro, escrito por un sabio cuya autoridad es decisiva, va a servirme de base sólida. Encontraré en él toda la cuestión tratada, y me limitaré a dar las citas que me sean necesarias como argumentos irrefutables. Se tratará, pues, de una compilación de textos; ya que cuento escudarme, en todos los puntos, detrás de Claude Bernard. A menudo me bastará con remplazar la palabra «médico» por la palabra «novelista» para hacer claro mi pensamiento y darle el rigor de una verdad científica.


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43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 2.697 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Naturalismo en el Teatro

Émile Zola


Ensayo, Crítica


I

¿Tengo necesidad, ante todo, de explicar qué entiendo por naturalismo? Se me ha reprochado mucho esta palabra, se finge todavía no entenderla. Abundan las bromas sobre este tema. No obstante, quiero responder a la pregunta, ya que nunca se aporta claridad suficiente en la crítica.

Mi gran crimen sería el haber inventado y lanzado una palabra nueva para designar una escuela literaria vieja como el mundo. De entrada, creo que no he inventado esta palabra que ya estaba en uso en diversas literaturas extranjeras; todo lo más, lo he aplicado a la evolución actual de nuestra literatura nacional. Después, aseguran que el naturalismo data de las primeras obras escritas; ¿quién ha dicho nunca lo contrario? Esto sólo prueba que procede de las mismas entrañas de la humanidad. Toda crítica, desde Aristóteles a Boileau ha enunciado el principio de que toda obra se debe basar en la realidad. Ésta es una afirmación que me alegra y que me ofrece nuevos argumentos. La escuela naturalista, según la opinión de quienes la atacan o se burlan de ella, está asentada sobre fundamentos indestructibles. No se trata del capricho de un hombre, de la locura de un grupo; ha nacido del trasfondo eterno de las cosas, de la necesidad que tiene todo escritor de tomar por base a la naturaleza. ¡Muy bien! Comprendido. Partamos de ello.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 928 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Muerte de Olivier Bécaille

Émile Zola


Cuento


I

Morí un sábado a las seis de la mañana, tras tres días de enfermedad. Mi pobre mujer llevaba unos instantes rebuscando ropa en una maleta cuando, al levantar la cabeza y verme rígido, con los ojos abiertos y sin un soplo, acudió, creyendo que se trataba de un vahído, tocándome las manos, inclinándose sobre mi rostro. Tras lo cual, fue presa del pánico, se puso a tartamudear y estalló en lágrimas: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Está muerto!».

Yo podía oírlo todo, aunque débilmente, como si los sonidos llegaran de muy lejos. Tan sólo mi ojo izquierdo aún percibía una luminosidad confusa, una luz blanquecina en la que se fundían los objetos; el ojo derecho se hallaba totalmente paralizado. Era un síncope de todo mi ser, como si un rayo me hubiera fulminado. Mi voluntad estaba muerta, ni una sola fibra de mi cuerpo me obedecía. Y, en medio de este vacío, flotando sobre mis miembros inertes, sólo subsistía mi pensamiento, ralentizado y plomizo, pero dotado de una perfecta claridad de percepción.

Mi pobre Marguerite lloraba, arrodillada ante el catre, repitiendo con tono desgarrado: «¡Está muerto, Dios mío! ¡Está muerto!».


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32 págs. / 56 minutos / 296 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Obra

Émile Zola


Novela


I

Claude pasaba por delante del Ayuntamiento, y daban las dos en el reloj, cuando estalló la tormenta. Había perdido la noción del tiempo mientras vagabundeaba por Les Halles, durante aquella noche abrasadora de julio, como el buen artista que gusta de pasear ociosamente, enamorado del París nocturno. De pronto se puso a llover a cántaros y echó a correr, a trotar desmadejado y como loco, a lo largo del quai de la Grève. Pero, en el Pont Louis-Philippe, se detuvo, irritado por sus resoplidos: aquel miedo al agua le parecía una estupidez; y, en las densas tinieblas, bajo el azote del chaparrón que inundaba los mecheros de gas, atravesó lentamente el puente con las manos bailándole.

Por lo demás, sólo le quedaban a Claude unos pocos pasos para llegar. Cuando torcía hacia el quai de Bourbon, en la Île Saint-Louis, un vivo relámpago iluminó la recta y uniforme hilera de los viejos palacetes alineados delante del Sena, al borde de la estrecha calzada. A su fulgor relumbraron los cristales de las altas ventanas sin persianas, y pudo verse el marcado aspecto triste de las antiguas fachadas con muy nítidos detalles: un balcón de piedra, un barandal de terraza y la guirnalda esculpida de un frontón. Era allí donde el pintor tenía su estudio, en el altillo del antiguo palacete de Martoy, esquina a la rue de la Femme-sans-Tête. El muelle apenas entrevisto quedó inmediatamente sumido de nuevo en las tinieblas y un formidable trueno hizo retemblar el barrio dormido.


