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Villaporrilla

Felipe Trigo


Cuento


¿Aldeas? En buena hora. Pero en el lienzo para adornar mi gabinete o en el libro para decorar mi estantería. Ni más ni menos.

Así las conocía yo. Y sabía de ellas que contempladas desde el último cerro de su horizonte al caer el sol, cuando los senderos de la montaña eran recorridos por los pacíficos campesinos que de vuelta de sus faenas tornaban al hogar, azada o garrote al hombro, dejando oir canciones llenas de melancolía, entremezcladas sus notas con el estruendoso concierto de cigarras, grillos y ranas, meciéndose también por los espacios el triste son de la campana de oraciones y el tintineo de las esquilas del ganado; contempladas, decía, a la traslumbre del crepúsculo, con su esbelta torre en silueta alzada en mitad de blanquísimas casitas “que como ovejas rodeadas al pastor en apretado conjunto circundaban la bonita iglesia”, debían de ser el non plus ultra de las cosas de gusto, con aquellos arroyuelos lamiendo sus viviendas, con aquellos álamos prestándolas sombra, con aquel imprescindible pozo de limpio brocal, en que las muchachas del pueblo, limpias como armiños y lindas como perlas, mostrando bajo la “corta y honesta falda” su media como la nieve y su zapatito negro, escuchaban idílicas declaraciones del garrido y apuesto zagal que entre fogoso y ruborizado las miraba de soslayo, mientras en el viejo pilastrón de cantería verdinegra con candilillos y hierbas en las junturas, bebía su recua de borricos—alguno quizá dando también al viento su amorosa queja en un rebuzno poderoso...

Así las conocía yo... ¡Cuál me engañabais, oh caros novelistas y poetas!


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2 págs. / 4 minutos / 48 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Vidrio de Colores

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Esto sucedía en los tiempos en que la Fe, extendiendo sus alas de azur oceladas de vívidos rubíes, cubría y abrigaba con ellas el corazón de los mortales; en que la Esperanza, desparramando generosamente las esmeraldas que bordean su regia túnica, al punto hacía renacer otras más limpias y transparentes; en que la Caridad, apartando con ambas manos los labios de su herida, descubría sus entrañas de pelícanos para ofrecer sustento a la Humanidad entera.

Esto sucedía cuando las ojivas, esbeltas y frágiles como varas de nardo, empezaban a brotar del suelo, y los rosetones a abrir sus pétalos de mística fragancia; cuando por las aldeas pasaban hombres vestidos de sayal y con una cuerda a la cintura, anunciando segunda vez la Buena Nueva, y por las calles de las ciudades, en larga y lenta procesión a la luz de las antorchas, cruzaban los flagelantes, de espaldas desnudas acardenaladas por los latigazos, y las piedras de los altares se estremecían al candente contacto de las lágrimas de amor que derramaban las reclusas.

Esto sucedía, sin embargo, en una metrópoli de la Francia meridional, en la floreciente Tolosa, donde, en vez de la devoción y el temor de Dios, reinaban la impiedad, la molicie y el desenfreno. Un alma pura sólo motivos de escándalos encontraría allí. La herejía, insinuándose y dominando las conciencias, había traído de la mano la licencia y el vicio, y lo mismo en Tolosa que en Beziers y Carcasona y en todo el país de Alby, no oyerais resonar los rezos, sino los afeminados acordes del laúd y la viola y las endechas de los trovadores.


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 52 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Vida Loca

Domingo Arena


Cuento


Fermín había sido siempre de carácter raro. Se le veía en silencio vagar largas horas por el campo, solo y sin objeto, de día o de noche, lo mismo a pie que a caballo. Si lo detenía alguien para preguntarle qué hacía, lo miraba sorprendido como si despertara de repente sin haber oído, y después de repetírsele la pregunta, contestaba invariablemente:

—Nada; tomo el fresquito.

Y a veces hacía un sol que achicharraba.

Una tarde de un día de esquila, varios peones dormían la siesta debajo de un galpón, y entre ellos estaba Fermín, tendido sobre una carona, recibiendo todo el sol que le caía a plomo, haciéndolo sudar a mares como si lo derritiera. Enfrente del galpón estaba la casa: un rancho inclinado que parecía quererse echar a la sombra de los álamos, cuyas ramas se doblaban agobiadas por el calor, y un poco más allá, se veía el ancho y bajo corral lleno de ovejas, que, ansiosas de sombra, se apiñaban en grupos jadeantes y embrutecidas.

Temprano había empezado la tarea. Las ovejas agarradas y maneadas en el corral, eran llevadas al galpón y colocadas sobre cueros tendidos expresamente; y allí los paisanos, casi todos trayendo chiripá de merino o arpillera, inclinados sobre el animal, en cuclillas unos y otros arrodillados, manejaban hábilmente la tijera de esquilar, quitando el vellón, que entero y limpio otros ataban con un hilo.

