El Lobizón
Juan José Morosoli
Cuento
Juan Pedro terminó así:
—Yo le abría trillo y él pasaba. Suponía el hombre que nosotros "los de afuera" creemos todos en daños, lobizones, curas con palabras y tal y qué sé yo... Además me tenía loco preguntándome por la virtud de los yuyos.
Había ido allí a estudiar las cosas del campo. Cargado de libros y libretas. También llevaba una máquina fotográfica.
—Me voy a quedar dos o tres días para estudiar y entender bien todo.,. Porque voy a escribir un libro... —Eso fue lo que me dijo.
—¿Qué íba a hacer yo?; me reí...
Estábamos conversando:
—Creer en daños, es cosa de ignorantes... Ustedes creen en todo, que viene a ser como no creer en nada.
—Estoy de acuerdo —le respondí—: pero en lobizones, ¿cree? Se río.
—Y usted —pregunté— ¿cree en eso?
Yo pensé: si sos bobo yo no tengo la culpa y me le descolgué del zarzo con esto:
—En eso si, porque yo creo lo que veo...
Trajo un libro para apuntar.
—Esto va para el libro —dije entonces para mi— y seguí cuando uno de estos bobos escribe libros es más bobo que nosotros los analfabetos...
—Fui compositor y no de los peores. El rancho donde tenía el caballo distaba una cuadra de la pista de carreras. El vareador era un muchacho tirando a mocito. Un gallito con dos voces que ya empezaba a querer pisar gallinas. Amigo de serenatas y bailes... Fue al rancho, tendió la paja para que se echara el parejero, volvió y me dijo:
—Patrón, ¿no me presta el caballo?
—¿Para qué lo quieres?
—Pienso ir al baile de los Almeida.
—Llévalo.
Cené, fumé y después me fui al boliche. Allí formábamos una rueda de truco. Naipeábamos un rato y después cada cual tocaba para su casa. Cerca del boliche había un principio de pueblo de quince o veinte ranchos. Cundo entré me encontré que detrás del mostrador estaba la mujer del bolichero.
Dominio público
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Publicado el 29 de julio de 2025 por Edu Robsy.