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446 págs. / 13 horas / 135 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Taberna

Émile Zola


Novela


Prólogo

La colección de Los Rougon-Macquart se compondrá de una veintena de novelas. El plan general está trazado desde 1869, y lo sigo con extremo rigor. «La Taberna» ha venido a su hora. La he escrito, como escribiré las otras obras, sin apartarme ni por un segundo de mi línea recta. Es esto lo que constituye mi fuerza. Me encamino hacia un objetivo.

Cuando «La Taberna» apareció publicada en un diario, fue atacada y denunciada con una rudeza sin precedentes, y se le imputaron todos los crímenes. ¿Es indispensable que aquí, en algunas líneas, explique mis intenciones de escritor? He querido describir la trayectoria, fatalmente en decadencia, de una familia obrera, dentro del marco corrompido de nuestros arrabales. La embriaguez y la ociosidad conducen al relajamiento de los lazos familiares, a las impurezas de la promiscuidad, al olvido progresivo de los sentimientos honestos, que tienen como lógica conclusión la vergüenza y la muerte. Se trata simplemente de la moral en acción.

A ciencia cierta, «La Taberna» es el más casto de mis libros. Con frecuencia he debido tocar de otra manera plagas espantosas. Y la sola forma en que lo hice ha causado estremecimiento. Se han irritado contra las palabras. Mi crimen consiste en haber tenido la curiosidad literaria de reunir y hacer fluir en un molde bien trabajado el lenguaje popular. ¡Ah, la forma, he ahí el gran crimen! Sin embargo, existen diccionarios de este lenguaje y hay escritores que lo estudian y gozan con su vigor y con lo imprevisto de la fuerza de sus imágenes. Además, constituye un regalo para los gramáticos investigadores. Pero no importa, nadie ha entrevisto que mi deseo consiste en hacer un trabajo puramente filológico, que a mi parecer es de gran interés histórico y social.


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517 págs. / 15 horas, 5 minutos / 900 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Gamiani

Alfred de Musset


Cuento


Primera noche

1

Era ya media noche. En los lujosos salones de la condesa Gamiani, resplandecientes y perfumados, danzaban las juveniles parejas a los acordes de una mágica orquesta.

Las refulgentes joyas aumentaban el encanto de los elegantes trajes de variados colores.

Encantadora, graciosa, desvivíase la condesa por atender a todos sus invitados, y en su interesante rostro se traslucía la alegría que saboreaba gozosa por el éxito de la fiesta. Por todas las felicitaciones y para todos los cumplidos galantes tenía la dama una sonrisa, pregonera de su júbilo.

Yo, reducido, como siempre, a mi papel de frío observador, había notado varios detalles que me impedían ver en la condesa todos los méritos que le ponderaban sus ciegos admiradores.

No fue para mí labor difícil aquilatar su valía de mujer de mundo; pero deseaba conocer ( íntimamente a Gamiani, analizando con el escalpelo de mi razón su ser moral.

Confieso que una fuerza misteriosa parecía estorbar este propósito y sentía como vergüenza de aquel empeño de descubrir el misterio de la vida de aquella mujer enigmática y extraña.

Joven aún, inmensamente rica, bella, sin familia y con pocos amigos verdaderos, Gamiani podía considerarse como un caso raro en la sociedad elegante en que vivía.

Ciertas particularidades de la extraña vida de la condesa eran comentadas con explicable malicia.

Juzgábanla unos mujer fría y sin pasiones; teníanla otros por artista y desengañada de la vida, resuelta a frenar sus sentimientos y sus pasiones para ahorrarse nuevas amarguras.

Me propuse conocer el secreto de aquella vida; pero nada conseguí.

Aburrido, cansado del mal éxito de mis observaciones, estaba ya a punto de abandonar aquella empresa, cuando la casualidad vino en mi auxilio.


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50 págs. / 1 hora, 28 minutos / 261 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Jauría

Émile Zola


Novela


Prólogo

En la Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, La jauría es la nota del oro y de la carne. El artista que llevo dentro se negaba a dejar en la sombra este resplandor de los excesos de la vida que iluminó todo el reino con una luz sospechosa de lugar de perdición. Un punto de la Historia que he emprendido habría quedado a oscuras.

He querido mostrar el agotamiento prematuro de una raza que vivió demasiado deprisa y que desembocó en el hombre-mujer de las sociedades podridas; la especulación furiosa de una época, encarnada en un temperamento sin escrúpulos, propenso a las aventuras; el desequilibrio nervioso de una mujer en quien un ambiente de lujo y de vergüenza centuplica los apetitos nativos. Y con estas tres monstruosidades sociales, he tratado de escribir una obra de arte y de ciencia que fuera al mismo tiempo una de las páginas más extrañas de nuestras costumbres.

Si me creo en el deber de explicar La jauría, esta pintura auténtica del derrumbamiento de una sociedad, es porque su aspecto literario y científico ha sido tan mal comprendido en el periódico donde intenté dar esta novela, que me ha sido preciso interrumpir la publicación y dejar el experimento a medias.