Eran quince los que trabajaban, y sólo bromas livianas y el resoplido de cansancio que lanzaban los animales por las móviles narices de su apretado hocico, resaltaban sobre el áspero e incesante chirriar de las tijeras. De cuando en cuando alguien concluía, y una oveja era soltada, saliendo del galpón a tropezones, entumida por las ligaduras, extrañada de ver a sus compañeras tan feas y sentirse desnuda, sin el vestido que hacía un año no mudaba.


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6 págs. / 11 minutos / 116 visitas.

Publicado el 21 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Vida de Pedro Saputo

Braulio Foz


Novela


Libro primero

Capítulo I. Nacimiento de Pedro Saputo

¡Bendito sea Dios, que al fin el gran Pedro Saputo ha encontrado quien recogiese sus hechos, los ordenase convenientemente, y separando lo falso de lo verdadero levantase con la historia acrisolada y pura de su vida la digna estatua que debíamos a su talento y a sus virtudes! ¿Qué me dará el mundo por este servicio, por esta deuda común que pago, no tocándome a mí más que a cualquier otro vecino? Pero ¡maldito sea el interés!, no quiero otra recompensa que saber, como lo sé desde ahora, que este libro se leerá con gusto por viejos y jóvenes, por sabios y por ignorantes, en las ciudades y en las aldeas. ¡Oh, cuántos buenos ratos en las veladas de invierno pasarán con él calentándose a la lumbre o al brasero! Pues no quiero más recompensa, como digo; esto, y esto sólo es lo que me he propuesto. Y pues lo doy por conseguido, nada más se me ofrece advertir, ni prevenir a mis lectores.

En la villa de Almudévar, tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza, nació Pedro Saputo de una virgen o doncella que vivía sola porque había quedado de quince años sin padre ni madre, y era pobre, no teniendo más bienes que una casita en la calle del Horno de afuera, y manteniéndose con el oficio de lavandera y el de cocinera de todas las bodas y de las grandes fiestas del lugar; en su juventud cantaba con mucha gracia porque tenía una voz extremada y tocaba el pandero como una gitana. Con estas habilidades nunca le faltaba lo necesario, y algún regalo y buen pasatiempo. Iba muy aseada; no envidiaba nada a pobres ni a ricos; todos la querían bien, y ella no quería mal a nadie.


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300 págs. / 8 horas, 46 minutos / 399 visitas.

Publicado el 22 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Vida de Canónigo

Armando Palacio Valdés


Cuento


Las ideas de mi tío don Sebastián acerca del ascetismo de los canónigos eran mucho más decididas que las de Pachón de la Quintana de Arriba. Nada de vacilaciones en este punto: ya sabía a qué atenerse. Para él la imagen de un canónigo evocaba un sinfín de representaciones cómodas, deleitosas y suculentas.

No es extraño. Si se hablaba de un vino añejo bien confortable, le oía llamar «vino de canónigo»; si se trataba de un chocolate exquisito, «chocolate de canónigo»; si de un colchón blando y relleno, «colchón de canónigo»; etc.

Toda su vida había sentido una envidia ruin por el alto clero, y deploraba amargamente que su padre no le hubiese dedicado al estado eclesiástico, en vez de dejarle al frente del comercio de ferretería que tenían en la planta baja de la casa. Porque si le hubiese enviado al Seminario, tal vez a estas horas sería canónigo. ¿Por qué no? ¿No lo era su primo Gaspar, que pasaba por un zote en la escuela? ¡Y nada menos que arcediano de la santa iglesia catedral de León!

Verdad era que el trato que sus hermanas le daban no era a propósito para ahuyentar de su carne los apetitos concupiscentes. Eran feroces aquellas dos hermanas que su padre le había dejado con el comercio de ferretería. No se sabe si se habían propuesto hacerse ricas a costa de las susodichas carnes de su hermano, o es que pensaban con terror en la muerte de éste y en la necesidad de traspasar el comercio, o, ¡quién sabe!, tal vez en su matrimonio. Porque, si bien mi tío don Sebastián no había mostrado jamás veleidades matrimoniales el día menos pensado podía atraparle cualquier pelafustana. La mujer que se casa con un hombre que tiene dos hermanas solteronas, siempre es una pelafustana. De todas suertes, estas dos hermanas le escatimaban el pan, la carne y el vino, el betún para las botas, las toallas para secarse, y hasta el agua para lavarse.


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4 págs. / 8 minutos / 139 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Víctimas del Destino

Manel Martin's


Novela


Dedicatoria

Dedicado a mis abuelos, mis padres y a todas las personas que sufrieron la funesta guerra civil española; impuesta por aquellos que decían ser gente civilizada y con la razón en sus manos.


Nunca es licito privar de la vida a un semejante.

