El Largo Viaje de Placer
Juan José Morosoli
Cuento
Tertuliano se disponía a hacer marchar el camión cuando llegó Aniceto.
—Vengo a felicitarte —le dijo— y deseo que lo disfrutes con salud.
Tertuliano agradeció el buen deseo del amigo y comentó —por centésima vez— la forma en que se había hecho propietario del camión.
—Era el último número de la rifa... El Indio me cargosiaba... y yo, nada... Fue entonces que llegó Bruno. Me debía un peso que yo había dado por muerto hacía tiempo... Lo manotió el Indio y quedé apuntao... ¿Y no va y sale?... Es que la suerte cuando quiere tener algo contigo te compromete...
—Suerte y muerte se enamoran con verte —agregó Aniceto.
Así fue, pues. Y Tertuliano estaba allí con el camión. Hacía muchos años que deseaba tenerlo. Era un antojo de esos que uno echa por delante para que le vaya cuarteando los días. Y un antojo hecho realidad es cosa linda.
Aniceto caminaba alrededor del vehículo con curiosidad.
—Le estoy detallando el estado —comentó— y creo que le falta pintura.
Sí. Ya lo había visto Tertuliano, que respondió:
—Le falta... Pero va a llevar dos manos de colorado... Y dos banderas a los costados...
Lo veía ya pintado, rodando velozmente por los caminos.
—¿Te das cuenta, cuando este loco bien pintado ande por esas hueyas?
Aniceto hizo un esfuerzo. También él lo vió con la imaginación.
—El asunto —dijo— es que no te dé por correr a lo loco y quedés "con la raíz pa arriba...".
—Soy de los que creo —respondió seriamente Tertuliano— que lo mejor es la marcha regular... Ni caracol ni golondrina... Siempre fui partidario de la moderación y si algún día llego a tener una empresa al chofer que corra lo echo.
—Es un favor que le hacés a él. Si no, capaz que se mata...
Se callaron un minuto, hicieron un cigarro y luego preguntó Aniceto:
—¿Cuántos camiones "son" una empresa?
Dominio público
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Publicado el 29 de julio de 2025 por Edu Robsy.