ÉMILE ZOLA

París, 15 de noviembre de 1871

Capítulo 1

A la vuelta, entre la aglomeración de carruajes que regresaban por la orilla del lago, la calesa tuvo que marchar al paso. En cierto momento el atasco fue tal que incluso debió detenerse.


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338 págs. / 9 horas, 52 minutos / 179 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Vientre de París

Émile Zola


Novela


Uno

En medio de un gran silencio, y en la avenida desierta, los carros de los hortelanos subían hacia París, entre el traqueteo cadencioso de las ruedas, cuyos ecos golpeaban las fachadas de las casas, dormidas a los dos bordes, tras las líneas confusas de los olmos. Un volquete de coles y un volquete de guisantes se habían unido, en el puente de Neuilly, a los ocho carros de nabos y zanahorias que bajaban de Nanterre; y los caballos marchaban por sí solos, la cabeza gacha, con su paso continuo y perezoso que la subida hacía aún más lento. En lo alto, sobre el cargamento de verduras, tumbados boca abajo, cubiertos con sus tabardos de rayitas negras y grises, los carreteros dormitaban, con las riendas en la mano. Un reverbero de gas, al salir de una franja de sombra, iluminaba los clavos de un zapato, la manga azul de una blusa, un trozo de gorra, entrevistos en aquella floración enorme de los ramilletes rojos de las zanahorias, los ramilletes blancos de los nabos, el deslumbrante verdor de guisantes y coles. Y por la carretera, por los caminos vecinos, por delante y por detrás, lejanos ronquidos de acarreos anunciaban convoyes similares, toda una afluencia de mercancías que atravesaban las tinieblas y el pesado sueño de las dos de la madrugada, acunando a la ciudad negra con el ruido de los alimentos que pasaban.


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351 págs. / 10 horas, 14 minutos / 383 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Bestia Humana

Émile Zola


Novela


Capítulo I

Al entrar en su cuarto, Roubaud puso sobre la mesa el pan de a libra, el pâté y la botella de vino blanco. En la mañana, la señora Victoria había echado tanto cisco sobre el fuego de la estufa, que el calor se había convertido ya en sofocante. El segundo jefe de estación abrió una ventana y apoyó en ella sus codos.

Esto sucedía en el callejón de Amsterdam, en la última casa de la derecha, alto inmueble en el que la Compañía del Oeste hospedaba a algunos de sus empleados. Aquella ventana del quinto piso, situada en un ángulo del abuhardillado techo, daba a la estación, ancha trinchera que, cortando el barrio de Europa, ofrecía a la vista un brusco despliegue de horizonte. Y este espacio parecía aún más vasto aquella tarde, tarde de un cielo gris de mediados de febrero, de un gris húmedo y tibio que el sol atravesaba.


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429 págs. / 12 horas, 31 minutos / 468 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Thérèse Raquin

Émile Zola


Novela


Capítulo I

Al final de la calle de Guénégaud, según se viene de los muelles, está el pasadizo de Le Pont-Neuf, un a modo de estrecho pasillo sombrío que va de la calle Mazarine a la calle de Seine. Tiene este pasadizo, a lo más, treinta pasos de largo por dos de ancho; es su pavimento de baldosas amarillentas, desgastadas, flojas, que rezuman siempre una agria humedad; lo cubre una cristalera cortada en ángulo recto y negra de mugre.

En los días hermosos del verano, cuando un sol de justicia abrasa las calles, una blanquecina claridad entra por los cristales sucios y resbala míseramente por el pasadizo. En los desapacibles días de invierno, en las mañanas de niebla, esos cristales sólo arrojan tinieblas sobre el pavimento viscoso, unas tinieblas sucias e infames.

A la izquierda, se ahondan unos comercios oscuros, bajos de techo, agobiantes, de los que escapan hálitos de cripta. Hay en ellos libreros de viejo, jugueteros, cartoneros, cuya mercancía expuesta, gris de polvo, duerme, imprecisa, en la sombra; los escaparates son de cuadrados de cristal pequeños y prestan extraños reflejos verdosos de muaré a los artículos; tras ellos, las tiendas, colmadas de oscuridad, son otros tantos agujeros lúgubres en los que bullen curiosas formas.

A la derecha, corre por toda la longitud del pasadizo un muro contra el que los tenderos de enfrente han adosado armarios estrechos; allí se ven objetos sin nombre, efectos olvidados desde hace veinte años, alineados en unas baldas delgadas, de un espantoso color pardo. Una vendedora de bisutería buscó acomodo en uno de esos armarios, en el que despacha sortijas de setenta y cinco céntimos, primorosamente colocadas en una caja de caoba forrada de terciopelo azul.

Más arriba de la cristalera, el muro sigue subiendo, negro, toscamente enfoscado, como cubierto de lepra y lleno de costurones.


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219 págs. / 6 horas, 24 minutos / 183 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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