Introducción

Durante muchos años la república no se consolidó, los sindicatos del país seguían pidiendo sus derechos, que en resumen no eran los mismos que los del pueblo, pues no respetaban los del prójimo, para su subsistencia se atracaban comercios, bancos o se hacían descarrilar trenes para sembrar el terror. Así durante los años en que los partidos a los que representaban con alianzas ocasionales o egoístas, se mantuvieron en el poder y estuvieron gobernando, no solucionaron nada a la población, solo reinó el desorden creando malestar e incertidumbre. Pocos gobiernos llegaban a mandar más de dos años; pero tras las promesas “populistas” de los políticos en elecciones, el pueblo volvía a caer en los mismos errores.

Aconsejo leer crónicas sobre como se encontraba el pueblo antes de la funesta guerra civil, sin apenas cultura, trabajo y derechos. Guerra de la que todos los gobernantes tuvieron culpa sin excepciones.

La guerra civil española, trajo como consecuencia, no solo la muerte y la destrucción de un país también más pobreza y más miseria; tras ella millares de personas perdieron todo cuanto tenían, bienes, familiares, principios, etc. Pero sobre todo la dignidad, el escalón anterior a perder la vida o mantenerla a cualquier precio...

La posguerra no fue mejor que la guerra, Franco debía pagar favores a Alemania y eso se trasformó en hambre para el pueblo.


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120 págs. / 3 horas, 31 minutos / 150 visitas.

Publicado el 28 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Vestir al Desnudo

José Fernández Bremón


Cuento


I

Los periódicos madrileños publicaron una noticia de París que produjo gran satisfacción entre los calvos.


La industria de las pelucas y añadidos está herida de muerte: el químico Mr. De la Peausserie ha descubierto una pasta infalible para hacer crecer el pelo. La Memoria que presentó a la Academia de Ciencias es lacónica. «El fracaso —dice— de todos los ingredientes para remediar la calvicie tiene por causa principal el ser para uso externo, sin fijarse en que el cabello crece de dentro afuera: es como si un labrador cubriese de pieles la tierra y sembrara el trigo encima de la piel. Yo siembro el pelo dentro del cuerpo de que brota, introduciéndole con mis pastillas los elementos que componen el plasma cabelludo: una vez asimiladas las sustancias convenientes el plasma se produce y nace el pelo. Como entre los señores académicos abundan los que pueden comprobarlo, adjuntas varias cajas de pastillas y a la prueba me remito».


Ahora bien: hace siete días que empezaron los ensayos y en todas las calvas académicas ha empezado a nacer un vello sedoso que de día en día se va fortaleciendo.

II

Un mes después añadían nuestros corresponsales de París estos detalles:


El banquete dado por los académicos experimentadores a Mr. De la Posserí ha sido suntuoso. Aquellos hombres doctos ostentaban, en vez de sus antiguas pelucas, largas melenas propias. Cuando apareció el primero de los postres, que era un pastel cubierto de cabello de ángel, los sabios, conmovidos ante aquel símbolo, abrazaron y vitorearon a Mr. De la Posserí.

III

Treinta días más tarde todo había cambiado: extractemos un artículo francés:


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6 págs. / 10 minutos / 14 visitas.

Publicado el 1 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Ventolera

José Zahonero


Cuento


Al Sr. D. Juan José Paz.

I

Volvía de su huerta, por el camino de Segovia, ya á la caída de la tarde, el canónigo de Avila Sr. Plozuela, caballero en una mula hermosa y rolliza, negra y de pelo luciente como el sombrero de teja nuevo guardado por su reverencia para usarlo en días que repicaran gordo; era de paso vivo, temerosa á la espuela y, para comodidad del jinete, ancha de lomos y recia de piernas.

Blandamente movido al andar de la mula, aquel gordo, sanóte y bienaventurado canónigo traía distraída la mente con agradables pensamientos; contaba ya lo que de sus rentas habían de entregarle sus colonos, recordaba los cuadros de verdura y los árboles frutales de su huerta, abundante y de buen cultivo, é iba pensando en la cena, libre del temor de que pudiese acaecer que los arrendatarios no le pagasen, la huerta perdiera sus frutos y verduras y la cena se pegase en el fogón ó fuera regalo del gato.

Al llegar á una era que había á la derecha del camino, el mofletudo canónigo vió al flaco, macilento, codicioso y mísero Nerberto, ricachón de la ciudad, que vivía siempre en temor de que le robaran. Puestos su alma y sus sentidos en los campos, los haces, las trojes, los montones, las paneras, los sacos y los molinos, llorando por lo que royesen las ratas, lo que no se pudiera espigar, lo que picasen los gorriones, lo que cosecharan las hormigas, lo que el viento desparramara y por la que se diera en desperdicios en el trasegar, medir ó ensacar. Las rasgaduras de los sacos eran heridas abiertas en su piel, y lo que por ellas se vertía, más precioso que si fuera sangre de sus venas.


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16 págs. / 29 minutos / 38 visitas.

Publicado el 17 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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