Sábado
Francisco A. Baldarena
cuento
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Publicado el 15 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
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Publicado el 16 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
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Publicado el 16 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
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Publicado el 16 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
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Publicado el 17 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
Á vosotros, apóstoles del trabajo, veneros legítimos de la riqueza pública, á vosotros que cumplís con Dios regando el pan con el sudor de vuestro rostro, á vosotros dedico este libro.
El trabajo y la educación son las bases de la regeneración social.
El trabajo y la educación son el origen de la mas sublime de las emancipaciones.
Trabajando sois la riqueza.
Instruyéndoos seréis la patria.
Tal vez encontrareis alguna enseñanza provechosa en este libro: leedlo, y cuando descanséis de vuestro trabajo, acordaos de que tenéis un amigo que está trabajando por vosotros.
A eso de las cuatro, la mujer de un comerciante rico recibía á su visita de confianza las más tardes. Era ésta una costumbre inveterada que estaba muy lejos de inspirar la menor sospecha al mas malicioso observador, y mucho menos al comerciante.
En efecto, aquella señora y su visita cuotidiana hablaban siempre de cosas indiferentes; y á la sazón en que empezamos á ocuparnos de sus recomendables personas, están tratando amigablemente de esta materia.
Los parientes.
—¡No me hable usted de parentescos, criatura! decía el señor, porque en esa materia tengo también hecha mi composición de lugar...
—Como en todo, dijo la señora.
—Ya sabe usted criatura, que yo soy hombre de principios fijos.
—Ya lo sé: la prueba es que me dice usted «criatura» hace....
—Hará cinco años largos.
—Es cierto. Conque decía usted de los parientes....
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Dominio público
195 págs. / 5 horas, 42 minutos / 121 visitas.
Publicado el 18 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.
«¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.»
Epicuro
1
Primer día de vacaciones de Frank Sandbucket. Vacaciones que pensaba aprovechar al máximo, por eso al entrar en la habitación no se fijó en nada; ni en las comodidades ni en el paisaje que podía ver desde la ventana, sino que se deshizo de la ropa —solo eso quería.
«Adiós por un mes a los zapatos, al traje y a la corbata.»
Menos de media hora después, descalzo y vistiendo un short de baño y una camisa floreada —que compró, al llegar, en una tienda del aeropuerto—, bajó a la playa y, como cuando era niño, se lanzó a caminar sin descanso hasta que tuviese hambre.
Le habían dicho los empleados del hotel que no debía preocuparse en llevar agua, pues varios arroyos cortaban la playa, despejando sus aguas frescas, cristalinas y, sobre todo, puras en el mar; y también que caminara con calma, de lo contrario daría la vuelta a la isla en un par de horas, a pesar de que en su interior había tantas diversiones como para mantenerse bastante ocupado durante el mes que él pensaba quedarse.
Cerca de una hora de caminata, Franck se deparó, confundido entre la maleza, con un antiguo caserón destartalado, pero todavía conservando un vago vestigio de lo imponente y bello que fuera alguna vez.
—¿Qué tal echar un vistazo? —dijo y se abrió camino por la tupida vegetación que rodeaba la vivienda. La puerta, ligeramente caída a un lado, estaba abierta.
Franck inspeccionó cómodo por cómodo en busca de un souvenir, pero después de unos pocos minutos todo lo que encontró para llevarse de recuerdo fue un botellón de vidrio mugriento, que yacía olvidado sobre una opaca y polvorienta repisa agujereada por las termitas.
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Publicado el 18 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
Al distinguido actor Eduardo González, hoy sin habla.
Mi querido Eduardo:
El pasado, que nuestra amistad recuerda en la historia del teatro, me ha sugerido la idea de escribir una historia de teatro. Á hora que está V. solo y triste, se la envío como un cariñoso recuerdo por si pudiere endulzar algunas de sus horas, desviando su imaginación de este presente amargo.
Que se cierre pronto este paréntesis funesto, que recobre V. el habla, para que vuelva á sonreírle el porvenir.
Facundo.
Entre la villa de Reyes y el pintoresco pueblo de Santa María del Río, y después de ascender por algunos recodos montañosos, se camina por un terreno elevado, que es una mesa de más de seis leguas.
Partiendo de la villa es preciso dejar siempre á la derecha una cerca de piedra de más de tres leguas, que es casi el único accidente que interrumpe la monotonía de la planicie.
Diseminadas, como los numerosos individuos de una tribu nómada, han crecido allí esas palmas de gruesos troncos y mezquinos penachos que semejan á lo lejos figuras humanas, y que conoce todo el que ha viajado por el Interior.
Algunos garambullos se mezclan de vez en cuando entre las palmas, levantando perezosamente sus pencas en forma de dedos colosales; y granulan el terreno por todas partes tardas y ásperas biznagas, ofreciendo una gran alfombra de espinas; el mezquite de menudas hojas se hinca entre todos los cactus, como el lujo de vegetación de aquellos áridos terrenos.
Ningún riachuelo, ni una fuente, ni una cavidad húmeda ó sombría apaga la ardiente sed de aquella comarca, en donde el sol reverberante obliga al extraviado buey á buscar la mezquina sombra del tronco de una palma.
Dominio público
223 págs. / 6 horas, 30 minutos / 95 visitas.
Publicado el 18 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.
Procedente del interior acaba de llegar á la estación del Ferrocarril Central una familia compuesta de un señor gordo, trigueño y de poca barba y vestido con chaqueta de lienzo, sombrero galoneado y plaid; una señora, gorda también, con vestido de percal y tápalo á cuadros, dos niñas de diez y siete y veinte abriles con vestido de lana y seda y sombrero á la francesa; viene además Gumesindo, el hermano de las niñas, que es un charrito hecho y derecho. Trae pantaloneras de paño negro, con botonadura de plata, chaqueta negra con alamares y sombrero canelo con ancho galón de oro y dos chapetas que consisten en un monograma de plata sobredorada con las iniciales G. R.
El señor gordo, que se llama D. Trinidad, y su mujer que se llama Candelaria, no paran mientes en que pueden parecer payos, y lo ven todo con asombro, vienen á la capital de la República por la primera vez y por la primera vez ven el ferrocarril.
Las muchachas se mortifican de la atención exagerada de sus padres, y aunque á ellas les llama todo no ménos la atención, fingen no impresionarse para hacer cumplido honor al corte francés de sus vestidos.
—¡Mira qué de gente, Trinidá, y qué de extranjeros!
—Por de contado, todo esto es de extranjeros,
—Arrimo el coche? pregunta un cochero.
—Tiene V. equipaje, amito?
—Llevo los bultos?
—Un coche! Quiere V. un coche?
—Tráigalo pues, dijo Gumesindo, que era el más garboso de la familia.
—Por acá se sacan los equipajes, amito, -decía un cargador diligente; ¿tiene V. el talón? '
—A ver, á ver quién trae el tompeate de los dulces, ,
—Lo tiene Clara, dijo una de las niñas.
—Y tú, Guadalupe, traes la maletita?
—Aquí la tengo, dijo Gumesindo. .
—¿Todo está completo?
—No falta nada. .
—Vamos á ver los equipajes.
Dominio público
80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 134 visitas.
Publicado el 19 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.
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1 pág. / 1 minuto / 338 visitas.
Publicado el 19 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .