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El Gusanillo

Emilia Pardo Bazán


Teatro, cuento


Antesala que precede a la capilla ardiente. Por la puerta entreabierta se divisa, allá en el fondo, la gran cama imperial, y a la luz amarillenta de los blandones fúnebres, entre el hacinamiento de las coronas y ramas de lila profusamente desparramadas, destellan las condecoraciones que honran el pecho del difunto. Los amigos y parientes, que han de formar el duelo, esperan conferenciando a media voz.

AMIGO 1º.— (Persona conspicua y machucha). ¡Quién lo dijera! ¡Si parecía tan fuerte, tan sanito!… ¡Más que todos nosotros! No ha guardado un día de cama.

AMIGO 2º.— (Semijoven, gomoso, atildado). Conmigo paseó a caballo el jueves, y hoy es lunes… Si soy yo quien maneja este cotarro, no permito que le entierren todavía. Está tan natural… Parece vivo.

AMIGO 1º.— ¿Vivo? ¡Pues si le han hecho la autopsia!

AMIGO 2º.—¡La autopsia! Y ¿a santo de qué?

MÉDICO.— Por eso justamente… Por ignorarse de qué enfermedad ha sucumbido. Como que no padecía ninguna, no se le conocían achaques, y se hallaba en lo mejor de la edad. Crea usted que antes de proceder a dar el primer corte de escalpelo, buen cuidado tuvimos de cerciorarnos de si la muerte era real y no se trataba de una catalepsia o cosa por el estilo. ¡Muerto estaba… y bien muerto!

AMIGO 1º.— Y al fin, ¿se ha averiguado de qué…?

MÉDICO.— (Llevándoselos a un rincón, lo más lejos posible de la puerta de la capilla ardiente). ¡Ah! Una cosa muy curiosa. Verán ustedes… (Cuchichean).

EL MARQUÉS DE LA GALIANA.— (Tío del difunto; señor vanidoso, quisquilloso, presumido, locuaz). Padre, ¿y Matildita? ¿Ha repetido la convulsión?


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7 págs. / 13 minutos / 74 visitas.

Publicado el 27 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

El Grito de Asencio

Eduardo Acevedo Díaz


Crónica


Lucían las últimas estrellas en un cielo límpido y tranquilo, y comenzaba el alba a tender sus blanquecinos velos en el horizonte con sus orlas de rosas pálidas, cuando un movimiento acompañado de confusos rumores se operó alrededor de las «casas».

Los hombres montaban a caballo, entre chasquidos de rebenques, fragor de armas, escarceos de piafadores redomones y choques de ginetes que buscaban entrar en las filas en orden de marcha, a un flanco de la enramada.

La voz de Pedro José Viera retumbaba atronadora a la cabeza de la columna hablando de libertad o independencia. y un grito formidable lanzado por cien bocas respondía a su corta y viril arenga, entre los brincos y bufidos de los potros alborotados por la espuela y el vocerío

Las mujeres se lanzaron fuera, mozas y viejas, oprimiéndose entre sí, estrujándose y haciendo al fin compacto pelotón en torno del Ombú, arrebujadas apenas algunas de ellas y todas con las cabelleras sueltas desencajadas, temblorosas, escudriñando los detalles del cuadro que se ofrecía a su vista.

¡Parecia soplar un viento de tormenta!

Las medias tintas crespusculares cedían su puesto a los resplandores de la aurora, que esparcía por campos y bosques su luz suave y tibia.

La columna negra no se había aún movido: las lanzas en alto se agitaban nerviosas en pintoresca confusión de moharras, medias-lunas, tijeras, clavos y banderolas; los trabucos enmohecidos, las tercerolas inservibles, las pistolas sin baquetas, los sables viejos, las dagas de canales, las bolas retobadas con piel de

lagarto de los zambos, las plas toscas de los «tapes», todo se movía y levantaba con los brazos robustos para jurar la guerra al opresor.

Los instintos guerreros bramaban iracundos en aquella gran manada de pumas.


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1 pág. / 2 minutos / 42 visitas.

Publicado el 11 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

El Gran Simpático

Felipe Trigo


Novela Corta


I

Daban las diez, en una torre del pueblo, y Alfredo aligeró —camino de la estación. La noche clara, calmosa. La luna alta. Ladraban los perros de las eras. Jadeaba Alfredo Gil (pisando su menuda sombra) con la maleta pesadísima y el lío del gabán y los bastones. Además, llevaba la merienda y un encargo de chorizos.

Se iba para no volver, y... nadie le despedía.

¡No!... Oyó lejos, detrás, un conjunto de voces juveniles.

Deberían de ser los amigos. Quizá las primas, también, con vecinas de la calle —porque algunas voces eran atipladas.

Apretó el paso, apretó el paso... arrastrando por el polvo un cabo del cordel, mal atado a la maleta, y dándose con ésta en los talones. No quería que le mirasen transportando su equipaje, aunque hubiesen de verle después en tercera.

¡Oh, la maleta de los dramas!

Se burlarían de él, como aquí, en la corte... pero ¡allá iba!

Tropezó, cayó... y rodó todo por el polvo. Rodaron desempaquetados los chorizos.

El pobre sonrió. Menos mal que no se le desató la maleta. Restituyó los chorizos, según pudo, al medio Heraldo, y prosiguió la marcha con más prisa.

Con más ánimo.

Tropezar, creíalo él conveniente. Siempre los obstáculos habíanle sido ventajosos. ¡Le nacía tal ansia, tal fuerza tenaz para vencerlos y seguir del lado allá con nuevas gallardías!

«Cuando sea célebre —pensó—, este ridículo detalle de mi biografía parecerá gracioso».

Y tan resuelto a no dejarse alcanzar por los de atrás, como a no juntarse con otro grupo que divisó delante, torció, ya cerca de la estación, por el atajo. Entraría dándole el rodeo a la empalizada.

Era mejor. Así, descansando un poco, podría sacudirse las rodillas, situar bonitamente los trastos frente al muelle, donde solían caer la cabeza del tren y los terceras, y despedirse con más dignidad de sus paisanos.


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50 págs. / 1 hora, 28 minutos / 154 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Gran Duque-Pastor

Miguel de Unamuno


Cuento


Narraciones siderianas

Era gran día en «El Arca», de Sideria. Se celebraba la gran fiesta apocalíptica, el cumplimiento de abracadabrantes profecías.

Se trataba nada menos que de coronar al gran duque de Monchinia, al ínclito don Tiberio.

Conviene que sepa el lector que la ciudad ducal de Sideria pertenecía al antiquísimo país monchino, cuyos orígenes se difuminaban en el misterio de las edades genesíacas. Una venerable leyenda enseñaba que los monchinos eran autóctonos o indígenas, es decir, nacidos de su misma tierra, y que un Deucalion monchino los había producido, convirtiendo los robles en hombres, que resultaron recios y duros como robles.

Mas dejando el campo encantado de la leyenda, la historia presentaba a los monchinos en remotísimas edades trabajando sus campos, comiéndose en paz y gracia de Dios su pan y gozando de sabias leyes.

Se habían puesto desde muy antiguo al amparo de los grandes duques de Monchinia, y cuando moría cada uno de éstos iba su sucesor a rendir acatamiento a las sabias leyes de los monchinos a un islote, situado dos leguas mar adentro. Después que el gran duque ofrecía sacrificios en el altar de la ley monchinesca y mientras el vapor de aquellos subía al cielo, las aclamaciones del pueblo se mezclaban al bramido del mar.

Pero, ¡ay!, hacía ya algún tiempo un desaforado terremoto había conmovido a Monchinia y el mar, sacudido en su asiento, se había tragado al islote y con él al altar de la ley y al gran duque, que estaba a su pie implorando clemencia al cielo.

* * *


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4 págs. / 7 minutos / 94 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Gorrión Estudiante

José Zahonero


Cuento


I

Es muy laudable en todos el deseo de instruirse y si este deseo impulsa á ejecutar aquello que á la instrucción conduzca, la alabanza ha de ser mayor, porque es muy merecida. Pues señor, en pueblecillo próximo á Madrid, San Fernando, según yo creo, uno de los Carabancheles, según dicen otros autores, si bien disputan sobre si en el de Arriba ó en el de Abajo, nació un gorrioncillo muy listo. Por lo que de él parloteaban ciertos pajarillos, parece que el tal era hijo de un pájaro sabio, admiración de las gentes en las ferias, pues con su pico sacaba de un puchero adivinanzas y profecías y habría llegado á mayores habilidades si el amor no le hubiera hecho fugarse de su jaula y huir con una pajarilla á poner nido como un pájaro cualquiera.

Y de esta calaverada nació el gorrión de mi cuento. Como el talento se hereda, cuando ya pudo volar y ya piaba claro, pensó el pajarillo en seguir una carrera; quiero decir, en tender el vuelo en una dirección determinada y con un propósito decidido.

El veía en el suelo la hierbecilla refrescada por millares de pequeñas y lucientes gotitas de rocío; veía en los árboles los botones que en las ramas anunciaban el comienzo de la primavera á la claridad de la mañana, teñida ya por el rubor rosado de la aurora; miraba ondular como un mar los crecidos y verdosos trigos; sentía correr, produciendo glú glú constante y alegre, una fuente próxima y el pío pío de unos polluelos que se hacían lugar bajo las alas de la gallina madre, y como clarines de guerra oía sonar el canto de los gallos. Y pensó:

—¡Qué grande es el mundo! ¡Pero á bien que yo tengo alas y pronto le correré!


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Publicado el 17 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Gloria Patri

Juan Valera


Cuento


Cuentan que Godoy, cuando estaba en la cumbre del poder y en lo mejor de su valimiento, protegió y favoreció pródigamente a sus antiguos camaradas los guardias de corps. A dos o tres de ellos los envió de embajadores, a otros los hizo gobernadores y hasta virreyes, y no pocos fueron de canónigos a diferentes catedrales.

Uno, que era algo místico y no sin razón presumía de teólogo, tuvo una canongía en Sevilla.

Meses después de estar instalado en su canongía, escribió a una señora íntima suya, que vivía en Madrid.

En la carta encarecía y ponderaba, como es justo, el esplendor y la hermosura de la gran ciudad del Betis, contaba lo bien que le iba en su nuevo empleo y residencia y afirmaba que no dejaba nunca de asistir a coro, rezando, cantando y alabando a Dios en compañía de los otros canónigos.

Luego añadía como cosa que le había chocado en extremo y que era digna de memoria:

—Aquí todo se reza en latín menos el Gloria Patri.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El General Manduca

Antonio de Trueba


Cuento


I

Esto sucedió á fines del siglo pasado, en un Estado de Europa cuyo nombre calla la historia, porque esta señora cantó las glorías de la dinastía reinante, y así que cayó aquella dinastía, se dedicó á cantar las glorias de su sucesora, resultando de esto tal embrollo, que nada podemos sacar en limpio los que no queremos mancharnos.

Por aquellos tiempos estaban de moda los filósofos, y si no, que se lo pregunten á Voltaire, á Rousseau, á Diderot, á Catalina II de Rusia y á Federico II de Prusia, que florecieron en aquellos tiempos y pasaban por la flor y nata de la filosofía. Así á nadie extrañará que en el Estado Anónimo (llamarémosle así para que nos entendamos) hubiese un General que pasaba por filósofo.

También calla la historia el nombre de este General, porque la muy tunanta, de tanto como sabía, parecía que no sabía nada; pero yo lo llamaré el General Manduca, nombre compuesto de las locuciones mandar y estar como un duque, de que sale mandar á lo duque, y por último, Manduca, cuyos componentes son atributos esenciales de un General que llega, como llegó este, á Presidente del Consejo de Ministros.

II

El General Manduca tenía ideas muy singulares acerca de la organización y disciplina del ejército de su digno mando.

El General Manduca no quería ver ni pintados soldados voluntarios: todos habían de ser forzosos, y así era que en aquel reino el reemplazo del ejército se verificaba en su totalidad por medio de quintas, con la particularidad de que no se admitía sustituto alguno, y de que como el General en jefe supiese que algún quinto se alegraba de que le hubiese tocado coger el chopo, hacía que diariamente le rompiese el cabo una vara en las costillas á fin de que ansiase volver á su pueblo á destripar terrones.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Gemelo

Emilia Pardo Bazán


Cuento


La condesa de Noroña, al recibir y leer la apremiante esquela de invitación, hizo un movimiento de contrariedad. ¡Tanto tiempo que no asistía a las fiestas! Desde la muerte de su esposo: dos años y medio, entre luto y alivio. Parte por tristeza verdadera, parte por comodidad, se había habituado a no salir de noche, a recogerse temprano, a no vestirse y a prescindir del mundo y sus pompas, concentrándose en el amor maternal, en Diego, su adorado hijo único. Sin embargo, no hay regla sin excepción: se trataba de la boda de Carlota, la sobrina predilecta, la ahijada… No cabía negarse.

«Y lo peor es que han adelantado el día —pensó—. Se casan el dieciséis… Estamos a diez… Veremos si mañana Pastiche me saca de este apuro. En una semana bien puede armar sobre raso gris o violeta mis encajes. Yo no exijo muchos perifollos. Con los encajes y mis joyas…».

Tocó un golpe en el timbre y, pasados algunos minutos, acudió la doncella.

—¿Qué estabas haciendo? —preguntó la condesa, impaciente.

—Ayudaba a Gregorio a buscar una cosa que se le ha perdido al señorito.

—Y ¿qué cosa es ésa?

—Un gemelo de los puños. Uno de los de granate que la señora condesa le regaló hace un mes.

—¡Válgame Dios! ¡Qué chicos! ¡Perder ya ese gemelo, tan precioso y tan original como era! No los hay así en Madrid. ¡Bueno! Ya seguiréis buscando; ahora tráete del armario mayor mis Chantillíes, los volantes y la berta. No sé en qué estante los habré colocado. Registra.


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Publicado el 27 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

El Gallito de Cresta de Oro

Aleksandr Afanásiev


Cuento infantil


Un viejo matrimonio era tan pobre que con gran frecuencia no tenía ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca.

Un día se fueron al bosque a recoger bellotas y traerlas a casa para tener con qué satisfacer su hambre.

Mientras comían, a la anciana se le cayó una bellota a la cueva de la cabaña; la bellota germinó y poco tiempo después asomaba una ramita por entre las tablas del suelo. La mujer lo notó y dijo a su marido:

—Oye, es menester que quites una tabla del piso para que la encina pueda seguir creciendo y, cuando sea grande, tengamos bellotas en casa sin necesidad de ir a buscarlas al bosque.

El anciano hizo un agujero en las tablas del suelo y el árbol siguió creciendo rápidamente hasta que llegó al techo. Entonces el viejo quitó el tejado y la encina siguió creciendo, creciendo, hasta que llegó al mismísimo cielo.

Habiéndose acabado las bellotas que habían traído del bosque, el anciano cogió un saco y empezó a subir por la encina; tanto subió, que al fin se encontró en el cielo. Llevaba ya un rato paseándose por allí cuando percibió un gallito de cresta de oro, al lado del cual se hallaban unas pequeñas muelas de molino.

Sin pararse a pensar más, el anciano cogió el gallo y las muelas y bajó por la encina a su cabaña. Una vez allí, dijo a su mujer:

—¡Oye, mi vieja! ¿Qué podríamos comer?

—Espera —le contestó ésta—; voy a ver cómo trabajan estas muelas.

Las cogió y se puso a hacer como que molía, y en el acto empezaron a salir flanes y pasteles en tal abundancia que no tenía tiempo de recogerlos. Los ancianos se pusieron muy contentos, y cenaron suculentamente.

Un día pasaba por allí un noble y entró en la cabaña.

—Buenos viejos, ¿no podrían darme algo de comer?

—¿Qué quieres que te demos? ¿Quieres flanes y pasteles? —le dijo la anciana.

Y tomando las muelas se puso a moler, y en seguida salieron en montón flanes y pastelillos.


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Publicado el 12 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Futuro Dictador

José Fernández Bremón


Cuento


Discutirán los oradores, gritarán hasta los mudos, se harán ridículos todos los sistemas de gobierno, y el órgano del entusiasmo desaparecerá del cerebro de los hombres. «¿Qué hemos hecho?», dirán todos cruzándose de brazos. Pero sólo comprenderán lo que han deshecho. Habrá ??? semanales y gobiernos por horas como los coches de alquiler. El poder será un columpio donde todos suban y bajen meciéndose por turno.

Pero un día pregonarán los ciegos esta Gaceta extraordinaria:


Los accionistas de la compañía anónima El ??? universal han decidido nombrar gerente perpetuo del país al opulento banquero don Próspero Fortuna. La compañía indemnizará a los agraviados: colocará en sus oficinas a todos los escritores que tengan buena letra: adelantará fondos a los hombres de palabra, repartiendo a ??? acción un dividendo: serán satisfechos los atrasos de las clases superiores y se mejorará el rancho de las tropas; sí, ciudadanos, nuestros soldados almorzarán café con leche.

La compañía iluminará por su cuenta la población, para que se vea mejor vuestra alegría.

Madrileños:

Las fiestas durarán tres días: id a los teatros: entrad en los cafés: pedid cubiertos en las fondas: paseaos en los coches de alquiler: tomad lo que se venda: todo está pagado. ¡Viva don Próspero Fortuna!


La Gaceta caerá en Madrid como una bomba. Oigamos a los periódicos de entonces. Fragmentos de un artículo doctrinal de La ???, periódico muy serio:


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4 págs. / 7 minutos / 41 visitas.

Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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